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Año 7 327 – 1 de Septiembre de 2013
ROGÉRIO COELHO
rcoelho47@yahoo.com.br
Muriaé, MG (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Rogério Coelho

La prohibición de Moisés
Todas las razones alegadas para condenar las relaciones con los Espíritus no resisten un examen serio
 


(Parte 2 e final)


Al presentarse a Jesús, junto con Elías, en el Monte Tabor, Moisés revocó la prohibición de la comunicación con los muertos.
François C. Liran (1)


En la introducción de “El Libro de los Espíritus”, así como en la cuestión 459, Allan Kardec ofrece la siguiente explicación: “(...) Los Espíritus ejercen incesante acción sobre el mundo moral y aún sobre el mundo físico. Actúan sobre la materia y sobre el pensamiento y constituyen una de las potencias de la Naturaleza, causa eficiente de una multitud de fenómenos hasta entonces inexplicados o apenas explicados y que no encuentran explicación racional sino en el Espiritismo.

Las relaciones de los Espíritus con los hombres son constantes. Los buenos Espíritus nos atraen para el bien, nos sostienen en las pruebas de la vida y nos ayudan a soportarlas con coraje y resignación. Los malos nos impulsan para el mal: les es un gozo vernos sucumbir y asemejarles. Las comunicaciones de los Espíritus con los hombres son ocultas u ostensivas. Las ocultas se verifican por la influencia buena o mala que ejercen sobre nosotros,  nuestra rebeldía. Cabe, sin embargo, a nuestro juicio, separar la cizaña del trigo, es decir, discernir las buenas de las malas inspiraciones. Las comunicaciones ostensivas se dan por medio de la escritura, de la palabra o de otras manifestaciones materiales, casi siempre por los médiums que les sirven de instrumentos.

Los Espíritus se manifiestan espontáneamente o mediante evocación. Pueden evocarse todos los Espíritus: los que animaron hombres obscuros, como los de los personajes ilustres, sea cuál sea la época en que hayan vivido; los de nuestros parientes, amigos, o nuestros enemigos, y obtener de ellos, por comunicaciones escritas o verbales, consejos, informaciones sobre la situación en que se encuentran en el Más Allá, sobre lo que piensan a nuestro respecto, así como las revelaciones que les sean permitidas hacernos. 

Es fácil distinguir los buenos de los malos Espíritus – Los Espíritus son atraídos en la razón de la simpatía que les inspire la naturaleza moral del medio que los evoca. Los Espíritus superiores se complacen en las reuniones serias, donde predominan el amor del bien y el deseo sincero, por parte de los que las componen, de instruirse y mejorarse. La presencia de ellos aleja los Espíritus inferiores que, inversamente, encuentran libre acceso y pueden obrar con toda la libertad entre personas frívolas o impelidas únicamente por la curiosidad y donde abundan los malos instintos. Lejos de obtenerse buenos consejos, o informaciones útiles, de ellos sólo se deben esperar futilidades, mentiras, bromas de mal gusto, o mistificaciones, pues muchas veces toman nombres venerados, a fin de mejor inducir al error.

Distinguir los buenos de los malos Espíritus es extremadamente fácil. Los Espíritus Superiores usan constantemente un lenguaje digno, noble, penetrada de la más alta moralidad, investida de cualquier pasión inferior; de la más pura sabiduría les transluce de los consejos, que buscan nuestro mejoramiento y el bien de la Humanidad. La de los Espíritus inferiores, al contrario, es inconsecuente, trivial y grosera. Se mofan de la credulidad irreflexiva de los hombres y se divierten a costa de los que los interrogan,  lisonjeándoles la vanidad, alimentándoles los deseos con falaces esperanzas. En resumen, las comunicaciones serias, en la más amplia acepción del término, sólo son dadas en los centros serios, donde reine íntima comunión de pensamientos, con miras a el bien”. 

Es inmadurez tener prejuicio contra la mediumnidad – Probablemente los que aún lanzan anatema a la comunicabilidad de los Espíritus tienen mucho que perder con las informaciones que ellos dan. Celosos de los dogmas oxidados que profesan (y raras veces practican), no admiten que su “estatus-quo” sufra cualquier alteración y se atascan en la ignorancia y en el apocamiento mental en los cuales se complacen ajenos de más amplios desvelos que las comunicaciones de los Espíritus Superiores proporcionan.

Afirma Hermínio C. Miranda: (2)

“El prejuicio contra las manifestaciones póstumas del alma es de conmovedora inmadurez intelectual a la vista de la masa de datos hoy acumulados por las ciencias especializadas. Que los investigadores bloqueados por sus conceptos materialistas continúen obstinadamente a negarlas es derecho que les está asegurado, pero que teólogos, que son, en último análisis, portavoces de sus comunidades religiosas, se dejen intimidar y se nieguen a examinar la evidencia y a rechazar sin llamamiento es algo difícil de entender; principalmente porque tales comunicaciones se caracterizan, por lo menos nominalmente, como espiritualistas, o sea, estructuradas por encima del concepto de que el ser humano es, básicamente, Espíritu, cualquiera que sea su destino póstumo. O entonces llegaremos al siguiente primor de sofisticación: Creo en un principio espiritual en el ser humano; creo que ese principio sobrevive a la muerte corporal (de lo contrario la religión no tendría sentido), pero no admito que tal principio espiritual – alma o espíritu – pueda existir, a no ser acoplado al cuerpo físico, porque la antropología no concuerda con eso.” 

¿Qué es lo que la antropología sabe acerca de alma? – Concluye Hermínio C. Miranda: “¿Pero, solamente porque el criterio arbitrario por la antropología impone, tenemos que aceptarlo como punto de partida para caminar por nuevos laberintos teológicos? Afirmaciones como estas pueden ser hasta admisibles, o sea, la de que formulaciones teológicas y filosóficas no pueden ignorar postulados científicos o contradecirlos; antes, sin embargo, es imperioso que tenemos que estar convencidos de que los criterios científico-antropológicos, en el caso, sean, de hecho, verdaderos, probados, indiscutibles y, por lo tanto, aceptables. Sin eso, tenemos un mera suposición, como cualquier otra. ¿Qué sabe la antropología del alma o espíritu, de momento? Por lo que hemos visto, ella está buscando el alma en el lugar equivocado, precisamente porque ya parte para la investigación decidida a no encontrarla, decisión resultante de otra premisa no menos arbitraria y personal – a de que el alma no puede existir, cuanto más sobrevivir y comunicarse.”

A los antropólogos ortodoxo-materialistas se contrapone la incuestionable palabra de los Espíritus en la cuestión 459 de “El Libro de los Espíritus”.

No es sin motivo que Jesús profirió las célebres palabras registradas por Lucas, en el capítulo 10, versículo 21, y que Kardec no excluyó de la Codificación que, en buen francés, dicen lo siguiente: “Je te loue, ô Père, Seigneur du ciel et de la terre, de ce que tu as caché ces choses aux sages et aux intelligents, et de ce que tu les as révélées aux enfants!” (3)

 

____________________                                                                     

1 - Mateus, 17:1 a 13.

2 - Miranda, Hermínio C. Cristianismo: a Mensagem Esquecida. 3. ed. Matão: O CLARIM. Cap. 5, 2º

3 - ¡Gracias te doy, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, que escondiste estas cosas a los sabios e inteligentes, y las revelaste a los niñitos!



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita