WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Especial Português Inglês    
Año 6 288 – 25 de Noviembre de 2012
MARCOS ROBERTO MARTINEZ
marcosrmartinez@bol.com.br
Santo André, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 


Marcos Roberto Martinez

“Amar a si mismo”
¿Quién no se ama, no ama a su prójimo?


(Parte 2 e final)

 
 
¿Como me preservaré en favor del prójimo si estoy preocupado en amarme (preservar) primero para, después amar a mi prójimo?

Cap. XXI – Caracteres del verdadero profeta – párrafo 4

Otra consideración: los verdaderos misioneros de Dios se ignoran a sí mismos. (Erasto, París, 1862.)

Cap. X – La viga y la paja en el ojo

En efecto, ¿como podrá un hombre, bastante presuntuoso para creer en la importancia de su personalidad y en la supremacía de sus calidades, poseer a la vez abnegación bastante para hacer resaltar en otros el bien que el eclipsaría, en vez del mal que el exaltaría?

El hombre que se ama a sí mismo resalta su personalidad y sus cualidades, dificultando así la apreciación de las cualidades de su semejante.

Conclusión

En resumen, queridos amigos, en mi entender, creo que amarse a sí mismo puede ser interpretado también como un contrasentido a la humildad y, consecuentemente, a la caridad, una vez que esos dos sentimientos se neutralizan uno al otro.

Concuerdo que debemos tener gratitud por nuestra existencia, por nuestra personalidad, e inclusive por nuestro cuerpo que tanto nos sirve, pero, entre tener gratitud y amarse, existe una gran diferencia; la gratitud es un acto de sumisión y agradecimiento al Creador, mientras que el amor a sí se subentiende como un acto de gratitud a sí mismo, distanciando el sentimiento del foco principal que es Dios.

Me gustaría finalizar esta sencilla redacción proponiendo una reflexión a los queridos lectores.

¿En que momento de la trayectoria de nuestro Divino Maestro Amado, Cristo – nuestro mayor modelo y guía según el Espíritu de Verdad –, a quién debimos siempre intentar seguir los ejemplos, por plena confianza en sus enseñanzas de superioridad y amor, fue flagrado en alguna inclinación para amarse, o pensando primero en sí mismo?

Lo que entendemos es justamente lo contrario, pues, en la mayor expresión de ejemplo dentro de su magnánima misión, que fue del calvario a la crucificación, vemos al Gran Maestro dando todo amor a sí, para sufrir y ser humillado por las criaturas más perversas e inferiores de nuestra esfera, que lo ridiculizaron, personas que él podría exterminar con un simple mirar... Pero no lo hizo, contrariando a todos, para coronar su venida a la Tierra con la mayor ejemplificación que un padre podría dejar a los hijos amados para encaminarlos a la evolución espiritual, a la total abnegación a sí mismo en pro de sus tutelados queridos.

Sí, pasó todas las tribulaciones y humillaciones de aquel momento totalmente incomprendido, simplemente por nosotros, pues no tenía nada, absolutamente nada que expiar, sólo nos dejó el ejemplo vivo que nunca saldrá de la memoria de quien estudia sus enseñanzas; ¡dio su vida en sacrificio por nosotros!

Recordemos cuando él dijo, en las últimas instrucciones a los discípulos, en “Juan, 13.34”:

“Un nuevo mandamiento os doy: Que os améis unos a otros como yo os ame a vosotros; que también vosotros unos a otros os améis”.

Y en “Juan, 15. 12-14”:

“Mi mandamiento es este: Que os améis unos a los otros, así como yo os amé. Nadie tiene mayor amor que este: de dar alguien su vida por sus amigos. Vosotros seréis mis amigos si hacéis lo que yo os mando”.

¿Por qué habría el Maestro de dar ese nuevo mandamiento, si ya había dicho para amarnos a nuestro prójimo como a nosotros mismos? Probablemente porque sacrificarse por su semejante esté por encima del amar al prójimo como a nosotros mismos, por querer decir: amar al prójimo más que a nosotros mismos, pues ese amor de que él habla exige total abnegación y renuncia de sí mismo. Entonces, dijo que el mayor amor era dar la vida por sus amigos, así como él hizo.

No quiero decir con eso que estemos capacitados para ejecutar tal proeza practicando el amor en su más sublime expresión, pero, sí, que tenemos condiciones de comprender esa verdad, para que, con nuestro humilde esfuerzo, podamos anhelar un día caminar en los ejemplos del Maestro, y así dar un pequeño paso en la evolución espiritual.

Si Cristo, que nada tenía que rescatar, pasó por todo aquello que pasó, con resignación y coraje, sólo para enseñarnos, ¿por qué nosotros no podemos pasar por tribulaciones tan pequeñas que fueron generadas por nosotros mismos, sin reclamar, siendo que somos deudores? Nos mostró con eso que estamos aquí para rescatar nuestros débitos pasados y/o evolucionar por las luchas y tribulaciones de la vida corporal, y, así, que la vida aquí en la Tierra es de pruebas y expiaciones.

Por eso no debemos temer nada que pueda humillarnos, rebajar o denegrir nuestra personalidad; eso forma parte de nuestra expiación y evolución, en el estadio pasajero en que nos encontramos, pues la verdadera vida es la futura.

Entonces, cojamos nuestra Cruz y sigamos a nuestro Maestro, a quien, sí, debemos amar incondicionalmente, en la expresión de todas las criaturas más débiles y necesitadas, porque, como fue dicho por él mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. “Nadie va al Padre, sino por mí”.  (Juan: 14.6.)

Algunos pensamientos – Otros autores

– ¿Cuál es el medio más eficaz de combatir la predominancia de la naturaleza corporal?

R: – Practicar la abnegación de sí mismo. (El Libro de los Espíritus – Cuestión 912.)

“Estimar a las personas como son, sin exigir que ellas se hagan a su modo. Cualquier tiempo, conserve la certeza de que el bien a los otros, conforme las leyes de Dios, será siempre lo mejor que usted hará en auxilio a usted mismo.” – André Luiz.

“Acuérdate más de ti mismo, corrigiendo tus malos hábitos, eliminando tus adicciones, cortando las malas conversaciones y dando rumbo correcto a tus sentimientos. Acuérdate de ti mismo, con más énfasis, ayudando a los que te buscan.” – Lancellin (Cirugía Moral.)

“Una de las primeras trabas a ser removidas es la ausencia o la insensibilidad de la autocrítica. Las personas, de un modo general, se juzgan redimidas de evaluaciones o se conceden el beneficio de la duda, lo que dificulta o impide el reconocimiento de sus errores y de los desvíos de todo orden. En lo que los seres humanos considérense perfectos. Expresan a los otros que no lo son, por descontado, íntimamente, sin embargo, creen que son menos equivocados que su vecino, por lo tanto, más perfectos que el prójimo. Ahí está la llave inicial del fracaso en la reforma íntima.” – Cairbar Schutel (Fundamentos de la Reforma Íntima.)

“Nosotros, que somos fuertes en la fe, debemos ayudar a los débiles los débiles a cargar sus cargas y no debemos agradarnos a nosotros mismos. Al contrario, cada uno de nosotros debe agradar a su hermano, para el propio bien de él a fin de que él pueda crecer en la fe. Porque ni Cristo se agradó a sí mismo, pero como está escrito: “Las ofensas de aquellos que te insultarán caerán sobre mí”. (Pablo de Tarso, Epístola a los Romanos 15: 1-3.)

“... El egoísmo se funda sobre la importancia de la personalidad; ahora, el Espiritismo bien comprendido, yo repito, hace ver las cosas de tan alto que el sentimiento de la personalidad desaparece, de alguna forma, delante de la inmensidad. Destruyendo esa importancia, o, por lo menos, reduciéndola a sus legítimas proporciones, él necesariamente combate el egoísmo. El choque que el hombre experimenta, del egoísmo de los otros, es lo que muchas veces lo hace egoísta, porque siente la necesidad de colocarse a la defensiva. Viendo que los otros piensan en sí mismos y no en él, es conducido a ocuparse de sí más que de los otros. Sirva de base a las instituciones sociales, a las relaciones legales de pueblo a pueblo y de hombre a hombre el principio de la caridad y de la fraternidad y cada uno pensará menos en su persona, así vea que otros en ella pensaron. Todos experimentarán la influencia moralizadora del ejemplo y del contacto. En presencia de ese transbordar del egoísmo, es precisa una verdadera virtud para que alguien renuncie a su personalidad en provecho de los otros. Principalmente para los que poseen esa virtud, es que el reino de los cielos se halla abierto. A esos, sobre todo, es que está reservada la felicidad de los elegidos, pues en verdad os digo que, el día de la justicia, será puesto de lado y sufrirá por el abandono, en que se ha de ver, todo aquel que en sí solamente haya pensado.” (Fénelon, El Libro de los Espíritus - Cuestión 917.)



 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita