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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 309 – 28 de Abril de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 


Un sueño especial

 

La madre abrió la puerta del cuarto y, con cariño, llamó al hijo:

 

— ¡Despierta, Alex! ¡Es la hora de levantarse para ir a la escuela!

El niño abrió los ojos, desperezándose y sonrió, sintiéndose muy feliz.

Alex era un niño bueno, sin embargo perezoso. Generalmente, cuando la madre lo llamaba, él se resistía para levantarse, lleno de pereza. Murmuraba y sólo dejaba la cama por no tener más remedio.

Ese día, en especial, fue diferente. Hasta él extrañó su buen humor, la sensación de bienestar y de contentamiento.

— ¿Por qué será que desperté tan contento? — pensó.

De repente, como una película, se acordó con claridad de un sueño que había tenido  aquella noche.

Animado, se levantó rápido, tomó un baño, se vistió y fue para la cocina, donde la madre lo aguardaba con el desayuno listo.

— ¡Enhorabuena, Alex! Hoy tú fuiste rápido. Ahora, toma la leche y come tu pan con manteca. Tú tienes tiempo para alimentarte bien.

Con los ojos brillando, el niño cogió el vaso de leche y contó:

— ¡Mamá, esta noche yo tuve un sueño muy interesante!  

— ¿Es eso? ¿Y qué soñaste tú, hijo?

— Yo estaba durmiendo y desperté. Levanté de la cama y anduve por el cuarto. No tenía sueño, pero aún no era hora de levantarse; allá fuera estaba muy oscuro. Entonces, fui hasta mi cama para coger el libro que estaba leyendo antes de dormir. ¡Me llevé un susto! ¡Yo me vi durmiendo en la cama! – dijo el niño, lleno de espanto.

La madre sonrió, percibiendo lo que había ocurrido.

— Muy interesante mismo, Alex. ¿Y después?

El niño pensó un poco y prosiguió:

— Después, noté una luz en el cuarto y miré de donde venía. ¡Era la abuela Ângela que sonreía para mí!... Ella se aproximó y me dio un abrazo diciendo: “Enhorabuena, mi nieto. Tú has sido un buen niño y, por eso, yo vine a buscarte para hacer un paseo.”

Un poço asustado, pregunté:

— ¡Abuela Ângela, pero la abuela ya murió!...

— Nadie muere, Alex. La vida continúa. En el Mundo Espiritual nos reencontramos con los seres queridos que ya no habitan el mundo terreno.  
    

¡Entonces, la abuela me dio la mano y nosotros salimos “volando”! Ella me llevó a una casa muy pobre donde una niña lloraba. Pregunté a la abuela porque ella estaba llorando, y ella me contó que la niña estaba enferma. Entonces, la abuela me pidió que yo consolara a la chica. Entonces, me aproximé a ella y coloqué la mano en su cabecita diciendo:

— No te preocupes. Luego tú vas a mejorar. Confia en Jesús. 
 

La niña paró de llorar y sonrió más animada, después durmió. Enseguida, la abuela me llevó a un lugar lindo y lleno de niños, algunos alegres y otros tristes y llorosos. La abuela me explicó:

— Aquella niña que tú viste, aún está

en la Tierra. Ahora, estamos en el Mundo Espiritual. Estos niños murieron pronto y dejaron sus familias en el planeta. Por eso están llorando.

Converse con ellos.

Me aproximé de uno de ellos, me senté a su lado, y le dijo palabras de consuelo. Luego ella paró de llorar y sonrió para mí.

— ¿No es maravilloso, mamá? 

La madre, emocionada, estuvo de acuerdo:

— Sí, mi hijo. ¡Es maravilloso! ¿Y qué más la abuela te dijo?

— Que está siempre junto a ti, mamá, de nosotros, ayudando a todos. Sólo que nosotros no percibimos su presencia.  

Alex quedó callado, como si pensara en algo, después preguntó:

— Mamá, yo aún no entendí como es que yo vi “dos” Alex, iguales. ¡Uno durmiendo y otro despierto! ¿Crees que yo hasta pellizque mi brazo para ver si era verdad? ¿Cómo puede ser?

— Muy simple, Alex. Es que cuando dormimos, el Espíritu queda libre. El cuerpo necesita de descanso, pero el Espíritu no. Entonces, él sale y va adónde quiera. En verdad tú viste tu cuerpo espiritual, pues el Espíritu mismo es inteligencia, es luz — la madre explicó.

— ¿Eso puede ocurrir con todo el mundo?

— Sí. Pero depende de la comprensión que la persona tiene sobre la existencia del espíritu, la vida espiritual y como ella es. Debes sentirte muy feliz, hijo.  

— Sí estoy, mamá. Desperté hoy bien dispuesto como hace mucho no me sentía. ¡¿Quieres decir que puedo hacer lo que quiera por la noche?!...

— Como tú tienes sólo diez años, ciertamente estarás acompañado por un Espíritu bueno, aquello que las personas llaman “ángel de la guardia”. A medida que vayas creciendo y aprendiendo cada vez tendrás más libertad de acción.

— Entendí. Entonces voy a prepararme para ayudar a las personas. Me gustó ayudar aquellos niños. Voy a ser “ángel de la guardia” cuando crezca, como la abuela.    

La madre sonrió, abrazando al hijo con amor. Sabía que él estaba en el camino correcto, lleno de buenos propósitos, y agradeció a Jesús por las lecciones que él había recibido en aquella noche.  

             MEIMEI


(Recebida por Célia X. de Camargo em Rolândia-PR, em 1º de abril de 2013.)
          


               
 
                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita