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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 313 – 26 de Mayo de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 19)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. La tranquilidad verdadera no puede ser conquistada al precio de la indiferencia ante los problemas ajenos. Explique esto.

B. ¿Cuál es el verdadero significado del mandamiento “honrad padre y madre”?

C. ¿Cuántas clases de familias existen?

D. ¿Cuál es el motivo del odio y la repulsión que se observa en ciertos niños?

Texto para la lectura

198. Amad a vuestro prójimo; amadle como a vosotros mismos porque ahora ya sabéis que al rechazar a un desdichado estaréis, quizás, apartando de vosotros a un hermano, un padre, un amigo de tiempos pasados. Si así fuera, ¡cuál no será la desesperación de la que os sentiréis atrapados, al reconocerlo en el mundo de los Espíritus! (Cap. XIII, ítem 9, Hermana Rosalía)

199. Tened presente siempre que, rechazando a un pobre, tal vez repeláis a un Espíritu que os ha sido querido y que, por el momento, se encuentra en una posición inferior a la vuestra. Encontré aquí a uno de los pobres de la Tierra, a quien felizmente pude ayudar algunas veces, y al que, a mi vez, tengo ahora que implorar auxilio. (Cap. XIII, ítem 9, Hermana Rosalía)

200. Amigos, se puede hacer caridad de mil maneras. Podéis hacerla por medio del pensamiento, las palabras y las acciones. Con los pensamientos, orando por los pobres abandonados, que murieron sin encontrarse en condiciones de ver la luz. Una plegaria hecha de corazón los alivia. Con las palabras, dando a vuestros compañeros de todos los días algunos buenos consejos, diciéndoles a los que, irritados por la desesperación y las privaciones, blasfeman del nombre del Altísimo: “Yo era como sois; sufría, me sentía desdichado, pero creí en el Espiritismo y ved ahora qué feliz soy.” A los ancianos que os dijeran: “Es inútil; estoy al final de mi jornada; moriré como he vivido”, decidles: “Dios hace a todos igual justicia; acordaos de los obreros de la última hora.” A los niños ya enviciados por las compañías que les rodean y que van por el mundo, a punto de sucumbir a las malas tentaciones, decidles: “Dios os ve, queridos pequeños”, y no os canséis de repetirles esas dulces palabras, que terminarán por germinar en sus inteligencias infantiles y, en vez de vagabundos, haréis de ellos hombres. Eso también es caridad. (Cap. XIII, ítem 10, un Espíritu protector)  

201. Dios, en su misericordia infinita os ha puesto en el fondo del corazón un centinela vigilante, que se llama conciencia. Escuchadla, que sólo os dará buenos consejos. Escuchadla, interrogadla y con frecuencia os sentiréis consolados con el consejo que recibiréis de ella. (Cap. XIII, ítem 10, un Espíritu protector)  

202. ¡Comprended las obligaciones que tenéis para con vuestros hermanos! Id, marchad al encuentro del infortunio; sobre todo, id en ayuda de las miserias ocultas ¡porque éstas son más dolorosas! Id, bienamados míos, y tened en mente estas palabras del Salvador: “Cuando vistáis a uno de estos pequeños, recordad que ¡es a mí a quien lo hacéis!”  (Cap. XIII, ítem 11, Adolfo, obispo de Argel)  

203. ¡Caridad! Palabra sublime que sintetiza todas las virtudes, tú eres la que debe conducir a los pueblos a la felicidad. Practicándote, ellos se crearán infinitos goces para el futuro y, mientras estén exiliados en la Tierra, tú serás su consuelo, el anticipo de las alegrías que disfrutarán más tarde, cuando se encuentren reunidos en el seno del Dios de amor. (Cap. XIII, ítem 11, Adolfo, obispo de Argel)  

204. Es en la caridad que debéis buscar la paz del corazón, el contento del alma, el remedio contra las aflicciones de la vida. ¡Oh! Cuando estéis a punto de acusar a Dios, echad una mirada por debajo de vosotros; ved cuántas miserias hay por aliviar, cuántos pobres niños sin familia, cuántos ancianos sin ninguna mano amiga que los ampare y les cierre los ojos cuando la muerte les reclame. ¡Cuánto bien por hacer! (Cap. XIII, ítem 11, Adolfo, obispo de Argel)  

205. La caridad es, en todos los mundos, el áncora eterna de la salvación; es la más pura emanación del Creador mismo; es su propia virtud que Él da a la criatura. (Cap. XIII, ítem 12, San Vicente de Paúl)  

206. Mis queridos amigos, todos los días escucho entre vosotros decir: “Soy pobre, no puedo hacer caridad”, y todos los días veo que faltáis con la indulgencia a vuestros semejantes. No les perdonáis nada y os erigís en jueces muchas veces severos, sin preguntaros si quedaréis satisfechos de que procediesen del mismo modo con vosotros. ¿No es caridad también la indulgencia? (Cap. XIII, ítem 15, un Espíritu protector)  

207. La mujer rica, dichosa, que no necesita emplear su tiempo en las tareas de su hogar, ¿no podrá consagrar algunas horas a trabajos que sean útiles a sus semejantes? Compre, con lo que se sobre de sus placeres, prendas de abrigo para el infeliz que tirita de frío; confeccione, con sus delicadas manos, ropa burda pero que den calor; ayude a una madre a vestir al hijo que va a nacer. Si por ello su propio hijo se queda con algunos encajes de menos, el del pobre tendrá más con que calentarse. Trabajar para los pobres es trabajar en la viña del Señor. (Cap. XIII, ítem 16, Juan)   

Respuestas a las preguntas propuestas

A. La tranquilidad verdadera no puede ser conquistada al precio de la indiferencia ante los problemas ajenos. Explique esto.

El sentimiento más adecuado para hacer que progresemos, dominando en nosotros el egoísmo y el orgullo, aquél que dispone nuestra alma a la humildad, a la beneficencia y al amor al prójimo, ¡es la piedad! Esa piedad que nos conmueve hasta las entrañas al ver los sufrimientos de nuestros hermanos y que nos incita a extenderles la mano para socorrerlos. Por lo tanto, nunca apaguemos en nuestros corazones esas emociones celestiales; no procedamos como esos egoístas endurecidos que se alejan de los afligidos porque el espectáculo de sus miserias les turbaría por unos instantes su alegre existencia. Evitemos mantenernos indiferentes cuando podemos ser útiles. La tranquilidad que se compra a expensas de una indiferencia culpable es la tranquilidad del mar Muerto, en cuyas aguas se esconde, en el fondo, el fango fétido y la corrupción. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo XIII, ítem 17.)

B. ¿Cuál es el verdadero significado del mandamiento “honrad padre y madre”?

El mandamiento “Honrad a vuestro padre y a vuestra madre” es una consecuencia de la ley general de caridad y amor al prójimo, porque no puede amar a su prójimo aquél que no ama a su padre y a su madre; pero el término “honrad” encierra un deber más para con ellos: el de la piedad filial. Honrar a su padre y a su madre no consiste sólo en respetarlos; es también asistirlos en la necesidad; es proporcionarles descanso en su vejez; es rodearles de cuidados como ellos lo hicieron con nosotros en la infancia. (Obra citada, capítulo XIV, ítems 2, 3 y 4.)

C. ¿Cuántas clases de familias existen?

Existen dos clases de familias: las familias unidas por lazos espirituales y las familias unidas por lazos corporales. Duraderas, las primeras, se fortalecen mediante la purificación y se perpetúan en el mundo de los Espíritus, a través de las diversas migraciones del alma; las segundas, frágiles como la materia, se extinguen con el tiempo y muchas veces se disuelven moralmente, ya en la existencia actual. (Obra citada, capítulo XIV, ítem 8.)

D. ¿Cuál es el motivo del odio y la repulsión que se observa en ciertos niños?

Cuando deja la Tierra, el Espíritu lleva consigo las pasiones o las virtudes inherentes a su naturaleza y se perfecciona en el espacio, o permanece estacionario hasta que desee recibir la luz. Muchos, pues, se van llenos de odios vehementes y de deseos de venganza no satisfechos; pero a algunos de ellos, más adelantados que otros, se les permite entrever una pequeña parte de la verdad; reconocen entonces las funestas consecuencias de sus pasiones y son inducidos a tomar buenas resoluciones. Comprenden que, para llegar a Dios, sólo hay una clave: la caridad. Ahora bien, no hay caridad sin olvido de los ultrajes y las injurias; no hay caridad sin perdón, ni con el corazón lleno de odio. Entonces, mediante un esfuerzo insólito, tales Espíritus logran ver a las personas a quienes odiaron en la Tierra. Pero al verlos, la animosidad se despierta en su interior; se rebelan a la idea de perdonar y, más aún, a la de renunciar a sí mismos, sobre todo a la idea de amar a los que destruyeron, quizá, su fortuna, su honor, su familia. Sin embargo, el corazón de esos desdichados está conmovido. Dudan, se estremecen, agitados por sentimientos contrarios. Si prevalece su buena resolución, oran a Dios, imploran a los buenos Espíritus que les den fuerza en el momento más decisivo de la prueba. Por fin, después de años de meditaciones y plegarias, el Espíritu aprovecha un cuerpo que se prepara en la familia de aquél a quien detestaba, y pide a los Espíritus encargados de transmitir las órdenes superiores, el permiso para cumplir en la Tierra los destinos de aquel cuerpo que acaba de formarse. ¿Cuál será su conducta en la familia escogida? Dependerá de su mayor o menor persistencia en las buenas resoluciones que tomó. El contacto permanente con seres a quienes odió constituye una prueba terrible, bajo la cual a veces sucumbe, si su voluntad no es aún lo bastante fuerte. Así, según prevalezca o no la buena resolución, será amigo o enemigo de aquellos entre los cuales fue llamado a vivir. Es así cómo se explican esos odios, esas repulsiones instintivas que se observan en ciertos niños y que parecen injustificables. (Obra citada, capítulo XIV, ítem 9.) 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita