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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 276 – 2 de Septiembre de 2012

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Médiums 

Allan Kardec 

 (Parte 26)
 

Continuamos con el estudio metódico de “El Libro de los Médiums”, de Allan Kardec, la segunda de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en 1861. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir 

A. ¿Cómo ocurre la subyugación obsesiva?

B. ¿Puede la subyugación causar la locura?

C. Para tener ascendencia sobre los Espíritus inferiores, ¿cuál es la condición necesaria?

D. ¿Cuáles son los medios de combatir la obsesión?

Texto para la lectura

241. Además de ser uno de los mayores escollos de la mediumnidad, la obsesión es también uno de los más frecuentes. Por eso, no serán excesivos todos los esfuerzos para combatirla, porque constituye un obstáculo absoluto para la bondad y la veracidad de las comunicaciones. Ahora bien, al ser siempre el efecto de un constreñimiento y como éste jamás puede ser ejercido por un Espíritu bueno, toda comunicación dada por un médium obseso es de origen sospechoso y no merece ninguna confianza. (Ítem 242)

242. Ante tal peligro, ¿no es peligroso ser médium? Kardec responde: el peligro no está en el Espiritismo en sí mismo, puesto que puede, por el contrario, servirnos de gobierno y preservarnos del riesgo que corremos sin saberlo. El peligro está en la orgullosa pretensión de ciertos médiums que se creen, con ligereza, instrumentos exclusivos de los Espíritus superiores y en esa especie de fascinación que nos les permite comprender las tonterías de las que son intérpretes. Además, hasta los que no son médiums pueden ser sorprendidos. (Ítem 244)

243. Los Espíritus aficionados a los sistemas son generalmente escritorzuelos, razón por la cual buscan a los médiums que escriben con facilidad y a los que pueden fascinar. Son casi siempre locuaces y muy detallistas. Los Espíritus superiores son sobrios de palabras y dicen mucho con pocas frases. (Ítem 247)

244. Sólo hay obsesión propiamente dicha cuando el Espíritu se impone a un médium y aleja intencionalmente a los demás, lo que jamás puede ser obra de un Espíritu bueno. Generalmente, aquél que se apodera del médium para dominarlo, no tolera el examen crítico de sus comunicaciones y, cuando ve que éstas no son aceptadas, inspira al médium el pensamiento de aislarse. Todo médium que se resiente con las críticas de las comunicaciones que recibe, hace eco del Espíritu que lo domina. (Ítem 248)

245. Nadie puede curar a un enfermo que se obstina en conservar su enfermedad y en ella se complace. (Ítem 250)

246. Kardec se refiere al caso de las hermanas que era atormentadas por un Espíritu malvado. La brecha abierta a la influencia espiritual era la maledicencia, pues les gustaba mucho hablar mal del prójimo y el Espíritu se vengaba de ellas, puesto que había sido tomado por tonto en aquella casa. La enseñanza que resalta de este caso es: las imperfecciones morales dan lugar a la acción de los obsesores, y el medio más seguro de librarse de ellos es atraer a los Espíritus buenos mediante la práctica del bien. (Ítem 252)

247. Es preciso no atribuir a la acción directa de los Espíritus todas las contrariedades que se puedan experimentar, las cuales a menudo resultan de la negligencia o de la imprevisión. (Ítem 253)

248. 248. Kardec cita el caso del campesino que durante doce años sufrió todo tipo de desgracias, con respecto a su ganado. Las novenas, las misas y los exorcismos que mandó hacer, no lo beneficiaron en nada. Al recurrir a Kardec, el Codificador, obtuvo de los Espíritus la siguiente explicación: “La mortalidad o las enfermedades del ganado de ese hombre provienen de sus corrales que están infectados y él no los sanea porque cuesta dinero”. (Ítem 253)

249. Respondiendo a Kardec sobre las personas de mucho mérito y de moralidad, pero aún así incapaces de comunicarse con  los buenos Espíritus, éstos dijeron: “Es una prueba. Además, ¿quién dice que ellos no traen el corazón manchado con un poco de mal, que el orgullo no domine un poco la apariencia de la bondad? Estas pruebas, al mostrar al obseso su debilidad, lo hacen inclinarse a la humildad”. “El medio más poderoso de combatir la influencia de los malos Espíritus es acercarse lo más posible a la naturaleza de los buenos.” (Ítem 254, pregunta 2)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cómo ocurre la subyugación obsesiva?

Como si fuese un manto echado sobre el individuo, la subyugación corporal con frecuencia quita al obseso la energía necesaria para dominar a los malos Espíritus; por eso, en estos casos, es necesaria la intervención de una tercera persona que actúa mediante el magnetismo o por la fuerza de su voluntad, para aliviar al enfermo. Forma aguda del fenómeno obsesivo, la subyugación es una presión que paraliza la voluntad de quien la sufre y le hace actuar en contra de sus propias ideas. El yugo corporal significa que el Espíritu desencarnado obra sobre los órganos materiales del obseso, provocándole movimientos involuntarios, incluso en los momentos más inoportunos. (El Libro de los Médiums, ítems 240 y 251.)

B. ¿Puede la subyugación causar la locura?

Llevada a un determinado grado, la subyugación corporal puede causar una especie de locura cuya causa es desconocida en el mundo, pero que no tiene relación con la locura común. Entre las personas tratadas por locura hay muchos que son sólo subyugados; necesitarían un tratamiento espiritual, mientras que quedan  locos de verdad con los tratamientos físicos. Cuando los médicos conozcan bien el Espiritismo, sabrán hacer esta distinción y curarán más enfermos que con las duchas frías. (Obra citada, ítem 254, párrafo 6)

C. Para tener ascendencia sobre los Espíritus inferiores, ¿cuál es la condición necesaria?

El ascendiente sobre los Espíritus inferiores sólo se ejerce por la superioridad moral. Los Espíritus perversos reconocen como sus superiores a los hombres de bien. Frente a quien no les opone sino la energía de la voluntad, una especie de fuerza bruta, ellos luchan y con frecuencia son los más fuertes. Quien no tenga autoridad moral, ni siquiera la invocación del nombre de Dios ejercerá alguna influencia. San Luis enseña que el nombre de Dios tiene influencia sobre los Espíritus imperfectos sólo en boca de quien puede servirse de él con autoridad, por sus virtudes. En boca del hombre que no tenga sobre el Espíritu ninguna ascendencia moral, tal nombre es una palabra como cualquier otra. (Obra citada, ítem 279)

D. ¿Cuáles son los medios de combatir la obsesión? 

Los medios de combatir la obsesión varían según las características que presenta.

En la obsesión simple, dos cosas esenciales deben ser hechas: 1ª – Probar al Espíritu que no somos sus juguetes y que le es imposible engañarnos; 2ª – Agotar su paciencia mostrándonos más pacientes que él; si está bien convencido de que pierde su tiempo, acabará por retirarse, como hacen los impertinentes a quienes no damos oído. El médium o la víctima de la obsesión deben, además de eso, hacer un llamado fervoroso a su protector espiritual así como a los buenos Espíritus que le son simpáticos y rogarles que lo asistan. Es conveniente también interrumpir toda comunicación tan pronto reconozcamos que ella procede de un mal Espíritu, a fin de que no darle el gusto de ser escuchado.  En cuanto al Espíritu obsesor, por muy malo que sea, es necesario tratarlo con severidad pero con benevolencia, y vencerlo con buenas maneras, orando por él. Moralizándose terminará por enmendarse: es emprender una conversión, tarea penosa, ingrata, hasta desalentadora, pero cuyo mérito reside en la dificultad y en la satisfacción, si es bien cumplida, de conducir un alma perdida al buen camino.

En la fascinación, es necesario convencer el médium o individuo obseso de que está siendo engañado, y transformar su obsesión en un caso de obsesión simple, lo que no siempre es tarea fácil, y algunas veces hasta imposible. No se puede, en efecto, curar a un enfermo que se obstina en conservar su enfermedad y en ella se complace. El fascinado recibe muy mal los consejos; la crítica lo ofende e irrita, y todos los que no comparten su admiración, se ganan su antipatía.   

En la subyugación corporal, como ya fue dicho, es necesaria la intervención de una tercera persona, que ejercerá dominio sobre el obsesor. Pero como este dominio no puede ser sino moral, sólo es dado ejercerlo a una persona moralmente superior al Espíritu, y su poder será tanto mayor cuanto más grande sea su superioridad moral. En tal caso, la acción magnética de un buen magnetizador puede venir eficazmente en ayuda del obseso. Por lo demás, es siempre bueno tomar por intermedio de un médium seguro, los consejos de un Espíritu superior o de su protector espiritual. En breve, es necesario entender que no existe ningún procedimiento material, sobre todo ninguna fórmula, ninguna palabra sacramental que tenga el poder de expulsar a los Espíritus obsesores. (Obra citada, ítems 249 a 251.) 

 

 


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