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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 322 – 28 de Julio de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 28)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Es el divorcio contrario a la ley natural establecida por Dios?

B. ¿Qué es más importante para nosotros: la existencia terrestre o la vida espiritual?

C. ¿Qué es la vida terrestre para la Doctrina Espírita?

D. ¿Cómo interpretar esta frase de Jesús: “No he venido a traer la paz, sino la división”?

Texto para la lectura

292. “El árbol que produce frutos malos no es bueno, y el árbol que produce frutos buenos no es malo; porque cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni racimos de uva de las zarzas. El hombre de bien saca las cosas buenas del tesoro de su corazón, y el malo saca las malas del mal tesoro de su corazón; porque la boca habla de lo que está lleno el corazón.” (Lucas, cap. VI, vv.43 1 45.) (Cap. XXI, ítem 1.)

293. “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros cubiertos de pieles de oveja y que por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Se pueden recoger uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Todo árbol que no produce buenos frutos será cortado y lanzado al fuego.” (Mateo, cap. VII, vv. 15 a 20.) (Cap. XXI, ítem 2.)

294. En el sentido evangélico, el vocablo profeta tiene una significación más amplia. Se llama así a todo enviado de Dios con la misión de instruir a los hombres y revelarles las cosas ocultas y los misterios de la vida espiritual. Un hombre, pues, puede ser profeta sin hacer predicciones. La idea de que el profeta podía adivinar el futuro era común entre los judíos, en el tiempo de la venida de Cristo. Por eso, cuando lo llevaron ante Caifás, los escribas y los ancianos le escupieron en el rostro, le dieron puñetazos y bofetadas, diciendo: “Cristo, profetízanos y di quién te golpeó”. (Cap. XXI, ítem 4.)

295. El hecho de obrar lo que ciertas personas consideran prodigios no constituye señal de una misión divina, porque ello puede resultar de conocimientos cuya adquisición está al alcance de cualquier persona, o de facultades orgánicas especiales, que tanto el más indigno como el más digno pueden poseer. El verdadero profeta se reconoce por características más serias y exclusivamente morales. (Cap. XXI, ítem 5.)

296. Si los que se dicen revestidos de poder divino revelan señales de una misión de naturaleza elevada, es decir, si poseen en el más alto grado las virtudes cristianas y eternas: caridad, amor, indulgencia, la bondad que concilia los corazones; si en apoyo de sus palabras muestran sus actos, entonces podréis decir: Estos son realmente enviados de Dios. Pero, desconfiad de las palabras melifluas, desconfiad de los escribas y fariseos que oran en las plazas públicas vestidos con largas túnicas. Desconfiad de los que pretenden tener el monopolio de la verdad. (Cap. XXI, ítem 8, Luis.)

297. De todo lo que revele un átomo de orgullo, huid, como de una lepra contagiosa que corrompe todo lo que toca. Recordad que cada criatura lleva en su frente, pero principalmente en sus actos, el sello de su grandeza o de su inferioridad. (Cap. XXI, ítem 8, Luis.)

298. Los falsos profetas no sólo se encuentran entre los encarnados. Los hay también, y en mucho mayor número,  entre los Espíritus orgullosos que, aparentando amor y caridad, siembran la desunión y retrasan la obra de la emancipación de la Humanidad, lanzándole de soslayo sus sistemas absurdos, después de haber hecho que sus médiums los acepten. (Cap. XXI, ítem 10, Erasto.)

299. Son ellos los que esparcen el fermento de los antagonismos entre los grupos, que les induce a aislarse los unos de los otros, y a mirarse con precaución. Sólo esto bastaría para desenmascararlos, porque procediendo así, son los primeros en dar el más formal desmentido a sus pretensiones. Ciegos, pues, son los hombres que se dejan caer en tan grosero embuste. (Cap. XXI, ítem 10, Erasto.)

300. Rechazad sin condescendencia a todos esos Espíritus que se presentan como consejeros exclusivos, predicando la división y el aislamiento. Son casi siempre Espíritus vanidosos y mediocres que buscan imponerse a los hombres débiles y crédulos, prodigándoles alabanzas exageradas, a fin de fascinarlos y tenerlos dominados. (Cap. XXI, ítem 10, Erasto.)

301. Asimismo, estad seguros de que cuando una verdad debe ser revelada a los hombres es, por así decirlo, comunicada instantáneamente a todos los grupos serios que disponen de médiums también serios, y no a tal o cual, con exclusión de los demás. Ningún médium es perfecto si está obsesado; y hay obsesión manifiesta cuando un médium sólo es apto para recibir comunicaciones de determinado Espíritu, por muy alto que éste trate de colocarse. (Cap. XXI, ítem 10, Erasto.)

302. Sólo es inmutable lo que viene de Dios. Todo lo que es obra de los hombres está sujeto a cambios. Las leyes de la Naturaleza son las mismas en todos los tiempos y en todos los países. Las leyes humanas cambian según las épocas, los lugares y el progreso de la inteligencia. En el matrimonio, lo que es de orden divino es la unión de los sexos, para que se realice la renovación de los seres que mueren; pero las condiciones que regulan esta unión son de tal manera humanas, que no hay en el todo mundo dos países donde éstas sean absolutamente iguales. (Cap. XXII, ítem 2.) 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Es el divorcio contrario a la ley natural establecida por Dios?

No. El divorcio es la ley humana que tiene por objeto separar legalmente lo que ya, de hecho, está separado. No es contrario a la ley de Dios, porque sólo reforma lo que los hombres han hecho y sólo es aplicable en los casos en los que no se tuvo en cuenta la ley divina – la ley del amor. Pero ni el mismo Jesús consagró la indisolubilidad absoluta del matrimonio, porque conforme ya vimos, Él admitía el divorcio en los casos de adulterio. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. XXII, ítem 5.)

B. ¿Qué es más importante para nosotros: la existencia terrestre o la vida espiritual?

La vida espiritual es la verdadera vida, es la vida normal del Espíritu y, por este motivo, mucho más importante que la existencia terrestre. (Obra citada, cap. XXIII, ítems 6 a 8.)

C. ¿Qué es la vida terrestre para la Doctrina Espírita?

La existencia terrestre, aunque es importante para el progreso del Espíritu, es transitoria y pasajera. El papel que desempeñamos en una existencia corporal se termina con la muerte del cuerpo. Es pues, en el mundo espiritual que transcurre la verdadera vida, y en ella los disfraces no son posibles. (Obra citada, cap. XXIII, ítem 8.) 

D. ¿Cómo interpretar esta frase de Jesús: “No he venido a traer la paz, sino la división”?

¿Será posible que Jesús, la personificación de la dulzura y la bondad, haya dicho: “No he venido a traer la paz, sino la espada; he venido a separar al hijo del padre, a la esposa del esposo; vine a echar fuego en la Tierra y tengo prisa de que arda”?

¿No estarán esas palabras en contradicción flagrante con sus enseñanzas?

No; no hay contradicción en estas palabras que,  en verdad, dan testimonio de su gran sabiduría. Cuando Jesús dice: “No creáis que he venido a traer la paz, sino la división”, su pensamiento era éste: “No creáis que mi doctrina se establecerá pacíficamente; traerá luchas sangrientas, y tendrán mi nombre como pretexto, porque los hombres no me habrán comprendido, o no me habrán querido comprender. Los hermanos, separados por sus respectivas creencias, desenvainarán la espada el uno contra el otro y la división reinará en el seno de una misma familia, cuyos miembros no compartirán la misma creencia. Vine a echar fuego en la Tierra para limpiarla de los errores y los prejuicios, del mismo modo que se prende fuego un campo para destruir en él las malas hierbas, y tengo prisa de que el fuego se encienda para que la depuración sea más rápida, porque del conflicto saldrá triunfante la verdad. A la guerra sucederá la paz; al odio de los partidos, la fraternidad universal; a las tinieblas del fanatismo, la luz de la fe esclarecida. Entonces, cuando el campo esté preparado, os enviaré el Consolador, el Espíritu de Verdad, que vendrá a restablecer todas las cosas, es decir, que al dar a conocer el verdadero sentido de mis palabras, que los hombres más esclarecidos por fin podrán comprender, pondrá término a la lucha fratricida que divide a los hijos de un mismo Dios. Cansados, al final, de un combate sin resultados, que sólo trae consigo la desolación y la perturbación hasta el seno de las familias, los hombres reconocerán dónde están sus verdaderos intereses, en relación a este mundo y al otro. Verán de qué lado están los amigos y los enemigos de su tranquilidad. Todos entonces se pondrán bajo la misma bandera: la de la caridad, y las cosas serán restablecidas en la Tierra de acuerdo con la verdad y los principios que os he enseñado”.  (Obra citada, cap. XXIII, ítems 9, 10, 11 y 16.)  

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita