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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 8 358 – 13 de Abril de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

El Cielo y el Infierno

Allan Kardec

(Parte 27)

Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuál es el provecho de nuestras existencias anteriores, dado que no las recordamos?

B. ¿Puede un Espíritu, en lugar de ser sumido en tinieblas, ser castigado por ondas de luz?

C. ¿Cómo debemos considerar el trabajo para los hombres?

D. ¿Qué le ocurre a los Espíritus de las personas que fueron en la Tierra perezosas e indolentes, y sólo pensaron en sí mismas?

Texto para la lectura

236. Tiempo después, reconfortado por las oraciones que él mismo y otros hicieron en su favor, Jacques Latour se comunicó a través del mismo médium de Bruselas, explicando que estaba más tranquilo, a pesar del sufrimiento que aún experimentaba. “Viendo mi arrepentimiento – contó el Espíritu -, Dios tuvo compasión de mí.” Y agregó: “Ahora sufro debido a este arrepentimiento, que me muestra la enormidad de mis crímenes. Si en la vida hubiera sido bien aconsejado, nunca habría hecho todo ese mal, pero sin freno, obedecí ciegamente a mis instintos. Si todos los hombres pensasen más en Dios o, al menos, si creyesen en Él, no cometerían esas faltas”. (2a. Parte, cap. VI, Jacques Latour.)

237. Mostrando las deficiencias de la justicia de los hombres y del sistema penitenciario de aquella época, Jacques Latour afirmó: “La falla  (…) está en la justicia de los hombres; una falta muchas veces ligera lleva al hombre a la cárcel, la cual no deja de ser un foco de perversión. De allí sale completamente corrompido por los malos ejemplos y consejos. Pero si su naturaleza es buena y fuerte para no corromperse, aun así al salir de allí, encontrará cerradas todas las puertas, contraídas todas las manos e indiferentes todos los corazones. ¿Qué le queda, pues? El menosprecio, la miseria, el abandono y la desesperación, si es que le asisten las buenas resoluciones de corregirse. Es así que la miseria lo empuja a los extremos y entonces comienza a despreciar a su semejante, le odia y pierde la conciencia del bien y del mal, porque a pesar de sus buenas intenciones, se ve rechazado. Para reunir lo necesario, roba, algunas veces mata y después… después lo ejecutan!”  (2a. Parte, cap. VI, Jacques Latour.)

238. Comentando el caso de Jacques Latour, enseña Kardec: “El Espíritu sólo comprende la gravedad de sus faltas después que se arrepiente. El arrepentimiento acarrea el pesar, el remordimiento, el sentimiento doloroso, que es la transición del mal al bien, de la enfermedad moral a la salud moral. Para evadirse de esto, los Espíritus perversos se rebelan contra la voz de su conciencia, como los enfermos que rechazan el remedio que ha de curarles. Y así tratan de hacerse ilusiones, aturdirse y persistir en el mal”. (2a. Parte, cap. VI, Jacques Latour, comentario de Kardec.)

239. Concluyendo el estudio del caso, el Codificador afirma: “Muchas otras instrucciones importantes pueden ser extraídas de estas comunicaciones; así, la confirmación de este principio de la eterna justicia por la cual el arrepentimiento no le basta al culpable, sino que es el primer paso hacia la rehabilitación que atrae la misericordia divina”. “El arrepentimiento es el preludio del perdón, el alivio de los sufrimientos; y porque Dios no absuelve incondicionalmente, es necesaria la expiación y principalmente la reparación.” (2a. Parte, cap. VI, Jacques Latour, comentario de Kardec.)

240. Analizando el caso de Angèle, una mujer cuya existencia en la Tierra fue inútil para sí misma y para el prójimo, dice Monod, mentor espiritual del médium: “Su existencia fue improductiva y, por eso mismo, culpable, puesto que el mal nace del descuido del bien. Estad seguros de que no basta que os abstengáis de las faltas: es necesario practicar las virtudes que a ellas se oponen”. Monod recomienda que estudiemos los mandamientos del Señor y los meditemos, porque las lecciones del Evangelio ponen una barrera que nos detiene en la senda del mal a fin de retomar el camino nuevo que nos conduce al bien. “El mal – afirma Monod – es la antítesis del bien; luego, quien quiera evitar el primero debe seguir el segundo, sin lo cual la vida se vuelve nula, muertas sus obras, además de que Dios nuestro Padre no es el Dios de las nulidades, de  los muertos, sino de los trabajadores diligentes, de los vivos.” (2a. Parte, cap. VII, Angèle.)

241. Aludiendo a un Espíritu sin ocupación, totalmente consagrado al tedio, el Guía del médium informó: “Éste es un ocioso en el mundo espiritual, así como lo fue en el planeta. Te lo hemos traído para intentar arrancarlo de esa apatía, de ese tedio que constituye un verdadero sufrimiento, a veces más doloroso que los sufrimientos agudos, porque se pueden prolongar indefinidamente”. Enseguida, el Instructor afirmó: “Imagina la perspectiva de un tedio interminable. La mayoría de las veces son los Espíritus de esta categoría los que buscan las vidas terrestres sólo como un pasatiempo y para interrumpir la monotonía de su vida espiritual. Es así que llegan allí muchas veces sin resoluciones definidas para el bien, obligados a volver a empezar sucesivamente, hasta que logren la comprensión del verdadero progreso”. (2a. Parte, cap. VII, Un Espíritu aburrido.)

242. Fallecida en Francia en 1858, la Reina de Oude conservaba varios años después de su desencarnación, el mismo orgullo, la misma soberbia, que la caracterizaba en sus tiempos de poder y esplendor en la Tierra. Interrogada sobre la religión que había profesado en su última existencia, la ex reina respondió: “Musulmana; pero yo era demasiado poderosa para  ocuparme de Dios”. Enseguida, al hablar sobre el Cristianismo, ella lo recriminó diciendo: “La religión cristiana es absurda; dice que todos son hermanos”. La ex reina entendía que Jesús, para ella un simple “hijo de carpintero”, no era digno de ocupar sus pensamientos.  (2a. Parte, cap. VII, La Reina de Oude.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuál es el provecho de nuestras existencias anteriores, dado que no las recordamos?

Muchas personas suelen preguntar cuál sería el provecho de las existencias anteriores, ya que no las recordamos ni tenemos idea de lo que fuimos ni de lo que hicimos. Esa cuestión está superada por el discernimiento de que tal recuerdo sería inútil; además, si estuviese borrado del todo el mal cometido, sin que nos quede de él ni una huella en el corazón, tampoco nos debemos preocupar de él. En cuanto a los vicios de los cuales no nos hemos despojado totalmente, los conocemos por nuestras tendencias actuales, y es a ellas que debemos dedicar toda nuestra atención. Basta saber lo que somos, para que no sea necesario saber lo que fuimos. Si consideramos las dificultades que hay en la existencia para la rehabilitación del Espíritu, por más grande que sea su arrepentimiento, y la reprobación de la que se vuelve objeto, debemos alabar a Dios por haber corrido ese velo sobre nuestro pasado. (El Cielo y el Infierno - Segunda Parte, cap. VI, Jacques Latour, Estudio sobre el Espíritu de Jacques Latour; y cap. VIII, Letil.)  

B. ¿Puede un Espíritu, en lugar de ser sumido en tinieblas, ser castigado por ondas de luz?

Sí. La experiencia comprueba que mientras algunos son sumidos en las tinieblas, o en un absoluto aislamiento, otros sufren durante largos años las angustias de su última hora, o se creen todavía encarnados. Para ellos, la luz brilla y el Espíritu, que goza plenamente de sus facultades, que sabe que está muerto y no se lamenta, rechaza cualquier asistencia y enfrenta aun las leyes divinas y humanas. ¿Querrá decir esto que han escapado al castigo? De ningún modo; sucede que la justicia de Dios se cumple bajo todas las formas, y lo que a unos causa alegría para otros es un tormento. La luz es, pues, un suplicio para aquél que la sufre. (Obra citada - Segunda Parte, cap. VII, Lapommeray, introducción e ítem II, mensaje de Erasto.)

C. ¿Cómo debemos considerar el trabajo para los hombres?

El hombre fue creado para la actividad. La actividad del Espíritu es su propia esencia, y la del cuerpo, una necesidad. Al servicio del Espíritu, el cuerpo es una máquina sometida a la inteligencia. Por lo tanto, debemos trabajar, cultivar, la inteligencia para que dé un impulso saludable al instrumento que debe ayudarle en el cumplimiento de su misión. No le concedamos tregua ni reposo, teniendo en mente que esa paz a la que muchos aspiran sólo les será concedida por el trabajo. Según Monod, todo aquél que desempeña conscientemente el papel más ingrato y vil en la sociedad es cien veces más elevado a los ojos del Omnipotente que aquél que, imponiendo ese papel a los otros, desprecia el suyo. (Obra citada - Segunda Parte, cap. VII, Angèle, comunicación de Monod.)

D. ¿Qué le ocurre a los Espíritus de las personas que fueron en la Tierra perezosas e indolentes, y sólo pensaron en sí mismas?

Decepción, vacío, aislamiento. Al no interesarse por nadie en la Tierra, también en el plano espiritual nadie se interesa por ellos. Permanecen solos, aislados, abandonados, y en eso consiste su castigo. (Obra citada - Segunda Parte, cap. VII, Un Espíritu aburrido; y cap. VIII, Anna Bitter, mensaje del Guía del médium.)

 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita