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Año 7 356 – 30 de Marzo de 2014
EUGÊNIA PICKINA       
eugeniapickina@gmail.com     
Campinas, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Eugênia Pickina

Cáncer: un factor de conversión espiritual

 
 
“¿Y si aparece la enfermedad? Tendremos que aceptarla, porque somos humanos. Krishnamurti enfermó de un cáncer de páncreas y él no era alguien que llevara una vida desajustada. Mucha gente espiritualmente valiosa ya enfermó. Debemos explicar eso para aquellos que creen que enfermar es fracasar. El fracaso y el éxito son dos maestros y nada más. Y cuando usted es un aprendiz tiene que aceptar e incorporar la lección de la enfermedad en su vida.” – Jorge Carvajal, médico de la Universidad de Andalucía, España, y pionero de la Medicina Bioenergética en América Latina.

Confieso que me gustaría registrar aquí una perspectiva “clara” sobre el enfermar (el cáncer) y que fuera también poseedora de verdades fundamentalmente correctas, aunque relativas, por cuanto no podemos apartarnos de la metáfora de la Tierra como escuela – en consecuencia: todos nosotros pasajeros y aprendices, sobre todo del arte de amar y de los desapegos. ¡Finalmente, coraje! (*)

Si partiéramos de la idea de que el origen de la enfermedad no puede ser buscado en el terreno manifiesto en el cual ella aparece, o que las causas de la enfermedad no son materiales en su origen, o que en la enfermedad nada hay de accidental, un sarcoma, como una neoplasia maligna desarrollada a partir de un tejido conjuntivo, puede representar un intento inconsciente de negarse el individuo a aceptar algo que permanece en su cuerpo reprimido, aunque bien “vivo”, o aún la agresiva expresión de un disgusto reiteradamente sofocado a través de los años, años de silencio.

Causas profundas de las molestias – Hacen eco, por lo tanto, las explicaciones dadas por André Luiz y relacionadas a la interesante pregunta extraída del libro Evolución en Dos Mundos:

- ¿Es correcto decir que las causas profundas de las molestias perdurables se erradican en el cuerpo espiritual?

Sí. De modo general, la etiología de las molestias perdurables, que afligen el cuerpo físico y lo dilaceran, guarda en el cuerpo espiritual sus causas profundas. El recuerdo de esa o de aquella falta grave, principalmente de aquellas que yacen recalcadas en el Espíritu, sin que el desahogo y la corrección funcionen por válvulas de alivio a las llagas ocultas del arrepentimiento, crea en la mente un estado anómalo que podemos llamar ‘zona de remordimiento’, en torno a la cual la onda viva y continua del pensamiento pasa a envolverse en circuito cerrado sobre sí misma, con reflejo permanente en la parte del vehículo fisiopsicosomático conectada al recuerdo de las personas y circunstancias asociadas al error de nuestra autoría. Establecida la idea fija sobre ese nódulo de fuerzas mentales desequilibradas, es indispensable que acontecimientos reparadores se nos contrapongan al modo enfermizo de ser (2005, pp. 213 y 214) (negritas mías)

Y visto así el cáncer (descontrol) se polariza con esclerosis (conducta emocional rígida) donde la temática del enfermar radica en algo que pasa a hacer frente a la voluntad de vivir. Y tampoco podemos ignorar el hecho de que en situación de enfermedad una parte del Self  biológico deja de funcionar. Así, en el caso de un crecimiento tumoral, por ejemplo, él, el Self biológico, por razones variadas y en acuerdo con cada narración de alma,  no tiene fuerza bastante para detener el control. Por su parte, esto representa un ‘estirar de alfombra’ bajo los pies de la existencia física.

Muchos autores entonces relacionan el padecimiento cáncer con la psicosis y hablan, ante su presencia, del afloramiento de una psicosis corporal, es decir, de una experiencia de tanto dolor para la conciencia que la personalidad (el ego) no puede enfrentarla y en consecuencia se enmascara sobre sí misma para romper más tarde la solidaridad biológica del organismo.

La misteriosa etiología del cáncer – Dicho en otros términos, un conjunto de células – subversivas – si aíslan y quiebran el patrón de su funcionamiento habitual, multiplicándose patológicamente y consumiendo el tejido en el cual se asientan (aquí el espacio preciso en que la dinámica del descontrol se asienta – por ejemplo, hígado etc.). Y a la corta o a la larga el cuerpo tenderá a sucumbir ante esta devoradora “demencia celular”.

Aún, otros relacionan la misteriosa etiología del cáncer a la carencia de amor, heridas emocionales, pérdidas y/o lutos apenas elaborados. Para muchos se avecina un franco agarrarse a Thanatos, según un rechazo de vivir-y-convivir-para-perfeccionarse.

Pero, y a pesar de la [mía] renuncia a una visión materialista de la enfermedad (y por eso un resistir aquí a pensarla sólo en el contexto de las toxinas o como algo que venga “de fuera”, poniendo en riesgo el organismo, por ejemplo), el cáncer nunca es un acontecimiento aislado o creado a merced del evento único.

Al contrario, según una terapéutica que no niega el bies necesariamente venido del  campo íntimo/espiritual, el cáncer está poblado de sentidos apenas iluminados y secretos, pues hecho es que somos de ordinario tanto obligados a vivir sin el conocimiento absoluto como a sobrevivir con el pasado sobrecargante (de muchas memorias entremedias de emociones y conductas rechazadas), que invade intenciones del presente y las desorganiza, estresándonos, haciéndonos ignorar nuestras vulnerabilidades y metas honestas sobre nuestra “naturaleza espiritual” y, por lo tanto, nuestras reales necesidades.

Infelizmente, en lo general, resistimos al dictamen de nuestra Alma a medida que profesamos siempre las mismas soluciones pegajosas recreadas en estos tiempos tomados por futilidades  – y con eso las adicciones del egoísmo y de la belicosa competitividad, el mando muy variado de la regla del oro (1) que, imitando al cáncer, dice que el ser humano existe únicamente para esparcirse de forma indiscriminada e ilimitada sobre la tierra. Por eso, las usuales actitudes desprovistas de compasión y respeto por trabajadores (explotados), animales-y-plantas  (materias-primas), según el principio del parasitismo – luego, desilusiones e insatisfacciones inagotables…

El cáncer debe ser comprendido, no solamente combatido – Y todo eso, a buen seguro, puede, conectado a la causa pretérita [cármica] e idiosincrasias [aquí un propio deseo del alma para progresar], también gestar el enfermar, derivando en el terreno físico del cáncer. Pero él, el enfermar, por sí mismo, puede representar una gran oportunidad para descubrir nuestros propios errores de pensamiento y sentimientos, especialmente cuando atentamos para el hecho de que la célula cancerosa busca la vida eterna en la multiplicación material y en la expansión, o sea, equivocadamente ella, la célula, no comprende que la cuestión “¿yo o los otros?” es en su génesis equivocada, porque como parte somos simultáneamente unos con el todo (pars pro toto).

No es por casualidad que tantos sufren de cáncer en nuestra época, y el hecho de combatirlo muchas veces sin éxito, aunque contemos hoy con muchos casos de tratamientos bien-exitosos (2), una vez que esta enfermedad retrata como un espejo nuestros comportamientos y hábitos colectivos, nuestra distracción “civilizadora” que insiste en la falsa convicción de la división entre “yo” y el “”…

Así el cáncer pide también para ser comprendido y no solamente combatido. El enfermo, de ese modo, puede ser esclarecido, consolado y orientado a fortalecerse para curarse (en un término más pertinente: auto curarse) (3). Además de eso, el enfermar puede de momento ser observado como parte de la estructura ontológica del ser humano – consecuentemente, el cáncer puede ser visto como un modo de “desvelamiento” del Ser, de sus partes oscuras, reprimidas/renegadas y que se expresan por este itinerario – una alusión a la enfermedad como camino (4).

Por fin, aliviarse el dolor es un objetivo necesario de todo tratamiento, el que sufre y padece  puede encontrar junto con emociones reprimidas, culpas y conflictos desagradables no solucionados, los genes que pesan (como también pesan la vida intra-uterina, las constelaciones familiares, la biografía personal), es decir, la identidad vertical como una marca escogida por el alma para experimentar cierto guión para corregirse y proseguir en el aprendizaje del amor, unidad y sabiduría, que constituyen aspectos complementarios de “aprender a ser libre”, meta final del proceso de evolución a que todos nosotros estamos sujetos. Pero si en su dimensión subjetiva la enfermedad es un estado que indica desarmonía, el cáncer y todas las enfermedades también encarnan una dimensión colectiva que reivindica de todos nosotros el desafío para la vivencia de un destino solidario y, quizá un día, armonioso.

El amor no separa: él transmuta y cura – El cambio global y que implicará un mundo con menos enfermedades depende de los pequeños cambios locales y en el contexto más sano de cada individualidad...

Afirmo eso porque, en la condición de existentes, testificamos que muchas ilusiones de este nuestro mundo son relativamente inocuas si son comparadas a aquellas que infligimos a nosotros mismos durante casi toda nuestra vida, pues poco nos amamos, mal nos sabemos, mucho nos desviamos y nos envenenamos y con eso enfermamos.

Y el amor, de otro lado, sí, el amor no separa, él transmuta y cura y por eso Dios, la Unidad, no diferencia entre bueno y malo, pues Él simplemente es amor. Aún, no podemos olvidar que el dolor y la muerte están indisolublemente conectadas a nuestra forma de existir aquí-por-ahora, a pesar, y sobre todo, de que la muerte no es un “punto final”, sino un “cambiar de estado” vinculado al devenir – y por eso un futuro re-nacer para un día más de colegio...

Así el enigmático cáncer puede ser una gran oportunidad para un profundo desarrollo y transformación.

Con claridad recuerdo una persona querida a quien visité en el hospital poco antes de ella fallecer. Cuerpo escuálido y ojos profundos, en aquella mañana me contó sobre el malestar terrible que sentía, pues muy “impertinente” (en las palabras de ella). Entonces, de súbito, narró que su enfermedad le había ayudado a comprender cómo todos los pacientes de cáncer se redimen por la quimioterapia, pues “esas sesiones semanales provocan en nosotros una limpieza dolorosamente profunda”...

Por el camino sinuoso que recorren, en la más oscura noche del alma y desesperación de la carne,  asimilan, de forma clara o evanescente, una epifanía libertadora – se entregan, entonces, a una  radical concienciación, extraída en el recorrer del cáncer-laberinto, conquistando, a buen seguro,  un nuevo rumbo evolutivo para un día (según el registro cósmico) ser perfectos – el único determinismo…


(*)
Metanoia (del griego metánoia) significa: transformación fundamental del pensamiento o del carácter; penitencia. Por extensión: conversión espiritual.


Notas e referências:

(1) Vivimos el desafío de asimilar en nuestras actitudes las conveniencias de la regla de oro para bloquear en definitivo los maleficios causados por la indiferencia de la regla del oro.

(2) Según el INCA (Instituto Nacional de Cáncer), el tratamiento de cáncer puede ser hecho a través de cirugía, radioterapia - tratamiento en el cual se utilizan radiaciones para destruir un tumor o impedir que sus células aumenten; quimioterapia - tratamiento que utiliza medicamentos para combatir el cáncer. Ellos son aplicados en su mayoría en la vena, pudiendo también ser dados por vía oral, intramuscular, subcutánea, tópica e intratecal; o trasplante de médula ósea. En muchos casos, es necesario combinar más de una modalidad.

(3) Pacientes de cáncer pueden usar terapias complementarias para mitigar los efectos colaterales de las sesiones de radio y/o quimioterapia, considerando también el cuidado con las heridas del alma. Además de eso, como la vida es vibración, el psiquismo es vibración, las emociones, los pensamientos son vibraciones, y en el general el individuo enfermo “está desafinado”, lo que obstruye el campo de actuación armoniosa del Self biológico. Como “buenos interlocutores internos”, los medicamentos homeopáticos y las esencias florales pueden estimular/ayudar al paciente para que él participe activa y conscientemente de su proceso de restablecimiento de la salud.

(4) Cf.: Dethelefsen, T.; Dahlke, R. La enfermedad como camino: una visión nueva de cura como punto de mutación en que un mal se deja transformar en bien. Trad. Zilda H. Schild. SP: Cultrix, 1999. Xavier, Francisco Cândido. Evolución en dos mundos. Por el Espíritu André Luiz. 23. ed. RJ: FEB, 2005.

Dalhke, Rüdiger. La enfermedad como lenguaje del alma.  Trad. Dante Pignatari. SP: Cultrix, 2007.

Soesman, A. Our twelve senses: wellsprings of the soul. Stroud, England: Hawthorn Press, 1990.

Eugênia Pickina es terapeuta floral, educadora y conferenciante, y presta consulta para proyectos sociales dedicados al cuidado del Ser, especialmente en la faja etária de 0 a 7 años.



 


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