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Año 7 341 8 de Diciembre de 2013
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


Los males humanos
y su origen


Con el advenimiento del Espiritismo, la duda al respecto del origen de los males que nos afligen en el mundo no más tiene razón de ser. La ley de causa y efecto, popularizada por las obras espíritas, vino a enseñarnos que existe un motivo, una razón para todo cuanto nos ocurre, tanto para el bien cuanto para el mal.

Es obvio que en muchas situaciones no logramos percibir cual es exactamente la causa o en cual momento ella se formó.

Si el individuo se torna alcohólico y adquiere una enfermedad directamente relacionada con el alcoholismo, él podrá entender perfectamente cuál es el origen de su enfermedad, aunque no la acepte. 

Si fuma por un largo periodo y contrae un cáncer de pulmón, podrá, sin dificultad, comprender el origen de su enfermedad, lo que no significa que la aceptará de buen grado.

Los dos ejemplos pueden ser extendidos a innúmeras situaciones de nuestra existencia, habiendo, sin embargo, ocurrencias cuya relación entre causa y efecto no conseguimos aprehender. 

En uno de sus libros más conocidos – El Evangelio según el Espiritismo – Kardec alude a las causas de nuestras aflicciones, situándolas unas en hechos ocurridos en la presente existencia y otras en hechos averiguados en pasadas existencias.

Cuando un niño viene al mundo con retraso mental, no es difícil entender que tal dificultad no tiene origen en los actos de la existencia actual y debe, por lo tanto, tener relación con hechos pasados. No obstante, si una persona se casa con otra motivada tan solamente por intereses económicos, no podrá atribuir al pasado, caso sea infeliz en el casamiento, el origen de sus vicisitudes, porque están ellas unidas directamente a su codicia.

Nada es, por lo tanto, según aprendemos con el Espiritismo, fruto del acaso, pero consecuencia de algo que ocurrió, sea en la existencia presente, sea en existencias anteriores.

El origen de los males humanos fue examinada por San Vicente de Paulo (Espíritu) en una interesante comunicación constante del cap. XIII d’ El Evangelio según el Espiritismo.

Hablando sobre la importancia del bien y de la caridad, Vicente de Paulo escribió: “Sed buenos y caritativos: ésa es la llave de los cielos, llave que tenéis en vuestras manos. Toda la eterna felicidad se contiene en este precepto: ‘Amaos unos a los otros’. No puede el alma elevarse a las altas regiones espirituales, sino por la devoción al prójimo; solamente en los arrobos de la caridad encuentra ella ventura y consuelo. Sed buenos, amparad vuestros hermanos, dejad de lado la terrible llaga del egoísmo. Cumplido ese deber, se os abrirá el camino de la felicidad    eterna”. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. XIII, ítem 12.)  

Dicho eso, él agregó: “¿No os dice Jesús todo en lo que concierne a las virtudes de la caridad y del amor? ¿Por qué despreciar sus enseñanzas divinas? ¿Por qué cerrar el oído a sus divinas palabras, el corazón a todos sus bondadosos preceptos? Quisiera yo que concedieran más interés, más fe a las lecturas evangélicas. Desprecian, sin embargo, ese libro, considerándolo almacén de palabras huecas, una carta cerrada; dejan en el olvido ese código admirable”. (Ídem, íbidem).

Y, al finalizar su enseñanza, afirmó, con la autoridad de quien sabe lo que dice: “Vuestros males provienen todos del abandono voluntario que concedéis a ese resumo de las leyes divinas”. (Ídem, íbidem.)

El eminente bienhechor espiritual, conocido y respetado por el trabajo extraordinario que realizó cuando estuvo entre nosotros, tiene entera razón.

Si el hombre jamás se desviase de los preceptos enseñados por Jesús, con certeza se libraría de innúmeros sinsabores, estaría bien próximo de atingir la meta para la cual fuimos creados y, evidentemente, sería muy feliz.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita