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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 304 – 24 de Marzo de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 10)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. La eutanasia, ¿es aceptada por el Espiritismo?

B. ¿Cuál es el papel del Espiritismo en su carácter de Consolador prometido por Jesús?

C. ¿Cuáles son las dos recomendaciones hechas a los espíritas por el Espíritu de Verdad?

D. ¿Cuál es la virtud mencionada por Jesús como condición esencial de la felicidad prometida?

Texto para la lectura

103. Como desencarnados, cuando gravitábamos en el espacio, escogimos nuestras pruebas creyéndonos lo bastante fuertes para soportarlas. ¿Por qué murmurar ahora? Los que pidieron la fortuna y la gloria querían sostener la lucha contra la tentación y vencerla. Los que pidieron luchar con el cuerpo y el espíritu contra el mal moral y físico sabían que cuanto más fuerte fuese la prueba ¡tanto más gloriosa sería la victoria! (Cap. V, ítem 19, San Agustín)

104. ¿Qué remedio podemos prescribir a los que son atacados por crueles obsesiones y males mortificantes? Sólo uno es infalible: la fe, el llamado al cielo. La fe es el remedio seguro para el sufrimiento. No preguntemos, pues, a los Espíritus cuál es el remedio para curar tal úlcera o tal llaga, para tal tentación o tal prueba. Recordemos que aquél que cree, es fuerte por el remedio de la fe y aquél que duda un instante de su eficacia es inmediatamente castigado, porque pronto siente las punzantes angustias de la aflicción. (Cap. V, ítem 19, San Agustín)

105. Como tesis general se puede afirmar que la felicidad es una utopía a cuya conquista las generaciones se lanzan sucesivamente, sin lograr alcanzarla jamás. Si el hombre juicioso es una rareza en este mundo, el hombre absolutamente feliz tampoco ha sido encontrado. Sin embargo, esto no significa que la Tierra esté destinada para siempre a ser una penitenciaría. ¡Por cierto, no! De los progresos ya realizados se puede fácilmente deducir los progresos futuros. Esa es la tarea inmensa cuya ejecución corresponde a la nueva doctrina que los Espíritus nos han revelado. Debemos todos consagrarnos a la divulgación de este Espiritismo que ha dado inicio ya a nuestra propia regeneración. (Cap. V, ítem 20, François-Nicolas-Madeleine, Cardenal Morlot)

106. Nada se hace sin un fin inteligente y, sea lo que fuere, todo tiene su razón de ser. Si escudriñáramos mejor todos los dolores que nos aquejan, en ellos encontraríamos siempre la razón divina, la razón regeneradora, y nuestros míseros intereses se tornarían de tan secundaria consideración, que los relegaríamos a un último plano. Entendamos: La muerte es preferible, en un encarnado de veinte años, a esos vergonzosos desarreglos que castigan a familias respetables. La muerte prematura muchas veces es un gran beneficio que Dios concede a aquél que se va y que así se preserva de las miserias de la vida o de las seducciones que tal vez le arrastrasen hacia la perdición. (Cap. V, ítem 21, Sansón)

107. Habituémonos a no censurar lo que no podemos comprender. Dios es justo en todas las cosas. Lo que nos parece mal, muchas veces es un bien. Pero tan limitadas son nuestras facultades, que el conjunto del gran todo no es aprehendido por nuestros sentidos obtusos. (Cap. V, ítem 22, Fénelon)

108. ¡Cuántos tormentos se ahorra aquél que sabe contentarse con lo que tiene, que ve sin envidia lo que no posee, que no trata de parecer más de lo que es! Ése siempre es rico, porque si mira hacia abajo y no hacia arriba, verá siempre criaturas que tienen menos que él. Y está en calma, porque no se crea necesidades quiméricas. (Cap. V, ítem 23, Fénelon)

109. Debemos resistir con energía a la melancolía, a la vaga tristeza que se apodera a veces de nuestros corazones y nos lleva a considerar amarga la vida. Son innatas en el espíritu de los hombres las aspiraciones a un mundo mejor, pero no las busquemos en este mundo. (Cap. V, ítem 25, François de Geneve)

110. Las pruebas tienen por finalidad ejercitar la inteligencia, tanto como la paciencia y la resignación. Puede darse que un hombre nazca en una posición penosa y difícil, precisamente para verse obligado a buscar los medios de vencer las dificultades. El mérito consiste en sufrir, sin murmurar, las consecuencias de los males que le sea imposible evitar, en perseverar en la lucha, en no desesperar si no tiene éxito; pero nunca en la desidia que sería más pereza que virtud. (Cap. V, ítem 26, un ángel guardián)

111. Hay abnegación en no temer a la muerte cuando se trate de ser útil, en enfrentar el peligro, en hacer de antemano y sin pesar, el sacrificio de la vida, si fuera necesario. Pero buscar la muerte con intención premeditada, exponiéndose a un peligro, incluso para prestar un servicio, anula el mérito de la acción. Pero desde el momento que en el acto no existe la intención de buscar la muerte, no habrá suicidio sino sacrificio y abnegación. (Cap. V, ítems 29 y 30, S. Luis)   

112. “Venid a mí  – dijo Jesús – todos los que estáis afligidos y sobrecargados, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis reposo para vuestras almas, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. Tales palabras se interpretan así: Todos los sufrimientos, miserias, decepciones, dolores físicos, pérdida de seres queridos, encuentran consuelo en la fe en el porvenir, en la confianza en la justicia de Dios, que Cristo vino a enseñar a los hombres. Por el contrario, sobre aquél que nada espera después de esta vida, o que simplemente duda, las aflicciones caen con todo su peso y ninguna esperanza mitiga su amargura. He ahí lo que Jesús quiso decir. Pero Él hace depender, de una condición, su asistencia y la felicidad prometida a los afligidos. Esa condición está en la ley que Él enseña. Su yugo es la observancia de esta ley, pero ese yugo es ligero y la ley es suave, pues impone como deber solamente el amor y la caridad. (Cap. VI, ítems 1 y 2)

113. Nada se pierde en el reino de nuestro Padre y nuestros sudores y miserias forman el tesoro que nos hará ricos en las esferas superiores, donde la luz sustituye a las tinieblas y donde el más desnudo entre todos nosotros será tal vez el más resplandeciente. (Cap. VI, ítem 6, el Espíritu de Verdad)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. La eutanasia, ¿es aceptada por el Espiritismo?

No, en ninguna hipótesis. El materialista, que sólo ve el cuerpo y no tiene en cuenta el alma, no es capaz de comprender esas cosas; pero el espírita que ya sabe lo que pasa más allá de la tumba, conoce el valor de un último pensamiento. Nos recomienda San Luis: “Aminorad los últimos sufrimientos tanto como podáis; pero guardaos de abreviar la vida, ni siquiera un minuto, porque ese minuto puede evitar muchas lágrimas en el futuro”. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo V, ítem 28.)

B. ¿Cuál es el papel del Espiritismo en su carácter de Consolador prometido por Jesús?

Según las palabras de Jesús (Juan, 14:15 a 17 y 14:26), el Consolador quedaría con nosotros, nos enseñaría todas las cosas y nos haría recordar todo cuanto Él mismo nos dijo. Para cumplir la profecía y ejercitar ese papel, el Espiritismo llama a los hombres a la observancia de la ley; nos enseña todas las cosas, haciéndonos comprender lo que Jesús sólo dijo por medio de parábolas; levanta el velo intencionalmente lanzado sobre ciertos misterios y, finalmente, viene a traer  consuelo supremo a los desheredados de la Tierra y a todos los que sufren, al revelar que hay una causa justa y un fin útil en todos los dolores. 

Dijo Jesús: “Bienaventurados los afligidos, pues ellos serán consolados.” Pero ¿cómo alguien puede sentirse dichoso de sufrir, si no sabe por qué sufre? El Espiritismo muestra la causa de los sufrimientos en las existencias anteriores y en el destino de la Tierra, donde el hombre expía su pasado, y explica el objetivo de los sufrimientos, señalándolos como crisis saludables que producen la curación como medio de depuración que garantiza la felicidad en las existencias futuras. El hombre comprende, entonces, que merece sufrir y encuentra justo el sufrimiento. Sabe que éste le ayuda en su adelantamiento y lo acepta sin murmurar, como el obrero acepta el trabajo que  asegurará su salario.

El Espiritismo le da la fe indestructible en el futuro, y la duda punzante no dominará más su alma. Haciéndole ver las cosas desde lo alto, la importancia de las vicisitudes terrenas se pierde en el amplio y espléndido horizonte que Él le desvela, y la perspectiva de la felicidad que le espera le da la paciencia, la resignación y el coraje de ir hasta el final del camino. (Obra citada, capítulo VI, ítems 3 y 4.)

C. ¿Cuáles son las dos recomendaciones hechas a los espíritas por el Espíritu de Verdad?

Conocidas por los espíritas, éstas son: “¡Espíritas! Amaos, ésta es la primera enseñanza; instruíos, ésta es la segunda.” En el Cristianismo se encuentran todas las verdades; son de origen humano los errores que en él han echado raíces. (Obra citada, capítulo VI, ítem 5.)

D. ¿Cuál es la virtud mencionada por Jesús como condición esencial de la felicidad prometida?

La humildad. Cuando dijo que el reino de los cielos es de los sencillos, Jesús quiso decir que no se concede la entrada en ese reino sin la simplicidad del corazón y la humildad del espíritu; que el ignorante que posea esas cualidades será preferido al sabio que cree más en sí que en Dios. En todas las circunstancias, Jesús pone la humildad en la categoría de las virtudes que acercan a Dios y el orgullo entre los vicios que alejan de Él a la criatura, y esto es por una razón muy natural: porque la humildad es un acto de sumisión a Dios, mientras que el orgullo es la rebelión contra Él. (Obra citada, capítulo VII, ítems 2,3 y 6.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita