WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 325 – 18 de Agosto de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 




La espada de plástico

 

 
Lucas, de ocho años, le gustaba los juegos de acción, de guerra, con actividades de ataque y defensa, donde vencía siempre el más fuerte.
 

Sus juguetes en la mayoría eran armas, revólveres, espadas y cuchillos. Y siempre que alguien preguntaba lo que quería de regalo, él respondía:

— ¡Quiero muñecos de acción, con armas que hacen ruido y tiren de verdad!

La madre reaccionaba, preocupada con ese interés del

hijo por juguetes tan violentos:

— Hijo mío, eso no es bueno para ti. ¿Que tal un juego de memoria?

— No. No quiero.

Los amigos tenían los mismos intereses de Lucas, lo que generaba una conexión mayor entre ellos y mayor preocupación de la madre.
 

Cierto día, uno de los amigos de Lucas lo alcanzó con una espada de plástico, que no podría hacerle mal. Sin embargo, la espada estaba rota y, al alcanzar a Lucas en la cabeza, hizo un corte que comenzó a sangrar bastante.

Al ver la sangre correr por su rostro, el niño salió corriendo y gritando:

— ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Estoy herido! ¡Socorro!...

Los amigos, preocupados y llenos de miedo, desaparecieron.   

Al verlo sangrando, la madre lo abrazó, calmándolo. Después lo llevó para dentro de casa, cogió su caja de primeros auxilios y, colocándolo sentado en una silla, le dijo:

— Lucas, calma. No fue nada y la mamá va a hacer una cura en tu cabeza.

El chico continuaba gritando y llorando, aterrorizado:

— ¡Madre, está doliendo mucho! Ay... ay... ay... ay...

Después de la cura hecha, la madre le dio un poco de agua con azúcar, que él bebió. Y sólo ahí ella preguntó:

— ¿Qué ocurrió, hijo mío?

— Fue Roberto que me alcanzó con su espada, madre. Está doliendo mucho aún.

— Luego pasara, hijo.

La madre lo llevó para el cuarto y él se echó. Como él continuaba protestando, ella dijo:

— Lucas, tú debes estar contento de haber sido alcanzado por una arma de juguete. Pero las armas no hacen bien para nadie, hijo mío. Al contrario, sólo causan destrucción y muerte. En la escuela tú vas a aprender que las guerras han sido para la humanidad terrena fuente de destrucción de las ciudades y de muerte de una infinidad de personas. Todo lo que durante siglos los hombres construyeron con mucho esfuerzo, las guerras destruyen en pocos días.

— Es mismo así, mamá?

— ¡Sí, hijo mío! Y lo que es peor: Esa violencia toda no está sólo fuera de nosotros, sino también dentro de nuestro corazón. Cuando tenemos rabia de nuestro hermano, nuestros sentimientos están contaminados por esa misma violencia destructora, y todo lo que conseguimos en mucho tiempo de esfuerzo es destruido rápidamente.

— Tienes razón, mamá. Cuando estoy luchando con mis amigos, aún jugando, siento rabia de ellos, como si ellos fueran realmente mis enemigos — murmuró el niño, preocupado.

— Es verdad, hijo. Por eso Jesús, cuando los soldados vinieron a prenderlo y Pedro cogió su espada para defenderlo, dijo a Pedro: “Mete tu espada en la vaina...”

— Y por qué, madre?

— Porque nunca vamos a conseguir mejorarnos atacando a los otros. Con una espada en la mano, jamás conseguiremos el bien que deseamos, tener amigos verdaderos y seamos felices. Jesús sabía que tendría que cumplir su misión hasta el fin, para dejarnos la lección del AMOR y de la PAZ.

— Entendí, mamá. Podemos jugar con otras cosas, ¿no es?

— Ciertamente, Lucas. Y tú verás que va a ser mucho más agradable para ti y tus amigos.

El chico concordó y decidió, animado:

— ¡Entonces, mañana nada de violencias!  


MEIMEI
 

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 15/7/2013.)

       
               
 
                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita