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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 315 – 9 de Junio de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 21)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuáles son las cualidades de la caridad según Pablo de Tarso?

B. ¿Cuáles son los errores que existen en las máximas “Fuera de la Iglesia no hay salvación” y “Fuera de la verdad no hay salvación”?

C. ¿Por qué Pablo de Tarso dice en su mensaje sobre la caridad que los destinos del hombre en la Tierra y en el Cielo están contenidos en la máxima “Fuera de la caridad no hay salvación”?

D. ¿Cuál es el significado de la parábola de los talentos?

Texto para la lectura

219. No es el padre quien crea el Espíritu de su hijo; él sólo le provee la envoltura corpórea, pero le corresponde cooperar en el desarrollo intelectual y moral de su hijo para hacerlo progresar. Los que encarnan en una misma familia, sobre todo como parientes cercanos, son muchas veces Espíritus simpáticos unidos por relaciones anteriores, que se manifiestan mediante por su afecto recíproco en la vida terrestre. (Cap. XIV, ítem 8)

220. Pero también puede suceder que esos Espíritus sean completamente extraños los unos a los otros, alejados entre sí por antipatías igualmente anteriores, que se traducen en la Tierra por un antagonismo mutuo que les sirve de prueba. No son los lazos de la consanguinidad los verdaderos lazos de familia y sí los de la simpatía y la comunión de pensamientos, los que ligan a los Espíritus antes, durante y después de sus encarnaciones. (Cap. XIV, ítem 8)

221. Fue eso lo que Jesús quiso hacer comprender, al decir a sus discípulos: Aquí están mi madre y mis hermanos, es decir, mi familia por los lazos del Espíritu, porque todo aquél que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos es mi hermano, mi hermana y mi madre. (Cap. XIV, ítem 8)

222. ¡Oh espíritas! Comprended ahora el gran papel de la Humanidad; comprended que cuando producís un cuerpo, el alma que en él encarna viene del espacio para progresar; enteraos de vuestros deberes y poned todo vuestro amor en acercar esa alma a Dios; tal es la misión que se os ha confiado y cuya recompensa recibiréis, si la cumplís fielmente. (Cap. XIV, ítem 9, San Agustín)

223. Recordad que a cada padre y a cada madre Dios preguntará: ¿Qué hicisteis del hijo confiado a vuestra custodia? Si por vuestra culpa él se quedó retrasado, tendréis como castigo el verle entre los Espíritus que sufren, cuando de vosotros dependía que fuese dichoso. Entonces, vosotros mismos, asediados por los remordimientos, pediréis que os sea concedido reparar vuestra falta; solicitaréis para vosotros y para él otra encarnación en la que lo rodearéis de mejores cuidados y en la que él, lleno de reconocimiento, os retribuirá con su amor. (Cap. XIV, ítem 9, San Agustín)

224. ¡Madres! Abrazad al hijo que os da disgustos y decíos a vosotras mismas: Uno de nosotros dos es culpable. Haceos merecedoras de los goces divinos que Dios concedió a la maternidad, enseñando a vuestros hijos que ellos están en la Tierra para perfeccionarse, amar y bendecir. (Cap. XIV, ítem 9, San Agustín)

225. La tarea no es tan difícil como os puede parecer. No exige la sabiduría del mundo. Puede desempeñarla tanto el ignorante como el sabio, y el Espiritismo le facilita su realización dándole a conocer la causa de las imperfecciones del alma humana. Desde pequeño, el niño manifiesta los instintos buenos y los malos que trae de su existencia anterior. Los padres deben dedicarse a estudiarlos. Todos los males se originan en el egoísmo y el orgullo. Observen, pues, los padres los menores indicios que revelen el germen de tales vicios y dedíquense a combatirlos sin esperar que echen raícen profundas. Hagan como el buen jardinero, que corta los brotes defectuosos a medida que los ve despuntar en el árbol. Si dejaran desarrollar el egoísmo y el orgullo, no se espanten de ser más tarde pagados con la ingratitud. (Cap. XIV, ítem 9, San Agustín)

226. “Maestro – le preguntó un doctor de la ley - ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Jesús le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu espíritu. Este es el mayor y el primer mandamiento. Y he aquí el segundo, que es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la ley y los profetas están contenidos en estos dos mandamientos.” (Mateo, cap. XXII, vv. 34 a 40.) Caridad y humildad, tal es el único camino de la salvación. Egoísmo y orgullo, tal es el de la perdición. Este principio está formulado en la respuesta dada por Jesús al doctor de la ley, del que se deduce que no podemos amar verdaderamente a Dios sin amar al prójimo, ni amar al prójimo sin amar a Dios. (Cap. XV, ítems 4 y 5)

227. Paulo de Tarso, en sus consideraciones sobre la caridad, la coloca, sin equívoco, por encima incluso de la fe. Es porque la caridad está al alcance de todo el mundo y es independiente de cualquier creencia particular. Y hace más: define la verdadera caridad, la muestra no sólo en la beneficencia sino también en el conjunto de todas las cualidades del corazón, en la bondad y en la benevolencia para con el prójimo. (Cap. XV, ítem 7)

228. La máxima “Fuera de la caridad no hay salvación” consagra el principio de la igualdad ante Dios y de la libertad de conciencia. Teniéndola por norma, todos los hombres son hermanos y cualquiera que sea la manera de adorar al Creador, se tienden la mano y oran los unos por los otros. Con el dogma “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, se lanzan al anatema, se persiguen recíprocamente y viven como enemigos; el padre no ruega por su hijo, ni el hijo por su padre, ni el amigo por su amigo. Es, pues, un dogma esencialmente contrario a las enseñanzas de Cristo y a la ley evangélica. (Cap. XV, ítem 8)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuáles son las cualidades de la caridad según Pablo de Tarso?

Pablo de Tarso, además de colocar la caridad por encima de la fe y la esperanza, la definió de manera muy clara, mostrándola no sólo en la beneficencia, sino también en el conjunto de todas las cualidades del corazón, en la bondad y en la benevolencia para con el prójimo. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo XV, ítems 6 y 7.)

B. ¿Cuáles son los errores que existen en las máximas “Fuera de la Iglesia no hay salvación” y “Fuera de la verdad no hay salvación”?

El dogma – Fuera de la Iglesia, no hay salvación – no se apoya en la fe fundamental en Dios y en la inmortalidad del alma, fe común a todas las religiones, sino en una fe especial en dogmas particulares y, por esto, es exclusivo y absoluto. Este es su error.

Lejos de unir a los hijos de Dios, los separa; en vez de incitarlos al amor de sus hermanos, fomenta y sanciona la irritación entre los sectarios de los diferentes cultos que recíprocamente se consideran como malditos en la eternidad, aunque estos sectarios sean parientes y amigos. Con el dogma Fuera de la Iglesia no hay salvación, ellos se lanzan al anatema, se persiguen recíprocamente y viven como enemigos; el padre no ruega por su hijo, ni el hijo por su padre, ni el amigo por su amigo, puesto que mutuamente se consideran condenados sin salvación. Es, pues, un dogma esencialmente contrario a las enseñanzas de Cristo y a la ley evangélica.

La máxima Fuera de la verdad no hay salvación equivale a Fuera de la Iglesia no hay salvación, y sería igualmente exclusiva, porque no existe una sola secta que no pretenda tener el privilegio de la verdad. ¿Qué hombre se puede vanagloriar de poseerla por completo, cuando el ámbito de los conocimientos se amplía incesantemente y todos los días se rectifican las ideas? La verdad absoluta sólo es patrimonio de los Espíritus del orden más elevado y la Humanidad terrena no podría pretender poseerla, porque no le es dado saberlo todo. Ella sólo puede aspirar a una verdad relativa y proporcionada a su adelantamiento. Si Dios hubiera hecho de la posesión de la verdad absoluta la condición expresa de la felicidad futura, habría pronunciado una sentencia de proscripción general, mientras que la caridad, incluso en su más amplia acepción, pueden practicarla todos.  

El Espiritismo, de acuerdo con el Evangelio, al admitir la salvación para todos, independiente de cualquier creencia, siempre que la ley de Dios sea observada, no dice: Fuera del Espiritismo no hay salvación; y como no pretende enseñar aún toda la verdad, tampoco dice: Fuera de la verdad no hay salvación, puesto que esta máxima dividiría en vez de unir y perpetuaría los antagonismos. (Obra citada, capítulo XV, ítems 8 y 9.)

C. ¿Por qué Pablo de Tarso dice en su mensaje sobre la caridad que los destinos del hombre en la Tierra y en el Cielo están contenidos en la máxima “Fuera de la caridad no hay salvación”?

El mismo Pablo explicó qué quiso decir con tal frase, al agregarle estas palabras: en la Tierra, porque a la sombra de este estandarte ellos vivirán en paz; en el cielo, porque los que la hayan practicado encontrarán gracia ante el Señor.

Esta divisa es, según Pablo, la antorcha celeste, la columna luminosa que guía al hombre en el desierto de la vida, conduciéndolo a la Tierra Prometida. Ella brilla en el cielo como una aureola santa en la frente de los elegidos, y en la Tierra está grabada en el corazón de aquellos a quienes Jesús dirá: Pasad a la derecha, benditos de mi Padre. Nada expresa con más exactitud el pensamiento de Jesús, nada resume mejor los deberes del hombre, que esta máxima de orden divino. El Espiritismo no podría probar mejor su origen, que presentándola como norma, puesto que ella es un reflejo del más puro Cristianismo. (Obra citada, capítulo XV, ítem 10.)

D. ¿Cuál es el significado de la parábola de los talentos?

Al destacar la fidelidad de los siervos que supieron multiplicar los talentos recibidos, el Señor hace, en la parábola en cuestión, una seria advertencia expresada en esta frase: “Se dará al que ya tiene y se quitará al que no tiene”, la cual recibe la siguiente explicación de un benefactor espiritual:

Aquél que tiene, es decir, recibió, es el que posee el sentido de la palabra divina; la recibió sólo porque trató de hacerse digno de ella y porque el Señor, en su amor misericordioso, alienta los esfuerzos que tienden hacia el bien. Sostenidos, perseverantes, esos esfuerzos atraen la gracia del Señor; son un imán que atrae hacia sí lo que es progresivamente mejor, las gracias abundantes que nos hacen fuertes para ascender la montaña santa, en cuya cima está el reposo que sigue al trabajo.

“Se quitará al que no tiene, o tiene poco”. Se trata de una antítesis figurada. Dios no retira a sus criaturas el bien que se haya dignado hacerles. No es Dios el que quita a aquél que ha recibido poco: es el mismo Espíritu que, por pródigo y descuidado, no sabe conservar lo que tiene y aumentar, fecundándolo, el óbolo que cayó en su corazón.

Aquél que no cultiva el campo que su padre ganó con su trabajo, y que a él le tocó en herencia, lo ve cubrirse de hierbas parásitas. ¿Es su padre quien le quita las cosechas que él no quiso preparar? Si por falta de cuidado, dejó que se marchitasen las semillas destinadas a producir en ese campo, ¿es a su padre al que debe acusar porque éstas nada produjeron? No y no.

En vez de acusar a aquél que todo lo había preparado, de criticar las donaciones recibidas, que se queje del verdadero autor de sus miserias y, arrepentido y laborioso, ponga con valentía manos a la obra; que roture el suelo ingrato con el esfuerzo de su voluntad; que lo labre hasta el fondo con la ayuda del arrepentimiento y de la esperanza; que eche en él, confiado, la buena semilla que haya separado de entre las malas; que lo riegue con su amor y su caridad, y Dios, el Dios de amor y de  caridad, dará a aquél que ya ha recibido. Entonces verá sus esfuerzos coronados de éxito y que un grano producirá cien y otro mil. (Obra citada, capítulo XVI, ítem 6 y también cap. XVIII, ítems 13 a 15.)

 

 


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