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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 375 10 de Agosto de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El dinero
 

  

Rogério estaba todo contento. Entró en la sala y vio al padre que terminaba una conversación al teléfono. Su padre, satisfecho, con ancha sonrisa le dijo:
 

— Mi hijo, yo acabé de realizar un buen negocio. Aquí está un dinero para tú comprar algo que te agrade.

— ¡Que bueno, papá! Gracias — dijo el chico, feliz.

Rogério metió el billete en el bolsillo de los

pantalones y salió, pensando en todo lo que podría comprar: ¡dulces, chocolates, juguetes, balones, un juego!... ¡Finalmente, aquella no era un billete cualquiera, era realmente valioso! Su imaginación corría suelta.

Él no se separó más del lindo billete, ni para dormir. A veces, llevaba la mano en el bolsillo para tener certeza de que el estaba aún ahí.

Por la mañana fue para la escuela con el billete en el bolsillo del pantalón. A La hora del recreo, vio a Maurício, compañero con el cual vivía desentendiéndose y, cuando se encontraban en la calle, el compañero volvía el rostro, mostrando no gustarle.
 

Pero, ese día en especial, Maurício le pareció muy triste. A pesar de todo, Rogério deseó saber lo que estaba ocurriendo con él. Se aproximó a él en el recreo, se sentó a su lado y le preguntó por qué estaba tristón.

El otro levantó la cabeza y Rogério le vio los ojos húmedos. Maurício respondió:

— Es que mi madre está enferma y mi padre no tiene dinero para comprar los medicamentos que el médico le recetó.

En ese momento, Rogério sintió el billete en el bolsillo del pantalón. Tuvo el impulso de darle el dinero, pero algo lo contuvo. Allá en el fondo él pensó: ¿Voy a dar mi lindo billete justo para él que siempre me trata mal? ¿Que no le gusto? Ah, no...

Rogério quedo callado, pensando, después murmuró:

— Lo siento mucho, Maurício. Espero que tu madre quede curada pronto.

La campanilla sonó y volvieron para la clase. En el término de las clases, Rogério salió apresurado. Quería volver inmediatamente para casa. En el fondo, él no estaba contento con su actitud delante del compañero. La conciencia lo acusaba. Él podría haber ayudado a Maurício y no lo hizo. Por egoísmo.

En la hora del almuerzo la madre lo notó callado y quiso saber lo que estaba ocurriendo. Rogério respondió que no era nada; sólo que la madre de Maurício estaba enferma.

— ¡Ah! Mi hijo, ¿quién sabe si nosotros podemos ayudar de alguna manera? Voy a buscar informarme.

Al oír aquellas palabras, Rogério se sintió más culpable aún. Se levantó de la mesa y fue para su cuarto. La madre fue detrás de él, sabiendo que el hijo no estaba bien. Abrió la puerta del cuarto y vio que él estaba llorando.

— ¿Qué pasó, mi hijo?

Entonces Rogério contó a la mamaíta su problema de conciencia, disculpándose:

— ¡Pero también, madre, a Maurício nunca le gusté! ¡Siempre me trata mal, pelea conmigo! Ahora yo, que gané de mi padre un lindo billete de dinero, ¿voy a dar a él? ¡No es justo!...

La madre lo tomó en los brazos, acercándolo al pecho, y dijo con cariño:

— Entiendo tu dificultad, mi hijo, y tú tienes el derecho de actuar como quieras. Finalmente, el dinero es tuyo.

El niño miró a la madre con los ojos húmedos e interrogativos, y la madre continuó:

— Sin embargo, justamente por ese compañero tener rabia de ti, su acción sería más importante. Jesús nos recomienda retribuir el mal con el bien. ¿Y sabes por qué? Si solamente hiciéramos el bien a los que les gustamos nosotros, ¿cuál es nuestro mérito? Todas las personas, aún las que no son buenas, hacen lo mismo. Entonces, Jesús muestra que nosotros, que creemos en él, tenemos que actuar diferente de las otras personas. Y Dios, nuestro Padre, quedará contento con nosotros, pues estaremos ayudando a otro hijo suyo. ¿Entendiste, Rogério?

El chico mostró que había entendido. Más animado, se levantó de la cama y, enjugando los ojos, dijo:

— Mamá, voy hasta la casa de Maurício.

— Ve, mi hijo. ¡Y que Dios te acompañe! Después, yo también iré a saber cómo está la madre de él — concordó, entendiendo que el hijo debería ir solo.
 

Rogério la abrazó y salió corriendo. Llegando a la casa del compañero, toco con las palmas y él vino a atender. Al ver a Rogério, se extrañó, pero lo recibió bien. Rogério sonrió y dijo:

— Maurício, yo vine a traer una cosa para ti. ¡Toma! ¡Es tuyo! — y, cogiendo del bolsillo, entregó al compañero el lindo billete.

— ¿Tienes seguridad, Rogério? ¡Es mucho dinero! Finalmente, nunca fuimos buenos amigos... — dijo él,

espantado.  

— Tengo seguridad absoluta, Maurício. Si nunca nos fue bien, eso no importa ahora. Lo importante es el problema de tu madre. Si ese dinero puede serle útil, quedo contento.

Maurício extendió los brazos y abrazó al otro con gratitud:

— Tu mostraste que eres un verdadero amigo, Rogério. ¡Gracias, muchas gracias!

En aquel instante, al recibir el abrazo del otro, Rogério sintió que toda aquella carga negativa que había entre ellos había desaparecido como por encanto. Ambos estaban emocionados y Rogério pidió:

— Me gustaría conocer a tu madre, Maurício. ¿Puedo entrar?

— ¡Claro, mi amigo! ¡Tú serás siempre bienvenido en esta casa!

                                                        MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 5/5/2014.)




                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita