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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 337 – 10 de Noviembre de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El gigante de pie

 

En Ituiutaba, pequeñita ciudad de Minas Gerais, nació un niño que era el décimo hijo de una familia muy pobre de labradores. A pesar de las dificultades, ese niño, a quien dieron el nombre de Jerônimo, tenía inmenso deseo de ser bueno.

Desde muy pronto él trabajaba con el padre en la labranza y ayudaba a las personas siempre que podía. Era delgado, enfermo, pero no desanimaba nunca.

Jerônimo tenía diecisiete años, cuando, al pasar por una saatrería, el dueño lo llamó:

— ¡Ven acá, Jerônimo! ¡Tengo una sorpresa para ti!

— ¿Qué es?

— ¡Un traje!

El muchacho se aproximó y el alfarero le entregó un traje blanco, una corbata y un par de zapatos, todo nuevo.

— ¡Toma, Jerônimo! ¡Es tuyo!

Maravillado, Jerônimo cogió los regalos y, muy feliz, volvió corriendo para casa. ¡Era su primer traje! Nunca en su vida había tenido una ropa nueva y ni calzados nuevos.

¡Cuanto más un traje completo!

Contó a la madre la novedad y fue a tomar un baño todo animado. En aquella noche, él quería ir al cine a la película “Lo que el viento se llevó”. Vistió la ropa nueva, los zapatos nuevos y, sintiéndose elegante, fue para el cine.

Cuando llegó, el cine estaba lleno y tuvo que asistir a la película de pie. Al terminar la proyección de cuatro horas, él no podía moverse. Estaba como pegado al suelo.

Lo llevaron cargado para casa y llamaron a un médico, que necesitó cortar los pantalones para examinarlo, tan hinchadas estaban sus piernas. El diagnóstico médico: artritis.

Sin saber lo que esto significaba, la familia no se impresionó. Sin embargo, a partir de ese día, su vida se complicó. Jerônimo tuvo que mantenerse en el lecho por meses y, después, andar usando muletas. Pero, sin desanimar, continuó trabajando como profesor en una escuela rural. Sin embargo, su estado fue empeorando siempre y, de las muletas, él fue para una silla de ruedas y de ahí para el lecho.

Como se volvió espírita, Jerônimo sentía mucha voluntad de ayudar a los otros, de trabajar haciendo el bien, de enjugar lágrimas, de consolar los dolores del prójimo, hablarles de Dios, de la inmortalidad del alma, pero también de ayudar a los necesitados con alimentos, ropas, mantas. Así, comenzó a recorrer la zona rural, pidiendo la ayuda de los hacendados, que pasaron a auxiliarlo.

Como Jerônimo se relacionaba con el personal de las radios y de los periódicos, se hizo muy conocido en varios estados del país. Viajaba haciendo charlas llenas de optimismo, de buen humor, hablando del Evangelio de Jesús y encantando a las personas por donde pasaba. Sin embargo, la enfermedad avanzaba siempre. Jerônimo permaneció en el lecho, inmóvil, por treinta años, veinte de los cuales completamente ciego. Además de eso, él sufría de graves problemas cardíacos, con dolores atroces en el pecho.
 

A pesar de todos esos problemas, Jerônimo se mantenía siempre de buen humor, alegre y hablador. Quién llegaba cerca de él acababa riendo de sus historias.

En el fondo, Jerônimo sabía que era un espíritu muy comprometido con las leyes divinas, que había cometido incontables atrocidades en el pasado, había perjudicado a mucha gente, y esa era la razón de haber recibido de Dios una existencia tan difícil. En virtud de eso, él no podía parar de trabajar, incluso que

fuese a costa de mucho sufrimiento.

Recibiendo Jerônimo incontables invitaciones para hacer charlas, y como el movimiento fue muy difícil por su estado de salud, a través de la inspiración de lo Alto, un amigo diseñó un lecho anatómico, de modo que él pudiera viajar con más facilidad, y otro amigo le donó una vieja Kombi, lo que facilitó bastante su trabajo.       

Y así él pasó a viajar bastante. Sus charlas atraían multitudes que, al verlo en aquel lecho anatómico, hablando de Jesús, de la bondad de Dios, de la inmortalidad del alma, de la reencarnación y de la necesidad de mejoría interior, volvían para sus casas llenas de esperanza, animadas y dispuestas a un comportamiento más en consonancia con las lecciones que el Maestro nos legó.

Jerônimo se hizo un ejemplo para todos, pues, viendo la situación de él, las personas reflejaban sobre la propia situación y paraban de quejarse, de protestar de la vida, reconociendo que tenían todo lo que necesitaban.

¡Él fue conocido como “el gigante acostado”, pero, para nosotros, es “el gigante de pie”!

Al querido amigo Jerônimo Mendonça, nuestra gratitud y nuestro cariño por el pasaje de un aniversario más, el día 1º de noviembre. Este mes de noviembre marca también su retorno al Mundo Espiritual, que ocurrió el día 25/11/ 1989.

Que el Señor lo conserve en su paz y que evolucione cada vez más, rumbo a la perfección.

Tia Célia

       
               
 
                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita