WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 249 – 26 de Febrero de 2012  

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El defecto

 

Francisco, esperando con mucho amor a los padres, nació con un pequeño problema: tenía una de las piernas un poco menor que la otra.

Viviendo en una ciudad pequeña y sin recursos, los padres quedaron felices con el nacimiento del bebé, sin preocuparse con el defecto, creyendo que se resolvería con el tiempo.    

Los años fueron pasando y Francisco se hacía cada vez más experto y activo, cercado por el amor de la familia. Ahora vivían en una ciudad mayor y más bonita, y él tenía amigos, jugaba y se divertía.

Cierto día, sin embargo, Francisco jugaba en la calzada con algunos amigos, cuando se enfadó con Marquinho, uno de los chicos. Se agarraron a los brazos y puntapiés, rodando por el suelo.

Un hombre que pasaba, viendo la pelea, consiguió separar a los dos. Sin embargo, Marquinho, lleno de rabia se irguió del suelo y, limpiando las lágrimas del rostro, gritó:

— ¡Inválido! ¡Tú me la pagas!...

Oyendo aquellas palabras, Francisco quedó rojo de rabia y humillación. Aunque los otros niños quisieron continuar el juego, él se negó, diciendo que necesitaba volver para casa.

A partir de ese día, Francisco se volvió triste y callado. No quería jugar más con los amigos, no quería salir para pasear, no quería hacer nada.

La madre, preocupada al ver el estado del hijo, le preguntó:

— ¿Qué pasó, hijo mío? ¡Tu andas triste, callado, no quieres ni jugar más!...
 

Bajando la cabeza, Francisco se echó a llorar:

— ¿Mamá, por qué yo nací así?

— ¿Así como, hijo mío? — contestó la madre, admirada.

— ¡Inválido, ahora con eso! ¡Un chico me tachó de inválido!... 

La madrecita lo colocó en el pecho y, abrazándolo con amor, le habló con ternura:

— Hijo mío, tú no eres inválido. ¡Tienes un defectito en la pierna que apenas se nota! ¡Tanto es que tú nunca te preocupaste con el!... ¿Algún día ese defecto te impidió  hacer alguna cosa?

— ¡No! — él respondió, balanceando la cabeza.

— Entonces, hijo, Dios sabe lo que hace. Además de eso, tal vez nuestro Padre Celestial haya querido que tu tuvieras cuidado. Es como si Él dijera: — ¡Francisco, mira lo que tú vas a hacer con su pierna! ¡Todo lo que yo doy es para haber buen uso! ¿Entendiste, hijo mío?

— Más o menos. ¿Es porque yo puedo usarla para el mal? 

— Exactamente, hijo. Tú puedes golpear a alguien, puedes trillar un camino malo, complicando tu vida. Ese problema en la pierna es una marca que tú trajiste del pasado, es decir, de otra existencia en que, probablemente, perjudicaste a alguien. Cuando hacemos algo negativo, creamos una marca del cuerpo espiritual y renacemos con ella para intentar notar nuestro error. 

— Ah!... Entendí. Quieres decir que yo necesito tratar bien a todo el mundo y no pelear con nadie. ¿Pero voy a continuar con ese defecto la vida entera?

— ¿Quién sabe? Es posible hasta que busquemos un buen médico que resuelva tu problema. ¡Pero, la verdad, hijo mío, es que eso no representa nada! Ven conmigo. Voy a llevarte a hacer una visita.  

La madre llevó a Francisco hasta una entidad que cuidaba de niños con dificultades diversas. Había niños ciegos, sordos, mudas, paralíticas, sin brazos o sin piernas, con deficiencias mentales y todo tipo de problemas.

Al verlas, el niño sintió la compasión crecer en su interior. ¡Conversó con las personas que cuidaban de ellos, con los niños que podían hablar y percibió que, a pesar de todo, ellos eran alegres! Dependiendo de las posibilidades, ellos jugaban, reían, cantaban.

Francisco volvió para casa sintiéndose diferente.

— Gracias, mamá. Ahora sé que no tengo problema alguno. Yo tengo piernas para andar, puedo ir a la escuela, tengo manos para coger lo que quiera; puedo pensar y aprender, andar en bicicleta y un montón de otras cosas.  

Él paró de hablar, sonrió y se lanzó al pecho de la madre, dándole un gran abrazo, mientras decía:

— Agradezco a Dios por todo lo que me dio. ¡Inclusive por la madre que yo tengo!                 

                                                        MEIMEI 


(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em Rolândia-PR, no dia 6/02/2012.)




                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita