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Año 7 346 – 19 de Enero de 2014
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


La educación espírita del niño y su importancia


Asunto central de la entrevista de Martha Rios Guimarães, que es uno de los relieves de la presente edición, la educación espírita del niño y del joven ya fue examinada por importantes estudiosos espíritas, encarnados y desencarnados.

Entre los textos publicados acerca del tema, se destacan dos – uno de Allan Kardec, publicado en la edición de Febrero de 1864 de la Revista Espírita, con el título “Primeras Lecciones  de Moral de la Infancia”; y otro de Emmanuel, constante del cap. XXXV de la obra que lleva su nombre, psicografada en 1938 por el médium Chico Xavier.

Nos parece que en el medio espírita nadie tiene dudas con respecto a la importancia de la educación infantojuvenil realizada en el hogar y complementada en la institución espírita.  Lo que se averigua, en lo que se refiere al asunto, es una especie de estar conforme o indiferente lo que hace con que tanto en el hogar, cuanto en el Centro Espírita, la tarea sea relegada a plan secundario o hasta mismo descuidada. 

Los padres modernos, espíritas o no, tienen la costumbre de adoptar un procedimiento raro y paradójico. Llevan sus niños a la natación, al ballet, al judo, a la clase de inglés, a la academia de música, servicios remunerados que están lejos de las posibilidades financieras de muchos padres; pero no las llevan a la escuela de educación infantojuvenil que el Centro Espírita y las Iglesias en general ofrecen gratis.

Y, de la misma manera que no las llevan a la casa espírita, olvidándose también de que el hogar es la  escuela primera y dentro de él, además de la educación por el ejemplo, la práctica del Evangelio en el Hogar constituye elemento importante, lo que muchos ignoran por completo.

Además de eso, hay padres espíritas que quieren, pero no encuentran receptividad por parte de los propios hijos, envueltos con otros asuntos e intereses.

Cierta vez, una señora pidió a conocido conferenciante que convenciese a sus hijas bien jóvenes a participar del Evangelio en el Hogar que ella y el marido mantienen en casa, tarea que el matrimonio realizaba solo y de la cual no había medios de hacerlas participar.

El conferenciante preguntó a las jóvenes por qué ellas no participaban. Ellas dijeron que el motivo era el horario: domingo, 9 horas de la mañana, no era una buena hora. En ese horario ellas preferían estar en el club de la ciudad con sus amigas. El conferenciante sugirió que hiciesen entonces la reunión más temprano: 8 horas, 7 horas, 6 horas… Las jóvenes replicaron: “entonces es muy temprano y nosotros aún estamos durmiendo”. “¿Qué tal entonces por la tarde o por la noche?” Y ellas:”No es posible, porque nosotros ya tenemos compromiso en esos horarios”. 

Se nota, por el ejemplo arriba, que lo que falta, en gran número de casos, es buena voluntad, comprensión de la importancia de la tarea, conciencia de que en la vida no podemos cuidar solamente  del cuerpo – que es perecedero y transitorio - , ignorando las necesidades del alma – que es inmortal y permanente.

En el texto de Emmanuel a que nos referimos, el bienhechor espiritual afirma: “Todas las reformas sociales, necesarias en vuestros tiempos de indecisión espiritual, tienen que atenerse a la base del Evangelio. ¿Cómo? – podréis objetar. Por la educación, replicaremos”. (Emmanuel, cap. XXXV – Educación Evangélica.)

Cuanto al pensamiento Kardeciano, es siempre bueno recordar lo que Allan Kardec escribió al respecto de la enseñanza traída a la Tierra por Jesús.

He aquí:

“Pueden dividirse en cinco partes las materias contenidas en los Evangelios: los actos comunes de la vida del Cristo; los milagros; las predicciones; las palabras que fueron tomadas por la Iglesia para fundamento de sus dogmas; y la enseñanza moral. Las cuatro primeras tienen sido objeto de controversias; la última, sin embargo, se conservó constantemente inatacable. Delante de ese código divino, la propia incredulidad se dobla. Es terreno donde todos los cultos pueden reunirse, estandarte bajo lo cual pueden todos colocarse, cualesquiera que sean sus creencias, dado que jamás él constituyó materia de las disputas religiosas, que siempre y por toda parte se originaron de las cuestiones dogmáticas. Mejor dicho, si lo discutiesen, en él tendrían las sectas encontrado su propia condenación, una vez que, en la mayoría, ellas se agarran más a la parte mística que a la parte moral, que exige de cada uno la reforma de sí mismo. Para los hombres, en particular, constituye aquel código una regla de proceder que abarca todas las circunstancias de la vida privada y de la vida pública, el principio básico de todas las relaciones sociales que se fundan en la más rigurosa justicia. Y, finalmente y arriba de todo, el guión infalible para la felicidad venidera, el levantamiento de una punta del velo que nos oculta la vida futura.” (El Evangelio según el Espiritismo, Introducción, I.) (Subrayamos)     



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita