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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 332 – 6 de Octubre de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 


El Cielo y el Infierno

Allan Kardec

(Parte 1)
 

Iniciamos hoy el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿En qué consiste el panteísmo?

B. Según Kardec, son tres las alternativas que se presentan a los hombres. ¿Cuáles son éstas?

C. ¿Por qué el Espiritismo es, generalmente, bien recibido por los atormentados por la duda?

D. ¿Cuál será, en la opinión de Kardec, el primer punto de contacto de los diversos cultos, con miras a una futura fusión de las creencias?

Texto para la lectura

1. Vivimos, pensamos y obramos – he ahí lo que es positivo; morimos, he ahí lo que no es menos cierto. Pero ¿a dónde vamos al dejar la Tierra? ¿Qué seremos después de la muerte? (Primera Parte, cap. I, ítem 1.)

2. Todo hombre experimenta la necesidad de vivir, gozar, amar y ser feliz. Decidle a aquél que sabe que va a morir que vivirá aún, y su corazón se llenará de júbilo. (Primera Parte, cap. I, ítem 1.)

3. Por creer en la nada, el hombre concentra forzosamente sus pensamientos en la vida presente. Evidentemente, no tendría explicación preocuparse por un futuro que no se espera. La preocupación exclusiva por el presente conduce al hombre a pensar en sí mismo; ella es, pues, el más poderoso estímulo al egoísmo, y el incrédulo es coherente cuando llega a la siguiente conclusión: Gocemos mientras estemos aquí; gocemos lo máximo posible, porque todo se acaba con nosotros; gocemos de prisa, porque no sabemos cuánto tiempo más existiremos. Y más grave aún sería esta otra conclusión, igualmente coherente: Gocemos a pesar de todo; cada uno para sí; la felicidad en este mundo es del más astuto. (Primera Parte, cap. I, ítem 2.)

4. Se comprueba, pues, que si hay una doctrina insensata y antisocial, ésta es seguramente el nihilismo, que rompe los verdaderos lazos de solidaridad y fraternidad, que son la base de las relaciones sociales. (Primera Parte, cap. I, ítem 2.)

5. Supongamos que un pueblo, por cualquier circunstancia, adquiere la certeza de que será aniquilado en ocho días y no quedará nada de su gente. ¿Se entregará al trabajo para vivir? ¿Respetará los derechos de sus semejantes?  En esa emergencia, ¿tendrá algún deber que cumplir? Seguramente no. Pues bien, lo que no se da colectivamente, la doctrina del nihilismo lo realiza todos los días, aisladamente. Pero lo que evita las consecuencias más desastrosas es que en la mayoría de los incrédulos hay más fanfarronería que verdadera incredulidad, más duda que convicción. Pero si un día la incredulidad absoluta fuese de la mayoría, la sociedad entraría en disolución y es a eso lo que lleva la propagación de la doctrina del nihilismo. (Primera Parte, cap. I, ítem 3.)

6. El escepticismo, la duda y la indiferencia ganan terreno día a día. Ahora bien, si la religión se muestra impotente contra la incredulidad, es porque le falta algo para combatirla. Si, por otro lado, la religión se condenase a la inactividad, en un momento dado estaría disuelta. Lo que le falta, en este siglo de positivismo, en que se busca comprender antes que creer, es la confirmación de sus doctrinas por hechos positivos, así como la concordancia de esas doctrinas con los datos positivos de la ciencia. (Primera Parte, cap. I, ítem 3.) 

7. Es en estas circunstancias que el Espiritismo viene a oponer un dique a la difusión de la incredulidad, no sólo por el raciocinio, no sólo por la perspectiva de los peligros que ella acarrea, sino por los hechos materiales, haciendo visibles y tangibles el alma y la vida futura.  (Primera Parte, cap. I, ítem 4.) 

8. Hay una doctrina que se defiende de la confusión del materialismo porque admite la existencia de un principio inteligente fuera de la materia: es la doctrina de la absorción en el Todo Universal. Según esa doctrina, cada individuo asimila al nacer una parte de ese principio, que constituye su alma y le da vida, inteligencia y sentimiento. Tras la muerte, esa alma vuelve al foco común y se pierde en el infinito, como una gota de agua en el océano. Aunque sea un paso adelante en relación al materialismo puro, las consecuencias de una y otra son exactamente las mismas. Al aludir a la aniquilación de la individualidad del ser humano, desde el punto de vista de las consecuencias morales, tal doctrina es tan insensata,  desesperanzadora y perturbadora como el materialismo propiamente dicho. (Primera Parte, cap. I, ítem 5.)   

9. A ese sistema, como al panteísmo, se pueden oponer innumerables objeciones, de las cuales las principales son:

a) No pudiendo concebir a la Divinidad sin la perfección infinita, se pregunta ¿cómo un todo perfecto puede ser formado de partes tan imperfectas?

b) Debiendo cada parte estar sujeta a la ley del progreso, es necesario convenir que el mismo Dios debe progresar. Ahora bien, si Él progresa sin cesar, debió haber sido muy imperfecto en el origen de los tiempos. Entonces, ¿cómo puede un ser imperfecto, formado de ideas y voluntades tan divergentes, concebir leyes armónicas, sabias y providenciales, como las que rigen el Universo?

c) Si todas las almas son porciones de la Divinidad, todas contribuyeron con las leyes de la Naturaleza. ¿Cómo entonces ellas murmuran sin cesar contra esas leyes, que son su obra? (Primera Parte, cap. I, ítem 8.)

10. Una teoría no puede ser aceptada como verdadera sino con la condición de satisfacer la razón y discernir sobre todos los hechos que ella abarca. Si un solo hecho le conduce a una contradicción, es que no contiene la verdad absoluta. (Primera Parte, cap. I, ítem 8.)

11. Se ve así, que tales sistemas no satisfacen ni a la razón, ni a las aspiraciones humanas y de ellos derivan dificultades insuperables, porque son impotentes para resolver todas las preguntas que suscitan. (Primera Parte, cap. I, ítem 10.)

12. Si la lógica nos conduce a la individualidad del alma, también nos señala otra consecuencia: el destino de cada alma debe depender de sus cualidades personales, pues sería irracional admitir que el alma del salvaje, como la del hombre perverso, estuviesen en el mismo nivel de la del hombre sabio, la del hombre de bien. Las almas deben tener la responsabilidad de sus actos, pero para que exista esa responsabilidad es necesario que ellas sean libres en la elección entre el bien y el mal. Sin el libre albedrío existiría la fatalidad y con la fatalidad no existiría responsabilidad. (Primera Parte, cap. I, ítem 10.)

13. Todas las religiones admiten igualmente el principio de la felicidad o la infelicidad del alma después de la muerte, es decir, las penas y los goces futuros. En lo que ellas difieren esencialmente es en la naturaleza de esas penas y goces, principalmente sobre las condiciones que determinan tales consecuencias. De ahí los puntos de fe contradictorios, que dieron origen a diferentes cultos, los cuales establecieron deberes y prácticas exteriores que por mucho tiempo satisficieron a su razón, hecho que no se da en nuestros días. (Primera Parte, cap. I, ítems 11 y 12.)

14. Si la religión, apropiada en el comienzo a los conocimientos limitados del hombre, hubiese acompañado siempre del progreso del espíritu humano, no habría incrédulos, porque la necesidad de creer está en la propia naturaleza del hombre, y él creerá si se le da el soporte espiritual en armonía con sus necesidades intelectuales. (Primera Parte, cap. I, ítem 13.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿En qué consiste el panteísmo?

El panteísmo propiamente dicho considera el principio universal de la vida y de la inteligencia como parte de la Divinidad. Dios es al mismo tiempo, Espíritu y materia; todos los seres, todos los cuerpos de la Naturaleza componen la Divinidad, de la cual son moléculas y elementos constitutivos. Dios es el conjunto de todas las inteligencias reunidas; cada individuo, siendo una parte de ese todo, es Dios él mismo; ningún ser superior e independiente gobierna el conjunto. El Universo es una inmensa república sin jefe, o más bien, donde cada cual es jefe con poder absoluto. (El Cielo y el Infierno, Primera Parte, cap. I, ítems 6, 7, 8 y 9.)

B. Según Kardec, son tres las alternativas que se presentan a los hombres. ¿Cuáles son éstas?

La nada, la absorción en el Todo Universal y la individualidad del alma antes y después de la muerte. Es hacia esta última creencia que la lógica nos conduce irresistiblemente, creencia que ha formado la base de todas las religiones desde que el mundo existe. (Obra citada, Primera Parte, cap. I, ítem 10.)

C. ¿Por qué el Espiritismo es, generalmente, bien recibido por los atormentados por la duda?

El Espiritismo tiene en sí la lógica del raciocinio y la confirmación de los hechos, y es por esto que lo han combatido inútilmente. Al enseñarnos la individualidad del alma antes y después de la muerte, el Espiritismo nos ofrece una mejor perspectiva respecto a la vida y es por esto que es aceptado rápidamente por todos los atormentados por la duda, los que no encuentran lo que buscan en las creencias ni en las filosofías vulgares. (Obra citada, Primera Parte, cap. I, ítems 13 y 14.)

D. ¿Cuál será, en la opinión de Kardec, el primer punto de contacto de los diversos cultos, con miras a una futura fusión de las creencias?

La unificación hecha en lo que concierne a la suerte futura de las almas será el primer punto de contacto de los diversos cultos, un paso inmenso hacia la tolerancia religiosa en primer lugar y,  más tarde, hacia su completa fusión. (Obra citada, Primera Parte, cap. I, ítem 14.)

 

 


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