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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 260 – 13 de Mayo de 2012   

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La sorpresa

 

Danilo quería mucho hacer una sorpresa para su madre.

Aún faltaban muchos meses para el Día de las Madres, pero Danilo ya estaba pensando que regalo podría dar a su madre.

No tenía dinero para comprar ninguna cosa cara en una tienda como muchos de sus compañeros de la escuela hacían.

Además de eso, la madre siempre regañaba con él, diciendo que era perezoso y que no le gustaba hacer nada; nunca recogía sus juguetes, no guardaba la mochila al volver de la escuela y, cuando se cambiaba, siempre dejaba las ropas esparcidas por el suelo del cuarto.

Por eso, quería probarle a ella que podría ser diferente y merecer su amor. Así, quería dar alguna cosa que representara su esfuerzo, buena voluntad y trabajo.
¡Deseaba que la madre se enorgulleciera de él!

Pensó... pensó... y decidió.

Llegó a casa tras el aula y preguntó al padre:

— ¿Papá, puedo lavar el coche? Estoy necesitando unas monedas.

— Claro, Danilo. Si tú lavas el coche te daré las monedas. Pero, ¿para qué quieres tú dinero, hijo mío?

El niño miro a su alrededor para ver si estaban solos, y dijo en voz baja:

— Después yo te cuento, papá. ¡Es secreto!

— ¡Ah!...

Por la tarde, después que el padre volvió del servicio, Danilo se colocó una ropa vieja, cogió el balde, la manguera y fue a lavar el coche.

La madre quedó sorprendida. ¿Danilo trabajando?

Cuando el chico terminó, el padre les dio tres monedas.
 

— Gracias, papá. ¡Valió!  

Al día siguiente, al volver de la escuela, Danilo entró en una tienda y compró un paquete de semillas.

Llegó a la casa, dejó la mochila, y corrió para el patio. Cogió una pala, removió la tierra, la ablandó, como había visto a su madre hacer tantas veces, y después tiró las semillas que había comprado.

La madre notó el movimiento del hijo, pero no dijo nada. Después, vio a Danilo coger una regadera y mojar la tierra.

— ¿Qué estás haciendo, hijo mío?

— Estoy plantando algunas semillas, mamá.

De ese día en delante, todas las mañanas antes de salir para la escuela, y también al atardecer, Danilo regaba las semillitas.

La madre pasó a ayudarlo en esa tarea. Cuando aparecieron las primeras hojitas, fue una gran alegría para Danilo.

Era la primera vez que veía el resultado de un trabajo.

Algún tiempo después, las plantitas estaban crecidas y las primeras flores comenzaron a nacer, lindas y coloreadas.

El Día de las Madres, Danilo se levantó bien pronto, se vistió, se peinó los cabellos y arregló el cuarto. Después, fue para la cocina y preparó la mesa, hizo un zumo y dejó todo listo. Enseguida, corrió para el patio.

La madre aún no había despertado. ¡Aún bien!

Luego, oyó ruido en la cocina, y notó que la madre ya se había levantado.

Entonces, abrió la puerta y, con un grande ramo de flores en los brazos, él dijo:

— ¡Feliz Día de las Madres!

La madre, mal pudiendo creer, cogió las flores, llena de alegría.

— ¡Hijo mío! Siento mucho orgullo de ti. ¡Por meses te esforzaste, cuidaste de las plantitas, las regaste, todo para darme una sorpresa! ¡Y preparaste hasta la mesa para el café!

— Eso mismo, mamá. Quería probar que también consigo trabajar como las otras personas. ¿Y, sabes una cosa? Estoy muy contento por haberlo conseguido.

Ver las semillitas brotar, las plantas crecer y después transformarse en estas lindas flores me dio una sensación muy buena. ¡Me probé a mí mismo que soy capaz!

Llena de emoción, la madre abrió los brazos y Danilo corrió para ella, acogiéndose en su abrazo.

— ¡Feliz Día de las Madres, mamá!

— Gracias, hijo mío. ¡Este fue el regalo más lindo que ya tuve en toda mi vida!.

 

                               Tia Célia


                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita