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Año 7 337 – 10 de Noviembre de 2013
NUBOR ORLANDO FACURE            
lfacure@uol.com.br  
Campinas, SP ( Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Nubor Orlando Facure

La Ciencia en Kardec

Parte 2 e final


Percepción del dolor y visión

Nosotros ya sabemos desde el siglo pasado cuáles son las neuronas envueltas en la percepción del dolor y de las imágenes visuales. El neurólogo conoce todo el trayecto recorrido por la sensación de un pinchazo en la piel y que provoca dolor. La misma cosa para los objetos registrados por la retina y que el cerebro codifica en imagen. Lo que nosotros ya sabemos, también, es que todo ese trayecto de vías nerviosas representa sólo un pequeño porcentaje en los dos fenómenos, la percepción de dolor y la visión de los objetos.

En los dos casos, lo más importante es el proceso mental que interpreta el dolor y que da significado a las imágenes. Dicen los neurólogos que ese fenómeno mental depende de una serie de factores. La manera como expresamos nuestro dolor y damos significado a lo que estamos viendo está fuertemente conectada a nuestra cultura, a la personalidad, a las experiencias anteriores, a las memorias, al ambiente. En verdad, tanto el dolor como la visión son procesos mentales interpretativos, o, como dicen neurólogos más liberales, todo no pasa de “una opinión personal”.

Es sorprendente lo que podemos aprender en El Libro de los Espíritus, que nos enseña como esos dos fenómenos afectan al espíritu: “El recuerdo que del dolor el alma conserva puede ser muy penoso”. “El dolor que sienten no es, pues, un dolor físico propiamente dicho: es un vago sentimiento íntimo... porque el dolor no se halla localizado y porque no lo producen agentes exteriores” (El Libro de los Espíritus, pregunta 257).

En cuanto a la visión (preguntas 245, 246 y 247), “ella reside en todo el. Ven por sí mismos, sin necesitar de luz exterior. Como el Espíritu se transporta adónde quiera, con la rapidez del pensamiento, se puede decir que ve en todas partes a la vez”.

La Neurología deberá confirmar en el futuro esas dos informaciones que Kardec nos legó para estudio. Necesitará, inicialmente, considerar la mente como sinónimo de alma.

El tiempo

En la teoría mecánica de Newton, el tiempo era considerado una grandeza absoluta, de lo contrario, los cálculos que medían las distancias entre los planetas serían equivocados. Einstein, sin embargo, pervirtió esa relación, propuso la relatividad del tiempo, aumentando la precisión de esas medidas.

Independiente de las proposiciones científicas, los filósofos siempre conjeturaron sobre la naturaleza del tiempo. Henri Bergson nos dio la afirmación poética de que “el Tiempo de la conciencia no es el mismo Tiempo de la Ciencia”. Para el sentido común, todos nosotros ya constatamos que el pasar del tiempo es circunstancial. Basta esperar el año para los alumnos de la escuela, los meses para la mujer embarazada, los días para quienes paga el alquiler, las horas para quienes marcó un encuentro, los minutos para el pasar el tren y los milésimos de segundos para la Fórmula 1.

La Neurología ve la noción de tiempo como una experiencia nítidamente mental, ocupando diversas áreas del cerebro a la vez.

Kardec recibió de los Espíritus la información de que “el tiempo es sólo una medida relativa de la sucesión de las cosas transitorias; la eternidad no es susceptible de medida alguna, del punto de vista de la duración; para ella, no hay comienzo, ni fin: todo es presente” (La Génesis, cap. VI, ítem 2). Necesitamos destacar esta afirmación de consecuencias y complejidad extraordinarias: para el Espíritu todo es presente.

Las propriedades de la materia

En El Libro de los Espíritus (preguntas 29 a 34) quedamos sabiendo sobre la existencia de un sólo elemento primitivo que da origen a todas las propiedades de la materia. Estando prendidos a la realidad material de nuestro mundo, conseguimos identificar las propiedades químicas y físicas de la materia grosera que compone nuestra dimensión física. Sin embargo, el elemento primitivo (fluido cósmico), que se expande por todo el universo, tiene propiedades especiales que aún no conocemos y que dan a la materia la capacidad de experimentar todas las modificaciones y adquirir todas las propiedades. Dicen entonces los Espíritus “que todo está en todo”.

Sólo así podremos entender las expresiones extraordinarias de los fenómenos mediúmnicos de efectos físicos, cuando las leyes de ponderabilidad son pervertidas. Una piedra, tan sólida como la conocemos, puede atravesar un tejado y acomodarse dentro de un armario cerrado. Son esos cambios en las propiedades de la materia que el fluido cósmico realiza y que la Ciencia aún no conoce, por ignorar los principios de su actuación.

Aún no tenemos alcance, tampoco, para comprender la extensión de la conexión espiritual que ese fluido universal permite a la materia someterse al pensamiento de Dios. En La Génesis (capítulo II) dicen los Espíritus que “cada átomo de ese fluido, si así nos podemos expresar, poseyendo el pensamiento, es decir, los atributos esenciales de la divinidad y estando el mismo fluido en todas partes, todo está sometido a su acción inteligente, a su sanidad, a su solicitud”. “La naturaleza entera está buceando en el fluido divino.”

El pensamiento creativo y las ideas fijas

El inmaterialismo de Berkeley (Donald George Berkeley, filósofo irlandés, 1685-1753) proponía que el “existir no es más de lo que es percibido”. “La materia sólo existe cuando es percibida.” “Las percepciones visuales no son de cosas externas, sino simplemente ideas en la mente.” Sócrates afirmaba que “las cosas existen en virtud de cómo las percibimos”. En El Libro de los Espíritus (pregunta 32) los Espíritus enseñan que las cualidades de los cuerpos (“los sabores, los olores, los colores, las cualidades venenosas o saludables”) sólo existen debido a la disposición de los órganos destinados a percibirlas. Es bien así que la Neurología de hoy comprende la percepción que hacemos de un objeto que alcanza nuestros sentidos.

Propuestas de la actualidad están afirmando que la materia sólo se manifiesta como interacción mental. Sin embargo, los neurólogos aún no consiguen comprender la naturaleza de la creación mental, a no ser cuando un comportamiento expresa una respuesta a un estímulo sensorial. El pensamiento intuitivo o el pensamiento abstracto están lejos de cualquiera experimento de laboratorio.

En la doctrina espírita aprendemos que el pensamiento procede del Espíritu, fuente de energía creadora que usa el cerebro como instrumento de sus ideas.

En el campo del pensamiento los Espíritus añadieron conocimiento inédito y tan extraordinario que hasta hoy la Ciencia ni siquiera tiene instrumentos para estudiarlo. Dicen los Espíritus que el pensamiento actúa sobre el fluido universal creando en él “imágenes fluídicas”, el pensamiento se refleja en nuestro envoltorio periespiritual, como en un espejo, y ahí de cierto modo se fotografía.

“Ese fluido (periespiritual) no es el pensamiento del Espíritu; es, sin embargo, el agente y el intermediario de ese pensamiento. Siendo quien lo transmite, queda, de cierto modo, impregnado del pensamiento transmitido” (La Génesis, capítulo II, ítem 23).

De ahí la gravedad de esclavizarnos a pensamientos persistentes que nos aprisionan; a deseos que nos perturban; la venganzas que no se justifican; a odios que no se borran; las pasiones que nos desequilibran; a proyectos que no tenemos alcance. Son todas ellas “ideas fijas” que se “materializan” en nuestra esfera mental, creando “ideas-formas”, “imágenes fluídicas”, “miasmas mentales” que justifican las incontables expresiones de neurosis y psicosis comunes en la psicopatológica humana.

Vitalismo

Para Cláudio Galeno, médico del siglo II, existirían fuerzas de atracción y repulsión para mantener los órganos en funcionamiento. Para él, la vida sería mantenida por un elemento inmaterial denominado pneuma vital, situado en el corazón, difundiéndose por la sangre existente en las venas. En el cerebro, el es transformado en pneuma animal, permitiendo que reaccionemos a los estímulos de los sentidos y, en el hígado, en pneuma natural con la propiedad de asimilar los alimentos. Las teorías de Galeno fueron aceptadas por más de 12 siglos.

En el inicio del siglo XVI Georg Stahl revivió el vitalismo defendiendo la existencia de un “alma sensitiva” necesaria para el mantenimiento de la vida. En esa ocasión Stahl sufrió una férrea oposición de las teorías mecánicas defendidas principalmente por Frederich Hoffman. Excluyendo la existencia del alma, Hoffman veía en los procesos vitales sólo fenómenos de fermentación de sustancias y combustión de gases, explicando, así, la digestión y la respiración.

La doctrina espírita revive con fuerza el vitalismo. Enseña que existe un elemento inmaterial que mantiene la vida en la materia orgánica (El Libro de los Espíritus, preguntas 60 a 67) y, “sin hablar del principio inteligente, que es cuestión a parte, hay en la materia orgánica un principio especial, inaprensible y que aún no puede ser definido: el principio vital” (La Génesis, capítulo X, ítem 16).

El sonambulismo

En la actualidad el sonambulismo ya no despierta el mismo interés y prestigio que disfrutaba en el tiempo de Kardec. Tratados con casuística voluminosa fueron escritos por Ambrose-August Liébeaut, Abade Haría y Charles Richet. La escuela de Charcot en París lo acogía como forma de terapia en sus pacientes histéricas.

Kardec da noticia de haber estudiado el sonambulismo en todas sus fases durante 35 años (El Libro de los Espíritus, Introducción). En esa misma obra él escribe varias páginas haciendo un “resumen teórico del sonambulismo, del éxtasis y de la doble vista”. Deja claro que “para el Espiritismo, el sonambulismo es más que un fenómeno psicológico, es una luz proyectada sobre la psicología. Es ahí que se puede estudiar el alma, porque es donde esta se muestra a descubierto”.

En ese resumen Kardec discurre sobre el sonambulismo natural y el magnético y destaca la clarividencia como un atributo del alma, permitiendo al sonámbulo ver en todos los lugares adónde su alma pueda transportarse. En esa visión a distancia, “el sonámbulo no ve las cosas de donde está su cuerpo, como por medio de un telescopio. Las ve presentes, como se hallara en el lugar donde ellas existen, porque su alma, en realidad, allá está” (El Libro de los Espíritus, cuestión 455).

El sueño y los sueños

Ya conocemos mucho de la fisiología del sueño. El ocurre en ritmos con determinados patrones que son identificados por el electroencefalograma. La edad, el sexo, el ambiente, la alimentación, la profesión son parte de los incontables factores que interfieren en la cantidad y en la calidad del sueño. Ya sabemos como el nos hace falta, pero aún no podemos decir todo sobre el motivo de por qué realmente necesitamos dormir. Los sueños están nítidamente conectados a las experiencias vividas en el transcurrir del día, tienen relación íntima con la adquisición de memorias, más, también, desconocemos su real significado.

Freud afirmaba haber percibido que sus pacientes lo buscaban no sólo para hacer sus quejas, sino, también, para relatarles sus sueños. Eso le despertó la idea de que los sueños tendrían algún sentido oculto. Su libro “La interpretación de los sueños”, de 1900, desencadenó la más extraordinaria revolución sobre la mente humana. Los sueños revelan un contenido insospechado, ya que señalizan deseos contenidos en el inconsciente.

Platón en su “República” se había anticipado a Freud al afirmar que en el sueño el alma intenta retirarse de las influencias externas e internas y que son expresados, en los sueños, deseos que generalmente no se expresan en el estado de vigilia.

Kardec, en El Libro de los Espíritus inicia el capítulo sobre la Emancipación del alma estudiando el sueño y los sueños. Los Espíritus esclarecen que durante el sueño el alma se ve libera parcialmente del cuerpo y “entra en relación más directa con los Espíritus”. En esas circunstancias puede el alma mantener contacto con Espíritus familiares que la orientan y aconsejan y toman conocimiento de su pasado y algunas veces de su futuro. Ese es un campo para futuras investigaciones que necesitan ser desarrolladas y confirmadas en el medio espírita.

Tributo necesario

Abordamos catorce tópicos de interés científico relevante extraídos de dos obras básicas de la codificación espírita. Después de un siglo y medio algunas de sus afirmaciones aguardan aprobación de la Ciencia oficial, mientras otras están confirmándose gradualmente. De algún tiempo para aquí, el medio espírita se viene dedicando más sistemáticamente al estudio del Espiritismo como ciencia, aliado a su contenido filosófico y a sus consecuencias morales. Sólo así conseguiremos que la Ciencia humana registre el nombre de Allan Kardec como uno de sus grandes personajes. Es un tributo que necesitamos prestarle por el legado científico que él nos dejó.
        
 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita