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Año 7 338 – 17 de Noviembre de 2013
CHRISTINA NUNES                   
meridius@superig.com.br       
Rio de Janeiro, RJ (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Christina Nunes

¿Dios está distante de nosotros?


Miremos para los cielos estrellados, de tiempo en tiempo. Usualmente, realizo este ejercicio reconfortante, que siempre me devuelve la noción correcta, tanto del esplendor más absoluto de la Creación, como también de sus misterios, aún casi que completamente insondables por el intelecto del hombre reencarnado. ¡Sobre estos misterios, hay también la percepción más acertada de lo que sea Dios – la Inteligencia Suprema –, que todo hizo dentro y fuera de nosotros, desde siempre y para siempre, si así se nos es permitido expresar, de manera aún imperfecta, un concepto verbal insuficiente de lo que sea el Creador Supremo del Universo!

Somos demasiado pequeños para comprender y definir, con un mero esfuerzo de razonamiento, aquel que idealizó y realizó toda la inmensidad de la existencia, en la cual estamos conscientemente sumergidos. No guardo esta pretensión. Sin embargo, se sabe, según lo que consta en la Doctrina Espírita, acerca de conocerse las causas a través del análisis de sus efectos. ¡Y, de este modo, si nos detuviéramos con lucidez en la verdad de esta afirmación, comprenderemos, por percepción directa, que la Presencia de Dios es inmanente – y jamás, de forma alguna, se halla distanciada de nosotros, en un paso que sea!

Dios es intereacción cotidiana

Percibo, en los contextos turbulentos de la actualidad terrena, la humanidad demasiado sumergida en un condicionamiento comportamental letárgico, a ejemplo de lo que nos ocurre cuando estamos delante de un televisor. ¡Acomodados confortablemente en nuestros sofás a la noche, o en los fines de semana, durante nuestro descanso después de las actividades diarias, nos abstraemos mentalmente de preocupaciones y del movimiento electrizante de lo cotidiano para observar lo que otros hacen o interpretan!

¡Sea en documentales o películas, novelas o series, en los periódicos o en la programación de entretenimiento, solamente asistimos, impasibles, al intenso movimiento ajeno: periodistas, actores, reporteros, científicos alrededor del mundo – realizadores! ¡Dedicamos, imperceptiblemente, horas y horas de nuestros días delegando a otros el sabor incomparable de la realización de la vida! ¡De la co-creación de los avances del inmenso engranaje del mundo! Y, en la duración de este tiempo de pausa, en muchos casos prolongado demasiado, como mucho, elaboramos razonamientos; intercambiamos algunos comentarios, nos divertimos o nos distraemos. ¡Pero, tengo conmigo que esta actitud, sin que nos demos cuenta, se extiende mucho, en esta era tecnológica de máquinas y de informática atractiva, al punto peligroso de la hipnosis! Y que esto se expande, también, de la manera más lamentable, para el territorio de nuestras realizaciones personales y de nuestro avance evolutivo. ¡Para la dinámica de nuestra percepción e interacción con la magia de la maravillosa realidad Divina – bien delante, dentro, y alrededor de nosotros! ¡Porque, en este hábito de  delegar demasiado al otro poder para la construcción de los hechos de nuestros tiempos, nos olvidamos del mucho que nos cabría realizar, echando mano de nuestros talentos, capacidad y sensibilidad!

¡Solamente asistimos y asistimos! Cuando no, practicamos nuestra cuota de compromiso con la ciudadanía, en nuestros variados trabajos cotidianos para el mantenimiento del sostenimiento, nuestro y de nuestros familiares. ¡Y nos contentamos con eso! ¡Pero la Vida es mucho más que la lucha por el sostenimiento material! ¡Olvidamos que la dádiva de la existencia, de hallarnos presentes aquí y ahora, con talentos tal vez insospechados, no explotados, nos posibilita y nos invita a realizar mucho más allá, en favor del mundo, de nuestros semejantes, y de nosotros mismos!

¡Vida es proceso! ¡Es actividad, creatividad, es interactividad! Y, aunque algunos argumenten que los avances científicos de la humanidad no pueden ser, draconiana y definitivamente, rotulados como nocivos, dado que, al modo de la época en que vivimos, posibilitan una mejoría incuestionable de esta misma interactividad tan necesaria a un orbe globalizado, sin embargo – y como de casi todo se puede decir – hay el paño del fondo inconveniente de que las facilidades de esta misma tecnología producen también letárgica e inercia vital.

¡Sin embargo, miles de personas se acostumbran, no a hacer – sino a ver hacer! ¡Y se contentan, de forma muy inconveniente, con esta postura, que las embota y paraliza, y que en nada les añade, en un contexto de inmenso e indefinido desperdicio de posibilidades de mejoría para el propio mundo, y de oportunidades de realización propia!

Directo a Dios...

Tiempo atrás, un lector, al que se percibía rebelado con los rumbos ya recorridos exhaustivamente en la búsqueda de las verdades mayores de la vida en varias religiones, me escribió preguntando, más o menos en estos términos, por cuál razón debería siempre existir un intermediario entre su diálogo con Dios, o con estas verdades importantes para todos nosotros, ya que la historia de nuestros recorridos, de modo alguno, se confina en una vida terrena. ¡Para tras, o en el presente, o del futuro, seremos siempre! ¡En pleno campo evolutivo, en la dinámica de la eternidad, por lo tanto, somos compelidos a dialogar con los hechos alrededor y con nuestros propios dilemas, en búsqueda de la solución de los mismos que, y de modo alguno, se oculta solamente en la dialéctica de un estadio en la materialidad!

¡Miramos para los cielos, y constatamos! ¡Hay mucho, pero mucho más allá de este lindo planeta azul sustentado en la orquestación del infinito; y, sobre todo, además de nosotros, así como nos percibimos, en este minuto actual de la eternidad! Entonces – cuestionaba el lector – ¡¿por cuál razón nos prendemos, o seamos condicionados a colocarnos en régimen de dependencia obligatoria, para con intermediarios entre nosotros y esta majestuosa dinámica de la Vida?! ¿Por cuál razón siempre una cuenta bancaria, un padre, un intermediador dicho "acreditado" entre la propia dignidad de participantes de los enredos de la Creación, y nuestro mismo Creador? ¿El Autor de la historia, de la cual somos todos protagonistas y co-creadores?

¿Por qué, amigo lector, nos conservamos sentados delante del inmenso televisor existencial, solamente viendo, asistiendo al desempeño de los demás participantes que realizan, osan, crean situaciones u oportunidades, o, en otros casos, interpretan historias bellas, inspiradoras como un cuento de hadas, como solamente el desempeño artístico consigue hacer y nos extasiamos, ofreciéndonos, es verdad, aliento y bienestar para el movimiento electrizante del día a día? ¿Pero, de nuestra parte, por cuál razón no transcendemos este papel de meros espectadores? ¿No experimentamos, ni creamos situaciones otras de interacción con la Vida, con Dios, saliendo en búsqueda de respuestas y de oportunidades de comprensión y de acción más acertadas, dentro de los enredos entrelazados en este gran Misterio?!

Percepción objetiva de Dios

Podemos, como también me ocurre, no conseguir más, en esta altura de la historia humana, nos detenemos con éxito en la comprensión de la secular exposición teórica de teología o de las incontables doctrinas presentes en las religiones institucionalizadas. Nunca pude, de índole, y en este sentido, afinizarme con las terminologías elaboradas que versan sobre los aspectos de la santísima trinidad, o de los ritos dichos cristianos, en sus versiones autorizadas al mundo profano.

¡Carece, a lo que me parece, esta intrincada tela teórica y verbal, justamente del soplo de Vida, en la cual finalmente encontraremos la consistencia factual de todo, y de molde a conferirnos certeza y seguridad por intermedio de las prácticas más simples! Y, sin embargo, en la rutina diaria, y si nos volvemos a la simplicidad de la apreciación de las propias obras de Dios, obtendremos, por percepción directa, algo que en nada se compara en calidad, en términos de la comprensión de la revelación de las más alentadoras, y transmutadoras de nuestro alcance de conciencia; que nos proporciona, a partir de eso, la apertura de los portales sucesivos del avance evolutivo espiritual – en última instancia, nuestro destino inexorable, lo que más nos interesa de cerca: ¡Dios no está lejos de nosotros!

Así como ocurre con todo alrededor; con nuestros amigos, amores y afectos, a nosotros unidos por la sintonía fuerte, inexpugnable, del lenguaje instantáneo del amor, del interés mutuo, de las semejanzas de propósitos, coligados en esta red energética intensa que entrelaza todos los componentes de la inconmensurable orquestación de la Vida, ¡es Dios la Causa inmanente de toda la lógica y sustancia mantenedora de los dramas vividos por nuestras conciencias! ¡Es Él Origen, Efecto, en todo, y de todo – sólida y perceptiblemente Presente, para dondequiera que dirijamos nuestros pasos, atenciones, cuestionamientos, pensamientos, intenciones o acciones!

¡Tan obvio y directo que – temo afirmar – por la extrema intimidad que con Él disfrutamos cada instante de nuestras jornadas, lanzándonos en la ilusión de que, tal vez, no exista! ¡De que es ausente, o, contradictoriamente, de que se halla demasiado lejos de las realidades rutinarias de nuestros días, para que Lo percibamos, o establezcamos con Él diálogo directo! ¡Así como nuestro olfato, demasiado expuesto al perfume rutinario de un familiar, la correcta altura no más lo distingue, hasta que, en un momento dado, indagamos de este familiar por cuál razón no usa más el perfume del hábito!

La extrema obviedad de Su Presencia, expuesta a nuestras conciencias, inmersas en Su Realidad como los peces en el vasto Océano, nos sugiere, entonces, la ilusión del silencio a nuestras súplicas, preguntas, y a nuestros intentos de diálogo! Y, con eso, no percibimos lo más simple, lo más claro, lo más manifiesto: ¡los indicios de su Presencia se hallan, macizamente, en torno a nosotros! Pues, finalmente, ¿de dónde deriva todo, en su primera causa?! ¡Y, siendo así, a través de todo, de todos, y de incesantes oportunidades, Dios dialoga con constancia ininterrumpida con nosotros – directamente, y sin intermediarios!

¿En cuántas ocasiones no podemos constatar esta linda realidad, si nos despojáramos de las complicaciones intelectuales y racionales de la materialidad limitante, para comprender la verdad mayor de la óptica más sutil de esta misma percepción, simultáneamente externa e interna?

Rescate de la simplicidad

Hubo, en el pasado, en los principios, una versión del Cristianismo primitivo, más pura, más simple, más auténtica – el Catarismo(1), que fue el objeto principal del más horrendo y auténtica masacre genocida arremetida por el dogmatismo férreo de la Iglesia Católica, sedienta del poder meramente temporal, en los tiempos de la Edad Media. ¡Destituida de rituales, de predicaciones pomposas o incomprensibles al hombre común, de dogmas o prejuicios, era apta a una percepción más fiel de la realidad divina entre nosotros! ¡Sus postulantes – hombres y mujeres – eran activos y participantes de una doctrina vivida en la práctica más común de lo cotidiano! Imponían manos en realizaciones de cura, al modo de los pases actualmente practicados por los médiums, en los reductos de formación y comprensión espírita. ¡Y hablaban directamente con Dios, prescindiendo de intermediarios!

Ellos conocían que la gran verdad existencial de la humanidad era la evolución gradual, rumbo a niveles progresivos de iluminación de la conciencia, por intermedio de las reencarnaciones. ¡Y veían a Jesús, más acertadamente, como espíritu de envergadura espiritual sublime, muy por encima de la humanidad común; y, por lo tanto, como el líder espiritual y humano sin par, como hasta hoy no hubo igual en los enredos de los pueblos - no como un Hijo Único de Dios!

Voluntariamente, eran despojados de la esclavitud, enfermedad para el espíritu, de las conquistas materialistas del mundo secular, y se dedicaban, así, a vivir según un reconocimiento práctico de las prioridades espirituales de sus existencias, que siempre y a todos nosotros más importa, para la construcción de un presente que redime un pasado, en la construcción sabia de un futuro mejor.

¡No se perdían, por lo tanto, penetrar en luchas jerárquicas de poder y dominio enraizados, como aún hoy ocurre, en las disputas enormes por la posesión de almas incautas, en el ámbito de varias religiones de práctica sedimentada sobre la imposición dogmática de intermediarios otorgados entre los hombres dichos comunes, y Dios!

Dios es un amigo constante...

Amigo lector: así como simplemente reencarnamos, incesantemente, migrando entre dimensiones y mundos, trabando contacto e intimidad con incontables seres, en las extensiones del universo, tengamos en mente que, en este proceso vital inconmensurable, la comprensión gradual de todo nos ocurre en la frontera entre la percepción espiritual intuitiva y más directa de los hechos concretos, mientras estamos en un plano material, o en la continuidad definitiva de todo, después de nuestro pasaje para otros estadios más ricos de vivencias, en otros sectores de lo infinito. ¡Y no nos olvidemos de que, en esta amalgama sabia, soberana, todo y todos son la prueba más definitiva de que Dios está cerca, muy cerca – en verdad, muy próximo, para dialogar, para respondernos a todas las dudas, todos los dilemas y cuestionamientos de recorrido, en lenguaje simple –  sin embargo, tal vez tan simple que nos escape a las adicciones de elaboración exagerada del razonamiento condicionado a los parámetros materiales inmensamente restringidos e insuficientes!

Estando en nosotros, y fuera de nosotros, en un Todo inseparable, Dios nos habla por intermedio de lo que magnetizamos constantemente con nuestras propias intenciones y actitudes de cada minuto. ¡Así, Él nada más hace que revelarse a través de Su indefectible misericordia, ofreciéndonos la riqueza inigualable de su expresión externa a nuestra percepción sensorial aún soñolienta y letárgica – y, al espíritu siempre inmerso, por naturaleza, en su medio sublime y definitivo, la Verdad  consoladora de que, como hacemos para con nuestros propios hijos, sus respuestas a nosotros serán siempre lo que mejor necesitamos para el avance cierto en la mano única rumbo a la felicidad, que a todos está destinada! ¡Pero contando también con nuestra participación activa, en el inmenso drama de la Creación!

¡Nunca la piedra – sino el pan!  


(1)
El Catarismo fue un movimiento cristiano iniciado a mediados del año 1100 en Europa Meridional que encontró su esencia en el sur de Francia, en la región conocida como Albi. Por eso, muchas fuentes utilizan el término Albigense para referirse a los cataros.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita