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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 303 – 17 de Marzo de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 9)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuál es el objetivo de las pruebas?

B. ¿Qué resultados se obtienen de la manera de ver la vida desde el punto de vista espírita?

C. Según el Espiritismo, ¿en qué consiste la verdadera infelicidad?

D. ¿Debemos mitigar la expiación de nuestros hermanos en sufrimiento?

Texto para la lectura

93. Con frecuencia, el Espíritu renace en el mismo medio en el que ya ha vivido, estableciendo de nuevo relaciones con las mismas personas, a fin de reparar el mal que les hubiera hecho. Si reconociese en ellas a quien odió, tal vez su odio despertase otra vez en su interior. En todo caso, se sentiría humillado en presencia de las criaturas a quienes hubiera ofendido. (Cap. V, ítem 11)

94. Al nacer, el hombre trae consigo lo que adquirió; poco le importa saber lo que fue antes: si se ve castigado, es porque practicó el mal. Sus malas tendencias actuales indican  lo que le queda por corregir en sí mismo y en esto debe concentrar toda su atención. Las buenas resoluciones que tomó son la voz de la conciencia, que le advierte de lo que es  bueno y lo que es malo y le da fuerza para resistir a las tentaciones. (Cap. V, ítem 11)

95. Si murmuramos en las aflicciones, si no las aceptamos con resignación y como algo que debemos haber merecido, si acusamos a Dios de ser injusto, contraeremos una nueva deuda, que nos hará perder el fruto que debíamos cosechar del sufrimiento. Es por eso que tendremos que recomenzar, como si a un acreedor que nos atormenta le pagásemos una cuota y la tomásemos de nuevo como préstamo. (Cap. V, ítem 12) 

96. La calma y la resignación que se obtienen de la manera de considerar la vida terrestre y de la confianza en el futuro, dan al individuo una serenidad que es la mejor protección contra la locura y el suicidio. (Cap. V, ítem 14)

97. La incredulidad, la simple duda sobre el futuro, las ideas materialistas, en una palabra, son los mayores incitantes al suicidio, pues ocasionan la cobardía moral. (Cap. V, ítem 16) 

98. Con el Espiritismo, no existiendo más la duda, cambia el aspecto de la vida. El creyente sabe que la existencia se prolonga indefinidamente más allá de la tumba, pero en condiciones muy diferentes; de ahí, la paciencia y la resignación que lo alejan naturalmente de pensar en el suicidio: he ahí el coraje moral. (Cap. V, ítem 16)  

99. El Espiritismo nos presenta a los suicidas mismos que nos informan sobre la situación desdichada en que se encuentran y prueban que nadie viola impunemente la ley de Dios, que prohíbe al hombre abreviar su vida. El espírita tiene, así, varios motivos para contraponer a la idea del suicidio: la certeza de una vida futura, en la que será tanto más dichoso cuanto más infeliz y resignado haya sido en la Tierra; la certeza de que abreviando sus días, llega precisamente a un resultado opuesto al que esperaba; que se libera de un mal, para caer en otro peor, más largo y más terrible; que el suicidio es un obstáculo para reunirse en el otro mundo con los que fueron objeto de su afecto; de donde sigue la conclusión de que el suicidio es contrario a sus propios intereses. (Cap. V, ítem 17)

100. Pocos sufren bien; pocos comprenden que sólo las pruebas que se soportan bien pueden conducirlos al reino de Dios. El desaliento es una falta y Dios nos niega consuelo porque nos falta coraje. La oración es un apoyo para el alma, pero no basta: es necesario que tenga por base una fe viva en la bondad de Dios, que no coloca fardos pesados sobre hombros débiles. El fardo es proporcional a las fuerzas, como la recompensa lo será a la resignación y al coraje. Más opulenta será la recompensa como penosa la aflicción. Pero es necesario merecerla, y por eso la vida se presenta llena de tribulaciones. (Cap. V, ítem 18, Lacordaire)

101. “Bienaventurados los afligidos” puede traducirse así: Bienaventurados los que tienen la ocasión de probar su fe, su firmeza, su perseverancia y su sumisión a la voluntad de Dios, porque tendrán centuplicada la alegría que les falta en la Tierra, porque después del trabajo vendrá el reposo. (Cap. V, ítem 18, Lacordaire)

102. Si hubieseis de llorar y sufrir toda la vida, ¿qué sería eso comparado a la eterna gloria reservada al que haya sufrido la prueba con fe, amor y resignación? Buscad consuelo a vuestros males en el porvenir que Dios os prepara y su causa en el pasado. Vosotros los que más sufrís, consideraos los afortunados de la Tierra. (Cap. V, ítem 19, San Agustín)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuál es el objetivo de las pruebas?

No todo el sufrimiento soportado en este mundo indica la existencia de una determinada falta. Muchas veces son simples pruebas buscadas por el Espíritu para concluir su purificación y apresurar su progreso. Así, la expiación sirve siempre de prueba, pero no siempre la prueba es una expiación. Sin embargo, pruebas y expiaciones son señales de una inferioridad relativa, porque el que es perfecto no necesita ser sometido a prueba. Un Espíritu puede, pues, haber llegado a cierto grado de elevación y, deseoso de adelantar más, solicitar una misión, una tarea para ejecutar, por la cual será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más dura haya sido la lucha. He ahí el objetivo de las pruebas. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo V, ítems 8, 9, 19 y 26.)

B. ¿Qué resultados se obtienen de la manera de ver la vida desde el punto de vista espírita?

El hombre puede suavizar o aumentar la amargura de sus pruebas, según la manera en que encare la vida terrena. Cuanto más larga se le presenta la duración del sufrimiento, tanto más sufre. Ahora bien, aquél que la encara a través del prisma de la vida espiritual abarca, de una sola mirada, la vida corporal. La ve como un punto en el infinito, comprende su brevedad y reconoce que ese penoso momento pasará muy rápido. La certidumbre de un futuro próximo más dichoso lo sostiene y anima, y en lugar de quejarse, agradece al cielo los dolores que le hacen avanzar. De esa manera de considerar la vida, resulta que se disminuye la importancia de las cosas de este mundo y el hombre se siente inducido a moderar sus deseos, a contentarse con su posición, sin envidiar la de los demás, a atenuar la impresión de los reveses y las decepciones que experimenta. De allí adquiere una calma y una resignación tan útiles a la salud del cuerpo como a la del alma, mientras que con la envidia, los celos y la ambición, voluntariamente se condena al tormento y aumenta las miserias y las angustias de su breve existencia. (Obra citada, capítulo V, ítems 13 y 22.)

C. Según el Espiritismo, ¿en qué consiste la verdadera infelicidad?

Para juzgar cualquier cosa, necesitamos ver sus consecuencias. Así pues, para que apreciemos bien lo que en realidad es dichoso o desdichado para el hombre, necesitamos trasladarnos más allá de esta vida, porque es allá donde las consecuencias se hacen sentir. Ahora bien, todo lo que se llama desdicha, según la estrecha mirada humana, cesa con la vida corporal y encuentra su compensación en la vida futura. 

La infelicidad verdadera es la alegría, el placer, el alboroto, la vana agitación, la loca satisfacción de la vanidad que hacen callar la conciencia, que comprimen la acción del pensamiento, que aturden al hombre en relación a su futuro. La infelicidad es el opio del olvido que los hombres ardientemente buscan. A ese respecto, nos dice un amigo espiritual: “¡Esperad, vosotros que lloráis! ¡Temblad vosotros que reís, porque vuestro cuerpo está satisfecho! No se engaña a Dios; no se huye al destino; y las pruebas, acreedoras más despiadadas que la jauría que la miseria desencadena, acechan vuestro reposo ilusorio para sumergiros súbitamente en la agonía de la verdadera infelicidad, de aquella que sorprende al alma debilitada por la indiferencia y el egoísmo. ¡Que el Espiritismo, pues, os esclarezca y reubique bajo los verdaderos prismas a la verdad y el error, tan extrañamente deformados por vuestra ceguera! Entonces actuaréis como bravos soldados que, lejos de huir del peligro, prefieren las luchas de los combates arriesgados a la paz.” (Obra citada, capítulo V, ítem 24.)

D. ¿Debemos mitigar la expiación de nuestros hermanos en sufrimiento?

Sí. Ayudarnos mutuamente en nuestras respectivas pruebas, es nuestro deber. Todos nosotros, sin excepción, debemos esforzarnos para mitigar la expiación de nuestros semejantes, según la ley de amor y caridad. (Obra citada, capítulo V, ítem 27.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita