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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 8 378 – 31 de Agosto de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 17)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Qué debemos entender por Vía Láctea?

B. ¿Dios ha creado siempre? ¿Qué informan los Espíritus acerca de su propia creación?

C. ¿De qué están formados los planetas?

Texto condensado para la lectura

330. La Vía Láctea – Durante las hermosas noches estrelladas y sin luna, todos han contemplado esa faja blanquecina que atraviesa el cielo de un extremo al otro, al que los antiguos denominaron Vía Láctea, debido a su apariencia lechosa.

331. Las investigaciones de los observadores condujeron al conocimiento de su naturaleza y revelaron que allí donde la mirada errante apenas percibe una débil luminosidad, hay millones de soles más luminosos y más importantes que el que ilumina nuestra Tierra.

332. En efecto, la Vía Láctea es una campiña matizada con flores solares y planetarias, que brillan en toda su enorme extensión. Nuestro Sol y todos los cuerpos que lo acompañan, forman parte de ese conjunto de globos radiantes que componen la Vía Láctea. Pero, a pesar de sus dimensiones gigantescas con relación a la Tierra, y a la grandeza de su imperio, el Sol ocupa un lugar poco apreciable en esa vasta creación.

333. Teniendo en cuenta esto, se puede juzgar la exigüidad del dominio solar y, a fortiori, de la nada de nuestra pequeña Tierra. ¡Qué sería, entonces, si se considerasen los seres que la pueblan! Digo – “de la nada” – porque nuestras determinaciones se aplican no sólo a la extensión material, física, de los cuerpos que estudiamos – lo que sería poco – sino también y sobre todo, a su estado moral como habitación y al grado que ocupan en la eterna jerarquía de los seres. La creación se muestra ahí en toda su majestad, creando y propagando alrededor del mundo solar y en cada uno de los sistemas que lo rodean por todos lados, las manifestaciones de la vida y de la inteligencia.

334. En cuanto a la Vía Láctea, en la inmensidad de las creaciones siderales, no representa más que un punto insensible e inapreciable, vista de lejos, porque ella no es más que una nebulosa estelar, entre los millones de las que existen en el espacio. Si ella nos parece más vasta y más rica que las otras, es por la única razón de que nos rodea y se desarrolla en toda su extensión ante nuestros ojos, mientras que las otras, perdidas en las profundidades insondables, apenas se dejan entrever.

335. Las estrellas fijas – Las estrellas llamadas “fijas” y que constelan los dos hemisferios del firmamento no se encuentran del todo exentas de ninguna atracción exterior, como generalmente se supone. Lejos de eso: todas ellas pertenecen a una misma aglomeración de astros estelares, aglomeración que no es otra que la gran nebulosa de la que formamos parte y cuyo plano ecuatorial (1), proyectado en el cielo, recibió el nombre de Vía Láctea. Todos los soles que la constituyen son solidarios; sus múltiples influencias reaccionan perpetuamente unas sobre otras y la gravedad universal las reúne a todas en una misma familia.

336. Esos diversos soles, en su mayoría, están como el nuestro, rodeados por mundos secundarios, a los que iluminan y fecundan por intermedio de las mismas leyes que presiden la vida de nuestro sistema planetario. Unos, como Sirio, son miles de veces más grandiosos y magníficos en dimensiones y riquezas que el nuestro, y el papel que desempeñan en el Universo es mucho más importante. También los rodean planetas en mucho mayor número y muy superiores a los nuestros. Otros son muy diferentes por sus funciones astrales. De ahí que cierto número de esos soles, verdaderos gemelos del orden sideral, están acompañados por sus hermanos de la misma edad y forman en el espacio sistemas binarios, a los cuales la Naturaleza otorgó funciones completamente diferentes de las que le correspondieron a nuestro Sol (2).

337. Allí los años no se miden por los mismos períodos, ni los días por los mismos soles, y esos mundos, iluminados por una doble antorcha, fueron dotados de condiciones de existencia inimaginables para los que aún no han salido de este pequeño mundo terrestre.

338. Otros astros, sin séquito, privados de planetas, recibieron mejores elementos de habitabilidad que los conferidos a cualquiera de los demás. En su inmensidad, las leyes de la Naturaleza se diversifican y, si la unidad es la gran expresión del Universo, la variedad infinita es también su eterno atributo.

339. Las estrellas llamadas fijas no están inmóviles en la inmensidad. Las constelaciones que se imaginaron en la bóveda del firmamento no son creaciones simbólicas reales. La distancia de la Tierra y la perspectiva bajo la cual se mide el Universo desde la estación terrestre, constituyen las dos causas de esa doble ilusión óptica.

340. La totalidad de los astros que titilan en la cúpula azulada se encuentran encerrados en una aglomeración cósmica, en una misma nebulosa a la que llamamos Vía Láctea. Pero, si bien pertenecen todos al mismo grupo, esos astros no dejan de estar animados por movimientos propios de traslación en el espacio, cada uno con el suyo. El reposo absoluto no existe en ninguna parte. Están regidos por las leyes universales de la gravitación y ruedan en el espacio ilimitado bajo el impulso incesante de esa fuerza inmensa. Ruedan no según las rutas trazadas por el azar, sino según órbitas cerradas, cuyo centro está ocupado por un astro superior.

341. Para hacer más comprensibles mis palabras, por medio de un ejemplo hablaré de modo especial del Sol que nos calienta. Se sabe, gracias a las observaciones modernas, que el Sol no está fijo, ni en un centro, como se creía en los primeros tiempos de la nueva astronomía; que avanza por el espacio arrastrando consigo su vasto sistema de planetas, satélites y cometas. Esta marcha no es fortuita; no va errante por los vacíos infinitos,  extraviándose con sus hijos y súbditos, lejos de las regiones que le han asignado. No; su órbita está determinada y, en concurrencia con otros soles de su misma categoría y rodeados todos de cierto número de tierras habitadas, gravita en torno de un sol central. Su movimiento de gravitación, como el de sus soles hermanos, no es apreciable mediante observaciones anuales, porque sólo un gran número de periodos seculares serían suficientes para determinar el tiempo de uno de esos años astrales.

342. El sol central, que acabamos de mencionar, también es un globo secundario en relación a otro más importante aún, alrededor del cual perpetúa una marcha lenta y acompasada, en la compañía de otros soles del mismo orden. Esos astros, en cantidades incontables, viven una vida solidaria. Así como en la economía de la Tierra nada se encuentra aislado, tampoco nada lo está en el Universo inconmensurable. ¡En ninguna parte hay inmovilidad, ni silencio, ni noche!

343. Los desiertos del espacio – Un desierto inimaginable y sin límites, se extiende más allá de la aglomeración de estrellas que hemos mencionado, y la envuelve. Las soledades suceden a las soledades, e inconmensurables planicies de vacío se extienden a lo lejos. Las acumulaciones de materia cósmica se encuentran aisladas en el espacio como las islas flotantes de un inmenso archipiélago.   

344. Si quisiéramos, de alguna forma, apreciar la enorme distancia que separa al conglomerado de estrellas del que formamos parte, de otras aglomeraciones más cercanas, necesitamos saber que esas islas estelares se encuentran diseminadas en el vasto océano de los cielos, y que la extensión que las separa unas de otras es incomparablemente mayor que la que mide sus respectivas dimensiones.

345. Más allá de tan vastas soledades, en efecto, resplandecen mundos en su magnificencia, al igual que en las regiones accesibles a las investigaciones humanas; más allá de esos desiertos, vagan oasis espléndidos en el límpido éter, que renuevan sin cesar las escenas admirables de la existencia y de la vida. Allá se suceden los agregados lejanos de sustancia cósmica, que el ojo profundo del telescopio percibe a través de las regiones transparentes de nuestro cielo y a la que se da el nombre de nebulosas irresolubles, las cuales parecen ligeras nubes de polvo blanco, perdidas en un punto desconocido del espacio etéreo.

346. Allá se revelan y desarrollan nuevos mundos, cuyas condiciones variadas y diferentes de las que son inherentes a nuestro globo, les dan una vida que las concepciones humanas no pueden imaginar, ni sus estudios comprobar. Es allá que en toda su plenitud, resplandece el poder creador.

__________

(1) Ecuatorial se refiere al ecuador, nombre que en relación al globo terráqueo, designa al círculo máximo de la esfera terrestre, perpendicular a la línea que une los polos.

(2) Esto es a lo que, en Astronomía, se le da el nombre de “estrellas dobles”. Son dos soles, uno de los cuales gira alrededor del otro, como un planeta alrededor de su sol. ¡De qué singular y magnífico espectáculo deben gozar los habitantes de los mundos que forman esos sistemas iluminados por un doble sol! Pero también, ¡qué diferentes deben ser en ellos las condiciones de la vitalidad!

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Qué debemos entender por Vía Láctea?

Vía Láctea es el nombre que se le da a la nebulosa que forma una larga mancha blanca en el cielo oscuro. Se le dio ese nombre por su apariencia lechosa. Las investigaciones de los observadores condujeron al conocimiento de su naturaleza y revelaron que allí, donde la mirada errante apenas percibía una débil luminosidad, hay millones de soles más luminosos y más importantes que el que ilumina nuestra Tierra. En efecto, la Vía Láctea es una campiña matizada con flores solares y planetarias, que brillan en toda su enorme extensión. Nuestro Sol y todos los cuerpos que lo acompañan, forman parte de ese conjunto de globos radiantes que componen la Vía Láctea. (La Génesis, cap. VI, ítems 32 a 35.)

B. ¿Dios ha creado siempre? ¿Qué informan los Espíritus acerca de su propia creación?

Al existir, por su naturaleza, desde toda la eternidad, Dios creó desde toda la eternidad y no podría ser de otro modo. Acerca del modo de la creación de los Espíritus, lo que se puede decir es que el Espíritu no llega a recibir la iluminación divina que le da, simultáneamente con el libre albedrío y la conciencia, la noción de sus altos destinos, sin haber pasado por la serie divinamente fatal de los seres inferiores, entre los cuales se elabora lentamente la obra de su individualidad. Sólo a partir del día en que el Señor le imprime en la frente Su augusta señal, el Espíritu toma un lugar en el seno de las humanidades. (La Génesis, cap. VI, ítems 14, 15 y 19.)

C. ¿De qué están formados los planetas?

La materia cósmica se condensó bajo la forma de una inmensa nebulosa, animada por las leyes universales que rigen la materia. En virtud de esas leyes, especialmente de la fuerza molecular de atracción, tomó la forma de un esferoide, la única que puede asumir una masa de materia aislada en el espacio. El movimiento circular producido por la gravitación, rigurosamente igual, de todas las zonas moleculares en dirección al centro, pronto modificó la esfera primitiva, a fin de conducirla, de movimiento en movimiento, a la forma lenticular. Nuevas fuerzas surgieron a consecuencia de ese movimiento de rotación: la fuerza centrípeta y la fuerza centrífuga, la primera que tiende a reunir todas las partes en el centro, y la segunda que tiende a alejarlas de él. Ahora bien, al acelerarse el movimiento a medida que la nebulosa se condensaba, y al aumentar su radio a medida que ésta se aproximaba a la forma lenticular, la fuerza centrífuga, incesantemente desarrollada por esas dos causas, predominó pronto sobre la atracción central.

Así como un movimiento muy rápido de la honda rompe la cuerda y hace que el proyectil caiga lejos, de igual modo el predominio de la fuerza centrífuga desprendió el círculo ecuatorial (1) de la nebulosa y de este anillo se formó una nueva masa, aislada de la primera, pero aún sometida a su dominio. Aquella masa conservó el mismo movimiento que, modificado, se convirtió en un movimiento de traslación alrededor del astro solar, y su nuevo estado le dio un movimiento de rotación en torno de su propio centro. Ella dio, pues,  nacimiento a centenas de astros desprendidos del foco central, salidos de ella por el modo de formación mencionado anteriormente.

Así, los planetas están formados de masas de materia condensada, pero aún no solidificada, desprendidas de la masa central por la acción de la fuerza centrífuga y que toman, en virtud de las leyes del movimiento, la forma esferoidal, más o menos elíptica, según el grado de fluidez que hayan conservado. Uno de esos planetas es la Tierra que, antes de enfriarse y revestirse de una corteza sólida, dio nacimiento a la Luna, por el mismo proceso de formación astral al que ella misma debe su existencia. (La Génesis, cap. VI, ítems 20 a 23.)

 

 

 


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