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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 340 – 1º  de Diciembre de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 


El Cielo y el Infierno

Allan Kardec

(Parte 9)
 

Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Existen incoherencias en la doctrina de la Iglesia acerca de los demonios?

B. Según el Espiritismo, ¿existen los demonios?

C. ¿Los Espíritus realizan alguna misión en la obra de la Naturaleza?

D. ¿A qué agente atribuye la Iglesia las manifestaciones espíritas?

Texto para la lectura

79. Según el Espiritismo, ni los ángeles ni los demonios son entidades distintas, porque la creación de seres inteligentes es una sola. Unidos a cuerpos materiales, esos seres constituyen la Humanidad que puebla la Tierra y las otras esferas. (Primera Parte, cap. IX, ítem 20.)

80. Según la doctrina de la Iglesia, los demonios fueron creados buenos, pero se volvieron malos por su desobediencia. Según el Espiritismo, los demonios son Espíritus imperfectos, susceptibles de regeneración y que, ubicados en la base de la escala, deberán ascender en ella. (Primera Parte, cap. IX, ítem 21.)

81. La doctrina vulgar sobre la naturaleza de los ángeles, las almas y los demonios, al no admitir la ley del progreso, pero viendo la existencia de seres de diversos grados evolutivos, concluye que éstos serían producto de otras tantas creaciones especiales. De la misma forma como hizo las almas, Dios hizo los ángeles. De esta manera, llegó a hacer de Dios un padre parcial, que concede todo a algunos de sus hijos y a otros les impone los trabajos más rudos. (Primera Parte, cap. IX, ítem 23.)

82. No sorprende que por mucho tiempo los hombres hallasen justificación para tales preferencias, puesto que ellos mismos las usaban en relación a sus hijos, estableciendo derechos de primogenitura y otros privilegios de nacimiento. ¿Podrían aquellos hombres creer que estaban más equivocados que Dios? Pero hoy el círculo de las ideas se extendió: el hombre ve las cosas con más claridad y tiene nociones más precisas de la justicia. Al desearla para sí y no siempre encontrándola en la Tierra, quiere al menos encontrarla más perfecta en el cielo. He ahí por qué le repugna a su razón toda doctrina en la que no resplandezca la Justicia Divina en la plenitud de su pureza. (Primera Parte, cap. IX, ítem 23.)

83. Las doctrinas acerca del demonio, que prevalecieron tanto tiempo, habían exagerado su poder de tal manera que hicieron, por así decirlo, olvidar a Dios. Por todas partes surgía el poder de Satanás, y era suficiente para ello que el hecho observado sobrepasase los límites del poder humano. Hasta las mejores cosas, los descubrimientos más útiles, sobre todo los que podían sacar de la ignorancia y ensanchar el círculo de las ideas - fueron consideradas muchas veces como obras diabólicas. (Primera Parte, cap. X, ítem 2.)

84. Los fenómenos espíritas de nuestros días, más generalizados y mejor observados a la luz de la razón y con el auxilio de la ciencia, confirmaron la intervención de las inteligencias ocultas, pero actuando dentro de las leyes naturales y revelando por su acción una nueva fuerza y leyes hasta ahora desconocidas. La cuestión se reduce a saber, pues, de qué orden son esas inteligencias: ¿almas de los muertos, ángeles o demonios? (Primera Parte, cap. X, ítem 2.)

85. De las tres categorías de ángeles admitidas por la Iglesia, la primera se ocupa exclusivamente del Cielo; la segunda, del gobierno del Universo y la tercera, de la Tierra. En esta última, pues, se encuentran los ángeles de la guarda encargados de la protección de cada individuo. (Primera Parte, cap. X, ítem 6.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Existen incoherencias en la doctrina de la Iglesia acerca de los demonios?

Sí, hay incoherencias y son innumerables. He aquí algunas de ellas:

1ª – Si Satanás y los demonios eran ángeles, eran seres perfectos; ¿cómo siendo perfectos pudieron fallar al punto de desconocer la autoridad de Dios, en cuya presencia se encontraban? La conclusión es obvia: Dios quiso crear seres perfectos, por lo que los favoreció con todos los dones, pero se equivocó: por lo tanto, según la Iglesia, Dios no es infalible.

2ª – Puesto que ni la Iglesia ni los anales sagrados explican la causa de la rebelión de los ángeles  contra Dios y sólo ofrecen como problemática el rechazo de éstos a reconocer la misión futura de Cristo, ¿qué valor puede tener el cuadro tan preciso y detallado de la escena que ocurrió entonces? ¿A qué fuente recurrieron para inferir si en realidad fueron pronunciadas esas palabras tan claras y hasta los simples murmullos?

3ª – Las palabras que la Iglesia atribuye a Lucifer revelan una ignorancia que causa admiración en un arcángel. En efecto, ¿cómo podría Lucifer haber dicho que fijaría su residencia por encima de los astros, dominando las más elevadas nubes? (El Cielo y el Infierno, Primera Parte, cap. IX, ítems 9 a 19.)

B. Según el Espiritismo, ¿existen los demonios?

En el sentido que la Iglesia da a esa palabra, no existen los demonios. Mejor dicho: los ángeles y los demonios no son entidades distintas. Se trata sólo de Espíritus que, mientras están unidos a sus cuerpos materiales, constituyen la Humanidad que puebla la Tierra y otras esferas habitadas; y que, liberados del cuerpo material, constituyen el mundo espiritual o de los Espíritus y así pueblan el Espacio. Dios los creó perfectibles y les dio por meta la perfección con la felicidad que de ella deriva. Existen en todos los grados, por lo tanto, en ignorancia y saber, en bondad y maldad. En las clases inferiores destacan los Espíritus aún profundamente propensos al mal, y que se complacen en el mal. A estos se les puede llamar demonios, pues son capaces de todas las maldades que se les atribuye. El Espiritismo no les da tal nombre porque ello se liga a la idea de una creación distinta al género humano, como seres de naturaleza esencialmente perversa, dedicados al mal eternamente e incapaces de cualquier progreso en el bien. Aquellos a quienes llamamos ángeles conquistaron su posición recorriendo, como los demás, la ruta común por la cual todos habremos de pasar. (Obra citada, Primera Parte, cap. IX, ítems 20 y 21.)

C. ¿Los Espíritus realizan alguna misión en la obra de la Naturaleza?

Sí. Al llegar a cierto grado de pureza, los Espíritus tienen misiones adecuadas a su progreso; cumplen así todas las funciones que son atribuidas a los ángeles de diferentes categorías. (Obra citada, Primera Parte, cap. IX, ítem 22.)

D. ¿A qué agente atribuye la Iglesia las manifestaciones espíritas?

La Iglesia las atribuye a la intervención de los demonios. (Obra citada, Primera Parte, cap. X, ítems 4 a 6.)   

 

 


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