WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
   
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 312 – 19 de Mayo de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 18)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Podemos hacer caridad de varias maneras?

B. Qué análisis hace el Espiritismo de la beneficencia?

C. ¿Cuál es, para el Espiritismo, la virtud fundamental?

D. ¿Cómo son pesados los méritos individuales que resultan de la caridad material?

Texto para la lectura

187. Cuando la caridad sea la norma de conducta de los hombres, éstos adecuarán sus actos y palabras a esta máxima: “No hagáis a los demás lo que no quisierais que os hicieran a vosotros”. Cumpliéndose esto, desaparecerán todas las causas de disensiones y, con ellas, las de los duelos y las guerras, que son los duelos de pueblo a pueblo. (Cap. XII, ítem 14, Francisco Javier)

188. El duelo, residuo de los tiempos de la barbarie, en los que el derecho del más fuerte constituía la ley, desaparecerá como resultado de una mejor apreciación del verdadero punto de honor y a medida que el hombre vaya depositando una fe más viva en la vida futura. (Cap. XII, ítem 15, Agustín)

189. Los duelos van siendo cada vez más raros. La abolición de semejante uso demuestra el ablandamiento de las costumbres. Otra señal de la modificación de las costumbres consiste en que en el pasado los combates singulares se realizaban en plena calle, delante de la muchedumbre, mientras que hoy se ocultan. En la actualidad, la muerte de un hombre es un acontecimiento que causa conmoción, mientras que en otros tiempos, nadie le prestaba atención. El Espiritismo desaparecerá esos últimos vestigios de barbarie, inculcando en los hombres el espíritu de caridad y de fraternidad. (Cap. XII, ítem 16)

190. La beneficencia practicada sin ostentación tiene doble mérito. Además de ser caridad material, es caridad moral, porque protege la susceptibilidad del beneficiado y le hace aceptar el beneficio, sin que se resienta su amor propio. (Cap. XIII, ítem 3)

191. “Estando Jesús sentado frente al arca de las ofrendas, al observar el modo en que el pueblo lanzaba allí su dinero, vio que muchas personas ricas lo echaban en abundancia. En eso, vino también una viuda pobre que sólo echó dos pequeñas monedas del valor de diez centavos cada una. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre dio mucho más que todos los que antes pusieron sus donaciones en el arca; porque todos los otros dieron de su abundancia, mientras que ella dio de lo que le hace falta, inclusive dio todo lo que tenía para su sustento” (Marcos, cap. XII, vv. 41 a 44).  Aquellos cuya intención está libre de cualquier interés personal, deben consolarse de no poder hacer todo el bien que desearan, al recordar que el óbolo del pobre, que da privándose de lo que necesita, pesa más en la balanza de Dios que el oro del rico que da sin privarse de nada. (Cap. XIII, ítems 5 y 6)

192. Con la verdadera caridad, el hombre piensa en los demás antes de pensar en sí. Lo sublime de la caridad en este caso, consistiría en que él busque en su trabajo, por el uso de sus fuerzas, su inteligencia, sus talentos, los recursos de que carecen para realizar sus generosos propósitos. Habría en ello un sacrificio que agrada más al Señor. Lamentablemente, la mayoría vive soñando con los medios de enriquecerse más fácilmente, de repente y sin esfuerzo, persiguiendo sueños, como el descubrimiento de tesoros. (Cap. XIII, ítem 6)

193. Todo aquél que sinceramente desea ser útil a sus hermanos, encontrará mil ocasiones de realizar este deseo. Búsquelas y las encontrará: si no es de una manera será de otra, porque no hay nadie que, en pleno goce de sus facultades, no pueda prestar algún servicio, brindar consuelo, aliviar un sufrimiento físico o moral, hacer una diligencia útil. Ante la falta de dinero, ¿no disponen todos de su trabajo, su tiempo, su reposo, para dar una parte de ello al prójimo? También allí está la donación del pobre, el óbolo de la viuda. (Cap. XIII, ítem 6)

194. “Cuando deis un festín, dijo Jesús, no invitéis a vuestros amigos, sino a los pobres y a los tullidos.” Estas palabras, absurdas si son tomadas al pie de la letra, son sublimes, si  buscamos su esencia. El fondo de su pensamiento se revela en estas palabras: “Y seréis dichosos porque ellos no tendrán cómo retribuíroslo”. Quiere decir que no se debe hacer el bien con miras a una retribución, sino por el sólo placer de hacerlo. (Cap. XIII, ítem 8)

195. Sin embargo, esa advertencia puede ser aplicada también en un sentido más literal. ¡Cuántos hay que sólo invitan a sus mesas a los que pueden, como ellos dicen, hacerles  honor, o en su momento, retribuir el convite! Otros, por el contrario, encuentran satisfacción en recibir a los parientes y amigos menos felices. Ahora bien, ¿quién no los tiene entre los suyos? De esta manera, a veces se les presta un gran servicio sin que lo parezca. Aquellos, sin ir a reclutar a ciegos y tullidos, practican la máxima de Jesús si lo hacen por benevolencia, sin ostentación, y saben disimular el beneficio con sincera cordialidad. (Cap. XIII, ítem 8)

196. “Amémonos los unos a los otros y hagamos a los demás lo que quisiéramos que ellos nos hiciesen.” Toda la religión, toda la moral, se encuentran encerradas en estos dos preceptos. Si fuesen cumplidas en este mundo, todos seríais felices: no habría más odios ni resentimientos. Diré más: no habría más pobreza, porque de lo superfluo de la mesa de cada rico, muchos pobres se alimentarían y no veríais más en los barrios sombríos donde habité durante mi última encarnación, a mujeres pobres arrastrando consigo a niños miserables a quienes todo faltaba. (Cap. XIII, ítem 9, Hermana Rosalía)

197. ¡Ricos! Pensad un poco en esto. Ayudad a los infelices lo mejor que podáis. Dad para que Dios, un día, os retribuya el bien que hayáis hecho, para que tengáis al salir de vuestra envoltura terrena, un cortejo de Espíritus agradecidos que os recibirán en el umbral de un mundo más dichoso. (Cap. XIII, ítem 9, Hermana Rosalía)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Podemos hacer caridad de varias maneras?

Sí. Se puede hacer caridad de mil maneras. Podemos hacerla por medio del pensamiento, las palabras y las acciones. Con los pensamientos, orando por los pobres abandonados, que murieron sin encontrarse en condiciones de ver la luz. Una plegaria hecha de corazón los alivia. Con las palabras, dado a nuestros compañeros de todos los días algunos buenos consejos, diciéndoles a los que, irritados por la desesperación y las privaciones, blasfeman del nombre del Altísimo: “Yo era como sois; sufría, me sentía desdichado, pero creí en el Espiritismo y ved ahora qué feliz soy.” A los ancianos que nos dijeran: “Es inútil; estoy al final de mi jornada; moriré como he vivido”, digámosles: “Dios hace a todos igual justicia; acordaos de los obreros de la última hora.” A los niños ya enviciados por las compañías que les rodean y que van por el mundo, a punto de sucumbir a las malas tentaciones, digámosles: “Dios os ve, queridos pequeños”, y no nos cansemos de repetirles esas dulces palabras. Ellas terminarán por germinar en sus inteligencias infantiles y, en vez de vagabundos, habremos hecho de ellos hombres. Eso también es caridad.

La caridad une al benefactor con el beneficiado y se disfraza de muchas maneras. Se puede ser caritativo incluso con los parientes y con los amigos, siendo indulgentes los unos con los otros, perdonándose mutuamente las flaquezas, teniendo cuidado de no herir el amor propio de nadie. Nosotros los espíritas podemos serlo en nuestra manera de proceder con los que no piensan como nosotros, induciendo a los menos esclarecidos a creer, pero sin chocar con ellos, sin arremeter contra sus convicciones, sino conduciéndolos amablemente a nuestras reuniones, donde podrán escucharnos y donde los Benefactores Espirituales sabrán descubrir en sus corazones la brecha para penetrar en ellos. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo XIII, 9, 10 y 14.)

B. Qué análisis hace el Espiritismo de la beneficencia?

La beneficencia, dicen los Benefactores espirituales, nos dará en este mundo los más puros y dulces deleites, las alegrías del corazón, que no turban ni el remordimiento ni la indiferencia. Todos  podemos dar algo en favor de quien lo necesita. Cualquiera sea la clase social a la que pertenezcamos, disponemos de algo que podamos distribuir. Sea lo que fuere lo  que Dios nos ha otorgado, debemos una parte de lo que nos dio a aquél que carece de lo necesario, porque encontrándonos en su lugar, nos gustaría que los demás también compartieran con nosotros. Nuestros tesoros de la Tierra serán un poco menores; pero nuestros tesoros del cielo crecerán. “Allá cosecharéis centuplicado lo que hayáis sembrado en beneficios en este mundo”, dijo el Espíritu de Juan en mensaje transmitido en la ciudad de Burdeos, en 1861. (Obra citada, capítulo XIII, ítems 11 y 16.)

C. ¿Cuál es, para el Espiritismo, la virtud fundamental?

La caridad es la virtud fundamental sobre la cual debe asentarse todo el edificio de las virtudes terrenales. Sin ella, las otras no existen. Sin la caridad no se puede esperar mejor destino, no hay interés moral que nos guíe; sin la caridad no hay fe, pues la fe no es sino luminosidad pura que hace brillar un alma caritativa. La caridad es, en todos los mundos, el ancla eterna de la salvación; es la más pura emanación del Creador mismo; es su propia virtud, que Él da a sus criaturas. (Obra citada, capítulo XIII, ítems 12 y 13.)

D. ¿Cómo son pesados los méritos individuales que resultan de la caridad material?

Ante la frase “Soy pobre, no puedo hacer caridad”, que escuchamos con frecuencia en nuestro medio, un Espíritu protector contó la siguiente historia: “Dos hombres acababan de morir. Dios había dicho: Mientras estos dos hombres vivan, echarán en sacos diferentes las buenas acciones de cada uno de ellos, para que sean pesados cuando llegue su muerte. Cuando ambos llegaron a sus últimos momentos, Dios ordenó que le trajesen los dos sacos. Uno estaba lleno, voluminoso, repleto, y en él resonaba el metal que lo llenaba; el otro era muy pequeño y tan desprovisto que se podía contar las monedas que contenía. Este es el mío, dijo uno, reconociéndolo; fui rico y di mucho. Este es el mío dijo el otro, siempre fui pobre, ¡ay! no tenía casi nada que compartir. Pero, ¡oh sorpresa! Puestos los dos sacos en la balanza, el más voluminoso se volvió liviano, y el otro se volvió pesado, tanto que hizo que se elevase mucho el primer saco en el plato de la balanza. Entonces, Dios dijo al rico: diste mucho, es cierto, pero diste por ostentación y para que tu nombre figurase en todos los templos  del orgullo, y por lo  demás, al dar no te privaste de nada. Ve a la izquierda y quédate satisfecho con  que tus limosnas te sean tomadas en cuenta para algo. Después, dijo al pobre: Tú diste poco, amigo mío; pero cada una de las monedas que están en esta balanza representa una privación que te impusiste; no diste limosnas, sin embargo practicaste la caridad y, lo que vale mucho más, hiciste la caridad naturalmente, sin pensar que te sería tomada en cuenta; fuiste indulgente; no te constituiste en juez de tu prójimo; por el contrario, perdonaste todas sus acciones: pasa a la derecha y ve a recibir tu recompensa”. (Obra citada, cap. XIII, ítem 15.)  

 

 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita