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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 8 366 – 8 de Junio de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 5)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. Si se sabe que no es verdadero el dogma del pecado original, ¿cuál es el verdadero pecado original que el hombre trae al nacer?

B. ¿Cuál es la importancia del estudio de los fluidos espirituales y del periespíritu?

C. Si Moisés personifica la primera revelación y Jesús personifica la segunda, ¿se puede concluir que Kardec personifica la tercera?

Texto condensado para la lectura

84. Faltaba entre los grupos espíritas un lazo que los pusiera en comunión de pensamientos con sus hermanos de creencia, informándoles lo que se hacía en otros lugares. Este lazo de unión, que en la antigüedad habría faltado al Espiritismo, hoy se encuentra en las publicaciones que llegan a todas partes y condensan bajo una forma única, concisa y metódica, la enseñanza dada universalmente bajo múltiples formas y en distintas lenguas.

85. Las dos primeras revelaciones fueron el resultado de una enseñanza directa; como los hombres no tenían el adelanto suficiente para cooperar en su elaboración, ellas tenían que ser impuestas por la fe, mediante la autoridad de la palabra del Maestro. No obstante, se observa entre las dos una muy sensible diferencia, debida al progreso de las costumbres y de las ideas, si bien fueron hechas al mismo pueblo y en el mismo medio, pero con dieciocho siglos de intervalo.

86. La doctrina de Moisés es absoluta, despótica; no admite discusión y se impone al pueblo por la fuerza. La de Jesús es esencialmente consejera; se acepta libremente y sólo se impone por la persuasión; fue controvertida desde el tiempo de su fundador, quien no desdeñaba discutir con sus adversarios.

87. La Tercera Revelación, llegada en una época de emancipación y madurez intelectual, cuando la inteligencia, ya desarrollada, no se resigna a representar un papel pasivo y en la que el hombre no acepta nada a ciegas, mas quiere ver a dónde lo conducen, quiere saber el por qué y el cómo de cada cosa – tenía que ser al mismo tiempo el producto de una enseñanza y el fruto del trabajo, de la investigación y del libre examen.

88. Los Espíritus sólo enseñan lo que es necesario para guiar a los hombres en el camino de la verdad, pero se abstienen de revelar lo que el hombre puede descubrir por sí mismo, dejándole el trabajo de discutir, comprobar y someter todo al tamiz de la razón, incluso a menudo, dejando que adquiera experiencia a sus expensas. Le proporcionan el principio y los materiales; a él le toca sacarles provecho y ponerlos en práctica.

89. Los elementos de la revelación espírita, al haber sido impartidos simultáneamente en muchos lugares y a hombres de todas las condiciones sociales y de diversos grados de instrucción, es evidente que las observaciones no podían ser hechas en todas partes con el mismo resultado; que las consecuencias a sacar, la deducción de las leyes que rigen esta clase de fenómenos, en una palabra, la conclusión sobre la que debían asentarse las ideas no podía salir sino del conjunto y de la correlación de los hechos.

90. Ahora bien, cada centro aislado, circunscrito dentro de un círculo estrecho, al ver la mayoría de las veces sólo un tipo particular de hechos, a veces contradictorios en apariencia, generalmente procediendo de una misma categoría de Espíritus y, además, obstaculizados por influencias locales y parcializados, se encontraban en la imposibilidad material de abarcar el conjunto y, por eso mismo, incapaz de conjugar las observaciones aisladas en un principio común.

91. Al apreciar cada cual los hechos desde el punto de vista de sus conocimientos y creencias anteriores, o de la opinión especial de los Espíritus que se manifestaban, muy pronto habrían surgido tantas teorías y sistemas como cuantos centros hubiese, todos incompletos por falta de elementos de comparación y examen. En una palabra, cada uno habría permanecido inmóvil en su revelación parcial, creyendo poseer toda la verdad, ignorando que en otros cien lugares se obtenía más o mejor.

92. Conviene observar, además, que en ninguna parte la enseñanza espírita fue dada de manera completa; lo que manifiesta el gran número de observaciones, asuntos tan diferentes, que exigen conocimientos y aptitudes mediúmnicas especiales, lo que era imposible que se encontraran reunidas todas las condiciones necesarias en un mismo lugar.

93. Debiendo la enseñanza ser colectiva y no individual, los Espíritus dividieron el trabajo, diseminando los temas de estudio y observación como en ciertas fábricas la confección de cada parte de un mismo objeto es repartida entre diferentes obreros. La revelación se hizo así, de manera parcial, en diferentes lugares y mediante una multitud de intermediarios y de esa manera aún continúa, puesto que todo no ha sido revelado.

94. Cada centro encontró en los otros centros el complemento de lo que obtuvo, y fue el conjunto y la coordinación de todas las enseñanzas parciales las que constituyeron la Doctrina Espírita. Era necesario, pues, agrupar los hechos dispersos para comprender su correlación, reunir los diversos documentos, las instrucciones dada por los Espíritus sobre todos los puntos y sobre todos los temas para compararlos, analizarlos y estudiar sus analogías y sus diferencias.

95. Como las comunicaciones provenían de Espíritus de todos los órdenes, esclarecidos en mayor o menor grado, era necesario analizar el grado de confianza que la razón permitía concederles, distinguir las ideas sistemáticas individuales o aisladas de las que tenían la sanción de la enseñanza general de los Espíritus, distinguir las utopías de las ideas prácticas, suprimir las que eran notoriamente desmentidas por los datos de la ciencia positiva y la lógica, utilizar igualmente los errores, las informaciones brindadas por los Espíritus incluso los de más baja categoría, para el conocimiento del mundo invisible y formar con esto un todo homogéneo. Era necesario, en una palabra, un centro de elaboración, independiente de cualquier idea preconcebida, de todo prejuicio sectario, decidido a aceptar la verdad hecha evidente, aunque fuese contraria a las opiniones personales. Este centro se formó por sí mismo, por la fuerza de las cosas y sin propósito premeditado.

96. De este estado de cosas, se originó una doble corriente de ideas: unas, dirigiéndose de los extremos hacia el centro; las otras encaminándose desde el centro hacia la periferia. De ese modo, la Doctrina marchó con rapidez hacia la unidad, a pesar de la diversidad de las fuentes de donde emanó; los sistemas divergentes se desmoronaron poco a poco, debido al aislamiento en que quedaron, ante el ascendiente de la opinión de la mayoría, en la cual no encontraron repercusión simpática. Desde entonces, se estableció una comunión de pensamientos entre los diferentes centros parciales. Hablando el mismo lenguaje espiritual, se comprenden y simpatizan, de un extremo a otro del mundo.

97. Los espíritas se sintieron así más fuertes, lucharon con más valor, caminaron con paso más firme, cuando nunca más se vieron aislados, cuando percibieron un punto de apoyo, un lazo que los unía a la gran familia. Los fenómenos que presenciaron ya nunca más les parecieron extraños, anormales ni contradictorios, cuando pudieron relacionarlos con las leyes generales y descubrir un objetivo grandioso y humanitario en todo el conjunto.

98. Pero, ¿cómo saber si un principio es enseñado en todas partes, o si sólo expresa una opinión personal? Al no estar los grupos independientes en condiciones de saber lo que se dice en otros lugares, se hacía necesario que un centro reuniese todas las instrucciones, para proceder a una especie de depuración de las voces y transmitir a todos la opinión de la mayoría.

99. No existe ninguna ciencia que haya salido lista del cerebro de un hombre. Todas, sin excepción, son fruto de observaciones sucesivas, apoyadas en observaciones precedentes, como en un punto conocido para llegar al desconocido. Fue así como los Espíritus procedieron con respecto al Espiritismo. Por ello, la enseñanza que imparten es gradual. Ellos no abordan los temas sino a medida que los principios sobre los cuales se deben apoyar estén suficientemente elaborados y la opinión esté madura para asimilarlos. Es necesario observar que todas las veces que centros particulares han querido tratar temas prematuros, no han obtenido más que respuestas contradictorias, no concluyentes. Por el contrario, cuando llega el momento oportuno, la enseñanza se generaliza y se unifica en casi toda la universalidad de los centros.

100. Existe, sin embargo, una diferencia esencial entre la marcha del Espiritismo y la de las ciencias: éstas – las ciencias – llegaron al lugar que alcanzaron después de largos intervalos, mientras que bastaron al Espiritismo algunos años para recoger una suma muy grande de observaciones para formar una doctrina. Este hecho se debe a la incalculable multitud de Espíritus que, por voluntad de Dios, se manifestaron simultáneamente, trayendo cada uno el contingente de sus conocimientos. Resultó de allí que todas las partes de la doctrina, en vez de ser elaboradas sucesivamente durante largos años, lo fueran casi al mismo tiempo, sólo en algunos años, y que bastó reunirlas para que estructurasen un todo.

101. Quiso Dios que fuese así, en primer lugar, para que el edificio llegase más rápido a la cúspide; en segundo lugar, para que se pudiese, por medio de la comparación, conseguir una verificación, por así decirlo, inmediata y permanente, de la universalidad de la enseñanza. Al no confiar a un solo Espíritu el encargo de promulgar la Doctrina, Dios quiso también que tanto el más pequeño como el más grande, tanto entre los Espíritus como entre los hombres, llevase su piedra al edificio, a fin de establecer entre ellos un lazo de solidaridad cooperativa, que faltó a todas las doctrinas salidas de un tronco único.

102. Por otro lado, al disponer todo Espíritu, como todo hombre, de apenas una limitada suma de conocimientos, individualmente no estaban aptos para tratar ex profeso las innumerables cuestiones que competen al Espiritismo. Esa es incluso una razón por la cual, en cumplimiento de los designios del Creador, la doctrina no podía ser obra ni de un solo Espíritu ni de un solo médium. Tenía que emerger de la colectividad de los trabajos, controlados unos por los otros.  

Respuestas a las preguntas propuestas

A. Si se sabe que no es verdadero el dogma del pecado original, ¿cuál es el verdadero pecado original que el hombre trae al nacer?

El hombre trae al renacer el germen de sus imperfecciones, de los defectos que no corrigió y se traducen en los instintos naturales y las inclinaciones hacia tal o cual vicio. Ese es su verdadero pecado original, cuyas consecuencias sufre de manera natural, pero con la diferencia principal de que sufre la pena de sus propias faltas y con la otra diferencia, al mismo tiempo que consoladora, animadora y soberanamente equitativa, de que cada existencia le ofrece los medios de redimirse mediante la reparación y de progresar, ya sea despojándose de alguna imperfección o bien adquiriendo nuevos conocimientos, y así hasta que purificado suficientemente, no necesite más de la vida corporal y pueda vivir exclusivamente la vida espiritual. (La Génesis, cap. I, ítem 38.)

B. ¿Cuál es la importancia del estudio de los fluidos espirituales y del periespíritu?

El estudio de las propiedades del periespíritu, de los fluidos espirituales y los atributos fisiológicos del alma abre nuevos horizontes a la Ciencia y da la clave de una multitud de fenómenos incomprendido hasta entonces y, por falta de conocimiento de la ley que los rige, fueron calificados como milagros o sortilegios por otras creencias. Tales son, entre otros, los fenómenos de doble vista, de la visión a distancia, del sonambulismo natural y del provocado, de los efectos físicos de la catalepsia y de la letargia, de la presciencia, de los presentimientos, de las apariciones, las transfiguraciones, la transmisión del pensamiento, la fascinación, las curaciones instantáneas, las obsesiones y posesiones, etc. Demostrando que esos fenómenos obedecen a leyes naturales, como los fenómenos eléctricos, y las condiciones normales en que se pueden producir, el Espiritismo destruye el imperio de lo maravilloso y lo sobrenatural y, en consecuencia, la fuente de la mayor parte de las supersticiones. (La Génesis, cap. I, ítems 39 y 40.)

C. Si Moisés personifica la primera revelación y Jesús personifica la segunda, ¿se puede concluir que Kardec personifica la tercera?

No. Las dos primeras revelaciones fueron individuales, la tercera es colectiva; ahí está un carácter esencial de gran importancia. Ésta es una característica esencial de gran importancia. Es colectiva en el sentido de que no fue hecha o dada como privilegio a ninguna persona; en consecuencia, nadie puede llamarse su profeta exclusivo, porque fue difundida simultáneamente sobre toda la Tierra, a millones de personas, de todas las edades y condiciones, desde lo más bajo hasta lo más alto de la escala, conforme la profecía referida por Lucas en el cap. II de Hechos de los Apóstoles: “En los últimos tiempos, dijo el Señor, derramaré mi espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes tendrán visiones y vuestros ancianos, sueños”. (La Génesis, cap. I, ítems 45 y 46.)

 

 

 


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