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Año 6 300 – 24 de Febrero de 2013
JOSÉ LOURENÇO DE SOUSA NETO         
lourencobh@gmail.com    
Belo Horizonte, MG (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

José Lourenço de Sousa Neto

El desastre de Acelino, una lección para
todos nosotros


Un análisis de un importante caso relatado por André Luiz en
el cap. 8 del libro Los Mensajeros, obra psicografiada por
el médium Francisco Candido Xavier

(Parte 1)

 
Es sabido que cada relectura de una obra o artículo de tenor moral, no importa cuántas veces, nuevos hechos nos ocurren – un detalle no percibido antes, un ángulo no observado, una comprensión diferente, una conexión con el momento actual de nuestra vida etc. ¿Cuántos ya no leyeron más de un golpe Nuestro Hogar y, cada visita al libro, desvela facetas o registros nuevos? Cualquier libro de André Luiz, Emmanuel, Joanna de Ângelis y otros autores de ese grupo nos propicia esa dádiva.

Al releer Los Mensajeros, en especial, el capítulo 8, algunos registros de Acelino nos suscitaron reflexiones que nos gustaría compartir.

Sólo para situarnos, sugerimos que el texto original sea leído antes, pero, para facilitar, resumimos: Acelino era un residente de Nuestro Hogar, que fue preparado para reencarnar en una gran ciudad brasileña, al servicio de la colonia espiritual. En el ejercicio de la actividad mediúmnica, pasa a cobrar por las actividades ejecutadas, alejando a los benefactores espirituales y cayendo en las garras de la sombra. En esa ruina, además de fracasar en la propia misión, arrastra consigo incontables compañeros que le depositaron confianza, ampliando, desastrosamente, el perjuicio causado. Su compromiso es agravado considerándose que no le faltaron recursos para el desempeño del trabajo propuesto en una planificación reencarnatoria, así como la asistencia de benefactores, tanto encarnados como desencarnados, que se empeñaron, vanamente, por reconducirlo a la lucha del bien.

Su relato es un pungente testimonio de un Espíritu en plena evolución, que fracasa clamorosamente y, consciente de eso, nos deja, en una lección de humildad, una alerta para que miremos para nosotros mismos y nos indaguemos sobre lo que hemos hecho de las oportunidades recibidas.

La importancia de la vigilancia constante

Acelino, por lo tanto, no era marinero de primer viaje. Ya era detentor de conocimientos y experiencias que lo habilitaban a hacerse un “trabajador cualificado”, si podemos expresarnos así, habiendo recibido todo el aporte necesario para el cumplimiento de una importante misión, en nombre de Nuestro Hogar. Los siguientes registros del texto evidencian eso:

- partió de Nuestro Hogar;

- recibió “un valioso patrimonio instructivo” y bendiciones;

- tuvo la asistencia personal de una de las Ministras de la Comunicación;

- salud de cuerpo y de espíritu;

- compromiso con “los mayores”;

- colocado en una gran ciudad, al servicio de Nuestro Hogar;

- una esposa “dedicada compañera” y colaboradora.

Y el programa comienza bien:

- “Cumplida la primera parte del programa...”;

- llamamiento mediúmnico a los 20 años, con un amplio amparo;

- compañeros afines y vibrantes con la tarea;

- una mediumnidad de videncia, audición y psicografía (una feliz combinación).

Llamamos la atención para ese hecho para evidenciar la importancia de la vigilancia constante. Podemos ser llevados a creer que el ascenso espiritual puede librarnos de los embates con las tinieblas y, bajando guardias, acabamos por hacernos presas fáciles. La vanidad y la presunción de que nos hacemos especialmente protegidos acaban provocando nuestra ruina. Si es cierto que, en el trabajo en el bien, nos fortalecemos y contamos con ayuda creciente de los benefactores, también es cierto que nuestra responsabilidad es mayor. Para árboles grandes, hachas igualmente grandes – y caídas en la misma proporción.

Es razonable aguardemos, confiados, nuevo préstamo de oportunidades del Tesoro Divino. Dios no está pobre. – Aún en las mayores caídas, no debemos perder las esperanzas: el progreso es inevitable, por más que nuestros actos lo atrasen y dificulten, nos asegura OLE (De la Ley del Progreso, q. 781) y Jesús (“No es voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que uno de estos pequeñines se pierda.” – Mt, 18:14).

Siempre tendremos oportunidades de recomenzar. Nuestra elección básica está en la velocidad con que queremos evolucionar y en la opción entre el amor y el dolor.

No dominamos todas las circunstancias

No soy un criminal para el mundo, pero soy un fallido para Dios y Nuestro Hogar (parte del decir de Otávio) – Nuestras acciones criminales pueden pasar desapercibidas por el mundo y por la justicia humana; pueden, aún, que sean consideradas acciones lícitas, aceptables y hasta deseadas; pero el criterio de juicio de la conciencia es otro y de él no escapamos. Somos forjadores de las esposas que nos prenden – pero, también, tenemos la llave.

Usted perdió la partida porque no jugó, y yo la perdí jugando desastrosamente. – Jugar o no jugar, es siempre una cuestión de elección. Quién escoge “no jugar” opta por la derrota (se engaña si cree que escogió “no perder”) – es el servidor infiel que enterró el talento recibido: sus disculpas no le valdrán ante el cobro de su señor (tribunal de conciencia) ni evitaron la condena: “Lanzad, pues, el siervo inútil en las tinieblas exteriores; allí habrá llantos y crujir de dientes”. (Mt, 25:30).

Diferentemente de los juegos de azar mundanos, en el gran juego de la vida todos nosotros tenemos cuantía suficiente – nuestros talentos, inteligencia, amparo espiritual etc. –, y el juego no es del tipo pierde-gana, donde alguien tiene siempre que perder para que otro gane. Hay siempre la posibilidad de que todos ganen – el universo es abundante.

En ese juego debemos hacer lo mejor que podamos con las cartas que tenemos – que son nuestros recursos –, analizando opciones, estudiando estrategias, midiendo ingredientes, escogiendo objetivos. Pero no podemos olvidar que no dominamos todas las circunstancias. Para eso, no podemos perder la humildad y siempre recordar que dependemos del auxilio de compañeros de ideal y, especialmente, de lo alto: “Yo planté, Apolo regó; pero Dios dio el crecimiento”. (I Color, 3:6).

Hay que meditar sobre nuestro futuro eterno. – Hacemos esto tan poco, prendidos al inmediatismo y lo efímero. No aplicamos la perspectiva del tiempo en nuestra jornada, o abaratamos nuestra condición de Espíritus eternos.

La caída que experimenté presenta características diversas y, a mí ver, mucho más graves. – Misericordia y no juzgar para con los otros; mayor rigor y menos condescendencia para con nuestras propias faltas, si queremos realmente evolucionar. Eso no implica perder la fe o desanimar – vea los fallos iniciales de Acelino: “es razonable que aguardemos confiados”. “confío en la Providencia.”

La Providencia nos ofrece el sustento debido

La claridad, objetividad y sinceridad en el auto-análisis llevan a la mejor comprensión de las propias flaquezas, con la identificación más segura de los recursos a nuestra disposición y, por consecuencia, en la prescripción de las soluciones más adecuadas.

Me incliné a transformar mis facultades en fuente de renta material. – Trampa siempre presente, sutil u ostensivamente: la remuneración por los trabajos espirituales. No siempre esa remuneración se da en la forma de moneda oficial, pero el cariño al ego, la emulación a la vanidad, la gratitud sutilmente esperada, y tantas otras formas soterradas de pago acaban por minar nuestras bases, crear una barrera a los Espíritus luminosos, que siempre trabajan por desinterés, y traernos la compañía de compañeros menos felices, aún apegados a las luces del escenario.

Jesús no deja margen para dudas:

“Curad a los enfermos, limpiad los leprosos, resucitar los muertos, expulsad los demonios; de gracia recibisteis, de gracia dad. No poseáis oro, ni plata, ni cobre en vuestros cinturones; ni alforjas para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni cayado, porque digno es el obrero de su alimento”. (Mt, 10:8-10).

El Maestro cerca todas las sutilezas de nuestro razonamiento, desde la graduación de los valores de remuneración hasta a las “necesidades” ficticias. Y nos remite a la Providencia divina, que nos suministrará el sostenimiento debido.

Por el razonamiento podemos buscar la luz, la verdad (“Brille vuestra luz.” – Mt, 5:16; “Conoceréis la verdad.” – Jo, 8:32); pero con él también tejemos la tela que nos prende, en las justificaciones falaces y en la excusa que no resiste al más pequeño análisis crítico.

Nos refugiamos en las acciones de los otros para justificar las nuestras (“todo el mundo hace así”, “¿no recibían los sacerdotes católico-romanos...?”), optando, maliciosamente, por los ejemplos que vienen al encuentro de nuestros propósitos (¿por qué no nos reflejamos, entonces, en aquellos comportamientos más nobles?!). Olvidamos, sin embargo, que al repetir tales comportamientos estamos incurriendo también en las mismas consecuencias (“... es preciso que el escándalo venga, pero ay de aquel por quien el escándalo viene.” – Mt, 18:7).

Amigos, inconcientes del carácter sagrado de la fe, me aprobaban las conclusiones egoístas. – Escogemos/hacemos tanto nuestros amigos como nuestros enemigos.

Acelino fue activo en la propia caída

Líderes incompetentes acostumbran cercarse de subalternos mediocres, que no les critiquen las decisiones desastrosas, o incluso las endosen. Individuos mal-intencionados se cercan, consciente o inconscientemente, de comensales, socios en los propósitos dispensados, que aprueban, estimulan y hasta sugieren las actitudes que conducen al fin pretendido. “Desde que sobre ti actúan influencias malas, es que las atraes, deseando el mal.” (OLE, q. 466).

En el caso de los “socios” en los desatinos (régimen de mutualismo o simbiosis), el compromiso entre los envueltos es de una naturaleza – hay responsabilidad compartida. “¿Puede un ciego guiar otro invidente? ¿No caerán ambos en la misma cueva?” (Lc, 6:39)

Ya con los “amigos inconscientes” las consecuencias pueden ser mucho peores – el líder estará guiando para el desastre almas ignorantes, pero no necesariamente malas, que en él confiaron y se entregaron, inocentemente, a su liderazgo. Eso es claro en el registro, en Actos, sobre la acción de Judas: “Se levantó Judas, el galileo, los días del alistamiento, y llevó mucho pueblo en pos de sí; pero también este pereció y todos los que le dieron oídos fueron dispersados”. (Actos, 5:37).

Para esos Espíritus, aún un tanto inocentes y confiados, podrá haber atenuantes que no se apliquen a él, el líder equivocado, que tiene el conocimiento. Podemos ver eso en esa orientación de Jesús a los discípulo sacudí el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que, el día del juicio, habrá menos rigor para el país de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad”. (Mt, 10:14-15).

Este tramo del capítulo muestra cual fue la grande derrota de Acelino y porque ella sería, por lo menos en tesis, mayor que la de Otávio y André Luiz. Además de arruinar su propio emprendimiento, llevó en la caída, de forma activa, compañeros que le dedicaron confianza y que de él, probablemente, dependían para el aprendizaje y crecimiento.

Si Octavio y André Luiz fallaron por omisión (“no arriesgaron), Acelino fue activo en la propia caída (“juego errado”). (Continúa en la próxima edición.)



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita