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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 334 – 20 de Octubre de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 


El Cielo y el Infierno

Allan Kardec

(Parte 3)

Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Existe un lugar llamado cielo, según la Doctrina Espírita?

B. ¿De dónde procede el progreso y la felicidad de los Espíritus?

C. ¿Cuál es la necesidad de la encarnación para el progreso de los Espíritus?

D. ¿Dónde sucede la reencarnación de los Espíritus? 

Texto para la lectura 

22. Los seres del mundo corporal están ligados a la Tierra o a cualquier globo. El mundo espiritual está en todas partes, tanto a nuestro alrededor como en el espacio, sin ningún límite señalado. Debido a la naturaleza fluídica de su envoltura – el periespíritu – los seres que lo componen, en lugar de arrastrarse penosamente sobre el suelo, atraviesan las distancias con la rapidez del pensamiento. (Primera Parte, cap. III, ítem 5.)

23. Para el hombre que viviese aislado no habría ni vicios ni virtudes; al preservarse del mal por su aislamiento, anularía su propio bien. (Primera Parte, cap. III, ítem 8.)

24. Una sola existencia corporal es evidentemente insuficiente para que el Espíritu adquiera todo lo bueno que le falta y elimine el mal que le queda. ¿Cómo podría el salvaje, por ejemplo, alcanzar en una sola encarnación el nivel moral e intelectual del europeo más avanzado? Eso es materialmente imposible. ¿Debe, entonces, permanecer eternamente en la ignorancia y la barbarie, privado de los placeres que sólo el desarrollo de las facultades puede proporcionarle? (Primera Parte, cap. III, ítem 9.)  

25. En el intervalo de las existencias corporales el Espíritu regresa al mundo espiritual donde es feliz o desdichado, según el bien o el mal que haya hecho. El estado espiritual es el estado normal del Espíritu – y debe ser el definitivo – pues el cuerpo espiritual no muere. El estado corporal es transitorio y pasajero. (Primera Parte, cap. III, ítem 10.)

26. En el estado espiritual, sobre todo, el Espíritu recoge los frutos del progreso realizado por su trabajo en la encarnación; es también en ese estado que se prepara para las nuevas luchas y toma las resoluciones que deberá poner en práctica en su retorno a la Humanidad. (Primera Parte, cap. III, ítem 10.)

27. El Espíritu progresa igualmente en la erraticidad, adquiriendo conocimientos especiales que no podría obtener en la Tierra y modificando sus ideas. El estado corporal y el espiritual constituyen la fuente de dos tipos de progreso, solidarios entre sí; he ahí por qué el Espíritu pasa alternativamente por los dos modos de existencia. (Primera Parte, cap. III, ítem 10.)

28. La vida en los mundos superiores ya es una recompensa, porque allá estaremos exentos de los males y las vicisitudes terrenales. Los cuerpos, menos materiales, casi fluídicos, no están sujetos a molestias ni enfermedades, y tampoco tienen las mismas necesidades. (Primera Parte, cap. III, ítem 11.)

29. Allí reina la verdadera fraternidad, porque no existe el egoísmo; la verdadera igualdad, porque no hay orgullo, y la verdadera libertad, porque no hay desórdenes que reprimir, ni ambiciones que traten de oprimir al débil. Comparados con la Tierra, esos mundos son verdaderos paraísos, como posadas a lo largo del camino del progreso que conduce al estado definitivo. (Primera Parte, cap. III, ítem 11.)

30. La felicidad de los Espíritus bienaventurados no consiste en la ociosidad contemplativa, que sería una eterna y fastidiosa inutilidad. La vida espiritual en todos sus grados es, por el contrario, una actividad constante, pero una actividad que está exenta de fatigas. (Primera Parte, cap. III, ítem 12.)

31. Las atribuciones de los Espíritus son proporcionales al progreso de cada uno, a las luces que poseen, a sus capacidades, su experiencia y grado de confianza que inspiren al Señor soberano. No cuentan con favores o privilegios que no sean el premio al mérito. Allá todo es medido y pesado en la balanza de la estricta justicia. (Primera Parte, cap. III, ítem 13.)

32. Al lado de las grandes misiones confiadas a los Espíritus superiores, hay otras de importancia relativa en todos los grados, concedidas a los Espíritus de todas las categorías, por lo que puede afirmarse que cada encarnación tiene la suya, es decir, deberes que cumplir para el bien de los semejantes, desde el jefe de familia, a quien le incumbe el progreso de los hijos, hasta el hombre de genio que hace brotar en las sociedades nuevos gérmenes de progreso. (Primera Parte, cap. III, ítem 14.)

33. En esas misiones secundarias se encuentran los desfallecimientos, prevaricaciones y renuncias que perjudican al individuo sin afectar al conjunto. (Primera Parte, cap. III, ítem 14.)

34. La felicidad de los individuos depende de sus cualidades y no del estado material del medio donde se encuentran; por lo tanto, ella puede existir en cualquier parte donde haya Espíritus capaces de disfrutarla. Sin embargo, la felicidad no es personal. Si la poseyésemos sólo en nosotros mismos, sin poder compartirla con los demás, sería triste y egoísta. Los Espíritus felices, atrayéndose por la similitud de gustos y sentimientos, forman vastos grupos o familias homogéneas, en el seno de las cuales cada individualidad irradia sus cualidades propias y se impregna de los efluvios serenos y benéficos que emanan del conjunto. (Primera Parte, cap. III, ítem 15 y 16.)   

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Existe un lugar llamado cielo, según la Doctrina Espírita?

No. La felicidad está en razón directa al progreso realizado, de manera que de dos Espíritus, uno puede no ser tan feliz como el otro, sólo por no poseer el mismo progreso intelectual y moral, sin que por esto necesite estar cada uno en un lugar distinto. Aunque estén juntos, uno puede estar en tinieblas mientras que para el otro todo resplandece, tal como un ciego y un vidente que se dan la mano: uno percibe la luz de la cual el otro no recibe ni la mínima impresión.

Siendo la felicidad de los Espíritus inherente a sus cualidades, la toman en todos los lugares donde se encuentren, ya sea en la superficie de la Tierra, en medio de los encarnados o en el espacio.

El mundo espiritual tiene esplendores por todas partes, armonías y sensaciones que los Espíritus inferiores, sometidos a la influencia de la materia, no perciben y que sólo son accesibles a los Espíritus depurados. De esta manera, es fácil comprender que el cielo se encuentra en todas partes y no lo limita ninguna frontera. Los mundos felices son las últimas estaciones de su camino, que las virtudes abren y los vicios obstruyen. (El Cielo y el Infierno, Primera Parte, cap. III, ítems 6 y 18.)

B. ¿De dónde procede el progreso y la felicidad de los Espíritus?

El progreso de los Espíritus es fruto de su propio trabajo; pero, como son libres, trabajan en su adelantamiento con mayor o menor actividad, con más o menos negligencia, según su voluntad, acelerando o retrasando su progreso y, en consecuencia, su propia felicidad.

Mientras unos avanzan rápidamente, otros se desaniman, cobardes, en las fajas inferiores. Son ellos, pues, los propios autores de su situación, feliz o desdichada, según la frase de Cristo: A cada uno según sus obras.

La felicidad suprema sólo es compartida por los Espíritus perfectos, o dicho de otro modo, por los Espíritus puros, que sólo la alcanzan después de haber progresado en inteligencia y moralidad. (Obra citada, Primera Parte, cap. III, ítems 6 y 7.)

C. ¿Cuál es la necesidad de la encarnación para el progreso de los Espíritus?

La encarnación es necesaria para el progreso moral e intelectual del Espíritu. Para el progreso intelectual, por la actividad obligatoria del trabajo; para el progreso moral, por la necesidad recíproca que tienen los Espíritus de relacionarse unos con otros.

La vida social es la piedra de toque de las buenas o las malas cualidades. La bondad, la maldad, la dulzura, la violencia, la benevolencia, la caridad, el egoísmo, la avaricia, el orgullo, la humildad, la sinceridad, la franqueza, la lealtad, la mala fe, la hipocresía, en una palabra, todo lo que constituye al hombre de bien o al perverso tiene por móvil, por objetivo y por estímulo las relaciones del hombre con sus semejantes. Para el hombre que viviese solo no habría ni vicios ni virtudes.

La encarnación es, sin embargo, inherente a la inferioridad de los Espíritus, y deja de ser necesaria cuando éstos, traspasando sus límites, quedan aptos para progresar en el estado espiritual, o en las existencias corporales en mundos superiores, que nada tienen de la materialidad terrestre. (Obra citada, Primeira Parte, cap. III, itens 8 a 10.)

D. ¿Dónde sucede la reencarnación de los Espíritus?

La reencarnación puede suceder en la Tierra o en otros mundos. Entre todos los mundos, hay algunos que están más adelantados, donde la existencia se realiza en condiciones menos dolorosas que en la Tierra, física y moralmente, pero donde sólo son admitidos Espíritus llegados a un grado de perfección relacionado al estado de esos mundos. (Obra citada, Primera Parte, cap. III, ítem 11.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita