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Editorial Português   Inglês    
Año 7 333 – 13 de Octubre de 2013
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


Es necesario preparar el hombre para la obra,
nos dice Kardec


La entrevista que ilustra la presente edición hizo acordarnos una importante lección contenida en la cuestión 802 de la principal obra del Espiritismo - El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec -,  que delinea toda la estructura de la doctrina espírita.

En ella, nos dice Angélica da Costa Maia, de la ciudad mineira de Lavras, que la mejoría de todo pasa por la mejoría del ser y que de nada adelanta que luchemos apenas por el perfeccionamiento de las instituciones, pues ésas no existen sin las mentes que las constituyen.

Leemos en la cuestión 802 de la obra mencionada:

- Visto que el Espiritismo tiene que marcar un progreso de la Humanidad, ¿por qué no apresuran los Espíritus ese progreso, por medio de manifestaciones tan generalizadas y patentes, que la convicción penetre hasta en los más incrédulos?

Los inmortales así respondieron:

“Desearíais milagros; pero Dios los esparce a manchéis delante de vuestros pasos y, no obstante, aún hay hombres que lo niegan. ¿Consiguió, por ventura, el propio Cristo convencer sus contemporáneos, mediante los prodigios que operó? ¿No conocéis presentemente algunos que niegan los hechos más patentes, ocurridos a sus vistas? ¿No hay los que dicen que no creerían, mismo que viesen? No; no es por medio de prodigios que Dios quiere encaminar los hombres. En su bondad, Él les deja el mérito de convencerse por la razón.”  

La dificultad mencionada, que ni los prodigios son capaces de eliminar, es citada también por muchos padres espíritas que no entienden por qué sus hijos, muchos de ellos educados dentro de los postulados espíritas, se apartan – cuando adultos – de la mies cristiana y pasan a recorrer caminos que sabemos no los llevarán a los objetivos para los cuales se encuentran reencarnados. 

Lo que se da en nivel individual se reproduce en nivel global y la enseñanza espírita es bastante clara al establecer que convicción es algo personal que el individuo adquiere por sus propios esfuerzos y, por lo tanto, no es susceptible de ser transferida y mucho menos impuesta a quien quiere que sea.

En lo que se refiere a la reforma de las instituciones, Kardec decía que es necesario, primero, preparar el hombre para la obra, y no la obra para el hombre. En la administración moderna, como muchos saben, las empresas someten los nuevos funcionarios a un entrenamiento específico y meticuloso antes de atribuirles esa o aquella función.

Considerando la sociedad como un todo, es evidente que ella será más o menos desarrollada, en la proporción directa de la cualificación de aquellos que la componen. Es lo que deducimos de la respuesta que los inmortales dieron a la cuestión 793 d’ El Libro de los Espíritus, más adelante reproducida:

-¿Por qué indicios se puede reconocer una civilización completa?

“La reconoceréis por el desarrollo moral. Creéis que estáis muy adelantados, porque tenéis hecho grandes descubiertas y obtenido maravillosas invenciones; porque os alojáis y os vestís mejor que los salvajes. Todavía, no tendréis verdaderamente el derecho de deciros civilizados, sino  cuando  de  vuestra  sociedad  hubierais  expulsado los vicios que la deshonran y cuando

hubiereis vivido como hermanos, practicando la caridad cristiana. Hasta entonces, seréis apenas pueblos esclarecidos, que han recorrido la primera etapa de la civilización.” 

Comentando esa respuesta, Kardec escribió: “De dos naciones que tengan llegado al ápice de la escala social, solamente puede considerarse la más civilizada, en la legitima acepción del término, aquélla donde exista menos egoísmo, menos codicia y menos orgullo; donde los hábitos sean más intelectuales y morales que materiales; donde la inteligencia puede desarrollarse con mayor libertad; donde haya más bondad, buena fe, benevolencia y generosidad reciprocas; donde menos enraizados se muestren los prejuicios de casta y de nacimiento, por eso que tales prejuicios son incompatibles con el verdadero amor al prójimo; donde las leyes ningún privilegio consagren y sean las mismas, así para el último, como para el primero; donde con menos parcialidad se ejerza la justicia; donde el débil encuentre siempre amparo contra el fuerte; donde la vida del hombre, sus creencias y opiniones sean mejor respetadas; donde exista menor número de desgraciados; en fin, donde todo hombre de buena voluntad esté cierto de no faltarle el necesario.”

Más claro que esas palabras, creemos sinceramente, es imposible.




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita