WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 284 – 28 de Octubre de 2012

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El valor del pequeño paso

 

Carlos, niño de ocho años, estaba muy desanimado. Entrando en la sala, la profesora notó que él no estaba bien y preguntó:
 

— Carlinhos, ¿tú ya terminaste de hacer tu tarea?

— No, profesora. ¡Pero todo día es igual! ¡Estoy cansado de tener que hacer las mismas cosas! ¡Limpiar los dientes, tomar um baño, hacer tarea! ¡Uf! ¡Yo no aguanto más! — respondió el chico, mal-humorado.
 

Llena de paciencia, la profesora hizo una leve sonrisa:

— Carlinhos, tu aún estás aquí porque no hiciste tu deber de casa. Tus compañeros ya se fueron. Si tú lo hubieras hecho, no necesitarías quedarte después de las clases.

— ¡Yo sé, profesora, pero es que estoy cansado! ¿Para qué estudiar tanto?...

Viendo el desánimo del alumno, la profesora decidió actuar de otra manera.

— Todo bien, Carlinhos. Cierra el libro y vamos a pasear un poco.

Los ojos del chico brillaron. Animado, él obedeció, acompañando a la profesora, que lo llevó al jardín. Satisfecho, él sintió el aroma de las plantas:

— ¡Que buena idea, profesora! ¡Me gustan mucho los árboles, especialmente de este, que tiene un tronco enorme! ¿Cómo será que el consiguió crecer tanto?
 

— Sólo el tiempo hace eso. Este árbol comenzó de uma pequeña semilla que germinó y fue creciendo poco a poco, tomando mucho tiempo para ser cómo es ahora — explicó la profesora.

Después, ella miró para otro lado y preguntó:

— Y el edificio de nuestra escuela, ¿cómo cree usted que él fue construido?
 

— ¡Ah! Por el ingeniero, por los albañiles...

— Cierto, Carlinhos. Sin embargo, para que los albañiles construyeran este edificio, fue preciso gran cantidad de ladrillos para hacer las paredes que fueron subiendo poco a poco.

El chico quedó pensativo, callado. La maestra aprovechó y prosiguió:

— Y tu ropa, ¿cómo fue hecha?

— ¡Fácil! ¡Mamá la compró en una tienda! — respondió el niño.

— Cierto. Sin embargo, Carlinhos, antes de estar en la tienda lista para vender, para confeccionar tu ropa fueron precisos metros de tejido, que por su parte esta compuesto por una infinidad de hilos.

En ese momento, en un banco, ellos vieron un libro, probablemente olvidado por algún alumno. Carlinhos cogió el libro en las manos, curioso, y la profesora aprovecho para indagar:

— ¿Y este libro, de qué está hecho?

El niño pensó un poco y respondió:

— ¡Ya sé! ¡De páginas, que son compuestas por letras, que forman los textos!

— ¡Muy bien, Carlinhos! Eso mismo. Cada letra va a formar sílabas, palabras, frases, que constituirán un texto. ¿No es interesante?

El niño estaba sorprendido y a la vez, maravillado:

— ¡Profesora, todas las cosas son hechas despacio y de pedacito en pedacito!

— Eso mismo, Carlinhos. Sólo no podemos desistir. ¿Ahora, vamos a entrar y continuar la tarea?

El chico entró en la sala, abrió su libro y percibió que, si él realmente quisiera aprender, tendría que comenzar a estudiar despacio, pero con firmeza, sin pereza. Sólo así conseguiría vencer.
 

Entonces, el niño cogió el cuaderno y vio la lección aún por hacer. Se puso a trabajar con determinación y, en poco tiempo, había terminado. Lo entregó a la profesora, que elogió su esfuerzo, dejándolo satisfecho.

De vuelta para casa, ahora él andaba por las calles mirando todo con otros ojos. Cada barrio había sido asfaltado metro a metro; cada edificio levantado, ladrillo a ladrillo. Carlinhos ahora sentía una comprensión diferente, valorando el esfuerzo de cada

persona.    

Llegando a su casa, arregló la cama, guardó las ropas y colgó la mochila detrás de la puerta. Todo lo que la madre lo había enseñado a hacer y que él protestaba todos los días.

Extrañando, la madre indagó curiosa:

— ¿Qué ocurrió hoy, Carlinhos?

— Yo aprendí, mamá, que si deseo ser alguien en la vida, necesito seguir adelante y realizar mis tareas, sin desanimar.

De repente, él miró para el reloj de pared y dijo:

— ¡Como un reloj, por ejemplo!

Carlinhos vio que la madre lo miraba com la boca abierta, sin entender.

— ¡Es eso mismo! Mamá, tú ya notaste que el reloj trabaja despacio, de segundo a segundo, de minuto a minuto y de hora en hora, sin nunca detenerse? ¡Como Jesus!

— ¡¿Es?!...

— ¡Sí! Acabé de acordarme. El otro día leí en una revista que Jesús dijo “Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo también”.
 

MEIMEI 


(Recebida por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, em 10/9/2012.)     




                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita