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Año 7 312 – 19 de Mayo de 2013
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Un pez sin bicicleta


Vimos divulgado en una de las redes sociales un cartel con estos dichos: “Un hombre sin religión es como un pez sin bicicleta”. Traduciéndolo en nuestra lengua clara y directa: de la misma manera que un pez no necesita de bicicleta, el hombre no necesita de religión.

Ése es un pensamiento que se tornó un modismo en los días que transcurren, más común, sin embargo, entre los jóvenes, lo que no es difícil de entender. Quien no enfrentó aún las agruras de una larga existencia puede equivocarse con relación a mucha cosa. La religión sería sólo una de ellas.

Con el pasar de los años, no obstante, cambia nuestra visión con respecto a muchos asuntos, como ocurrió, por ejemplo, con André Luiz, que así se refirió al asunto, luego en la apertura de su primera obra psicografada por el médium Chico Xavier:

“En ningún momento, el problema religioso surgió tan profundo a mis ojos. Los principios puramente filosóficos, políticos y científicos, se me figuraban ahora extremamente secundarios para la vida humana. Significaban, en mi opinión, valioso patrimonio en las esferas de la Tierra, pero urgía reconocer que la humanidad no se constituye de generaciones transitorias y sí de Espíritus eternos, a camino de gloriosa destinación.

Averiguaba que alguna cosa permanece arriba de toda reflexión meramente intelectual. Ése algo es la fe, manifestación divina al hombre. Semejante análisis surgía, sin embargo, tardíamente. De hecho, conocía las letras del Antiguo Testamento y mucha vez hojeara el Evangelio; mientras tanto, era inevitable reconocer que nunca buscara las letras sagradas con la luz del corazón. Las identificaba a través de la crítica de escritores menos acostumbrados al sentimiento y a la conciencia, o en pleno desacuerdo con las verdades esenciales. En otras ocasiones, las interpretaba con el sacerdocio organizado, sin salir jamás del círculo de contradicciones, donde estacionara voluntariamente.” (Nuestro Hogar, cap. 1, pág. 18.)

Otros importantes conocidos en el planeta percibieron, aún en vida, el valor de la religión y en ese sentido es necesario acordar una de las frases más famosas atribuidas a Albert Einstein: “La ciencia sin religión es coja; la religión sin la ciencia es ciega”.

En el libro Einstein y la Religión, de Max Jammer, profesor de Física y colega de Einstein en Princeton, hay informaciones interesantes sobre el relacionamiento del notable científico con la religión. En el libro, Jammer menciona otra frase importante de Einstein, en una entrevista concedida en 1930 al escritor James Murphy y al matemático John William Navin Sullivan.

“Todas las especulaciones más apuradas en el campo de la ciencia”, les dice Einstein, “provienen de un profundo sentimiento religioso; sin ese sentimiento, ellas serían infructíferas.”

Fisiólogo y cirujano francés, el dr. Alexis Carrel, laureado con el Premio Nobel de Medicina de 1912, se distinguió no sólo por sus experiencias sobre injerto de tejidos y de órganos y su sobrevida fuera del cuerpo, sino también por sus obras filosóficas, entre las cuales se destaca “El hombre, ése desconocido”, best-seller en Norteamérica en 1935.     

En Febrero de 1942, la revista Selecciones del Reader´s Digest reveló otra característica del gran médico y pensador: su fe en Dios y su creencia en el valor inconmensurable de la oración, que él define como siendo “una invisible emanación del espíritu de adoración del hombre, la forma de energía más poderosa que él es capaz de generar”. 

He aquí, resumidamente, lo que dice sobre la oración y la religión el notable médico francés:

1. La oración marca con sus señales indelebles nuestras acciones y conducta.

2. La oración es una fuerza tan real como la gravedad terrestre. La influencia de la oración sobre el cuerpo y sobre el espíritu humano es tan susceptible de ser demostrada como la de las glándulas secretoras.

3. Muchos enfermos se han libertado de la melancolía y de la enfermedad gracias a la oración. Es que, cuando oramos, nos unimos a la inagotable fuerza motriz que acciona el universo y, al pedir, nuestras deficiencias humanas son suplidas y nos erguimos fortalecidos y restaurados.

4. No debemos, sin embargo, invocar a Dios teniendo como meta solamente la satisfacción de nuestros deseos. Más fuerza logramos con la oración cuando la empleamos para suplicarle que nos ayude a imitarlo.

5. Toda vez que nos dirigimos a Dios, mejoramos de cuerpo y de alma. No tiene, sin embargo, sentido orar por la mañana y vivir como bárbaro el resto del día.

6. Hoy, más que nunca, la oración es una necesidad ineluctable en la vida de hombres y pueblos. Es la falta de intensidad en el sentimiento religioso que acabó por traer el mundo al borde de la ruina.

El pensamiento de André Luiz, Einstein y Alexis Carrel debería estar presente en la mente de todos aquellos que, de modo infantil, redactaron o divulgaron la frase del cartel a que nos referimos: “Un hombre sin religión es como un pez sin bicicleta”. Piensen y se comporten así y verán lo que los espera en su retorno a la verdadera vida.      



 


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