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Editorial Português   Inglês    
Año 8 370 6 de Julio de 2014
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

El apego a los bienes materiales es un equívoco


La doctrina espírita, a través de la voz de sus innumerables autores encarnados y desencarnados, es bien clara cuando trata del tema propiedad. ¿De qué somos realmente propietarios en el mundo donde vivimos?

Pascal (Espíritu) a eso se refiere en un mensaje publicado por Allan Kardec en el cap. XVI, ítem 9, de su libro El Evangelio según el Espiritismo.

Dice Pascal:

“El hombre sólo posee en plena propiedad aquello que le es dado llevar de este mundo. De lo que encuentra al llegar y deja al partir disfruta él en cuanto aquí permanece. Forzado, sin embargo, que es a abandonar todo eso, no tiene de sus riquezas la posesión real, pero, simplemente, el usufructo. ¿Qué es entonces lo que él posee? Nada de lo que es de uso del cuerpo; todo lo que es del uso del alma: la inteligencia, los conocimientos, las cualidades morales. Eso lo que él trae y lleva consigo, lo que nadie puede quitarle, lo que le será de mucho más utilidad en el otro mundo que en éste. Depende de él ser más rico al partir de que al llegar, así que, de lo que tuviese adquirido en bien, resultará su posición futura.” Pascal. (Ginebra, 1860.) (Subrayamos.)

La comprensión de la enseñanza arriba tendría gran influencia en las relaciones interpersonales y en el progreso individual y colectivo, si esa idea fuese asimilada y acepta por las criaturas humanas.

La búsqueda incesante de la riqueza y el uso de medios ilícitos para obtenerla no más tendrían razón de existir, porque todos entenderían cual es, en verdad, el propósito de nuestro pasaje por la experiencia reencarnatoria.

Inteligencia, conocimientos, cualidades morales – he aquí lo que, según la visión espírita, constituye nuestra real propiedad, el equipaje que, por consiguiente, podremos llevar para la llamada patria espiritual y las futuras existencias corporales que nos aguardan.  

La experiencia de Zaqueo narrada por el evangelista Lucas es, en ese sentido, expresiva.

Recordemos el caso:

“Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. Había ahí un hombre muy rico llamado Zaqueo, jefe de los recibidores de impuestos. Él buscaba ver quien era Jesús, pero no lo conseguía por causa de la multitud, porque era de baja estatura. Él corrió adelante, subió  a un sicómoro para verlo, cuando él pasase por allí.
Llegando Jesús en aquel lugar y levantando los ojos, lo vio y dijo: Zaqueo, bájate deprisa, porque es necesario que yo me quede hoy en tu casa. Él bajó apresuradamente y  lo recibió alegremente.
Viendo eso, todos murmuraban y decían: él va a hospedarse en casa de un pecador… Zaqueo, no obstante, de  pie delante del Señor, le dijo: Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y, si tuviese defraudado a alguien, restituiré el cuádruplo.
Le dijo Jesús: Hoy entró la salvación en esta casa, dado que también éste es hijo de Abraham. Pues el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido.” (Lucas, 19:1-10.)

¿Por qué, delante la decisión de Zaqueo, Jesús declaró: “Hoy entró la salvación en esta casa”?

No es difícil entender la frase dicha por Jesús. Zaqueo, un hombre adinerado, daba en aquel momento una señal clarísima de desapego, entendiendo finalmente que los bienes que Dios nos concede a título de usufructo no pueden servir tan solamente a nosotros y a nuestra prole, pero deben servir a todos.

Si vinieron a nuestras manos, nos cabe el deber de bien utilizarlos, ciertos de que del empleo que les damos tendremos de prestar cuentas y que, en el retorno a la patria espiritual, llevaremos solamente los bienes que realmente nos pertenecen – inteligencia, conocimientos, cualidades morales -, hecho que por sí sólo demuestra que el apego a los bienes materiales es un equívoco y un obstáculo real al nuestro progreso.




 


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