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Año 8 375 10 de Agosto de 2014
ANSELMO FERREIRA VASCONCELOS           
afv@uol.com.br       
São Paulo, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Anselmo Ferreira Vasconcelos

Sondeando los frutos de nuestro trabajo diario 

 

Ha sido objeto de acaloradas discusiones y análisis en la prensa americana la actuación de los ejecutivos de la montadora General Motors (GM) debido a las nefandas consecuencias ocasionadas por el defecto en los mecanismos de encendido de sus vehículos. Resumidamente, el problema era tan grave que, de un momento para otro y en pleno uso de los coches, los volantes quedaban bloqueados, los frenos paraban abruptamente de funcionar y los air-bags eran desactivados llevando a accidentes horrendos, algunos incluso fatales (por lo menos 13 personas murieron a causa de los fallos presentados).

Sin embargo, entre la decisión empresarial de realizar un recall con 2,6 millones de propietarios de coches de la marca y pagar una indemnización a las familias de las víctimas, la empresa optó por la primera alternativa hasta el momento en que el caso ganó los titulares. Cabe resaltar que el coste de la sustitución de la pieza defectuosa era de apenas 75 centavos de dólar por coche.

Dadas la gravedad y la repercusión del caso, la presidente mundial de la compañía, Mary T. Barra, fue convocada a comparecer ante una comisión del congreso americano para dar explicaciones para los ignorados – por más de una década – defectos de los vehículos. La convocatoria tenía por objetivo principal discutir el valor de las indemnizaciones a ser pagado a las familias enlutadas. Se calcula, a propósito, que, ahora, alcanzarán la tasa de los mil millones de dólares. Vale resaltar que la prensa especializada viene “cavando hondo” ese caso – Toyota, por señal, también pasó por un véjame semejante, siendo condenada a pagar 1,2 mil millones de dólares debido a la muerte de 12 personas – considerando el porte y la relevancia del protagonista, es decir, uno de los símbolos de la industria americana de todos los tiempos.

Ese escándalo se suma a muchos otros

La periodista Gretchen Morgenson, de New York Times, por ejemplo, reportándose a los resultados de una investigación efectuada por una empresa de consultoría independiente contratada por la montadora para filtrar las razones de tan estruendoso fracaso de dirección, afirmó que fueron encontradas pruebas de la existencia de “procesos burocráticos que evitaban responsabilidad”, de un “patrón de incompetencia” que conducía a la  inacción delante de los defectos de los vehículos.

Lamentablemente, se filtró que cuando los comités de la empresa concordaban con la aplicación de algún plan de acción, faltaba la indispensable ejecución. De manera sorprendente, el referido informe admitió también que fue simplemente imposible determinar la “identidad de cualquier decididor” envuelto en las discusiones. En otras palabras, aparentemente una cortina de auto-cobertura prevaleció en todo el siniestro episodio.

Algunos empleados revelaron a los investigadores que evitaron deliberadamente hacer anotaciones y registros en las reuniones de seguridad porque dedujeron que los abogados de la compañía así lo deseaban. En resumen, quedó evidente, delante de la pérdida de vidas inocentes, que las prácticas de auto-preservación de los empleados eran de causar náuseas. Cabe destacar que ese escándalo se suma a otros más recientes envolviendo a ejecutivos de las empresas de servicios financieros en el mismo país.

Los criminales están por todas partes

Examinando todo ese embrollo, el boletín de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania afirmó que cuando se observa ejecutivos de embate distanciándose del desastre con centenares de millones de dólares en los bolsillos, dejando que la cuenta para accionistas e inocentes contribuyentes paguen, entonces el peligro es extremo.

Los casos arriba mencionados comportan muchos análisis y reflexiones, inclusive a la luz de las enseñanzas cristianas-espíritas. Es notorio que las organizaciones ejercen un poder extraordinario sobre nuestras vidas. Aunque incontables servicios y productos necesarios a la vida humana estén bajo la responsabilidad de alguna empresa, es chocante constatar que ellas actúan – por lo menos una parte considerable – perjudicando y/o hiriendo a quién paradójicamente debería satisfacer o atender. Sin embargo, el hecho es que los criminales están por todas partes – incluso en el mando de importantes organizaciones e instituciones humanas. A fin de cuentas, muchas de sus decisiones son tomadas sin cualquier consideración y respeto a sus consumidores-ciudadanos.

El caso en pantalla ganó enorme proyección debido al sector en el cual la GM opera, pero es inconcebible lo que otras organizaciones, digamos, menos visibles, están haciendo, a despecho de las propagadas iniciativas relacionadas a la responsabilidad social corporativa, ciudadanía empresarial, sustentabilidad y espiritualidad en las empresas. Siendo así, mucho se engañan aquellos que imaginan estar sólo “cumpliendo un deber”  cuando así actúan. La inconsecuencia y el egoísmo de sus actos en el trabajo no pasan desapercibidos por la espiritualidad.

El hombre de bien respeta los derechos ajenos

Tratar con desdén, mezquindad y liviandad la salud y la vida de los semejantes (consumidores y compañeros) ciertamente demandará durísimos ajustes cármicos. En la actualidad, ejecutivos y técnicos, de modo general, reciben entrenamiento referente a la conducta ética en el trabajo. Además, escuelas de gestión tienen en sus currículos disciplinas específicas vueltas al tema, además de amplia literatura disponible a respecto. La sociedad, por su parte, espera y desea que las organizaciones y sus miembros se comporten dignamente. No obstante ese legítimo deseo, los escándalos empresariales irrumpen por todas partes generando perplejidad y desconfianza generalizadas. Importantes organizaciones mundiales continúan engañando y manipulando a quién deberían por misión respetar y cuidar.

Si así lo hacen, es debido a la acción maléfica de los que las dirigen. Definitivamente, no son personas de bien porque, como enseña Allan Kardec, en la obra El Evangelio según el Espiritismo, “El hombre de bien, finalmente, respeta en sus semejantes todos los derechos que les son asegurados por las leyes de la naturaleza como desearía que los suyos fuesen respetados”.

Sigue de ahí, conforme recuerda el Espíritu Emmanuel, en la obra Camino, Verdad y Vida (psicografia de Francisco Cândido Xavier), que “Conviene el esfuerzo de auto-análisis, a fin de identificar la calidad de las propias acciones”. Enfatiza el bendecido benefactor que “Es indispensable conozcamos los frutos de nuestra vida, de modo a saberse beneficiar a nuestros hermanos”. Finalmente, ¿de qué adelanta una posición reluciente, poder de influenciar decisiones y dinero en profusión, pero tener el alma corrompida?

Vigilemos lo nacido del corazón

En esa misma línea de razonamiento, nos alerta el Espíritu Joanna de Ângelis, en el mensaje Empresas (psicografiado por Divaldo Pereira Franco el 9 de junio de 2004), para que vigilemos “lo nacido del corazón de donde brotan los buenos como los malos pensamientos” y tengamos cuidado.

Nos esclarece igualmente a no dejarnos “arrastrar por los murmuradores y mercaderes, entusiastas en favor de las transformaciones imperiosas e imprudentes, soñadores del mundo que no conocen las reglas del Evangelio ni la conducta espírita”. Por fin, la mentora pondera: “Respetar la modernidad, sí, sin embargo, no permitir que algunos de sus métodos de comportamiento minen los compromisos para con la bondad y el bien”. 

De ese modo, la práctica del mal ciertamente no está prevista en nuestros guiones de vida. Los eventuales frutos malignos asociados al ejercicio del trabajo – aún cuando derivan del cumplimiento de obligaciones (extraviadas, dígase) con el empresario o asociados a un supuesto deber profesional – generan pesados débitos al Espíritu infractor y, como tal, requerirán acierto ante la contabilidad divina en el momento oportuno. Por lo tanto, sondeemos los frutos de nuestro trabajo diario. 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita