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Año 7 322 – 28 de Julio de 2013
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


La saludable influencia
de la enfermedad


Fue Léon Denis quien dijo que el dolor es ley de equilibrio y educación. Planeta de pruebas y expiaciones, la Tierra nos ofrece ejemplos innumerables de personas que enfrentan el dolor en sus múltiplos aspectos. El dolor de la pierda de un hijo, el dolor de la separación de quien se cambia para lejos, el dolor resultante de una enfermedad pertinaz… La manera es bien variada, pero eso no importa, porque, sea de una manera o de otra, el dolor es compartido por casi todo el mundo.  

En la obra “Y la Vida Continúa”, psicografada por Chico Xavier, André Luiz nos habla sobre el dolor en una de sus facetas y nos enseña como la enfermedad tiene el poder de cambiar el rumbo de nuestras preocupaciones. La obra relata las experiencias vividas por los personajes principales de la historia, Evelina Serpa y Ernesto Fantini, que padecían de la misma enfermedad.  

En un encuentro que tuviera con Evelina, unos días antes de la cirugía que los llevaría a la desencarnación, Ernesto le declaró: “Antes de la molestia, me reconocía seguro de la vida. Comandaba los acontecimientos, ni sabía, al menos, de la existencia de ése o de aquel órgano en mi cuerpo. Mientras tanto, un tumor en la suprarrenal no es un padecimiento. Tiene cualquier cosa de un fantasma anunciando contratiempos y obligándome a pensar, raciocinar, discernir…”  

Efectivamente, muchas personas sólo despiertan para las realidades espirituales cuando enfrentan situaciones parecidas con las de la pareja. La enfermedad de tratamiento difícil y cura incierta hace con que veamos las cosas de la Tierra con otros ojos. 

De la preocupación de Ernesto Fantini le surgió la curiosidad por asuntos relacionados con la vida espiritual y con la posibilidad del intercambio entre nosotros y los Espíritus. El tema lo absorbía de tal manera que Fantini no conseguía ahora hurtarse a la sed de estudio. 

En lo que se refiere al asunto muerte, que discutieron enseguida, él reveló no temerla tanto, pero Evelina admitió que no la deseaba, informando que, delante de la enfermedad, estaba viviendo de manera más cuidadosa y armonizada con los deberes religiosos.  

La conversación entre ellos prosiguió franca y respetuosa por más algún tiempo, hasta que se despidieron, volviendo a encontrarse semanas después, no en la esfera terrestre, pero en el mundo espiritual que nos aguarda a todos, una vez que no resistieron ante la virulencia de la enfermedad que los había acometido.    

Casos así son mucho más comunes de lo que se piensa y sería muy bueno que las personas, ciertas de la transitoriedad de la vida, no tuviesen de esperar la proximidad de la muerte para cuidar de las cosas del espíritu, cumpliendo desde temprano, a partir mismo de la juventud, la parte que les toca en la obra de la Creación, como nos es dicho en la cuestión 132 d’El Libro de los Espíritus, sin transferir para el futuro tareas que pueden muy bien ser realizadas o iniciadas en la presente existencia. 


 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita