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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 8 372 – 20 de Julio de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 11)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuáles son el motivo y la utilidad de la ley de destrucción?

B. ¿Por qué los primeros libros de los pueblos antiguos fueron religiosos?

C. ¿Corresponde a la Ciencia revelar la verdadera Génesis del Universo?

Texto condensado para la lectura

215. La verdadera vida, tanto la del animal como la del hombre, no está en la envoltura corporal, como tampoco está en la ropa. Está en el principio inteligente que preexiste y sobrevive al cuerpo. Ese principio necesita del cuerpo, para desarrollar el trabajo que le corresponde realizar en la materia bruta. El cuerpo se consume en ese trabajo, pero el Espíritu no se gasta; al contrario, sale de él cada vez más fuerte, más lúcido y más capaz. ¡Qué importa, pues, que el Espíritu cambie de envoltura con más o menos frecuencia! No deja por eso de ser Espíritu.

216. Por medio del incesante espectáculo de la destrucción, Dios enseña a los hombres la poca importancia que se debe dar a la envoltura material y suscita en ellos la idea de la vida espiritual, al hacer que la deseen como una compensación.

217. Se objetará: ¿no podría Dios llegar al mismo resultado por otros medios, sin obligar a los seres vivos a destruirse entre ellos? Puesto que todo en su obra es sabiduría, debemos suponer que ésta no puede existir más en un punto que en otros; si no lo comprendemos así, debemos atribuirlo a nuestra falta de progreso. Sin embargo, podemos intentar buscar la razón de lo que nos parezca defectuoso, tomando por brújula este principio: Dios debe ser infinitamente justo y sabio. Por lo tanto, busquemos su justicia y su sabiduría en todo e inclinémonos ante lo que sobrepase a nuestro entendimiento.

218. Una  primera utilidad que se presenta de tal destrucción, sin duda una utilidad puramente física, es ésta: los cuerpos orgánicos se mantienen sólo con la ayuda de las materias orgánicas, porque sólo ellas contienen los elementos nutritivos necesarios para su transformación. Los cuerpos, como instrumentos de acción para el principio inteligente,  necesitan renovarse constantemente, y la Providencia hace que sirvan a su sostenimiento mutuo. He ahí por qué los seres se nutren unos de otros. Entonces, es el cuerpo que se nutre del cuerpo, pero sin que el Espíritu se aniquile o altere. Sólo es despojado de su envoltura.

219. Hay también consideraciones morales de orden elevado. La lucha es necesaria para el progreso del Espíritu. En la lucha ejercita sus facultades. Quien ataca en busca de alimento y quien se defiende para conservar la vida utilizan su astucia e inteligencia, aumentando en consecuencia sus fuerzas intelectuales. Uno de los dos sucumbe; pero en realidad, ¿Qué es lo que el más fuerte o más hábil tomó del más débil? Sólo su vestidura carnal; posteriormente, el Espíritu, que no ha muerto, tomará otra.

220. En los seres inferiores de la creación, en aquellos que aún falta el sentido moral, en los cuales la inteligencia aún no ha sustituido al instinto, la lucha tiene por móvil la satisfacción de una necesidad material. Ahora bien, una de las necesidades más imperiosas es la de la alimentación. Ellos, pues, luchan únicamente para vivir, es decir, para obtener o defender una presa, porque no les podría estimular ningún otro objetivo más elevado. Es en ese primer período que se elabora el alma y ensaya para la vida.

221. En el hombre, hay un período de transición en que se distingue con dificultad del animal. En las primeras edades domina el instinto animal y la lucha tiene aún por finalidad la satisfacción de las necesidades materiales. Más tarde, se equilibran el instinto animal y el sentimiento moral; entonces el hombre ya no lucha sólo para alimentarse sino para satisfacer su ambición, su orgullo y la necesidad de dominio que experimenta. Para esto, le es aún necesario destruir. Sin embargo, a medida que el sentido moral predomina, se desarrolla la sensibilidad, disminuye la necesidad de destrucción, y hasta llega a desaparecer y volverse detestable. El hombre tiene horror a la sangre. Pero la lucha es siempre necesaria para el desarrollo del Espíritu, pues, aun llegando a ese punto que parece culminante, todavía está lejos de ser perfecto.

222. Sólo a costa de mucha actividad adquiere conocimiento y experiencia, y se despoja de los últimos vestigios de animalidad. Pero en ese momento, la lucha que era sangrienta y brutal, se vuelve puramente intelectual. El hombre lucha contra las dificultades, y no contra sus semejantes.

223. Capítulo IV – Papel de la Ciencia en la Génesis. La historia del origen de casi todos los pueblos antiguos se confunde con la de su religión, razón por la cual sus primeros libros han sido religiosos. Y como todas las religiones se enlazan con el principio de las cosas, que es también el de la Humanidad, dieron explicaciones sobre la formación y disposición del Universo de acuerdo al estado de los conocimientos de la época y de sus fundadores. De allí resultó que los primeros libros sagrados fueron al mismo tiempo los primeros libros de ciencia y, durante un largo período, el único código de leyes civiles.

224. En los tiempos primitivos, los medios de observación eran necesariamente muy imperfectos, y las primeras teorías sobre el sistema del mundo debían estar plagadas de errores groseros. Además, no podían ser sino el fruto del desarrollo de la inteligencia y el conocimiento consecuente de las leyes de la Naturaleza. A medida que el hombre fue adelantando en el conocimiento de esas leyes, también fue penetrando los misterios de la creación y rectificando las ideas que se había formado sobre el origen de las cosas.

225. Se mostró impotente para resolver el problema de la creación, hasta el momento en que la Ciencia le brindó la clave para ello. Tuvo que esperar que la Astronomía le abriese las puertas del espacio infinito y le permitiese sumergir allí su mirada; que por el poder del cálculo, le fuese posible determinar con rigurosa exactitud el movimiento, la posición, el volumen, la naturaleza y el papel de los cuerpos celestes; que la Física le revelase las leyes de la gravedad, del calor, de la luz y la electricidad; que la Química le mostrase las transformaciones de la materia y la Mineralogía los materiales que forman la corteza del planeta; que la Geología le enseñase a leer en las capas terrestres la formación gradual de ese mismo globo. A la Botánica, la Zoología, la Paleontología, la Antropología les correspondió iniciarlo en la filiación y sucesión de los seres organizados. Con la Arqueología pudo seguir las huellas que la Humanidad dejó a través de las épocas. En una palabra, al complementarse unas a otras, todas las ciencias debían contribuir con lo que era indispensable para el conocimiento de la historia del mundo.

226. A falta de esas contribuciones, el hombre tuvo como guía sus primeras hipótesis. Por ello, antes de que tomara posesión de aquellos elementos de apreciación, todos los que estudiaron la Génesis, cuya razón se topaba con imposibilidades materiales, giraban en un mismo círculo sin poder salir de él. Sólo lo lograron cuando la Ciencia abrió el camino, abriendo una brecha en el viejo edificio de las creencias. Entonces todo cambió de aspecto. Una vez encontrado el hilo conductor, las dificultades fueron allanadas rápidamente. En vez de una Génesis imaginaria, surgió una Génesis positiva, y, de cierta manera, experimental. El campo del Universo se extendió hasta lo infinito. Se conoció la formación gradual de la Tierra y los astros, según leyes eternas e inmutables, que demostraron mucho mejor la grandeza y la sabiduría de Dios, que una creación milagrosa salida de repente de la nada, como una mutación de golpe, por efecto de una idea súbita de la Divinidad, después de una eternidad de inacción.

227. De ese modo, puesto que es imposible que se conciba la Génesis sin los datos que la Ciencia ofrece, se puede decir con absoluta verdad que la Ciencia está llamada a constituir la verdadera Génesis, según las leyes de la Naturaleza.

228. Sin embargo, en el punto al que se llegó en el siglo 19, se pregunta: ¿Resolvió la Ciencia todas las dificultades del problema de la Génesis? No, por cierto; pero puede responder que destruyó definitivamente todos los errores capitales, y estableció fundamentos esenciales sobre datos irrecusables. Los puntos aún en duda no pasan de ser, propiamente hablando, cuestiones mínimas cuya solución, cualquiera que sea en el futuro, no podrá perjudicar al conjunto.

229. De todas las Génesis antiguas, la que más se aproxima a los datos científicos modernos, a pesar de los errores que contiene, puestos hoy en evidencia, es indudablemente la de Moisés. Algunos de esos errores son más aparentes que reales y provienen de la falsa interpretación atribuida a ciertas palabras, cuyo significado primitivo se perdió al pasar de lengua en lengua por la traducción, o sino de la forma alegórica peculiar del estilo oriental que fue tomada al pie de la letra en vez de buscársele el espíritu.

230. La Biblia, evidentemente, encierra hechos que la razón, desarrollada por la Ciencia, no podría aceptar hoy y otros que parecen extraños y derivan de costumbres que ya no son nuestras. Pero, al lado de eso, habría parcialidad si no se reconociera que guarda cosas grandes y hermosas. La alegoría ocupa allí un espacio considerable, y oculta bajo su velo verdades sublimes que se ponen de manifiesto cuando se desciende al fondo del pensamiento, porque entonces lo absurdo desaparece.

231. ¿Por qué entonces no se levantó el velo antes? Por un lado, por la falta de luces que sólo la Ciencia y una filosofía sana podían ofrecer y, de otro lado, por el principio de inmutabilidad absoluta de la fe, consecuencia de un respeto ciego a lo escrito y, por ello, por el temor de comprometer la estructura de las creencias, levantada sobre el sentido literal.

232. Partiendo tales creencias de un punto primitivo, hubo el recelo de que si se rompía el primer anillo de la cadena, toda la malla de la red terminaría separándose. Entonces se empecinaron en cerrar los ojos. Pero cerrar los ojos ante el peligro no es evitarlo. Cuando una construcción tambalea, ¿no es más prudente que se sustituyan inmediatamente las piedras malas por las buenas, en vez de esperar, por el respeto que infunde la antigüedad del edificio, que el mal se vuelva irremediable y sea necesario reconstruirlo de arriba a abajo?

233. Llevando sus investigaciones a las entrañas de la Tierra y a las profundidades de los cielos, la Ciencia demostró de manera irrefutable, los errores del Génesis mosaico tomado al pie de la letra, y la imposibilidad material de que las cosas hayan pasado como allí se relatan textualmente. Ahora bien, procediendo así, la Ciencia al mismo tiempo dio un profundo golpe a las creencias seculares. La fe ortodoxa se conmovió, porque creyó que le quitaban su piedra angular. Pero, ¿quién debía tener razón: la Ciencia que caminaba prudente y de manera progresiva por los terrenos sólidos de los números y la observación, sin afirmar nada antes de tener las pruebas en la mano, o una narración escrita cuando se carecía absolutamente de los medios de observación?

234. A fin de cuentas, ¿quién debe prevalecer: aquél que dice que 2 y 2 son 5 y se niega a verificarlo, o aquél que dice que 2 y 2 son 4 y lo prueba? Pero objetan que si la Biblia es una revelación divina, entonces Dios se equivocó. Si no es una revelación divina, carece de autoridad y la religión se derrumba por falta de base. Una de dos: o la Ciencia está equivocada o tiene razón. Si tiene razón, una opinión contraria no puede ser verdadera. No hay revelación que pueda prevalecer sobre la autoridad de los hechos.

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuáles son el motivo y la utilidad de la ley de destrucción?

Dos utilidades destacan en la ley de destrucción. La primera, una utilidad puramente física, es ésta: los cuerpos orgánicos se mantienen sólo con la ayuda de las materias orgánicas, que contienen los elementos nutritivos necesarios para su transformación. Los cuerpos, como instrumentos de acción para el principio inteligente, necesitan renovarse constantemente, y la Providencia hace que sirvan a su sostenimiento mutuo. He ahí por qué los seres se nutren unos de otros. Entonces, es el cuerpo que se nutre del cuerpo, pero sin que el Espíritu se aniquile o altere.

Una segunda utilidad viene de la necesidad de la lucha para el progreso del Espíritu. En la lucha ejercita sus facultades. El ser que ataca en busca de alimento y el que se defiende para conservar la vida utilizan su astucia e inteligencia, aumentando en consecuencia sus fuerzas intelectuales. Uno de los dos sucumbe; pero, ¿qué es lo que uno tomó del otro? Sólo su vestidura carnal. Posteriormente, el Espíritu - que no muere jamás - tomará otra. (La Génesis, cap. III, ítems 21 a 24.)

B. ¿Por qué los primeros libros de los pueblos antiguos fueron religiosos?

La razón de ello está en el hecho de que la historia del origen de casi todos los pueblos antiguos se confunde con la de su religión, razón por la cual sus primeros libros han sido religiosos. Y como todas las religiones se enlazan con el principio de las cosas, que es también el de la Humanidad, dieron explicaciones sobre la formación y disposición del Universo de acuerdo al estado de los conocimientos de la época y de sus fundadores. De allí resultó que los primeros libros sagrados fueran al mismo tiempo los primeros libros de ciencia y, durante un largo período, el único código de leyes civiles. (La Génesis, cap. IV, ítem 1.)

C. ¿Corresponde a la Ciencia revelar la verdadera Génesis del Universo?

Sí. El hombre se mostró impotente para resolver el problema de la creación, hasta el momento en que la Ciencia le brindó la clave para ello. Es imposible que se conciba la Génesis sin los datos que la Ciencia ofrece. Corresponde, pues, a la Ciencia la tarea de explicar la verdadera Génesis, según las leyes de la Naturaleza. (La Génesis, cap. IV, ítem 2 y 3.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita