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Año 8 374 3 de Agosto de 2014
CHRISTINA NUNES                       
meridius@superig.com.br    
Rio de Janeiro, RJ (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Christina Nunes

Lo esencial...

Una Era de Luz pide luz íntima,
vibraciones de reanimación, autenticidad
de ser y de quererse

 

 

No me acuerdo a esta altura de la autoría del pensamiento que leí en algún lugar esta semana, pero el hecho es que es recurrente a lo largo de los tiempos, fruto de ejemplo y enseñanzas de muchos seres inspirados e iluminados que bajaron al orbe como linternas radiantes; ¡como fuentes de luz, eternas en sí mismas, para esparcir claridad curativa en medio del tumulto aún diseminado en este mundo! Y este pensamiento dice que no interesa, de hecho, la religión en sí, o los nombres de cada una de los centenares existentes a lo largo de las eras, cuando la mejor esencia de ellas aún no existe en el lugar principal: ¡en el interior del individuo!

No interesa, pues, quién pueda ser el autor de lo que leí. ¡Más importa que se trata, muy probablemente, de la Verdad entre las verdades, y que la viviese esta humanidad en plenitud, y nuestro planeta ya se contaría entre los lugares de auténtico gozo espiritual entre las esferas evolutivas!

En la hora del “vamos a ver” la verdad se revela

¡Hecho – independiente de creencia o sin creencia! ¡Usted puede alegar lo que quiera – ser budista, musulmán, espírita o católico, ateo o estudioso de la cabala, afín a las nobles huestes de la Fraternidad Blanca, no importa!

Si aún tuerce su nariz delante del prójimo que no comparte su ángulo de percepción de la vida; si evita ese contacto, como previniéndose de contagio con algo pestilente; si, en los ambientes más comunes del servicio profesional, donde varias corrientes de pensamiento y de históricos de vida equiparándose con su perfil, usted asume, aunque íntimamente, aires de superioridad; de arrogancia en base a la postura que juzga inferior; si no consigue discernir la esencia más allá de las buenas vistas, de la oratoria estudiada, de las prácticas sociales en cualquier lugar que sean – ¡inclusive en templos, centros o iglesias! –  ¡no sirve! ¡Puede pasar el resto de su permanencia temporal en la materialidad repitiendo como un disco rallado para sí que ya se iluminó, o entonces aceptando elogios peligrosos que lo inducen al cultivo de la vanidad, con una falsa sonrisa de modestia! ¡En la hora del "vamos a ver", de la tan propagada "selección de la cizaña y del trigo", de la cual ninguno de nosotros escapa al volver a nuestras respectivas dimensiones originarias de derecho, se deparará, nada más y nada menos, con el ambiente y compañías correspondientes exactas a lo que hizo justamente a lo largo del aprendizaje por aquí, sin quitar ni poner!

La religiosidad, he lo que es esencial

¡De modo que... desista! No habrá banda de música ni orquesta sinfónica ejecutada en su homenaje porque fue más o menos rico, o vivió en un barrio privilegiado de cualquier parte del planeta, o estuvo en cargos importantes; o porque simuló bondad con exaltación al proyectar obras sociales de gran magnitud, aunque buscando, en los bastidores, a la exaltación del propio ego! Porque, cualitativamente, más habrá hecho, para ejemplo, aquel mendigo de la foto estampada semanas atrás en Facebook, abrigando con su único cobertor su perro vira-lata en un invierno de frío intenso, encogido en una calzada, y explicando – a alguien que le pregunta la razón de hacer aquello – ¡que el animal también siente frío, es su amigo y que le cabe protegerlo!

La esencia de la religión. ¡La religiosidad, inherente a cada modo de ser, ver, pensar y conducirse, por más diminuto que sea, frente a todo lo que nos rodea –  he ahí el divisor inexorable de aguas, mis amigos! ¡Y no bla-bla!

¡Vivimos en una época en que todo se ve bajo la luz implacable de proyecciones intensas, desvelando cada intriga de la vida, fuera y dentro de nosotros! ¡Sobrecarga de informaciones en aparatos cada vez más pequeños, y avalancha de actitudes simultáneas de millones de personas alrededor del globo desvelando, rigurosamente, cada esencia! ¡Época en que todo se habla, todo se debate; mucho se disimula, y casi todo se desenvuelve al sabor del libre-albedrío individual, de modo que, bajo el imperio contradictorio de las apariencias, cabe a cada uno hacer su elección, vivir su sintonía! ¡Y los resultados aparecen, a la corta o a la larga, con base en esta elección espontánea, y forma grupos mayores o menores que cogen experiencias inevitables en repercusión justa a las propias directrices!

Nadie, salvo excepciones, puede alegar que “no sabía”

¡Sí – parece que la Ley de Causa y Efecto viene reduciendo su intervalo de manifestación en nuestros repertorios de vida, aún mientras estamos reencarnados! Nadie más puede alegar que "no sabía", salvo en raras situaciones. ¡Nadie debe contar que las repercusiones de nuestros actos sólo aparecerán allá en el frente, en las reencarnaciones venideras o tras la desencarnación, porque todo aceleró demasiado nuestros tiempos y, extrañamente, se aceleró aún el tiempo! Y, lo que se percibe, es llegada la hora de la esencia prevale sobre las capas superficiales del ser transitorio, que en la lucha encarnizada de los egos aún se esfuerza para mantener este mundo bajo el dominio de un imperio ilusorio que ya va desmoronando por sí y desaguando en todo el caos visible en cada rincón de la Tierra.

Como síntoma ineludible, muchos de nosotros ya andamos sintiéndonos exhaustos. ¡Hartos de esa monumental, secular disimulación! ¡Muchas almas claman por respirar en su hábitat propio! ¡Nuestros espíritus suspiran por sintonía, rechazan falsas apariencias, nos empujan para vivencias más auténticas, más afines al nivel genuino alcanzado por nuestros seres en este punto del camino!

Simple así – quién se deleita en la luz, en los espacios solares, busca el remanso de los escenarios campesinos, de las playas claras barridas por olas templadas. Quién ve encanto en el lodazal de las pasiones fugaces, inhóspitas, corre, aún, en pensamientos y actitudes, y sea allá en que ambiente sea, en búsqueda de los panoramas sombríos de las glorias ilusorias de este mundo que, más día o menos día, será dejado para la evaluación debida del aprendizaje cogido en el actual capítulo del drama terrestre, escenificado por cada agrupación común!

Luz interior, vibraciones reanimadoras, eh lo que es preciso

¡Basta, por lo tanto, de hipocresía! ¡Una Era de Luz reclama luz interior, vibraciones reanimadoras, autenticidad de ser y de quererse! ¡Basta de falsas virtudes restringidas al barniz habilidoso del vocabulario y de los falsos gestos, llenos de pretendidas verdades!

¡Como en el  pasado nos enseñó San Francisco, un día cada vez, cada minuto vivido con autenticidad junto a los que en este tramo del camino dividen con nosotros las horas cotidianas, son espejos fieles de nuestra esencia, más o menos empolvada con los valores caducos necesitados de renovación urgente, más o menos luminosa por consecuencia de nuestras conquistas espirituales reales –  no las alegadas, sino las silenciosas, de cuya veracidad saben, por encima de todo y de todos, el Creador y nuestro Yo Superior!

Paremos, así, con la invigilancia de enaltecer cosas y seres que se autodenominan señaladores de la Sabiduría Iluminada de los Maestros de cualquier procedencia, pero que denuncian en sí mismos, bajo cualquier análisis más preciso, la ausencia de aquel factor principal: la simplicidad de vivir de que aquellos Seres son dotados. Porque aún sentencian y seleccionan, presumidamente; acusan, menosprecian, apuntan, distancian; juzgan, y se auto-eligen para una convivencia exclusiva con un pretendido club cerrado de notables de espíritu que, sin embargo, proclamándose los elegidos de las doctrinas superiores, siquiera aún son capaces de comprender las necesidades de amor y de compasión de un animal que, olvidado en la aridez de las calles,  sufre y padece frío.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita