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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 344 – 5 de Enero de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Vavá el valiente
 

 

Vavá, de sólo siete años, era dotado de buen corazón y no soportaba ver alguien ser maltratado por otra persona.
 

Ese día, Vavá estaba en la calzada jugando con Beto, un vecino, cuando vio aproximarse a un hombre enorme, fuerte y de expresión malhumorada.

Jugando con el balón, Beto chutó, y el balón, golpeando en el muro, fue para arriba del hombre que estaba pasando en aquel momento.

Muy enfadado, el desconocido paró, se volvió, y fue para cerca de Beto, que temblaba de miedo al ver la cara del hombre.


Llegando cerca de Beto, el osado lo agarró por el cuello de la camiseta y, casi levantándolo del suelo, gritaba con voz gruesa:
 

– ¿Cómo te atreves, canalla, a chutar este balón sobre mí? Voy a darte una paliza para ver si aprendes a respetar a los que están pasando, ¿estás oyendo?

Temblando como una vara verde, Beto tartamudeando:

– Dis... culpe, sí... señor. ¡No... chuté para... alcanzarlo!

– ¡Pero el balón casi golpeó en mí, so impertinente!...

Y el hombre levantó la mano para golpear a Beto. Viendo

eso, Vavá se puso entre ellos y gritó:

– ¡Alto ya! ¡Usted no va a golpear a mi amigo, porque él no tiene culpa! ¿No lo ve, cobarde? ¡Vea su tamaño y mire el de él! ¡¿No tiene vergüenza de agredir a un niño?!... ¡Vaya a golpear a alguien de su tamaño!...

Al ver aquel bajito, entre él y el otro niño que había chutado, dándole de refilón, el hombretón paró. Bajó el brazo extendido, y miró para el chico:

– ¿Quién eres tú, niño?

– No interesa. Soy amigo de Beto, y usted lo está amenazando.

El grandullón miró para los dos niños, llevó la mano a la cabeza, y después se sentó en la calzada, murmurando:

– No sé lo que ocurrió conmigo. Pido disculpas. No estoy bien.

Vavá corrió hasta su casa y trajo un vaso con agua para el gigante. Él cogió el agua y la bebió de un sólo trago. Después, se llevó la mano a la cabeza y dijo, sollozando:

– No sé lo que ocurrió conmigo. Estoy arrasado. Fui mandado para irme del empleo y ahora no sé como conseguir otro trabajo. ¡¿Qué voy a hacer?!...

Los niños intercambiaron una mirada llena de compasión, y Vavá preguntó:

– ¿Qué sabe hacer el señor?

– Trabajo en la serrería hace más de treinta años. Nunca necesité pedir para vivir. ¡Ahora no sé qué hago!... Mi familia está pasando hambre...

Los chicos se sentaron junto a él en el bordillo, y hablaron buscando darle ánimo:

– ¡Coraje! Mi padre siempre dice que todo pasa – comentó Beto.

– ¡Es verdad! ¡Todo se resuelve, tenemos que creer en Dios! – completó Vavá, que tras pensar un poco consideró: – Mi padre trabaja en una empresa. ¿Quién sabe si él encuentra un empleo para el señor?

– ¿Tú crees?

– Lo creo. Es la hora de él para volver a casa. ¿Vamos allá? ¿Antes, sin embargo, vamos a hacer una plegaria, pidiendo el auxilio de Jesús? – propuso Vavá.

Benedicto aceptó. Estaba aún necesitando de la ayuda de Dios.

Entonces Vavá hizo una oración ligera, pidiendo a Jesús que socorriera a su amigo Benedicto, que estaba muy necesitado de ayuda para poder trabajar y dar una vida mejor para su familia.

Tras la oración, más sereno, Benedicto acompañó a los niños hasta la casa de Vavá, y vieron al padre de él llegando.
 

Vavá contó a su padre sobre el problema de Benedicto, que prometió ayudarlo. Telefoneó para la empresa y, en la misma hora, quedó sabiendo que había una vacante para cargador.

– ¿Acepta? – indagó.

– ¡Claro! Acepto con mucha gratitud, señor.

– Entonces, el cargo es suyo. ¡Cuando surgiera otra vacante mejor en la serrería, quien sabe tal vez usted

pueda ocuparla!  

Muy emocionado, Benedicto agradeció.

– Gracias, señor. Agradezco también a Beto y Vavá, pues si no fuera por ellos yo no conseguiría ese empleo. ¡Que Dios los bendiga!

Se despidieron, ahora como amigos, y todos estaban contentos.

Beto miró para Vavá y comentó:

– Si no fuera por tu coraje en defenderme, nada de eso habría ocurrido. ¡Tu fluíste valiente, Vavá!

– ¡Tú es que lo piensas, Beto! ¡Yo estaba con mucho miedo de él y mis piernas temblaban! ¡Pero yo estaba con más miedo aún de verlo agredirte a ti, mi amigo Beto!

Ambos quedaron emocionados, después uno miró para el otro y empezaron a reír. ¡Enseguida, se abrazaron contentos por haber resuelto el problema de la mejor manera para todos!                  

                                               MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 9/12/2013.)          

 


                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita