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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 327 – 1 de Septiembre de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 33)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. El episodio de la expulsión de los mercaderes del templo tiene un significado más profundo. ¿Cuál es?

B. ¿Es la mediumnidad privilegio de unas pocas personas?

C. ¿Puede la mediumnidad ser una profesión?

D. ¿Por qué los médiums no pueden cobrar por sus servicios?

Texto para la lectura

345. El Espiritismo le dice a sus adeptos: No violentéis ninguna conciencia; no forcéis a nadie para que deje su creencia, a fin de adoptar la vuestra; no anatematicéis a los que no piensan como vosotros; acoged a los que acudan a vosotros y dejad en paz a los que os rechazan. (Cap. XXV, ítem 11.)

346. Acordaos de las palabras de Cristo: En otro tiempo, el cielo era tomado por la violencia; hoy lo es por la dulzura. (Cap. XXV, ítem 11.)

347. “Restituid la salud a los enfermos, resucitad los muertos, curad los leprosos, expulsad los demonios. Dan gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente”. Con esta recomendación Jesús prescribe que nadie se haga pagar por aquello por lo que nada ha pagado. Ahora bien, lo que ellos habían recibido gratuitamente era la facultad de curar a los enfermos y de expulsar a los malos Espíritus. (Cap. XXVI, ítems 1 y 2.)  

348. Ese don se los había dado Dios gratuitamente para el alivio de los que sufren y como medio de propagación de la fe. Jesús les recomendaba, pues, que no hiciesen de él un objeto de comercio, ni de especulación, ni un medio de vida. (Cap. XXVI, ítem 2.)  

349. La oración es un acto de caridad, es un impulso del corazón. Cobrarle a alguien por dirigirse a Dios en favor de los demás, es transformarse en un intermediario asalariado. De ese modo, la oración pasa a ser una fórmula, cuya longitud es proporcional a la suma que cueste. Dios no vende los beneficios que concede. ¿Cómo alguien puede, pues, cobrar por las oraciones que hace en favor de otros? (Cap. XXVI, ítem 4.)  

350. La justicia de Dios es como el sol: existe para todos, tanto para el pobre como para el rico. Si se considera inmoral traficar con las gracias de un soberano de la Tierra, ¿podrá ser lícito comerciar con las del Soberano del Universo? (Cap. XXVI, ítem 4.)

351. “Vinieron después a Jerusalén, y entrando Jesús en el templo, comenzó a expulsar de allí a los que vendían y compraban; derribó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas; y no permitió que nadie transportase ningún utensilio por el templo. Al mismo tiempo, les enseñaba diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración por todas las naciones? Sin embargo, ¡hicisteis de ella una cueva de ladrones!” Jesús expulsó a los mercaderes del templo. Condenó así el tráfico de las cosas santas bajo cualquier forma. Dios no vende su bendición, ni  su perdón, ni la entrada al reino de los cielos. El hombre no tiene, pues, el derecho de ponerles precio. (Cap. XXVI, ítems 5 y 6.)   

352. Los médiums actuales, de igual manera, han recibido de Dios un don gratuito: el de ser intérpretes de los Espíritus para instruir a los hombres, para mostrarles el camino del bien y conducirlos a la fe, no para venderles palabras que no les pertenecen, porque no son fruto de sus concepciones, ni de sus investigaciones, ni de sus trabajos personales. (Cap. XXVI, ítem 7.) 

353. Dios quiere que la luz llegue a todos; no quiere que el más pobre quede privado de ella y pueda decir: No tengo fe, porque no la pude pagar; no tuve el consuelo de recibir los estímulos y los testimonios de afecto de los que lloro porque soy pobre. Por esta razón, la mediumnidad no constituye un privilegio y se encuentra por todas partes. Hacer que sea pagada sería desviarla de su objetivo providencial. (Cap. XXVI, ítem 7.)   

354. Quien conozca las condiciones en que los buenos Espíritus se comunican, jamás podrá admitir que los Espíritus superiores estén a disposición del primero que aparezca y les evoque a tanto por sesión. El simple sentido común rechaza semejante idea. ¿No sería también una profanación que evoquemos por dinero a los seres que respetamos o que nos son queridos? No cabe duda de que de ese modo se puede obtener manifestaciones; pero ¿quién podrá garantizar su sinceridad? (Cap. XXVI, ítem 8.)   

Respuestas a las preguntas propuestas

A. El episodio de la expulsión de los mercaderes del templo tiene un significado más profundo. ¿Cuál es?

El episodio nos muestra que Dios no admite el tráfico de las cosas santas bajo cualquier forma. Él no vende su bendición, ni su perdón, ni la entrada en el reino de los cielos. El hombre no tiene, pues, el derecho de ponerles precio. Y el mismo razonamiento se puede aplicar al trabajo desarrollado por los médiums y a los beneficios que, por su intermedio, los benefactores espirituales realizan. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. XXVI, ítem 5 y 6.)  

B. ¿Es la mediumnidad privilegio de unas pocas personas?

No. Dios quiere que la luz llegue a todos. Por esta razón, la mediumnidad no constituye un privilegio de nadie y se encuentra por todas partes. (Obra citada, cap. XXVI, ítem 7.)  

C. ¿Puede la mediumnidad ser una profesión?

No. La mediumnidad seria no puede ser y nunca será una profesión, no sólo porque se desacreditaría moralmente, y sería identificada después con los que leen la buenaventura, sino también porque un obstáculo se opone a ello. Se trata de una facultad esencialmente inestable, fugitiva y cambiante, con cuya perennidad, pues, nadie puede contar. Por lo tanto, constituiría para quien la explote una fuente de ingresos absolutamente incierta, que podría faltarle en el momento exacto en que más la necesite. La mediumnidad no es un arte, ni un talento, y esto basta para demostrar que no se puede convertir su práctica en una profesión.

Además, la mediumnidad no existe sin el concurso de los Espíritus; si éstos faltan, ya no hay mediumnidad. Puede subsistir la aptitud, pero su ejercicio es anulado. De allí que no hay en el mundo un solo médium capaz de garantizar la obtención de cualquier fenómeno espírita en un momento determinado. Explotar la mediumnidad es, por consiguiente, disponer de algo de lo cual no se es realmente dueño. Afirmar lo contrario es engañar a quien la paga. (Obra citada, cap. XXVI, ítems 7 a 10.)   

D. ¿Por qué los médiums no pueden cobrar por sus servicios?

Los médiums no pueden cobrar porque, a ejemplo de los apóstoles, han recibido de Dios un don gratuito: el de ser intérpretes de los Espíritus, para instruir a los hombres, para mostrarles el camino del bien y conducirlos a la fe, no para venderles palabras que no les pertenecen, a ellos como médiums, porque no son fruto de sus concepciones, ni de sus investigaciones, ni de sus trabajos personales. Dios quiere que la luz llegue a todos; no quiere que el más pobre que privado de ella y pueda decir: no tengo fe porque no la pude pagar; no tuve el consuelo de recibir los estímulos y los testimonios de afecto de los que lloro porque soy pobre. Por esta razón la mediumnidad no constituye un privilegio y se encuentra por todas partes. Hacer que sea pagada sería, pues, desviarla de su objetivo providencial. (Obra citada, cap. XXVI, ítems 7 y 8.) 

 

 


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