WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 274 – 19 de Agosto de 2012

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Los dos vasos

 

Em cierta ocasión una familia necesitó transferirse para otra ciudad por necesidad de trabajo del jefe de la casa. Lina, de nueve años, no le gustó, y los días que antecedieron al cambio ella lloraba y protestaba, alegando:

— ¡No quiero cambiar! ¡No me va a gustar esa otra ciudad! Aquí tengo amigos en la escuela, en la vecindad y jugamos bastante! ¡Voy a echar en falta a mi profesora y de todo lo que voy a dejar! ¡Por favor, papá! ¡No hagas eso conmigo!...

Y los padres, con el corazón amargado, hablaron com la hija afirmando:

— ¡Hijita, allá también hay personas buenas y tú harás nuevas amistades!

— ¡No quiero! ¡No voy! — contrariada la chica, rebelde.

La madre suspiraba, con pena por la hija que

estaba sufriendo tanto. Pero el padre, con firmeza replicó abrazándola con cariño:

— Lina, hija mía, ese cambio será mejor para nosotros. ¡Tendré un cargo de más responsabilidad en la empresa y ganaré más, pudiendo dar a la familia una vida buena!

Una semana después, era el día de la mudanza. El camión llegó y la casa luego quedo vacía.

La nueva ciudad era bonita, llena de árboles y muy simpática; la casa, mayor que la antigua; la escuela era linda y la sala con muchos alumnos que buscaban ayudar a Lina en su adaptación. Sin embargo, la niña insistía en no interesarse por nada.

Cuando uno de los compañeros preguntaba como era la ciudad de donde ella venía, sus ojos brillaban y decía:

— ¡Donde yo nací, era muy mejor del que aquí! ¡Allá, yo tenía muchos amigos! ¡Yo paseaba bastante y jugaba todos los días con mis vecinos después de las clases! ¡Las personas eran muy simpáticas!

— Pero aquí también tú harás amigos. ¡Sólo necesitas tener un poco de paciencia para conocer a las personas y ellas te conozcan a ti! — afirmó Geraldinho, compañero y vecino.

— No creo. Aún porque no tengo interés en

conocer a nadie! — ella respondió, de manera antipática.

Pasado algunos días, Lina comenzó a estar cada vez más triste, llorando por los rincones. La madre, percibiendo la tristeza de la hija, preguntó, abrazándola cariñosamente:

— Lina, ¿qué está ocurriendo? ¡Llegas de la escuela y vas para el cuarto, no juegas más como antes! Tú siempre fuiste una niña alegre! ¿Tienes algún problema?

La niña comenzó a llorar y, entre sollozos, respondió:

— Es que no tengo amigos, mamá. Ni en la escuela ni aquí en la vecindad.

— ¿Por qué? ¡Tú siempre fuiste alegre y hacías amistades con facilidad!...

— ¡No sé, mamá! – y se puso a llorar aún más sentidamente.

Preocupada, la madre fue a la escuela y pidió hablar com la profesora Marta. Después de los saludos, la profesora preguntó a la madre afligida:

— ¿Lina comentó algo con usted, Lúcia?

— No, Marta. Y es exactamente por eso que vine a la escuela. Lina está triste y alega no tener amigos, lo que extrañé. Ella siempre fue alegre y hacía amistades con facilidad. ¡Está pasando algo que yo no sepa?

— Pretendía buscarla, Lúcia. Los alumnos protestan que Lina no quiere hacer amistad con nadie; rechaza esta ciudad y valora la antigua, de donde vino. Dimos un tiempo creyendo que eso iba a pasar, pero nada cambió. ¡Los compañeros de Lina, sin embargo, se cansaron de la actitud de ella y no la buscan más. Ya intenté de todo y no sé qué hacer más!... respondió la profesora, preocupada.

— Entiendo, Marta. Puede dejar. Voy a hablar con Lina.

Volviendo para la casa, Lúcia llamó a la hija para la merienda. Cuando Lina se sentó a la mesa, le presentó dos vasos. En uno había un líquido oscuro; en el otro, leche con alguna cosa. La niña se extrañó. La madre cogió primero el de líquido oscuro y ordenó:

— Prueba.

Lina llevó el vaso a la boca y sintió un olor desagradável. Probó e hizo una mueca.

— ¿Qué es eso, mamá?!...

— Es vinagre, usado con salsa. Ahora prueba el

otro.  

La niña experimentó y sonrió contenta:

— ¡Ah! Menos mal. Es leche con poco café, bien dulce, como a mí me gusta. ¿Más por qué hiciste eso, mamá?

— Para que tú sientas la diferencia entre los dos vasos. Así también, nuestras relaciones con las personas. Si somos ácidos, amargados, a ellas no les gusta y se alejan de nosotros. Si nosotros somos dulces, simpáticos, alegres, ellas tienen ganas de andar con con nosotros, de ser nuestros amigos.

La niña, que era muy inteligente y experta, entendió lo que la madre quiso demostrale.

— ¿Yo era bien diferente allá donde nosotros vivíamos, no es, mamá?

— Es verdad, hija mía. Allá a ti te gustaban las personas, dabas lo mejor para ellas, que también respondían ofreciéndote lo que tenían de bueno. Es así que hacemos amistades. Cambiar la situación sólo depende de ti, Lina.

— Tienes razón, mamá. Cuando llegamos aquí, yo estaba molesta y no acepté la amistad que los compañeros y vecinos me ofrecían. Ahora estoy echando en falta. Pero yo ya sé lo que voy a hacer! — dijo Lina sonriendo.

La niña fue hasta la cocina, colocó un pedazo de tarta en un plato y, cubriéndolo con un paño, salió corriendo por la puerta. En la casa vecina, golpeó y, cuando un chico la atendió, ella dijo con ojos brillantes y una bella sonrisa:

— Geraldinho, traje para ti un pedazo de tarta que mamá hizo. ¡Es una delicia! ¡Prueba!...

El niño miró y también sonrió, espantado y, agradeciendo la gentileza, invitó:
 

— Entra, Lina! ¡Parece delicioso! Voy a probarlo ahora mismo. ¡Después vamos a jugar?

— ¡Vamos! ¡Será muy bueno jugar contigo!

En el interior, retirando la acidez que había conservando durante meses, Lina quedo feliz, sabiendo que aquella amistad era la primera de muchas otras que vendrían. 

                                                                  MEIMEI


(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em Rolândia-PR, em 7/5/2012.)
 



                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita