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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 326 – 25 de Agosto de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 32)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Qué posición debemos tomar, como espíritas, ante los que no piensan como nosotros?

B. ¿Es válido cobrar por las curaciones y oraciones hechas en favor de otros?

C. ¿Cuál es el mérito de las oraciones pagadas?

D. ¿Cuál es el gran inconveniente de las oraciones pagadas?

Texto para la lectura

334. Si Dios hubiese liberado al hombre del trabajo corporal, sus miembros se habrían atrofiado; si le hubiese eximido del trabajo de la inteligencia, su Espíritu habría permanecido en la infancia, en el estado de instinto animal. Por ello hizo del trabajo una necesidad y le dijo: “Busca y hallarás; trabaja y producirás. De esta manera serás hijo de tus obras, tendrás el mérito de ellas y serás recompensado según lo que hayas hecho”. (Cap. XXV, ítem 3.)  

335. Los Espíritus no vienen a liberar al hombre de la ley del trabajo: vienen únicamente a mostrarle la meta que le corresponde alcanzar y el camino que a ella conduce, diciéndole: Camina y llegarás. Encontrarás piedras; míralas y apártalas tú mismo. Nosotros te daremos la fuerza necesaria, si quieres emplearla. (Cap. XXV, ítem 4.)

336. “No acumuléis tesoros en la Tierra, donde la herrumbre y los gusanos los consumen, y donde los ladrones los desentierran y roban; acumulad tesoros en el cielo, donde ni la herrumbre ni los gusanos los consumen; porque donde está vuestro tesoro allí está también vuestro corazón. Por esto os digo: No os angustiéis por saber dónde hallaréis qué comer para sustentar vuestra vida, ni de dónde sacaréis ropa para cubrir vuestro cuerpo. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo, VI, 19 a 34.) (Cap. XXV, ítem 6.)

337. “Mirad las aves del cielo: no siembran, no cosechan, no siegan, nada guardan en graneros; pero vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois mucho más que ellas? ¿Por qué os inquietáis por vuestra vestimenta? Mirad como crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; sin embargo, yo os digo que ni Salomón, con toda su gloria, jamás se vistió como uno de ellos. Ahora bien, si Dios tiene el cuidado de vestir de esa manera la hierba de los campos, que hoy es y mañana será echada a la hoguera, ¡cuánto más cuidado tendrá en vestiros, hombre de poca fe!” (Mateo, VI, 19 a 34.) (Cap. XXV, ítem 6.)

338. “No os angustiéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos vestiremos? como hacen los paganos que buscan todas esas cosas; porque vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, que todas esas cosas os serán dadas por añadidura. Así, pues, no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana cuidará de sí mismo. Basta a cada día su propio mal.” (Mateo, VI, 19 a 34.) (Cap. XXV, ítem 6.)

339. La Providencia nunca deja al abandono a los que confían en ella, pero quiere que éstos, por su parte, trabajen. Si ella no acude siempre con el auxilio material, inspira las ideas para que se encuentren los medios de salir de la dificultad. (Cap. XXV, ítem 7.)

340. Dios conoce nuestras necesidades y las provee, como es necesario. Pero el hombre, insaciable en sus deseos, no siempre sabe contentarse con lo que tiene: no le basta lo necesario; reclama lo superfluo. (Cap. XXV, ítem 7.)

341. La Providencia, entonces, lo deja abandonado a sus propias fuerzas. Con frecuencia, se vuelve infeliz por su culpa y por no haber escuchado la voz que le advertía a través de su conciencia. En esos casos, Dios le hace sufrir las consecuencias, a fin de que le sirvan de lección para el futuro. (Cap. XXV, ítem 7.)

342. Cuando la fraternidad reine entre los pueblos, como entre las provincias de un mismo imperio, lo superfluo momentáneo de uno suplirá la insuficiencia momentánea del otro, y cada uno tendrá lo necesario. El rico, entonces, se considerará como un hombre que posee una gran cantidad de semillas; si las reparte, producirán el céntuplo para él y para los otros; pero si come las semillas solo, si las desperdicia y deja que se pierda el excedente de lo que haya comido, no producirán nada y no habrá lo suficiente para todos. Si las amontona en su granero, los gusanos las devorarán. (Cap. XXV, ítem 8.)  

343. Por eso Jesús dijo: “No acumuléis tesoros en la Tierra porque son perecederos; acumuladlos en el cielo donde son eternos.” En otras palabras: no deis a los bienes materiales más importancia que a los espirituales, y sabed sacrificar los primeros en provecho de los segundos. (Cap. XXV, ítem 8.)  

344. La caridad y la fraternidad no se decretan por medio de leyes. Si la una y la otra no están en el corazón, el egoísmo imperará allí siempre. Corresponde al Espiritismo hacerlas penetrar en él. (Cap. XXV, ítem 8.)  

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Qué posición debemos tomar, como espíritas, ante los que no piensan como nosotros?

En cuanto a los que no los quisieran escuchar, Jesús recomendó a sus apóstoles, simple y llanamente, que se fuesen a otra parte en busca de personas de buena voluntad. La misma conducta recomienda el Espiritismo a sus adeptos: no violentemos ninguna conciencia; no forcemos a nadie para que deje su creencia, a fin de adoptar la nuestra; no busquemos anatematizar a los que no piensan como nosotros; acojamos a los que acudan a nosotros y dejemos en paz a los que nos rechazan. Recordemos, finalmente, las palabras de Cristo: En otro tiempo, el cielo era tomado por la violencia; hoy lo es por la dulzura. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. XXV, ítem 11.)

B. ¿Es válido cobrar por las curaciones y oraciones hechas en favor de otros?

No. La enseñanza dada por Jesús a ese respecto es muy clara: “Restituid la salud a los enfermos, resucitad los muertos, curad los leprosos, expulsad los demonios. Dan gratuitamente lo que gratuitamente habéis recibido”. (Obra citada, cap. XXVI, ítems 1 y 2.) 

C. ¿Cuál es el mérito de las oraciones pagadas?

La oración es un acto de caridad, es un impulso del corazón. Cobrarle a alguien por dirigirse a Dios en favor de los demás, es transformarse en un intermediario asalariado. Dios no vende los beneficios que concede. ¿Cómo, pues, uno que no es ni siquiera su distribuidor, que no puede garantizar su obtención, cobraría un pedido que tal vez no tenga ningún resultado? Dios no puede subordinar un acto de clemencia, de bondad o de justicia que se solicite de su misericordia, a una suma de dinero. Obviamente, ningún mérito habrá en ello, ni por parte de quien paga ni mucho menos por parte de quien recibe. (Obra citada, cap. XXVI, ítems 3 y 4.)   

D. ¿Cuál es el gran inconveniente de las oraciones pagadas?

El gran inconveniente de las oraciones pagadas es que aquél que las compra se cree exento de orar por él mismo, porque se considera libre de ello porque dio su dinero. Se sabe que los Espíritus se sienten conmovidos por el fervor de quien por ellos se interesa. ¿Qué fervor puede tener aquél que propone a un tercero el encargo de orar por él, mediante un pago? ¿Qué fervor tiene ese tercero, cuando delega su mandato a otro, éste a otro y así sucesivamente? ¿No es esto reducir la eficacia de la oración al valor de unas monedas? (Obra citada, cap. XXVI, ítem 4.)
 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita