WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Editorial Português   Inglês    
Año 8 364 – 25 de Mayo de 2014
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

¿Cuál dolor es más profundo?


Que el dolor, la dificultad, las vicisitudes son ocurrencias comunes en la vida de las personas, he aquí un hecho que nadie ignora, aunque pocos encuentren en la creencia que profesan una explicación adecuada, racional, lógica, que satisfagan el individuo más exigente.

Cierta vez un periodista preguntó a la conocida cofrade Guiomar de Oliveira Albanesi, fundadora del Centro Espírita Perseverancia, de São Paulo (SP), cual sería, en su opinión, el dolor más grande, el dolor más profundo, el dolor más sentido por las criaturas humanas. El periodista, se justificó, al hacerle esa pregunta, recordando que D. Guiomar era conocida por su larga dedicación a la causa espírita y al atendimiento de las más diferentes personas que llamaban a las puertas de la casa espírita por ella fundada. 

La respuesta dada por nuestra hermana fue sorprendente porque, según ella explicó, no existe un dolor más grande, un dolor más profundo, un dolor más sentido. Para quien está sufriendo, todo dolor es relevante y es profundo. Lo que más molesta a la criatura humana no sería, entonces, el dolor en sí, pero sus causas. ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué la vicisitud se abatió sobre nuestro hogar? ¿Por qué enfrentamos tantas dificultades? – he aquí lo que importa saber y es lo que las personas buscan comprender cuanto pasan por situaciones así. 

La doctrina espírita es muy clara cuando trata del tema.

“De dos especies son las vicisitudes de la vida”, esclarece Allan Kardec. “Unas tienen su causa en la vida presente; otras, fuera de esta vida.”

En el desdoblamiento del asunto – que el lector puede leer en la íntegra en el capítulo V d’ El Evangelio según el Espiritismo – Kardec enumera varias situaciones donde no es difícil a nadie percibir que nuestra vida es regida por leyes a que no podemos huir y cuya característica es que son absolutamente justas y sabias.

Un amigo nuestro fumaba demasiado, a tal punto de poco utilizar la cerrilla o el mechero; la punta en llama de un cigarrillo ya encendía el cigarrillo siguiente.

Quien lo conocía advertía: “Amigo, fumando así tú estás reduciendo paulatinamente los días de su existencia. Fuma menos, o deja de vez el cigarrillo, si deseas que tu existencia no se interrumpa más temprano”.

Es obvio que la advertencia ningún significado tenía para él. Era como palabras sueltas al viento…

Los años se pasaron y en un momento dado el amigo ingresó en un hospital. El diagnóstico: enfisema pulmonar, una enfermedad crónica en la cual los tejidos de los pulmones son gradualmente destruidos, tornándose muy hinchado, eso es, muy distendidos. Como resultado, la persona pasa a sentir falta de aire para realizar tareas sencillas o ejercitarse. La falta de aire en el inicio sólo es observada para los grandes y medios esfuerzos. Manteniéndose el hábito del tabaco, puede ocurrir una fase más avanzada de la enfermedad, cuando la falta de aire ocurre en tareas simples como, por ejemplo, bañarse, vestirse o peinarse. En este momento, muchos se tornan incapacitados para el trabajo y pasan la mayor parte del tiempo en la cama o sentados para no sentir falta de aire.   

¿A quién atribuir la enfermedad de nuestro amigo?

Pues ahí está un ejemplo de vicisitud cuya causa está toda en la existencia actual, tanto cuanto sus consecuencias, por culpa exclusiva de la persona que las sufre. Y, de la misma manera, hay innúmeras situaciones donde una simple reflexión puede indicar por qué esa o aquella dificultad surgió en nuestra vida.



 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita