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Año 8 377 24 de Agosto de 2014
RICARDO BAESSO DE OLIVEIRA  
kargabrl@uol.com.br            
Juiz de Fora, MG (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Ricardo Baesso de Oliveira

Envejecer y morir

Un abordaje biológico y espiritual

 Parte 1

 

Una de las propiedades de los seres vivos multicelulares es su inserción en un ciclo vital, caracterizado por las siguientes fases: nacimiento, crecimiento, reproducción, envejecimiento y muerte. Enfermar, envejecer y morir son determinismos biológicos, resultados de la fragilidad de la materia orgánica y de la finitud de la vida biológica. Como eso se verifica ha sido objeto de discusiones en diferentes áreas del conocimiento humano.

Jared Diamond, biólogo e investigador de la universidad de Califórnia, Estados Unidos, comenta:

“Algo en nuestra fisiología hace el envejecimiento inevitable. El envejecimiento puede ser encarado simplemente como un daño no notado o un deterioro. Una teoría atribuye el envejecimiento a las progresivas dificultades que nuestro sistema inmunológico supuestamente encuentra para distinguir entre nuestras propias células y células extrañas.  Otras teorías relacionan el envejecimiento a los cambios hormonales y degeneración neuronal [...] del punto de vista de la biología evolutiva, el envejecimiento es resultado de la relación entre los costes de la reparación y las ventajas reproductivas de mantenerse vivo. La evolución parece haber hecho un arreglo para que todos nuestros sistemas se deterioren, y sólo invertimos en reparar hasta donde vale la pena”. (El tercer chimpancé.)

Creemos que las enfermedades, el envejecimiento y la muerte son el resultado de la suma de tres factores: genéticos, reencarnatorios y comportamentales.

Factores genéticos

Factores genéticos poseen una obvia importancia en la longevidad y en la expectativa de vida de un individuo. (Genética esencial.) Recuerda Jared Diamond que, evidentemente, nuestra capacidad de sobrevivir hasta la edad madura dependió en gran medida de los avances culturales y tecnológicos. Es más fácil defenderse de un león si usted carga un rifle poderoso que una lanza o una piedra. Pero, los avances culturales y tecnológicos no habrían sido suficientes, al menos que nuestro cuerpo también hubiera sido rediseñado para vivir más tiempo. Ningún primate antropoide enjaulado en un zoológico llega a los 80 años, a pesar de los beneficios de la moderna tecnología humana y de la atención veterinaria. El camundongo tendrá suerte si llegase a los 2 años, aún con comida abundante y atención veterinaria. (Tercero chimpancé.)

Probablemente muchos genes e interacciones complejas de genes están relacionados a la longevidad. Se ha relacionado el envejecimiento humano y algunas enfermedades al acortamiento progresivo de una región del cromosoma, denominado telômero. Los telômeros (del griego telos, final) representan las extremidades de los cromosomas, caracterizadas por una gran concentración de ADN repetitivo y no codificado de proteínas.

Por qué son valiosas las células-tronco adultas

Además de ser responsables por garantizar la estabilidad de las extremidades de los cromosomas durante el ciclo celular, minimizando la oportunidad de reajustes estructurales, los telômeros parecen estar asociados a la señalización necesaria para el apareamiento correcto de los cromosomas durante la división celular.

El tamaño de los telômeros es mantenido por enzimas telomerases capaces de restaurar el número de repeticiones presentes en las extremidades cromosómicas. Sin embargo, la mayoría de las células humanas tiene cantidad limitada de telomerasis y, cada vez que la célula se divide, ocurre un acortamiento natural de las regiones teloméricas, hasta el punto en que la célula pierde la capacidad de división y camina para la muerte celular. Por ese motivo, el acortamiento de los telômeros tiene relación directa con el envejecimiento y con varios tipos de cáncer, ya que favorece el hecho de reajustes envolviendo las extremidades de los cromosomas. (Genética esencial.)

Según Henne Holstege, investigadora del Centro Médico de la Universidad Vrije, en Amsterdam, que conduce estudios sobre la longevidad, continuamos vivos sólo por el tiempo en que nuestras células-tronco son capaces de regenerar tejidos vitales. Morimos en el momento en que ellas se “cansan”. Células-tronco adultas están presentes en todos nuestros órganos. Son valiosas por la capacidad única de dividirse.

Función de las células-troncos adultas

Mientras las células-tronco embrionarias son capaces de dar origen a cualquier célula del cuerpo, la función de las células-tronco adultas es dividirse, por medio de un proceso llamado mitosis, de modo a crear nuevas células de aquellos mismos órganos en que nacieron. Células-tronco sanguíneas, por ejemplo, dan origen a nuevas células de la sangre. De esa manera, ellas son capaces de reponer células muertas y regenerar tejidos damnificados.

En un momento dado, nuestras células-tronco alcanzan un punto de agotamiento. A partir de ahí, se hacen cada vez menos productivas hasta el punto en que no son más capaces de regenerar los tejidos vitales.   

Según Holstege, se estima que las personas nazcan con algo en torno a 20 mil células-tronco sanguíneas. A cada nueva división celular, el tamaño de los telômeros disminuye, encogiendo hasta el punto de agotamiento, cuando la célula muere. Un trazo de las células de personas longevas que ha sorprendido a los investigadores es la ausencia de mutaciones nocivas.

A lo largo de la vida, errores ocasionados en el proceso de división celular pueden ocasionar mutaciones nocivas para la salud, llevando al desarrollo de tumores, por ejemplo. Longevos estudiados por el grupo de la profesora Holstege poco sufrían de ese problema. Las mutaciones encontradas en sus células son inofensivas, una señal de que, probablemente, el cuerpo de ellos posee un sistema inmunológico eficiente, capaz de librarse de células dañadas antes que ellas causen algún mal. (Mire bien, Ciencia y salud, 24/4/2014.)

Factores reencarnatorios

La expectativa de vida física de un Espíritu reencarnado depende de factores relacionados a su pasado reencarnatorio. El Espíritu, a través de sus irradiaciones mentales, refleja su identidad evolutiva, necesidades de desarrollo y problemas personales a ser resueltos. Esos factores están relacionados a la predisposición a las enfermedades a que el Espíritu, mientras esté encarnado, podrá estar expuesto y, obviamente, a la expectativa de vida de la actual experiencia reencarnatoria.

Situaciones especiales existen en que la desencarnación sorprende al individuo en condiciones absolutamente independientes de su voluntad y de su comportamiento, como, por ejemplo, desencarnación en la infancia o resultado de accidentes o violencia en que el envuelto ninguna responsabilidad tenga en lo ocurrido. En esas situaciones particulares, los factores reencarnatorios son casi absolutos.

En El Libro de los Espíritus se lee:

- Algunas personas sólo escapan de un peligro mortal para caer en otro. Parece que no podían escapar de la muerte. ¿No hay en eso fatalidad?

“Fatal, en el verdadero sentido de la palabra, sólo el instante de la muerte lo es. Llegado ese momento, de una forma o de otra, a él no podéis huir.” (El Libro de los Espíritus, ítem 853.)

- ¿Así, cualquiera que sea el peligro que nos amenace, si la hora de la muerte aún no llegó, no moriremos?

“No; no perecerás y tienes de eso miles de ejemplos. Cuando, sin embargo, suene la hora de tu partida, nada podrá impedir que partas. Dios sabe de antemano de que género será la muerte del hombre y muchas veces su Espíritu también lo sabe, por haberle sido eso revelado, cuando escogió tal o cual existencia.” (LE, item 853-a.)

Influencia de los Espíritus en la génesis de las dolencias

Emmanuel, examinando el determinismo de la muerte, esclarece:

“Con la salvedad del suicidio, todos los casos de desencarnación son determinados previamente por las fuerzas espirituales que orientan la actividad del hombre sobre la Tierra.” (El Consolador, pregunta 146.)

¿Cómo el Espíritu podría interaccionar con la genética, definiendo el tiempo de su permanencia en la dimensión física? Podemos presentir que el Espíritu, cargando en su psiquismo su condición evolutiva y sus necesidades cármicas, ejercería poderosa influencia sobre los genes responsables por la expresión de las enzimas telomerases, responsabilizándose directamente por la síntesis de esa enzima y consecuentemente por el restablecimiento de los telômeros. Podría intervenir, también, en el número de células-tronco y en la dinámica de las mutaciones. El proceso de envejecimiento estaría entonces vinculado a la personalidad reencarnada, a través, obviamente, de los procesos biológicos naturales, citados arriba.

No se puede desconsiderar, sin embargo, la influencia de Espíritus desencarnados en el mantenimiento de la salud y en la génesis de las enfermedades en las entidades domiciliadas en la dimensión física. Espíritus perturbados y enfermos, en simbiosis psíquica con los encarnados, pueden cargar para ellos vibraciones espirituales de naturaleza enfermiza, concursando para el surgimiento de una serie de enfermedades físicas o mentales, que pueden eventualmente llevarlos a la desencarnación.

Por otro lado, Espíritus superiores pueden intervenir de forma positiva, contribuyendo para la salud de sus tutelados, así como actuando directa o indirectamente en sus organizaciones físicas, anticipando o prolongando el momento de la muerte, en beneficio de ellos mismos, o de personas vinculadas a ellos. (Continúa en el próximo número.)  




 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita