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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 320 – 14 de Julio de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 26)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuál es nuestro deber ante la tarea de divulgación del Espiritismo?

B. Si muchos espíritas se desvían del buen camino, ¿qué señal nos permite reconocer a los que todavía están en la ruta correcta?

C. ¿A quién confiará Dios los puestos más difíciles en la gran obra de regeneración por el Espiritismo?

D. ¿Qué significa, en el sentido evangélico, la palabra profeta y quiénes son los falsos profetas?

Texto para la lectura

271. “Aquél que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y que enseñe a los hombres a quebrantarlos, será considerado como último en el reino de los cielos; pero aquél que los cumpla y los enseñe, grande será en el reino de los cielos.” (Mateo, cap. V, v. 19.) Son eternas las palabras de Jesús, porque son la verdad. Constituyen no sólo la salvaguardia de la vida celestial sino también la garantía de la paz, la tranquilidad y la estabilidad en las cosas de la vida terrena. He ahí por qué todas las instituciones humanas, políticas, sociales y religiosas, que se apoyen en esas palabras serán estables como la casa construida sobre la roca. (Cap. XVIII, ítems 8 y 9)

272. “Si fueseis ciegos – dijo Jesús -, no tendríais pecado.” Con esto, Jesús quiso decir que la culpabilidad está en razón de las luces que la criatura posea. Ahora bien, los fariseos que tenían la pretensión de ser, y lo eran, los más esclarecidos de su nación, se mostraban más culpables a los ojos de Dios que el pueblo ignorante. Lo mismo sucede hoy. A los espíritas, pues, se les pedirá mucho porque han recibido mucho; pero también, a los que hayan aprovechado, les será dado mucho. El Espiritismo viene a multiplicar el número de los llamados. Por la fe que da, multiplicará también el número de los escogidos. (Cap. XVIII, ítem 12) 

273. “Tened mucho cuidado con lo que oís, porque usarán con vosotros la misma medida que hayáis usado para medir a otros, e incluso se os añadirá; porque, al que ya tiene se le dará y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.” (Marcos, cap. IV, vv. 24 y 25.) No es Dios el que quita a aquél que recibió poco: es el mismo Espíritu que, por ser pródigo y descuidado, no sabe conservar lo que tiene y aumentar el óbolo que cayó en su corazón. Aquél que no cultiva el campo que su padre le dejó en herencia, lo ve cubrirse de hierbas parásitas. ¿Es su padre quien le quita las cosechas que él no quiso preparar? (Cap. XVIII, ítems 14 y 15, un Espíritu amigo)

274. ¿Bastará decir: “Soy cristiano”, para que alguien sea un seguidor de Cristo? Buscad a los verdaderos cristianos y los reconoceréis por sus obras. (Cap. XVIII, ítem 16, Simeón)

275. La fe sincera y verdadera es siempre serena; da la paciencia que sabe esperar, porque al tener su punto de apoyo en la inteligencia y en la comprensión de las cosas, tiene la certeza de alcanzar el objetivo deseado. La fe dudosa siente su propia debilidad; cuando es estimulada por el interés, se vuelve furibunda y cree suplir la fuerza que le falta con la violencia. La calma en la lucha es siempre una señal de fuerza y de confianza; la violencia, por el contrario, denota debilidad y falta de confianza en sí mismo. (Cap. XIX, ítem 3)

276. No se debe confundir la fe con la presunción. La verdadera fe se aviene con la humildad. Aquél que la posee deposita su confianza más en Dios que en sí mismo, porque sabe que, siendo un simple instrumento de la voluntad divina, nada puede sin Dios. Por esta razón es que los buenos Espíritus vienen en su ayuda. La presunción es más orgullo que fe, y el orgullo es siempre castigado, tarde o temprano, por la decepción y los castigos que se le infligen. (Cap. XIX, ítem 4).  

277. Se dice vulgarmente que la fe no se obliga. Sin duda, la fe no se ordena ni, lo que es aún más cierto, se impone. No; ella se adquiere y no hay nadie que esté impedido de poseerla, incluso entre los más refractarios. (Cap. XIX, ítem 7.)

278. En algunas personas, la fe parece de algún modo innata; basta una chispa para desarrollarla. Esa facilidad para asimilar las verdades espirituales es una señal evidente del progreso anterior. En otras personas, al contrario, penetran con dificultad, señal no menos evidente de una naturaleza retrasada. Los primeros creyeron ya y comprendieron; traen al renacer la intuición de lo que sabían. (Cap. XIX, ítem 7.)   

279. La fe necesita una base, y esta base es la comprensión perfecta de aquello que se debe creer. Y para creer, no basta ver; es necesario, sobre todo, comprender. La fe ciega ya no es de este siglo, tanto así que precisamente el dogma de la fe ciega produce hoy en día el mayor número de incrédulos, porque pretende imponerse, exigiendo la abdicación de una de las más preciosas prerrogativas del hombre: el razonamiento y el libre albedrío. (Cap. XIX, ítem 7.)

280. “Pedro, acordándose de lo que había dicho Jesús, dijo: Maestro, mira cómo se secó la higuera que maldijiste. Jesús, tomando la palabra, les dijo: Tened fe en Dios. En verdad os digo que aquél que dijera a esta montaña: Quítate de allí y lánzate al mar, pero sin dudas en su corazón, y por el contrario creyendo firmemente que todo lo que haya dicho sucederá, verá que en efecto, sucede.” (Marcos, cap. XI, vv. 20 a 23.) La higuera que se secó es el símbolo de los que sólo aparentan inclinación al bien pero que, en realidad, nada de bueno producen; de los oradores que tienen más brillo que solidez, cuyas palabras tienen un barniz superficial, de manera que agradan a los oídos pero sin que revelen, cuando son escuchadas, algo sustancial para los corazones. (Cap. XIX, ítems 8 y 9.)

281. La higuera seca simboliza también a todos los que, teniendo los medios para ser útiles, no lo son; a todas las utopías, todos los sistemas vacíos, todas las doctrinas carentes de una base sólida. Lo que más a menudo falta es la fe verdadera, la fe fértil, la fe que conmueve las fibras del corazón, en una palabra, la fe que mueve montañas. (Cap. XIX, ítem 9.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuál es nuestro deber ante la tarea de divulgación del Espiritismo?

“Id y predicad la palabra divina”, he ahí la invitación-desafío propuesta a los espíritas. Ha llegado la hora en que debemos sacrificar, para la divulgación del Espiritismo, nuestros hábitos, nuestros trabajos, nuestras ocupaciones fútiles. En esta tarea estarán con nosotros los Espíritus elevados. Es necesario regar con nuestro sudor el terreno que tendremos que sembrar. Llevemos la palabra divina a los grandes que la despreciarán, a los sabios que exigirán pruebas, a los pequeños y sencillos que la aceptarán, porque principalmente entre los mártires del trabajo encontraremos el fervor y la fe. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. XX, ítem 4.)

B. Si muchos espíritas se desvían del buen camino, ¿qué señal nos permite reconocer a los que todavía están en la ruta correcta?

Respondiendo a esta pregunta, Erasto dijo: “Los reconoceréis por los principios de la verdadera caridad que ellos enseñarán y practicarán. Los reconoceréis por el número de afligidos que habrán consolado; los reconoceréis por su amor al prójimo, por su abnegación, por su desinterés personal; los reconoceréis, en fin, por el triunfo de sus principios, porque Dios quiere el triunfo de su ley; los que siguen su ley son sus elegidos y Él les dará la victoria; pero destruirá a aquellos que falsean el espíritu de esa ley y hacen de ella un medio para satisfacer su vanidad y su ambición”. (Obra citada, cap. XX, ítem 4.)

C. ¿A quién confiará Dios los puestos más difíciles en la gran obra de regeneración por el Espiritismo?

Según el Espíritu de Verdad, ¡dichosos serán los que hayan trabajado en el campo del Señor con desinterés y sin otro móvil que la caridad! Sus jornadas de trabajo serán pagadas el céntuplo de lo que hubieran esperado. Dichosos los que hayan dicho a sus hermanos: Trabajemos juntos y unamos nuestros esfuerzos, a fin de que cuando llegue el Señor, encuentre la obra terminada”, porque el Señor les dirá: “Venid a mí, vosotros que sois buenos servidores, vosotros que supisteis imponer silencio a vuestros celos y discordias, a fin de que esto no perjudique la obra”. Pero, ¡ay de aquellos que por sus disensiones, hayan retrasado la hora de la cosecha, porque la tempestad vendrá y ellos serán arrastrados por el torbellino! A los que no retrocedan ante sus tareas, el Señor les confiará los puestos más difíciles en la gran obra de regeneración por el Espiritismo. Entonces, se cumplirán estas palabras: “Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros en el reino de los cielos”. (Obra citada, cap. XX, ítem 5.)

D. ¿Qué significa, en el sentido evangélico, la palabra profeta y quiénes son los falsos profetas?

Se atribuye comúnmente a los profetas el don de adivinar el futuro, de manera que las palabras profecía y predicción se volvieron sinónimas. En el sentido evangélico, el vocablo profeta tiene una significación más amplia. Se llama así a todo enviado de Dios con la misión de instruir a los hombres y revelarles las cosas ocultas y los misterios de la vida espiritual. Un hombre, pues, puede ser profeta sin hacer predicciones.

Los falsos profetas son aquellos que así se llaman a sí mismos, sin tener condiciones para ello. Los falsos profetas no sólo se encuentran entre los encarnados. Los hay también, y en mucho mayor número,  entre los Espíritus orgullosos que, aparentando amor y caridad, siembran la desunión y retrasan la obra de la emancipación de la Humanidad, lanzándole sus sistemas absurdos, después de haber hecho que sus médiums los acepten. Y, para fascinar mejor a aquellos que desean engañar, para dar más peso a sus teorías, se apropian sin escrúpulo de nombres que los hombres pronuncian sólo con respeto.

Son ellos los que esparcen el fermento de los antagonismos entre los grupos, que les inducen a aislarse los unos de los otros, y a mirarse con precaución. Sólo esto bastaría para desenmascararlos, porque procediendo así, son los primeros en dar el más formal desmentido a sus pretensiones. Ciegos, pues, son los hombres que se dejan caer en tan grosero embuste.

Debemos rechazar sin condescendencia a todos esos Espíritus que se presentan como consejeros exclusivos, predicando la división y el aislamiento. Son casi siempre Espíritus vanidosos y mediocres que buscan imponerse a los hombres débiles y crédulos, prodigándoles alabanzas exageradas, a fin de fascinarlos y tenerlos dominados. Generalmente, son Espíritus sedientos de poder y que, déspotas públicos o domésticos cuando vivían, quieren aún tener víctimas para tiranizar después de haber muerto. En general, desconfiad de las comunicaciones que tienen un carácter de misticismo y de rareza. Hay siempre en estos casos, un motivo legítimo de sospecha. Estemos seguros de que cuando una verdad debe ser revelada a los hombres es, por así decirlo, comunicada instantáneamente a todos los grupos serios que disponen de médiums también serios, y no a tal o cual, con exclusión de los demás. (Obra citada, cap. XXI, ítems 4 y 10)  

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita