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Año 7 316 – 16 de Junio de 2013
ANTONIO AUGUSTO NASCIMENTO     
acnascimento@terra.com.br    
Santo Ângelo, RS (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Antonio Augusto Nascimento

Pablo y Santiago:
La Ética de la Alteridad


“Soportándoos unos a los otros, y perdonándoos unos a los otros, si alguno tenéis queja contra otro; así como Cristo os perdonó, así haced vosotros también. Y, sobre todo esto, os revestí de caridad, que es el vínculo
de la perfección.” Cl 3,13-14

 
Una seria crisis se abatió sobre el movimiento cristiano de los primeros días. Santiago y varios seguidores eran partidarios de la circuncisión apoyados en la ley mosaica, mientras Pablo y otros defendían la total independencia del Evangelio.  

La circuncisión era un rito exterior, una “señal de pacto”, a ser puesto en todos los descendientes masculinos de Abrahán, a fin de quedar como memorial de la Alianza que Yahvé, así, establecía con su pueblo. Significaba un compromiso tanto con el pueblo de Israel, como con el propio Dios de Israel. Rechazar la circuncisión resultaba ser “expulsado” de su pueblo (Gn 17,10-14). Los extranjeros que desearan entrar en la comunión con el pueblo de Israel y con su Dios, así como celebrar la Pascua y participar de otras bendiciones, tenían que someterse a este rito, la circuncisión, cualquiera que fuera su edad (Gn 34,14-17, 22; P.ej 12, 48). La circuncisión fue hecha un requisito obligatorio de la ley mosaica. “Y, el octavo día, se circuncidará al niño la carne de su prepucio” (Lv 12,13). Eso era tan importante que, si el octavo día cayera en el altamente respetado Sábado, aun así se debía realizar la circuncisión (Jo 7, 22-23). Juan el Bautista, Jesús y Pablo fueron circuncidados al “octavo día” (Lc 1,59; 2, 21; Fl 3, 5).

Pablo comprendió la cuestión con rara profundidad y mantuvo viva una preocupación, observando las polémicas que surgían en torno a ese asunto, así como de los alimentos puros e impuros, y la determinación de los judíos cristianos de no sentarse a la mesa de comidas comunes con los cristianos griegos, ni frecuentarles los hogares. Como él temía, el problema amenazaba de ruptura la comunidad cristiana y colocaba en peligro el trabajo que venía realizando entre los gentíos. (1)

Los hermanos de Jerusalén, que nunca habían salido de su tierra y no comprendían la situación de los gentiles, no consideraban los conversos del gentilismo como verdaderos cristianos, afirmando que no podrían haber sido aceptados sin antes admitir la ley mosaica.

Esa cuestión no preocupaba a los judíos convertidos, tampoco los prosélitos (2) convertidos. Sin embargo, en la comunidad de Antioquia, que era constituida, en su gran mayoría, por cristianos con origen en el paganismo (3), cuyos lazos con el judaísmo eran muy débiles, surgían serias dificultades.

Jesús hubo prometido perfeccionar la Ley - Para estos, se sujetaron al rito de la circuncisión o los  rituales de la ley mosaica se constituía en fardo inaceptable, reduciendo la experiencia de la libertad cristiana a la estrechez de la sinagoga y negando la universalidad del mensaje de salvación de Jesús.

Había por detrás de todo eso un grave y doble problema, uno de cuño religioso, otro de carácter social. Si continuaba así, tendríamos cristianos de primera clase o cristianos enteros y medio-cristianos, creando en el cristianismo naciente dos agrupaciones: uno interior y otro exterior. La visión judaizante, concentrada en Jerusalén y liderada por Santiago, afirmaba que Jesús hubo nacido bajo la Ley de Moisés, y que había dicho no haber venido a anularla, sino a darle cumplimiento, así como había afirmado que ella se cumpliría hasta la última tilde y el último iota (4) (Mt 5, 17-18).

Se olvidaban de que Jesús había prometido perfeccionar la Ley y que en muchos pasajes se expresó así: “Los antiguos decían... pero yo os digo” (Mt 5, 21-22; Jo 8).

Emmanuel rescata y aclara esos momentos en su magnífica obra Pablo y Esteban, presentándonos en el capítulo V - Luchas por el Evangelio – las discusiones más críticas y decisivas, las cuales nos traen excelente material de reflexión y aprendizaje a nosotros que buscamos estar preparados para los episodios de crisis que ocurren en nuestras vidas y aún, en el seno de las instituciones espíritas, entre sus trabajadores.

Las reuniones espíritas ofrecen grandísimas ventajas, por permitir que los que en ella toman parte se esclarezcan, mediante el intercambio de ideas, por las cuestiones y observaciones que se hagan, de las cuales todos aprovechan. Pero, para que produzcan todos los frutos deseables, requieren condiciones especiales, que vamos a examinar, por cuanto erraría quien la comparase a las reuniones ordinarias.” (El Libro de los Médiums – cap. XXIX – ítem 324.)

La propuesta de estos informes simples es identificarnos en los embates entre los pensamientos de Santiago y Pablo, con la mediación de Simón Pedro, la ética de la alteridad.

Ética, según el diccionario Aurélio Buarque de Holanda, es el conjunto de normas y principios que guían la buena conducta humana; estudio de los juicios de apreciación referentes a la conducta humana, del punto de vista del bien y del mal.

El desafío de convivir con quien piensa diferente - Alteridad es la calidad o naturaleza de que es otro, diferente. Podemos entender que alteridad es colocarse en el lugar del otro en una relación interpersonal, con consideración, valorización, identificación, y dialogar con el otro. El ejercicio de la alteridad se aplica a las relaciones tanto entre individuos como entre grupos culturales religiosos, científicos, étnicos etc. Por lo tanto, el establecimiento de una relación de paz con los diferentes, la capacidad de convivir bien con la diferencia de la cual el otro es portador, eso es la ética de la alteridad.

La práctica de la alteridad se conduce de la diferencia a la suma en las relaciones interpersonales entre los seres humanos.

Alteridad es una palabra que viene ganando uso acentuado en los medios sociales del siglo XXI, sin embargo la palabra en sí no sirve para nada, si no fuera acompañada de la práctica.

“Porque, si sólo amarais a los que os aman, ¿cual será vuestra recompensa? ¿No proceden así también los publícanos? Si sólo a vuestros hermanos saludáis, ¿que es lo que con eso hacéis más que los otros? ¿No hacen otro tanto los paganos?” (Mt 5, 46-47 – El Evangelio Según el Espiritismo, Cap. XII – ítem 1.)

El desafío de convivir con los que piensan diferente de nosotros, con los contrarios, y aprender a respetarlos y amarlos en su diversidad, constituye, aún y significativamente, un desafío ético en los centros espíritas y para sus dirigentes y colaboradores.

Para eso no necesitamos desistir de nuestra visión y de defenderla, como vemos en Pablo y Esteban, en la página 471, durante la discusión de Bernabé y Pablo:

“El ambiente se hubo cargado de nerviosismo. Los gentiles de Antioquia miraban al orador, enternecidos y agradecidos. Los simpatizantes del farisaísmo, al contrario, no escondían su rencor, en base a aquel coraje casi audaz. En ese instante, con ojos inflamados por sentimientos indefinibles, Bernabé tomó la palabra, en cuanto el orador hacía una pausa, y consideró:

— Pablo, soy de los que lamentan tu actitud en este paso. ¿Con qué derecho podrás atacar la vida pura del continuador de Cristo Jesús?

La charla del ex-rabino era ruda y franca - Eso, lo inquiría él en tono altamente conmovedor, con la voz embargada de lágrimas. Pablo y Pedro eran sus mejores y más queridos amigos.

Lejos de impresionarse con la pregunta, el orador respondió con la misma franqueza:

— Tengo, sí, un derecho: — el de vivir con la verdad, el de abominar la hipocresía, y, lo que es más sagrado — el de salvar el nombre de Simón de las arremetidas farisaicas, cuyas sinuosidades conozco, por constituir la vorágine oscura de donde pude salir para las claridades del Evangelio de la redención.

La charla del ex-rabino continuó ruda y franca. De cuando en cuando, Bernabé surgía con un aparte, haciendo la contienda más reñida.

Sin embargo, en todo el curso de la discusión, la figura de Pedro era la más impresionante por la augusta serenidad del semblante tranquilo.”

Las diferencias entre los posicionamientos no deben ser, necesariamente, rotuladas de defectos o que sirvan de referencias para causar la indiferencia o la criba, solamente porque no comprendemos las elecciones y la trayectoria del otro, lo que ciertamente conseguiremos ecuacionar mejor al adquirir la ética de la alteridad.

Por la relación de alteridad es posible establecer una relación pacífica y constructiva con los diferentes, en la medida en que se identifique, entienda y aprenda a aprender con el contrario.

Para que el proceso de aprendizaje de la alteridad ocurra, con todo, debemos atentar para algunos aspectos de las diferencias:

a)   Identificación – para eso debemos eliminar cualquier prejuicio y atener en la real identificación de los posicionamientos del otro, sabiendo que dependen de su estructura psíquica, formada a lo largo de las múltiples experiencias de esta y de otras vidas;

b)  Comprensión – busquemos entender las razones conscientes e, incluso, las inconscientes (miedos, anhelos y motivaciones), para que no hagamos evaluaciones superficiales o definitivas y cerradas, que impidan de ampliar la comprensión de la postura del otro y de la diferencia identificada;

c)   Aprendizaje – esta fase nos permite la accesibilidad mutua, la receptividad a los sentimientos del otro, facultándonos una relación de aprendizaje y la aproximación por los aspectos que nos unen, permitiendo que la aclaración y la madurez por las experiencias vividas a lo largo del tiempo nos traigan la sabiduría.

Pedro tenía delante de sí un dilema difícil - Podemos aprender mucho sobre la identificación de las diferencias en este relato de Emmanuel sobre los pensamientos de Simón Pedro:

“En aquellos rápidos instantes, el Apóstol galileo consideró la sublimidad de su tarea en el campo de batalla espiritual, por las victorias del Evangelio. De un lado estaba Santiago, cumpliendo una elevada misión junto al judaísmo; de sus actitudes conservadoras surgían incidentes felices para el mantenimiento de la iglesia de Jerusalén, erguida como un punto inicial para la cristianización del mundo; de otro lado estaba la figura poderosa de Pablo, el amigo sin temor de los gentiles, en la ejecución de una tarea sublime; de sus actos heroicos derivaba toda una torrente de iluminación para los pueblos idólatras. ¿Cuál es el mayor a sus ojos de compañero que había convivido con el Maestro y de él hubo recibido las más altas lecciones? En aquella hora, el ex-pescador rogó a Jesús le concediera la inspiración necesaria para la fiel observancia de sus deberes.”

Pedro también nos ayuda en la experiencia del entendimiento del otro:

“Era preciso ser justo, sin parcialidad o falsa inclinación, El Maestro hubo amado a todos, indistintamente. Hubo Repartido los bienes eternos con todas las criaturas. A su mirar compasivo y magnánimo, gentiles y judíos eran hermanos. Experimentaba, ahora, una singular claridad para examinar conscientemente las circunstancias. Debía amar a Santiago por su cuidado generoso con los israelitas, así como a Pablo de Tarso por su dedicación extraordinaria a todos cuantos no conocían la idea del Dios justo.

El ex-pescador de Cafarnaún notó que la mayoría de la asamblea le dirigía curiosas miradas. Los compañeros de Jerusalén dejaban percibir cólera íntima, en la extrema palidez del rostro. Todos parecían convocarlo a la discusión. Bernabé tenía los ojos rojos de llorar y Pablo parecía cada vez más franco, fustigando la hipocresía con su lógica fulminante. El Apóstol preferiría el silencio, de modo a no perturbar la fe ardiente de cuantos se agrupaban en la iglesia bajo las luces del Evangelio; midió la extensión de su responsabilidad en aquel minuto inolvidable. Encolerizarse sería negar los valores de Cristo y perder sus obras; inclinarse para Santiago sería la parcialidad; dar absoluta razón a los argumentos de Pablo no sería justo. Buscó incorporar en la mente las enseñanzas del Maestro y recordó la inolvidable sentencia: — el que desease ser el mayor fuera el siervo de todos. Ese precepto le proporcionó inmenso consuelo y gran fuerza espiritual.”

Pedro entonces se levantó y pidió la palabra - El aprendizaje de la alteridad demostrado por Pedro, a lo largo de los años, fue determinante para el ecuacionamiento de la cuestión fundamental:

“Cuando el ex-pescador reconoció que las divergencias proseguirían indefinidamente, se levantó y pidió la palabra, haciendo la generosa y sabia exhortación de que los Actos de los Apóstoles (capítulo 15º, versículos 7 y 11) ofrecen noticia:

—   Hermanos — comenzó Pedro, enérgico y sereno —, bien sabéis que, de hace mucho, Dios nos eligió para que los gentiles oyeran las verdades del Evangelio y creyeran en su Reino.

El Padre, que conoce los corazones, dio a los circuncisos y a los incircuncisos la palabra del Espíritu Santo. El día glorioso del Pentecostés las voces hablaron en la plaza pública de Jerusalén, para los hijos de Israel y de los paganos. El Todo-Poderoso determinó que las verdades fueran anunciadas indistintamente. Jesús afirmó que los cooperadores del Reino llegarían del Oriente y del Occidente. No comprendo tantas controversias, cuando la situación es tan clara a nuestros ojos.

El Maestro ejemplificó la necesidad de armonización constante: charlaba con los doctores del Templo; frecuentaba la casa de los publícanos; tenía expresión de buen ánimo para todos los que se frustraban de esperanza; aceptó el último suplicio entre los ladrones. ¿Por qué motivo debemos guardar una pretensión de aislamiento de aquellos que experimentan la necesidad mayor? Otro argumento que no deberemos olvidar es el de la llegada del Evangelio al mundo, cuando ya poseíamos la Ley. Si el Maestro nos lo trajo, amorosamente, con los más pesados sacrificios, ¿sería justo enclaustrarnos en las tradiciones convencionales, olvidando el campo de trabajo? ¿No mandó Cristo que predicáramos la Buena Nueva a todas las naciones? Claro que no podremos despreciar el patrimonio de los israelíes. Tenemos que amar a los hijos de la Ley, que somos nosotros, la expresión de profundos sufrimientos y de elevadas experiencias que nos llegan al corazón a través de cuantos precedieron a Cristo, en la tarea milenaria de preservar la fe en el Dios único; pero ese reconocimiento debe inclinar nuestra alma para el esfuerzo en la redención de todas las criaturas.

La alteridad nos enseña a tratar bien a todos - Abandonar el gentío a la propia suerte sería crear un duro cautiverio, en vez de practicar aquel amor que borra todos los pecados. Es por el hecho de mucho comprender a los judíos y de mucho estimar los preceptos divinos, que necesitamos establecer la mejor fraternidad con el gentío, convirtiéndolo en elemento de fructificación divina. Creemos que Dios nos purifica el corazón por la fe y no por las ordenanzas del mundo. Si hoy rendimos gracias por el triunfo glorioso del Evangelio, que instituyó nuestra libertad, ¿cómo imponer a los nuevos discípulos un yugo que, íntimamente, no podemos soportar? Supongo, entonces, que la circuncisión no deba constituir un acto obligatorio para cuantos se conviertan al amor de Jesucristo, y creo que sólo nos salvaremos por el favor divino del Maestro, extendido generosamente a nosotros y a ellos también.”

Podemos aprender mucho con esos embates entre Pablo y Santiago en las “Luchas por el Evangelio” y, principalmente, con el seguro y experto liderazgo de Simón Pedro.

“La exhortación del ex-pescador daba margen a numerosas interpretaciones; si hablaba en el respeto amoroso a los judíos, se refería también a un yugo que no podía soportar. Nadie, sin embargo, osó negarle la prudencia y buen sentido indudables. (...) Había en todo, ahora, una nota de satisfacción general. Las observaciones de Pedro calaron hondo en todos los compañeros.”

No nos olvidemos de que no tenemos mérito ninguno en tratar bien a quién nos trata bien también, pero sí en tratar bien a quién no nos trata bien. Por la relación de alteridad es posible que tratemos bien a todos, independientemente de cómo nos tratan. El crecimiento es eminente cuando lidiamos con aquellos que piensan, sienten y obran diferente de la gente, en una relación de alteridad.

Solamente alcanzaremos la alteridad si nos dispusiésemos a, delante del diferente, parar, mirar, oír con atención, ponderar con calma y, solamente, después de eso, actuar con equilibrio y determinación, siempre apoyados en el bueno sentido y en la fe razonada a la luz del Consolador Prometido.                    

Notas: 

(1) Gentios: povos ou nações não israelitas.

(2) Prosélito: converso, isto é, alguém que abraçou o judaísmo, sendo circuncidado, se homem.

(3) Paganismo: é um termo geral, normalmente usado para se referir a tradições religiosas politeístas.

(4) Iota: é a nona letra do alfabeto grego.
 

Fontes

XAVIER, Francisco Cândido. Paulo e Estêvão. Pelo Espírito Emmanuel.  36.ed. Rio de Janeiro:FEB, 2001. cap. V.

KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 112. ed. Rio [de Janeiro]:FEB, 1996. cap. III – item 2.

KARDEC, Allan. O Livro dos Médiuns. ed. 112. ed. Rio [de Janeiro]:FEB, cap. XXIX. item 324.



 


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