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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 324 – 11 de Agosto de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 




La masa de tarta

 

 
Eduarda, de nueve años, vivía en un barrio bastante agradable de la ciudad. En la vecindad tenía varios amigos y acostumbraban a jugar en la calle tranquila. Cierto día, ellos vieron llegar un camión de mudanzas. Quedaron alegres al ver a un chico más o menos de la edad

— ¡Hola! Yo soy Eduarda. Mis amigos y yo jugamos aquí en la calle. ¿Quieres participar?

— ¡No te acerques, chica! No acostumbro a tener amistad con gente como vosotros. Vete a buscar tu grupo — replicó irritado el chico, con cara larga.

Duda bajó la cabeza, molesta, y volvió junto a los amigos, contando lo que él había dicho. Todos quedaron tristes, pues nunca habían encontrado alguien así. Resolvieron no preocuparse más con el nuevo vecino y volvieron a jugar.   

Sin embargo, inmediatamente percibieron que no tendrían más paz en el barrio. De ese día en delante, todo fue siendo más difícil. El chico, João, matriculado en la clase de Duda, se juntó con una banda de niños del tipo de él, pasando a crear problemas para todos los demás.

Duda y sus amigos no jugaban más en la calle, pues ellos lo estropeaban todo. Cortaban el balón con un navajita; si estaban leyendo revista o libro, ellos los rasgaban, después salían corriendo. Todo eso dando carcajadas.
 

El barrio, antes tan agradable, pasó a estar triste, sin la alegría de los niños. Un día, Duda volvió para casa y fue hasta la cocina, donde su madre hacía una tarta. Al verla, la madre percibió que estaba triste y preguntó la razón.  

— ¡Ah, mamá! ¿Te acuerdas de aquel niño que se mudó hace poco para aquí? ¡Él es terrible! — respondió la niña con lágrimas descendiendo por el rostro.

Y Duda contó a la madre lo que estaba ocurriendo. La madre oyó, mientras

continuaba  moviendo la masa de la tarta. Después dijo:

— Hija, ¿tú ya viste lo que hace la levadura cuando es colocada en la masa?

— ¡Madre!... — exclamó la niña indignada — ¡¿Yo estoy contando un problema y tú vienes a hablarme de la tarta y de levadura?!...

— Duda, la masa y la levadura tienen que ver todo con tu problema. Jesús nos enseñó que un poco de fermento de levadura a toda la masa, es decir, hace la masa crecer bastante. ¡Sin embargo Jesús quería enseñarnos que con nuestros pensamientos, con nuestras actitudes, podemos obrar como el fermento, cambiando la situación que estamos enfrentando!

— Entendí. Quiere decir que necesito hallar un modo de cambiar la situación. ¿Pero cómo? — la chica murmuró y después se puso a pensar, callada.

— Las personas que actúan así, con mal humor, violencia, agresividad, generalmente son frágiles, guardan problemas serios, y esa es la manera de echar para fuera lo que sienten. ¿Entendiste? — explicó la madre.

— Sí, mamá. Voy a hablar con el grupo y ver lo que podemos hacer.

Pero al día siguiente João no fue a la escuela. Ni en los otros días. Preocupada, Duda decidió ir a visitarlo. Llegando a la casa de él, toco la puerta y una señora vino a abrir.

— ¡Buen día! Yo soy Eduarda, compañera de João en la escuela. Estaba preocupada y vine a saber lo que está pasando con él.

La señora, que tenía expresión cansada, triste, abrió con una leve sonrisa.

— Entra, Eduarda. João está enfermo. Ven hasta el cuarto de él.

Ella dijo que no necesitaba, sólo quería saber cómo estaba él. Pero la dueña de la casa insistió y Duda entró en el cuarto de él. Por dentro, estaba temblando de miedo. Al verla, el chico quedó sorprendido y mostró cierta satisfacción. La madre, alegando trabajo, los dejó a solas.
 

— Hola, vecina mía. ¿Qué te trajo aquí? ¿Viniste a ver si yo ya morí?

— Yo estaba preocupada contigo, João. Hace días que no vas a las clases.

— Pues no necesitabas preocuparte. Es sólo una gripe. Tampoco no me llames João. No me gusta.

— ¿Y por qué? ¡Es un nombre lindo! João

fue el más joven apóstol de Jesús, y estaba muy unido al Maestro. ¡Debe ser por eso que tus padres te dieron este nombre!

— No. Es porque mi padre se llama João. Por eso no me gusta mi nombre.

— Pues creo que debes enorgullecerte de él. Mi padre me contó que, después de la crucificación, todo quedó difícil para los seguidores de Jesús. María, su madre, quedó sola y fue a vivir lejos con unos parientes. Algunos años después, João fue a buscarla y la invitó a ir con él para  Efeso, donde él había conseguido una casita y trabajaba en la divulgación de las enseñanzas de Jesús. María fue y quedó con él hasta el fin de su vida.

Cuando Duda terminó de contar, João estaba con los ojos húmedos.

— Linda historia. Ahora veo que nada tiene que ver con mi padre, que se irrita por cualquier cosa, y se pone violento, bruto, y golpea a todos los que están cerca.

En aquel momento, Duda notó las marcas que él tenía en los brazos, en el rostro y sintió mucha pena. Recordando lo que la madre había dicho, ella repitió:

— João, tu padre no debe ser así porque quiere. En el interior, él debe tener muchos problemas que no consigue resolver. Ten piedad de él.

El niño miró para ella y cogió su mano, diciendo:

— Eduarda, tú no sabes el bien que me hiciste hoy. Estaba mal y me siento mucho mejor. ¿Tú me disculpas? Sé que te molesté bastante.

— No tengo que perdonar, João. ¿Puedo venir otras veces?

— ¡Claro! Y trae a tus amigos. Quiero conocerlos mejor. Si fueran cómo tú...

Duda sonrió y se despidió, después se fue pensando: Cuánto bien puede hacer un poco de amor y de atención. Pero todos en aquella casa necesitan de ayuda. La madre es muy triste y el padre debe tener muchos problemas. Voy a hablar con mis padres. ¿Quién sabe si ellos puedan ayudarlos? El Señor estaba cierto, Jesús. Un poco de levadura es suficiente para hacer toda la masa crecer. ¡Gracias!

Y de ánimo renovado Eduarda volvió para su hogar, donde había amor y tranquilidad.

Entrando en casa, sintió el olor de la tarta que había acabado de cocer. Sonrió y cogió el pedazo de tarta que su madre le dio, diciendo:

— ¡Gracias, mamá! Lo que no hace un poco de levadura en la masa, ¿no es?   


MEIMEI
 

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 8/07/2013.)       

       
               
 
                                                                                   



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