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Año 7 309 – 28 de Abril de 2013
CLAUDIA GELERNTER         
claudiagelernter@bol.com.br      
Vinhedo, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Claudia Gelernter

Depresión: ¿de qué mal estamos hablando?


Hablar sobre depresión, en los días actuales, ha sido una constante entre profesionales y el público en general. Pero eso no es sin ton ni son – la OMS (Organización Mundial de Salud) afirmó que la depresión es considerada hoy la primera causa de incapacidad entre todos los problemas de salud. ¡Qué cosa sería, por lo tanto!

Cuando el Benefactor Euzébio, en los años idos de 1947, explicó para un grupo de Espíritus estudiosos, reunidos en el plano espiritual [de entre ellos, André Luiz], que los problemas mentales serían, en breve, el gran drama humano en la Tierra, hizo una profecía certera. No tardó mucho para tomar conciencia de que los ansiolíticos, los inductores de sueño y afines serían los más vendidos en las farmacias del país y del mundo. Nos impresiona saber que la famosa pomada Hipoglós®, recetada por nuestras abuelas y madres, hace tanto tiempo, ha perdido en ventas para el Rivotril® – un poderoso tranquilizante del grupo de los benzodiazepínicos.

Y arriesgo decir que no disminuyeron el número de bumbuns assados, necesitando de la pomada...

André Luiz nos trajo esta información, en el libro En el Mundo Mayor, psicografiado por Francisco Cândido Xavier, en la década de los 40 y, de allá para acá, lo que hemos visto es una fenomenal descendida, ladera abajo, en las cuestiones de la psique.

Y, cuando hablamos de problemas mentales, hay que tenerse en cuenta no sólo los síndromes depresivos (que son varios), sino las neuróticas, las psicóticas, las maníacas y las ansiosas, también. Por lo tanto, lo que no nos faltan son clasificaciones y definiciones para las más variadas fobias y conflictos que asolan la mente humana.

Tiempos atrás, oyendo una charla con el añorado filósofo Ney Lobo, en un congreso sobre Pedagogía Espírita, supimos de una historia increíble, que habría sido escrita por el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss. Dijo que el científico, en una de sus investigaciones junto a indios americanos, había quedado impresionado al ver que, en una cacería, algunos de los indios paraban, cerrando los ojos, como si estuvieran meditando, dejando los animales huir, para, momentos después, volver a la actividad. Al cuestionar el gran jefe de la tribu, oyó de él una explicación singular: “-Ellos paran porque perciben que olvidaron sus almas. Cuando el alma llega, ellos vuelven a cazar”.

Y Ney Lobo, aprovechando la lección, comentó: “-Es lo que todos nosotros hemos hecho... Estamos olvidando nuestras almas... ¡Olvidamos que somos almas! Pero siquiera nos damos cuenta de esto...”

Tal vez sea por eso que estamos más enfermos. Vivimos como si fuéramos una bola de carne articulada por un cogido de huesos, regidos por algunas enervaciones e impulsados por el hambre de placer. Nuestra dinámica existencial está basada en tres pilares fundamentales, en la actualidad: individualismo, materialismo y consumismo.

O sea, lo opuesto de lo real, una vez que somos Espíritus reencarnados, partes de un Todo, debiendo estar en el mundo para evolucionar, auxiliando y siendo auxiliados, utilizar, para eso de la materia y agregando conocimiento y amor en nuestros bancos de memoria espiritual.

Cuando estemos distantes de los parámetros de la ley Divina, el dolor nos hará visita, ciertamente.

Pero, no todo es depresión...

Me veo en el deber de destacar que, por otro lado, hemos jugado al bebé en el rallador junto al agua de la bañera. Eso porque, ni todo lo que se rotula como depresión, realmente lo es. Por ejemplo, tristeza no es depresión, sino un estado normal del alma humana. Ella forma parte de nuestras expresiones emocionales.

Es fuerte la creencia, dentro del sentido común, que si la persona está llorosa y sin apetito por algún tiempo, entró en depresión. Sin embargo, eso no es verdad.

El diagnóstico de la depresión sólo podrá surgir si la persona está con cinco o más de los síntomas y señales descritas abajo, por lo menos dos semanas:

* Humor deprimido;

* Desanimo, perdida de interes;

* Apetito alterado;

* Sueño alterado;

* Anedonia (incapacidad de sentir placer);

* Fatiga, perdida de energia;

* Pesimismo;

* Bajo de auto-estima;

* Concentración perjudicada;

* Pensamientos de muerte o suicídio;

* Atraso o agitación psicomotora.

Dentro de los sub-tipos depresivos, podemos encontrar situaciones leves, medianas y graves, pudiendo, en los casos más difíciles, causar profunda apatía, con ideas suicidas, y no es raro llegar a la muerte.

Causas del Mal

Hasta aquí hablamos de los síntomas. Pero, ¿y las causas?

Estas, invariablemente, aunque nítidamente marcadas por cuestiones ambientales y aún genéticas, residen, en su génesis más profunda, en los interiores del alma.

Ciertamente somos influenciados por el medio en el cual actuamos, sin embargo, cabrá al Espíritu reencarnado, tomar las riendas de la existencia, alterando los patrones vigentes. Sartre cierta vez comentó que lo que más importa no es lo que hicieron con nosotros, sino sí aquello que haremos con lo que hicieron con nosotros.

Es la toma de conciencia seguida de acción transformadora – fundamental para nuestra mejoría íntima.

Dejo claro que no se trata de una lucha solitaria, pero con todas las herramientas disponibles en el mundo, tales como la psicoterapia, el tratamiento espiritual y aún los fármacos, cuando sean indicados. Ejercicios físicos también son bienvenidos.

Otro punto importante: Aún en el medio Espírita, vemos personas desinformadas, comentando que fulano desarrolló determinada enfermedad porque guardó amarguras o erró en el pasado, etc. Con una mirada limitada, dan el veredicto del caso, como se fueran el propio Dios, sabedores de todas las cosas del Cielo y de la Tierra. Observad que si sólo la amargura, aislada, causara cáncer, como muchos pregonan, ¿cómo podríamos explicar el hecho de que los perros desarrollen la enfermedad? Quién posee un animal de estimación sabe que no guardan amarguras, muy al contrario, pero que, aún así, a veces desarrollan esta enfermedad. Entonces, todo juicio es dispensable, cabiendo al hermano del camino amar y auxiliar a todos, inclusive a los que sufren [lección áurea enseñada por Jesús], sabedores que toda enfermedad en el cuerpo trae muchas causas en su base y que, por lo tanto, no debemos intentar descubrir aquello que a veces ni es factible de descubrimiento por ahora.

Joanna de Ângelis, a través de Divaldo Pereira Franco, afirma que, con relación a la depresión, en particular, los estados nostálgicos del alma serían el punto neurálgico de la cuestión. El Espíritu reencarnado mantiene la emoción conectada a determinados hechos felices (muchas veces inconscientes) sin conseguir aceptar la actual realidad, a veces difícil. Como resultado, vemos la dificultad de idoneidad, la pérdida de la alegría, del entusiasmo, de los sueños. La persona pasa a vivir los días arrastrándose, como si cargara un pesado fardo.

Dice, aún, que toda enfermedad tiene cuestiones físicas y emocionales.

En lo que concierne a la parte biológica, debemos atentar al hecho de que los fármacos, cuando son indicados, deben servir sólo de moratoria, y nunca como algo que irá a curar a la persona de la depresión.

Cuando nos viciamos en los pensamientos depresivos, acabamos por causar un atavismo cerebral, que nos atraerá para los mismos comportamientos mentales y corporales. Por ejemplo, si determinada persona se imagina como culpable, infeliz, incompetente, por largo tiempo, las sinapsis pasan a repetirse, indefinidamente, en una red cerrada. Entonces, ella busca un terapeuta, pasando a recibir acompañamiento, decidiendo, aún, por un tratamiento espiritual y se da cuenta de que, aún así, no consigue cambiar sus sentimientos y pensamientos depresivos.

En este caso, el medicamento entrará como una moratoria – él actuará en el sistema nervioso central, rompiendo este atavismo, desamarrando a la persona de esta trama creada por ella misma.

Entonces, ella deberá alterar el patrón mental, a fin de mejorar, realmente.

Aquel que, a partir del uso de los medicamentos, pasa a ver la vida con más alegría y entusiasmo, tras algún tiempo podrá disminuir la dosis medicamentosa, hasta parar con los medicamentos [siempre bajo orientación médica, claro].

Sin embargo, si la persona recibe el tratamiento medicamentoso y aun así se mantiene en los vicios mentales de toda orden, enrolándose en las críticas, en los gestos de desprecios sin fin, necesitará del medicamento por tiempo alargado, o aún por toda la vida, presentando crisis más serias en algunas ocasiones.

Lo que debemos tener en mente es que el remedio no cambia nuestro pensamiento.

Quien cambia el pensamiento es el Espíritu – sede de todo saber y querer.

Culpa, arrepentimiento y reparación

Importante destacar que las cuestiones de la culpa y del remordimiento deben ser miradas con atención en los casos depresivos.

Acostumbro a explicar que la culpa, en su génesis, no es algo malo, sino importante, pues se trata de la toma de conciencia del error cometido. Sin ella imposible la evolución del Ser. Sin embargo, después de esta toma de conciencia, urge una decisión positiva: la reparación. Pensamientos viciados, en circuito cerrado, configurando el remordimiento, acaban por empeorar la situación, causando otros males. El sujeto que pasa a auto-castigarse con el remordimiento, creyendo estar pagando algo, en verdad está enyesando su vida y aún complicando la de otros que con él conviven.

La reparación debe ser el camino, siendo ella posible en cualquier sector de la vida humana. No siempre conseguimos notar un mal hecho junto a aquel a quien perjudicamos, pero nos enseñó el apóstol que el amor cubre una multitud de pecados, o sea, debemos amar al mundo, con todo nuestro empeño y la Justicia Divina entenderá que aprendemos la lección vivida de forma positiva, productiva e inteligente.

Tratamiento Espiritual: higienización de la mente y del cuerpo

Los tratamientos ofrecidos por la Doctrina Espírita son de enorme valía para todos los que necesitan realinearse en el campo material, periespiritual y espiritual. En el caso de los síndromes psíquicos, tal tratamiento higieniza todo el sistema nervioso, auxiliando en la recuperación del individuo, que pasa a responder de forma positiva a los otros tratamientos en marcha. En los casos en que se destacan las obsesiones espirituales, el tratamiento espírita funciona como un blindaje mental – es la moratoria en el campo espiritual, a fin de que podamos realinearnos ante la vida.

Tenemos, en las Casas Espíritas serias, comprometidas con las bases Kardecistas y cristianas, el tratamiento del pase, la oferta del agua fluidificada, el estudio del Evangelio y de los postulados Espíritas, los campos de trabajo caritativo y educacional, etc. pudiendo la persona alistarse en diversas actividades, conforme indicación de los trabajadores del atendimiento fraterno, sintiendo mejoras desde el inicio de estas.

Cuando estudiamos el Espiritismo con seriedad, muchas respuestas surgen, aún para preguntas ni siquiera formuladas anteriormente. Comprender nuestra esencia, nuestros objetivos y nuestras necesidades es cuestión primordial, bajo riesgo de perder una sagrada oportunidad evolutiva en el hoy, si quedamos durmiendo en las redes de la ignorancia.

Necesitamos seguir adelante, sin autopiedad, pues este sentimiento minará nuestras fuerzas psíquicas.

¡No somos pobres desgraciados, somos dioses, nos dijo Jesús! Y, si somos seres divinos, si poseemos la centella divina, no necesitamos de piedad, sino de auto-confianza.  

Querido lector, si ella [la auto-confianza] aún no existe en ti, es preciso desarrollarla.

¡Pues Dios, nuestro Padre, confía en ti, en mí, en nosotros!

Y, si Él confía en toda su Creación, ¿quién somos nosotros para dudar?



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita