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Año 7 344 – 5 de Enero de 2014
DIAMANTINO LOURENÇO R. DE BÁRTOLO   
bartolo.profuniv@mail.pt      
Venade, Caminha (Portugal)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Diamantino L. R. de Bártolo

Buscando un sentido para la vida

 
 
La cuestión del sentido para la vida se coloca desde hace más de veinticinco siglos. Responder a esta y a otras interrogaciones, expresamente, sobre el origen, destino y fin de la vida, es decir: “¿Quién somos y para dónde vamos?”, será, posiblemente, el mayor estímulo para que el ser humano continúe la investigación y utilice todos los recursos a su alcance, para intentar aproximarse a las respuestas tan verdaderas como posibles a aquellas preguntas.

El misterio de la vida, y también de la muerte, sea del espíritu, de la mente, de la conciencia, del alma, en la perspectiva metafísica, que envuelve la dimensión inmaterial del ser humano, ha venido a alimentar la imaginación, la creatividad, la investigación, las experiencias y las tecnologías.

Es correcto que las ciencias biomédicas, concretamente: neurología, genética, biología y medicina, entre otras, han conseguido avances y resultados espectaculares, sin embargo, parece estén lejos del descubrimiento sobre el conocimiento de la totalidad del ser humano, de la persona en su integridad, constituida por parte física y por parte inmaterial.

Sin embargo, importa reflejar acerca del mejor aprovechamiento de la vida, sea en su aspecto físico, sea en cuanto a las facultades mentales y, muy particularmente, en lo que concierne a la actividad ético-moral, bajo el control de la conciencia, mientras un tribunal verdadero y justo, de los actos que cada individuo va practicando a lo largo de la vida, y que podrá ayudar, precisamente, a encontrar y esclarecer un sentido para la vida.

Antes, sin embargo, interesará intentar saber lo que cada persona ante sí misma es: como se evalúa, cómo podrá mejorar, o, por lo menos, minimizar los aspectos considerados negativos, en base al conjunto de valores, principios, normas socio jurídicas, tradiciones, usos y costumbres de la comunidad donde se integra. La milenaria máxima socrática: “conócete a ti mismo” nunca habrá estado tan actualizada como estos tiempos de incertidumbres, de dificultades, de alguno “sin-sentido” para la vida. Cada persona será, por lo tanto, responsable: en primer lugar, por la búsqueda y esfuerzo en conocerse realmente a sí mismo; después, por la elaboración de las estrategias, métodos y recursos que le permitan elaborar su proyecto de vida, que esclarecerá, de forma más objetiva, cuál es el sentido que desea dar a su vida, aquí en dos vertientes: sentido material; sentido metafísico.

Es preciso saber lo que se quiere de la vida y del mundo – Admítase que: «Las verdaderas oportunidades de conquistar un sentido para la vida se encuentran dentro de nosotros mismos, y no en una profesión o situación determinada, y pueden ser conquistados si reconocemos que la mejor manera para llegar al tope es llegando primero al fondo de las cosas. (…) Lo que se encuentra detrás de nosotros y lo que se halla delante de nosotros tienen poca importancia en comparación con lo que está dentro de nosotros.» (POLE, 1998:12; apud, Ralph Waldo Emerson).

En la perspectiva de algunas mentes, podría considerarse utópico si sólo se reconociera la vertiente espiritual o metafísica, porque el ser humano, tal como cualquiera otro animal o vegetal, carece de recursos para vivir físicamente.

Intentar, por ejemplo, encontrar la felicidad, cualquiera que sea su concepto, desarrollando sentimientos, los más nobles y altruistas que se revelen dentro de cada uno, para con ellos vivir biológicamente y conjugar las dos vertientes, material y espiritual, es esencial a la vida y, probablemente, así se puede pensar, actuar y obtener resultados que den sentido a una vida verdaderamente digna de la superior condición del ser humano.

El sentido que cada uno pretende dar a su propia vida implica conocimiento, saber lo que se quiere de la vida, de la sociedad y del mundo. Vivir se hace, así, una verdadera profesión, un arte, en la perspectiva de una vida digna, confortable en todos los aspectos esenciales y posibles.

Por el contrario, llevar una vida de miseria material, caracterizada por hambre, enfermedad y habitación, sin un mínimo de condiciones de higiene, seguridad, confort y privacidad; dificultad en el acceso a la educación; desempleo, aunque comprobadamente se invoque  cualquier forma de felicidad, ¿será digno de la persona humana?

Vivir el siglo XXI, en cualquier parte del mundo, en las condiciones apuntadas en el párrafo anterior, no será compatible con los valores de la dignidad, de la felicidad, esta aquí considerada como un sentimiento real de bienestar general, de la igualdad, de la fraternidad y de la solidaridad. Es correcto que muchas personas no han tenido la capacidad, la comprensión, la ayuda, la suerte, para quien cree en esta variable, para usufructuar de una vida digna.

Vivir estos nuevos tiempos constituye un desafío – Urge despertar el mundo y las conciencias, a través de los diversos e incontables responsables: de la política a la religión; de la economía al empresariado; de las instituciones y otras formas organizacionales de la sociedad, también por el esfuerzo de cada uno, para esta nueva profesión – vivir –, considerando, inclusivamente, que: «El común de la gente que vive en los países desarrollados sólo hay relativamente poco tiempo puede darse el lujo de reflejar sobre el arte de vivir. Nuestros antepasados estaban demasiado ocupados con la lucha diaria por la supervivencia. Ese era su objetivo de vida, tal como aún lo es para una gran parte de la población mundial. En primer lugar necesitamos de comida y agua. Segundo necesitamos de protección contra los predadores y contra las otras personas. Después necesitamos de sentir que pertenecemos a un grupo. Y a partir de ese momento necesitamos de sentirnos valorados por el. Sólo podemos pensar en nosotros y en nuestra realización personal cuando estas necesidades estén satisfechas.» (GREENER, 2004:71).

Idealizar e implantar un sentido para la vida pasa, justamente, por la satisfacción de todas aquellas y, eventualmente, de otras necesidades, lo que envuelve un gran dominio de conocimientos, de prácticas y disponibilidades, tanto más diversificados, como también específicos. Vivir estos nuevos tiempos, repletos de solicitudes, de exigencias, que van más allá de aquellas necesidades, que entran en la vida cotidiana de los individuos, por fuerza de poderosos medios publicitarios, constituye un desafío para cada persona, y para la humanidad en general.

Pensar, exclusivamente, en la dimensión espiritual y prepararla para una vida eterna, ciertamente es muy importante, principalmente en la perspectiva de los que creen en otra vida, liberada de la materialidad terrena; sin embargo, la persona creyente podrá prepararse mejor para esa otra existencia extraterrestre, si cuidar bien de su parte física, corporal, hasta porque en un cuerpo son las posibilidades de una mente sana son mucho mayores; luego, los resultados cognitivos serán beneficiados. Descuidar el confort material de la salud y del cuerpo podrá ser contradictorio con el sentido último de la vida, que los creyentes en una realidad eterna pretenden vivir.

Compete al hombre dirigir las fuerzas que suscitó – Este nuevo siglo, iniciado hace pocos años, heredó del siglo anterior algunos conflictos, cual de ellos el más grave: guerras fratricidas a nivel regional; miseria en diversas situaciones – analfabetismo, desnutrición, desempleo, desigualdades crecientes entre personas, pueblos y naciones, exclusión social, degradación del medio ambiente natural, entre otras.

El hombre no ha sido capaz, sea por omisión, sea por intencionalidades veladamente inconfesables, de resolver aquellas situaciones degradantes, con la circunstancia de que y en una determinada perspectiva: «El mundo actual se presenta simultáneamente poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, teniendo patente delante de sí el camino de la libertad o de la servidumbre, del progreso o de la regresión, de la fraternidad o del odio. Y el hombre se hace consciente de que a él compite dirigir las fuerzas que suscitó, y que tanto lo pueden chafar cómo servir. Por eso se interroga a sí mismo.» (CONCÍLIO VATICANO II, 1966:13). 

A pesar de tantas dificultades, situaciones complejas y de algunas cuestiones que, estas sí, muy difícilmente serán respondidas, aún así, existen condiciones para vencer la mayor parte de las actuales crisis, de resolver muchos problemas que – unos, de orden material; otros, de la responsabilidad directa del hombre – continúan atormentando a la humanidad. La búsqueda del sentido para la vida pasa, necesariamente, por la búsqueda incesante de la normalización de las mejores condiciones de vida, igualmente para todas las personas, cualesquiera que sean sus nacionalidades, estatutos y objetivos.

La capacidad imaginativa y creadora del hombre es un bien que, probablemente, ningún otro ser posee. Existen, por lo tanto, buenas razones para un optimismo moderado, en el sentido de que la humanidad sabrá superar todas las dificultades, crisis, obstáculos y situaciones más imprevisibles y delicadas.

Una de las facultades humanas estará consubstanciada, por ejemplo, en la fe, no sólo en su sentido religioso, sino en cuanto a esperanza en tiempos mejores, es decir, la fe en la determinación en resolver los problemas, por más difíciles que aparentemente puedan parecer.

El verdadero sentido de la palabra esperanza – En verdad: «La ausencia de fe impide que mucha gente consiga cualquier realización significativa en sus vidas. La fe, mientras es energía positiva, trae para la realidad física aquello de que tenemos esperanza pero que aún permanecía invisible. En ese contexto, es útil recordar que el verdadero significado de la palabra esperanza no es el de un deseo libre e indefinido, pero sí de una alegre expectativa.» (POLE, 1998:92-93).

Es con base en las superiores facultades de la persona humana que se puede creer en un futuro mejor, que pasa, naturalmente, por tener cada uno condiciones materiales para dar un sentido a su propia vida, adoptando, para el efecto, comportamientos: productivo, en orden a la satisfacción de las necesidades de todos; ético-moral, asentado en los valores, no sólo los de los tiempos modernos, sino también los de todos los tiempos, aunque sea necesario reinterpretarlos, readaptarlos, para asumirlos correctamente en nuevos contextos.

Negar al hombre las posibilidades de ejercer sus derechos y cumplir con sus deberes corresponde a inviabilizar su proyecto de vida, equivale a negarle la oportunidad de dar sentido a su vida, aunque tal sentido sea sólo al nivel de la espiritualidad.

Cualquiera que sea el concepto de “Sentido para la Vida”, se figura pertinente dar un voto de confianza al hombre, quiere en cuanto a persona individualizada, como también a todos los grupos que, responsablemente, están empeñados en la construcción de un nuevo y mejor mundo, para una humanidad sedienta de paz, de bienestar, de seguridad, de estabilidad y de proyectos objetivos y ejecutados para la vida.

Ese nuevo y mejor mundo, cuya construcción se pretende estimular, deberá contemplar, en su desarrollo, no sólo la espiritualidad, sino también toda la materialidad posible, para concretar las ambiciones y sueños de la persona, porque: «Usted es impulsado todo el tiempo a conquistar cada vez más – más dinero, más poder, más felicidad, más éxito.” (Ibid: portada). 

 

Bibliografia: 

CONCÍLIO VATICANO II (1966). Gaudium et Spes. Constituição Pastoral o Concílio Vaticano II sobre a Igreja no Mundo de Hoje. II Edição. São Paulo: Edições Paulinas.

GREENER, Mark, (2004). Tempo para Tudo. Organização e Gestão Pessoal. Trad. Alexandra Lemos, revisão e adaptação técnica: Osvaldo Santos, psicoterapeuta, 1ª edição portuguesa, Dezembro/2004, Lisboa: Edideco, Editores para a Defesa do Consumidor.

POLE, Timothy, (1998). Ser Você. Trad. Arlete Dialetachi. São Paulo: Editora Angra, Ltda.

SELEÇÃO DE TEXTOS (2000). “Educação em Matéria de Direitos Humanos”, in Noesis. Lisboa: Instituto de Inovação Educacional – Ministério da Educação, (56), Outubro-Dezembro-2000, pp.18-21.



 


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