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Año 6 260 – 13 de Mayo de 2012   
RICARDO BAESSO DE OLIVEIRA    
kargabrl@uol.com.br    
Juiz de Fora, Minas Gerais (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 


Ricardo Baesso de Oliveira

Del átomo al ángel: la evolución del principio inteligente
 

(Parte 2 e final)


 

Como se dio la evolución

La evolución de los seres vivos a partir de especies inferiores es un hecho indiscutible en la ciencia. El estudio de los fósiles muestra que bacterias sin núcleo individualizado evolucionaron para seres unicelulares con membrana nuclear y organelas un poco más complejas. Posteriormente la cooperación entre esos seres minúsculos hizo que surgieran formas de vida pluricelulares y así, en una cadena de complejidad creciente, fueron apareciendo los vegetales, animales inferiores, animales superiores y el hombre.

Si consideráramos sólo los dos puntos extremos de la cadena, ninguna analogía aparente habrá; pero, si pasáramos de un anillo a otro sin solución de continuidad, llegamos, sin transición brusca, de la planta a los animales vertebrados. Se comprende entonces la posibilidad de que los animales de organización compleja no sean más que una transformación, o, si quisieran, un desarrollo gradual, a principio insensible, de la especie inmediatamente inferior y, así, sucesivamente hasta el primitivo ser elemental.

Acompañando paso a paso la serie de los seres, se diría que cada especie es un perfeccionamiento, una transformación de la especie inmediatamente inferior.

Lo que se discute es cómo eso se dio. La hipótesis más aceptada por los científicos asocia dos ideas: la selección natural, propuesta por Russel Wallace y Charles Darwin en el siglo XIX, y el Mutacionismo, idea presentada por Hugo de Vries. En conjunto, esas ideas son denominadas de Neodarwinismo.

Las mutaciones son transformaciones en la molécula del ADN. Como el ADN es el molde en que la célula se orienta para sintetizar sus proteínas, modificaciones en el ADN serán acompañadas por cambios en las proteínas de la célula y consecuentemente cambios en su forma y función.

Muchas mutaciones son perjudiciales (causando enfermedades de origen genético) o neutras (no teniendo ningún efecto sobre las proteínas). Un número minúsculo de mutaciones, sin embargo, puede ser ventajoso, posibilitando que algunos individuos sobrevivan y se reproduzcan de forma más eficiente que los demás (selección natural).

Así, el neodarwinismo explica el surgimiento de nuevas especies (mutaciones sufridas por las especies anteriores) y desaparición de especies antiguas (no fueron suficientemente aptas para sobrevivir en la lucha por la vida). Se calcula que el 99% de las especies existentes en el pasado desaparecieron.

Pero para el Neodarwinismo todo eso se dio sin un propósito, una finalidad y sí como resultado de las fuerzas ciegas del acaso, lo que es ilógico, pues fuerzas ciegas del acaso no pueden producir seres altamente complejos e inteligentes.

Para hacer lógica la propuesta neodarwinista, es preciso que se admita la existencia del principio inteligente, el comandante invisible del proceso evolutivo.

La evolución de las especies en general y del hombre en particular se dio en dos estados de vida: el material y el espiritual. Los “hilos perdidos de la evolución”, o sea, sus fenómenos inexplicables se dieron en la dimensión espiritual, lejos de las lentes investigadoras de los científicos. El principio espiritual funciona como un design inteligente  con su cuerpo etéreo constituido de energías sutiles, que funciona como campo modelador de la forma física. Las conquistas evolutivas del principio espiritual van siendo plasmadas en el cuerpo físico y en el cuerpo espiritual simultáneamente, en sus experiencias en los dos planos de vida.

Podemos considerar aún la actuación de los biólogos del plan astral que, bajo la supervisión amorosa de Jesús, acompañan el progreso del mundo, interviniendo, cuando es necesario, en los cuerpos espirituales de las formas evolutivas, durante el estadio en el plano espiritual. Esas intervenciones podrían responder por las mutaciones necesarias al desarrollo de las nuevas habilidades.

El viaje del principio inteligente

Creado simple e ignorante, el principio inteligente va a encontrar los recursos que necesita para su perfeccionamiento en las experiencias que tendrá junto a las diferentes especies biológicas, en su larga jornada evolutiva. El cuerpo es simultáneamente el envoltorio y el instrumento del principio inteligente y, a medida que este adquiere nuevas aptitudes, el se reviste de otro cuerpo apropiado al nuevo género de trabajo que le cabe ejecutar.

Son las vivencias del ser espiritual, ahora en el plano físico, ahora en el plano extrafísico, que van a enriquecerlo en su estructura íntima y, simultáneamente, perfeccionar su envoltorio fluídico.

En ese ir y venir, el principio espiritual va a atravesar las más rudas cribas de la adaptación y selección, asimilando los valores múltiples de la organización, de la reproducción, de la memoria, del instinto, de la sensibilidad, de la percepción y de la preservación propia, penetrando, así, por las vías de la inteligencia más compleja y laboriosamente adquirida, en las fajas inaugurales de la razón.

En el mineral: la atracción

Como fase inicial, el principio espiritual estaría influenciando las organizaciones atómico-moleculares del reino mineral. Sería cómo un eje energético entrometido en la manifestación de los átomos y moléculas, invitándolos a la unión.

Ese eje energético crearía, con sus vibraciones, el campo de agregación reflejado en las fuerzas de atracción y cohesión, a determinar la concentración de las energías y respectiva condensación en los átomos y órdenes moleculares.

Así, la organización mineral sería la consecuencia de un poder en la intimidad de sus unidades atómicas, para conducir ordenadamente el proceso de agregación.

En la intimidad del mineral, el principio inteligente absorbería experiencias, y fuera de él mostraría posiciones renovándose; a fin de ejercer nuevos potenciales de orientación con fuerzas reconstruidas y siempre más complejas por las vivencias anteriores de idénticos fenómenos. En ese ir y venir, dentro o fuera de la materia, ya existiría el principio reencarnatorio en acción.

En el vegetal: la sensación

Adquiridas las experiencias posibles junto al mineral, el principio inteligente estaría apto a iniciarse en el reino vegetal.

Ahora, además de las adquisiciones de la fase anterior (mineral: atracción), ganaría, en la fase vegetal, los nuevos potenciales de la sensibilidad. La sensibilidad referida aquí nada tiene que ver con las reacciones complejas del Espíritu más elaborado en la fase hominal.

La sensibilidad conquistada junto al reino vegetal se refiere a las reacciones a los estímulos, el desarrollo de respuestas armónicas a los diferentes estímulos del medio ambiente.

En el animal: el instinto

El principio espiritual madurado y elaborado en el reino vegetal, en épocas incontables, tendría que despertar en nuevas posiciones como exigencia de su impulso interior. Así, él buscará nuevo escalón evolutivo para afirmaciones, manifestándose en el reino animal.

La condición que caracterizaría el principio espiritual en esta fase sería la adquisición del instinto; al principio, en los animales inferiores, bastante simplificados, posteriormente, en los mamíferos, por los órganos más bien trabajados, se presentaría con más alta y purificada eficiencia, preparando para, más adelante, ingresar en el reino de la razón.

En el hombre: la razón

Se cree que el hombre haya conquistado la razón y, consecuentemente, el libre albedrío y la plena responsabilidad por sus actos hace cerca de 200 mil años. Sin embargo, hombres pre-históricos, con el ropaje físico bien semejante a nuestra forma actual, surgieron antes, hace cerca de 3 millones de años, cuando el cortex frontal, el área más noble del cerebro, ya estaba listo.

El desarrollo de la conciencia no se dio de forma brusca, fue siendo elaborado durante milenios en existencias sucesivas en los primates superiores y posteriormente en varias especies del género Homo.

Alma grupo de la especie

En El Libro de los Espíritus se lee: Es en los seres inferiores de la creación que el principio inteligente se elabora, se individualiza poco a poco y se ensaya para la vida. (607-a)

Se individualiza, según el diccionario es lo mismo considerar una cosa aisladamente. En consonancia con esas ideas, algunos pensadores evolucionistas presentaron la hipótesis del alma grupo de la especie, según la cual el principio inteligente en sus vivencias en los reinos inferiores de la naturaleza, aún no se encuentra individualizado, o sea, camina evolutivamente en asociación con seres de la misma especie.

En las especies más simples, el principio espiritual estaría más prendido a sus afines, formando junto de ellos un campo de influencia colectiva, el alma grupo de la especie, que tendría como finalidad controlar la especie en que se destina. Sería, por lo tanto, un dinamismo conjunto que dirige colonias minerales, vegetales y animales más simples.

A medida que las especies van perdiendo el contacto de la colonia, resultado de la propia evolución, se individualizan, pasando a depender únicamente de sí mismas.

Según esa hipótesis, podemos entender por qué la sociedad de los insectos como las abejas, hormigas y termitas, instintivamente desarrollan actividades perfectas y complejas, imposibles de ser explicadas de otra forma.

Los ensayos biológicos y las destrucciones en masa

¿Cómo entender el surgimiento de tantas especies que deberían desaparecer con el tiempo? Son documentados por lo menos media docena de casos de extinciones masivas de seres vivos, desde la aparición de la vida en la Tierra. De más reciente a ellas, hay cerca de 65 millones de años, llevó a la desaparición de los grandes reptiles, cuando un meteoro de más o menos 10 Km. de diámetro cayó en el golfo de México. Si el principio espiritual funciona como un design inteligente, ¿cómo entender el surgimiento de formas animales que no deberían prevalecer con el tiempo?

Primero, es preciso entender que el principio espiritual, como un design inteligente, trae en su estructura íntima un propósito de evolución, una fuerza que lo impulsa para adelante, un significado, una razón de ser y de existir: el progreso.

Él no trae, al contrario de lo que piensan algunos, un mapa listo y rematado que le compite sólo copiar y seguir. Si así fuera, estaría prevaleciendo la idea de la predestinación, lo que contraría el principio de la ley del esfuerzo personal. Para que haya crecimiento es preciso que existan elección, errores y aciertos, que serán elementos necesarios en la adquisición de experiencia.

Las especies biológicas que surgieron y desaparecieron deben ser colocadas en la cuenta de ensayos biológicos experimentados por el principio inteligente, que buscaba el mejor camino para llegar a su destino.

No hay un plan determinado; las cosas podrían haberse dado de una forma diferente. Algunos caminos podrían haber sido intentados hasta que verificaran que eran vías sin salida. La evolución es creativa y no prefijada.

En cuanto a las destrucciones masivas, es preciso que todo se destruya para renacer y regenerarse, pues eso a que llamamos destrucción no pasa de una transformación, que tiene por fin la renovación y la mejoría de los seres vivos.

La destrucción masiva de los grandes reptiles permitió que un pequeño simio, del tamaño de un ratón, que vivía huyendo de los dinosaurios, encontrara espacio para vivir libremente. Esos minúsculos simios, algunos millones de años después, se diversificaron en los grandes primates que fueron la matriz para el surgimiento de la especie humana, hace cerca de 3 millones de años.

Concluyendo: el hombre, bajo cierto aspecto, es hijo de la gran tragedia que culminó con la extinción masiva de los reptiles pre-históricos. 

 

Referências

  1. A Caminho da Luz, Emmanuel/Chico Xavier.
  2. A Evolução Anímica, Gabriel Delanne.
  3. A Gênese, de Allan Kardec.
  4. Breve história de quase tudo, Bill Bryson.
  5. Criação Imperfeita, Marcelo Gleiser.
  6. Evolução em dois mundos, André Luiz/Chico Xavier.
  7. Iluminação Interior, Joanna de Ângelis/Divaldo P. Franco.
  8. Impulsos criativos da evolução, Jorge Andrea.
  9. O Consolador, Emmanuel/Chico Xavier.
  10. O Livro dos Espíritos, de Allan Kardec.
  11. O Relojoeiro Cego, Richard Dawkins.
  12. O Tao da Libertação, Mark Hathaway e Leonardo Boff.

 

 


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