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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 348 – 2 de Febrero de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 


El Cielo y el Infierno

Allan Kardec

(Parte 17)

Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cómo debemos encarar la prueba de la riqueza?

B. ¿El cuerpo dificulta las facultades del Espíritu?

C. ¿Existe diferencia entre profesar y practicar?

D. ¿Qué marcha que viene siendo seguida por el Espiritismo?

Texto para la lectura

144. Cuando estuvo encarnado, Jobard creía en la teoría de la incrustación, según la cual la Tierra habría sido formada por la unión de cuatro planetas. Liberado de la materia densa, percibió que tal teoría constituía un error, porque los nuevos descubrimientos geológicos demostraban las convulsiones de la Tierra y su formación gradual y sucesiva. (Segunda Parte, cap. II, M. Jobard, pregunta 10.)

145. Cuando la Sociedad Espírita de París abrió una suscripción en favor de los obreros de Lyon, en febrero de 1862, un asociado contribuyó con 25 francos en nombre de Jobard, quien dio entonces una nueva comunicación refiriéndose a ese gesto, que agradeció mucho, agregando que en el mundo en el que ahora habitaba no había necesidad de dinero. (Segunda Parte, cap. II, M. Jobard, luego de la pregunta 11.)

146. Kardec dijo, en una nota colocada a continuación del último mensaje de Jobard, que transcurridos los primeros tiempos consagrados a alentar a sus amigos, Jobard se ubicó entre los Espíritus que trabajaban por la renovación social, esperando una nueva encarnación en la Tierra para tomar parte aún más activa y directa en ese movimiento. (Segunda Parte, cap. II, M. Jobard, nota de Kardec.)

147. Samuel Philippe cuenta cómo sucedió su fallecimiento: “A pesar de que sufrí cruelmente con la enfermedad que me afectó – dijo –, no tuve agonía: la muerte vino a mí como un sueño, sin luchas ni estremecimientos. Sin temor al futuro, no me aferré a la vida y, por consiguiente, no tuve que luchar en los últimos momentos.” Su separación se completó sin dolor ni esfuerzo. Samuel no sentía más los dolores y estaba entonces jubiloso… (Segunda Parte, cap. II, Samuel Philippe, pregunta 2.)

148. “Todo lo que me rodeaba parecía como si fuera un sueño”, dijo Samuel Philippe. “Vi a mi mujer y a algunos amigos arrodillados en mi cuarto, llorando, y me dije a mí mismo que ellos me creían muerto. Quise entonces desengañarles de tal idea, pero no pude articular ni una sola palabra, por lo que concluí que soñaba”. Poco a poco sus ideas adquirieron más claridad y comprendió, al fin, que ya no pertenecía al mundo terrestre, para lo cual el conocimiento espírita ayudó mucho. Su cuerpo material no había sido sepultado todavía y él ya podía respirar libremente, como quien sale de una atmósfera nauseabunda. (Segunda Parte, cap. II, Samuel Philippe, pregunta 2.)

149. Un hecho que lo sorprendió luego fue poder comprender a los Espíritus que le rodeaban sin articular ninguna palabra. Sus pensamientos se transmitían sólo con la mirada, como por efecto de una penetración fluídica. Pero Samuel no estaba completamente libre de preocupaciones terrestres y, de vez en cuando, el recuerdo de sus padecimientos le venía a la memoria. (Segunda Parte, cap. II, Samuel Philippe, pregunta 2.)

150. Al hablar sobre las pruebas y su importancia para el hombre, Samuel Philippe informó que, cuando visitaba a las personas que le eran queridas en la Tierra, quedaba desolado cuando los veía retardar su progreso por falta de coraje, por sus lamentaciones, sus dudas y, sobre todo, por algún acto reprobable. “Trato entonces de desviarlos del mal camino y,  si lo logro, es una felicidad no sólo para mí, sino para los demás Espíritus.” (Segunda Parte, cap. II, Samuel Philippe, pregunta 3.) 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cómo debemos encarar la prueba de la riqueza?

Según la información transmitida por el Espíritu de la condesa Paula, la prueba de la riqueza es verdaderamente peligrosa. Es necesario ser muy fuerte para no sucumbir ante esa prueba. He aquí un fragmento del mensaje que transmitió: “¡Trabajadores! He estado en vuestras filas: yo, la dama noble, gané como vosotros el pan con el sudor de mi frente; me harté de privaciones, sufrí reveses y fue eso lo que volvió a fortalecer las fuerzas de mi alma; de lo contrario hubiera sucumbido en mi última prueba, lo que me habría dejado retrasada en mi carrera. Como yo, también vosotros tendréis vuestra prueba de la riqueza, pero no os apresuréis a pedirla muy pronto. Y vosotros, ricos, tened siempre presente que la verdadera fortuna, la fortuna imperecedera, no está en la Tierra; procurad antes saber a qué precio podéis alcanzar los beneficios del Todopoderoso”. (El Cielo y el Infierno, Segunda Parte, cap. II, La condesa Paula.)

B. ¿El cuerpo dificulta las facultades del Espíritu?

Sí. El cuerpo es un obstáculo para las facultades espirituales y, aunque sean grandes las luces conservadas por el Espíritu, éstas son más o menos opacadas por el contacto con la materia. (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Jean Reynaud, comunicación recibida en Burdeos.)

C. ¿Existe diferencia entre profesar y practicar?

Sí. Hay una gran diferencia entre profesar y practicar. Muchas personas profesan una doctrina, que no practican. Y hay quien la practica, pero no la profesa. Fue lo que ocurrió con Jean Reynaud, según él mismo reveló: “Así como un cristiano es todo hombre que sigue las leyes de Cristo, aunque las ignore, así también podemos ser espíritas si creemos en la inmortalidad del alma, en las reencarnaciones, en el progreso incesante, en las pruebas terrestres – abluciones necesarias para mejorar. Creyendo en todo eso, yo era, por lo tanto, espírita”. Reynaud comprendía la erraticidad, lazo intermedio entre las reencarnaciones y purgatorio en el cual el Espíritu culpable se despoja de los vestidos impuros para revestir nuevas ropas, y donde el Espíritu en evolución teje con cuidado ese traje que llevará con el objetivo de conservarlo puro. “Comprendí todo esto y,  sin profesar, seguí practicando” – afirmó el Espíritu de Jean Reynaud. (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Jean Reynaud, comunicación recibida en Burdeos.)

D. ¿Qué marcha que viene siendo seguida por el Espiritismo?

El Espíritu de Jean Reynaud se refirió a este asunto en su segundo mensaje. Dijo: “¿Habéis observado, amigo mío, la marcha que sigue el progreso, el rumbo que toma la fe espírita? Primero, Dios le dio las pruebas materiales: el movimiento de las mesas, los golpes y todo tipo de fenómenos para llamar la atención. Como un preámbulo divertido. Los hombres necesitan pruebas tangibles para creer. Ahora, el caso es muy diferente. Después de los fenómenos materiales, Dios le habla a la inteligencia, al buen  sentido, a la razón fría; ya no son más los efectos físicos, sino cosas racionales que deben convencer y congregar a todos los incrédulos, incluso a los más obstinados. Y esto es sólo el comienzo: Tomad nota de lo que os digo: - toda una serie de fenómenos inteligentes, irrefutables, vendrán enseguida, y el número ya grande de los adeptos a la fe espírita va a aumentar aun. Dios va a acercarse a las inteligencias escogidas, a las eminencias del espíritu, del talento y del saber. Será como un rayo de luz que va a expandirse, a derramarse sobre toda la Tierra, cual fluido magnético irresistible, impulsando a los más recalcitrantes a la investigación del infinito, al estudio de esa admirable ciencia que nos enseña máximas tan sublimes.” (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Jean Reynaud, segundo mensaje.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita