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Año 5 249 – 26 de Febrero de 2012  
RITA GARCIA CÔRE
ritagarciacore@gmail.com
Laje do Muriaé, RJ (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 


Rita Garcia Côre

Espiritismo: una cuestión de utilidad pública

No dejemos el Espiritismo debajo de la mesa de la acomodación, sino divulguémoslo en su totalidad y el mundo lo agradecerá

 
¡Que osadía de título, pensará el lector! ¿Exageración? ¿Será un juego? Afirmo que no. Son tiempos de incredulidad. En el caso de la cultura occidental, caen por tierra las ilusiones de los dogmas, de los mitos y ritos de las religiones del cristianismo romanizado. Una visita a la red social en internet nos mostrará unas caricaturas irreverentes sobre Dios, religiones, Jesús. Hay comunidades de ateos, se juega con el satanismo, brujería y sortilegios.

Se sabe también del gran interés por películas de terror que tratan de la “vida después de la muerte” – con fantasías escalofriantes, o por otros éxitos del cine, que investigan el mismo tema, acompañado de abordajes sobre reencarnación y fenómenos mediúmnicos. Y si, de un lado, vemos un neo-ateísmo un tanto anárquico y provocativo, sin argumentaciones sólidas; de otro, hay una profusión de modismos mágico-esotéricos, con reanudación de viejas profecías de carácter escatológico: final de los tiempos, era de acuario, una caldera caótica, ardiente de dudas y contradictoria indiferencia por la vida. En el fondo, una máscara para el miedo, la inseguridad, la perdida del suelo.

Durante siglos, los llamados valores morales eran dictados de arriba para bajo por instituciones representativas de la figura de Dios en la Tierra. Pero, porque no tiene cabida un concepto de Dios tal como determinaron las llamadas religiones tradicionales, consecuentemente, “he ahí que Lo mataron”. O mejor, se desvaneció, pues nunca existió.

Es bueno explicar que estamos refiriéndonos – como los “sin dios” – a filósofos de final del siglo XVIII hasta nuestros días y a una buena parte de la humanidad. No incluimos aquí a los religiosos que, firmes en su fe, cultivan la espiritualidad como una instancia indispensable de su vida y pautan su comportamiento moral por las llamadas leyes divinas. A ellos nuestro respeto.

Pero, ¿y los otros? ¿Cómo llevarlos a la conciencia de Dios? Aquí entramos con nuestro programa de “utilidad pública”. El concepto espírita de Dios es filosófico, lógico. La Doctrina Espírita tiene la humildad de reconocer que no comprendemos a Dios, pues no tenemos el “sentido” para eso. Pero que podemos comprobar su existencia, por sus efectos. En ese caso, observamos que la vida es inteligente. Hoy más que nunca sabemos de eso: ADN, célula tronco, los elementos del universo que están en la constitución de la propia Tierra y de nuestros cuerpos y de ahí en adelante. Ahora, si la Vida es inteligente es porque tiene una Causa Inteligente.

Lo que mantiene el orden cósmico, el orden de la vida y que hoy está de moda llamarlo Todo Universal, se llama Dios.

Esa Causa – que desconocemos, pero percibimos e intuimos, porque somos seres transcendentes (basta tener un mínimo de sensibilidad para reconocer esa realidad) – es lo que se llama como Dios. La palabra, en su origen remoto significa luz. Sólo para hacer un juego verbal, ilustramos: Dios – Dio (italiano) – día (hora en que brilla la luz del sol). Finalmente, Lo que mantiene el orden cósmico, el orden de la vida y que hoy está de moda llamar Todo Universal, Lo QUE mueve todo se llama Dios. Está en las más distantes galaxias, en el polvo de las estrellas, en usted, aunque no quiera. No hay necesidad de creer en él. Finalmente Dios no es UN SER. Cuando la Ciencia busca la causa de la vida, del origen del universo, busca a Dios con otro nombre. Y, cuando afirma que Dios no existe, tiene toda la razón, pues el “dios” tal como las religiones lo presentan es una imagen hecha a la semejanza del hombre, de acuerdo con la cultura en que se inserta y ya tuvo tantas caras que realmente no pasa de una concepción mitológica.

La humildad delante de la Inteligencia de la Vida, el reconocimiento de esa magnífica orquestación, que el hombre no consigue aún entender, la Doctrina Espírita la tiene. Pero es también lo que vemos, por ejemplo, en Stephen Hawking. En una presentación del Discovery Channel, el científico inglés, después de afirmarse agnóstico, afirma que merece la pena vivir sólo para admirar la grandeza misteriosa del universo e investigarlo incesantemente. El momento final del programa, con la imagen de los astros al fondo y el hombre físicamente limitado por una enfermedad progresiva que le quitó los movimientos y la voz, fue un verdadero encuentro con Dios. Sí, divino ateísmo el del científico. Pleno de Dios, tal vez tenga conciencia de concretar más que la de muchos religiosos. Mi querido Hawking, el dios en que usted no cree de hecho no existe. Resistir a la enfermedad, insistir en la investigación científica, colocar la inteligencia a servicio de la humanidad es su Luz, su Big-Bang ininterrumpido, es su DÍA. Es la Inteligencia Suprema y se esparce en su divina humanidad.

Vemos que el concepto espírita de Dios no está en conflicto con la Ciencia, no establece reglas estrechas.

Todo camina y todo evoluciona, la Tierra es una nave que nos obliga a pasear en el infinito, siguiendo al Sol

Conocemos la Causa Primera de la vida, algunas de sus Leyes que van desvelándose a medida que progresamos en conocimiento y moralidad. Estar en armonía con esas leyes, en  la verdad naturales y compatibles con el orden cósmico, es un impositivo de la naturaleza y no un postulado religioso. Por lo tanto, ser bueno, hacer el bien, no tiene nada a ver con lo que determinada Iglesia predica, con lo que papá y mamá quieren que se haga, con lo que la sociedad manda o no manda, sino con el bienestar integral del individuo como parte del universo. ¿Admirado? ¿Usted cree que el universo comienza tras las nubes? ¿O tras la Tierra o de la Luna? Pues trate de entender que sus pies en el suelo lo colocan de cabeza para el infinito. ¿Entendió la gravedad de la situación? En doble sentido. Lo que importa es que usted también forma parte del universo. Entonces entiéndase con él y sus leyes inmutables mientras está a camino.

Aquí entra una vez más el Espiritismo. Todo camina y todo evoluciona, la Tierra es una nave que nos obliga a pasear en el infinito, a continuación el Sol que va conduciéndose en el orden de la Vía Láctea, que sigue. Diría Drummond: José, ¿para dónde? ¡Ah, interesante! ¡De repente aparece un bando de alborotados con el calendario maya y el alineamiento de los astros en nuestra galaxia! ¡Que escalofrío! Se cree en la evolución del universo, en el fin del mundo – entonces se huye para determinado lugar a la espera de alienígenas –; se estudia la Teoría de Darwin, se concuerda que “nos transformamos” para materia en tiempos idos, para ser ahora bien diferentes de lo que éramos en las cavernas – ¡pero es tan difícil creer en el Espíritu! Ahora, ¿dónde está la inteligencia? Si el ser pensante se circunscribe en el cerebro ¿por qué cerebros idénticos en su estructura y formación no poseen el mismo potencial? ¡Complejo! El cerebro aún no fue debidamente comprendido, cierto. Pero ya se admiten otros estados de la materia además de los tradicionales sólido, líquido y gaseoso. ¡Ops! ¿Será que existe “algo incorpóreo” que podríamos llamar Espíritu y que actúa sobre el cerebro? Si existe, es siempre ¿“nuevo en hoja”? O ¿“nuevo en energía cósmica”? ¡Estira, que artimaña de la evolución! El cuerpo que tenemos está formado de una materia que vino evolucionando hace millones de años hasta tener esa piel, ese andar, ese modo tan bueno... ¡El cuerpo aprendió a parpadear los ojos, a masticar, los dientes quedaron más bonitos, las patas se volvieron manos y continúa la materia evolucionando!

¿Y si fuésemos dos? ¿Espíritu y cuerpo? El cuerpo muere y usted continúa. ¡Ay, que susto! ¿Para dónde va el Espíritu?

Dicen que algunos bebés ya nacen con diente, las manitas de los niños son expertas en los celulares, se supone hasta que ya van a nacer cargando un tablet o smartphone. ¿Y el Espíritu? ¿No aprendió nada? Conversa para voy a dormir. Si hay Espíritu y Materia, ambos están sujetos a la Ley de Evolución. Listo. He ahí la reencarnación. Materia para otro artículo, y este  ya está bien grande. Pero vamos allá. Eso es Ley Natural. No es cuestión de creencia. El asunto es investigado por estudiosos que no poseen ningún credo. Todo bien. Pero vamos adelante. Si hay Espíritu, finalmente, algo más que la materia densa que “vemos y tocamos”, pero que es tan concreto en cuanto a ella, ¿al  descomponerse el cuerpo en la muerte física el Espíritu también se decompone? Bien, algunos dicen: “la ciencia no probó si existe vida después de la muerte”. ¿Pero probó lo contrario? ¿Cómo puede hacer eso? ¡Desgraciado de Galileo! ¡En su tiempo la “ciencia” aún no tenía “pruebas” de su teoría y cálculos! ¿Y ahora? Pues es, una mirada sobre la historia de la humanidad y sus maravillosos descubrimientos no hace mal a nadie. ¡Por lo menos nos enseña que el futuro puede reservarnos grandes sorpresas! ¿Y la muerte? ¿Puede reservarnos sorpresas? He ahí la cuestión. Era ese aún el dilema de Hamlet. Como se dice, “un hombre prevenido vale por dos”. Y aquí el dicho popular va muy bien. ¿Y si somos dos? ¿Espíritu y cuerpo? El cuerpo muere y usted continúa. ¡Ay, que susto! ¿Para dónde va el Espíritu? ¿Sólo existe vida después de la muerte para quien sigue determinada religión?

Bien, creo que el lector tiene más de dos neuronas. Si el Espíritu sobrevive, esa es una Ley de la Naturaleza, es universal. Bueno, ¿para dónde vamos? Pensemos por analogía. Comparemos nuestra caminata evolutiva con el día a día. Pensemos en el cuerpo. Usted bebe demasiado, come demasiado, conduce alcoholizado. ¿Cree que su cuerpo va a “estar bien”? ¿Usted está en armonía con las leyes naturales o sus excesos lo llevan a sentirse mal, a desequilibrarse y enfermar? Atrevido, usted está fallido. Usted es mal-humorado, rencoroso, agresivo, motociclista maníaco, traiciona, se apodera de lo que no es suyo, se droga y por ahí va de exceso en exceso, abusa del sexo, humilla a los otros, no sigue normas, no tiene límites. Atrevido, usted está exprimido. Hora de razonar: si usted es un Espíritu, el Espíritu es el que piensa y hace todo eso que fue relacionado en su “ficha”. El cuerpo es instrumento. Tal vida, tal muerte. Atrevido, si usted muere, en Espíritu usted está “reventado”. Y ya no tiene la “protección” del cuerpo.

El Espiritismo más que nunca ha de ser Espiritismo. No basta, en nuestras conferencias, predicar solamente principios morales

Digamos que el pasaje de la muerte sea para una dimensión, una franja vibratoria, diferente de la que habitamos y compatible con su nuevo estado de “hilo desencapado”. Eso, usted estará más expuesto a los dolores, a la consecuencias de sus actos. ¿Castigo? No. Ley de causa y efecto. Todo natural, como rigen las leyes universales. ¡Entonces, usted irá a pasar por regiones de turbulencias, tormentos conciénciales y encontrar Espíritus en las mismas condiciones que usted! ¿Vio? ¡No merece la pena abusar! Pero... el socorro puede aparecer. Hay siempre Buenos Espíritus en todo lugar. La ayuda puede llegar, pero cada uno ha de dar cuenta de sí.

En el reverso de la medalla, digamos en otra encarnación, usted ya aprendió un poquito. Entonces, llevará la vida sin rebeldías insensatas, de forma equilibrada, saludable, buscando ser bueno, cuidando de la salud, haciendo el bien, finalmente esforzándose para ser bueno lo más que pueda, perfeccionándose moralmente. El cuerpo queda. El Espíritu se va. ¡Que lindo! Tras una leve perturbación, como si fuera una somnolencia, usted irá a encontrar personas (sí, Espíritus son personas) cómo usted, con tendencia al bien. ¿No es mejor así? Pero no hay necesidad de esperar a otra encarnación. Comience ahora.

¡Luego, ser bueno no es una cuestión de agradar a A o B, es un caso de inteligencia! Se trata de una Ley Natural de la cual no podemos huir. Ahora, como estamos viviendo momentos de irreverencia con religiones, con Dios, con Jesús, la explicación lógica del Espiritismo es un instrumento de valor inestimable para ayudar a colocar orden en el caos. Para los desilusionados con las instituciones tan desgastadas por los errores acumulados en siglos de desvíos de las verdaderas enseñanzas del Maestro de Nazaret, el Espiritismo, quitándole las vestiduras del mito, de las leyendas que Lo encubren, nos presenta Su doctrina, como una brújula en un mar tempestuoso, colocada en el barco seguro de la Fe Razonada, a la luz de la Reencarnación. Por tanto, Espiritismo más que nunca ha de ser Espiritismo.

No basta, en nuestras conferencias y en los estudios de las Casas Espíritas, que prediquemos principios morales, simplemente. Si eso fuera suficiente, no habría necesidad de haber venido el Consolador. No hay por qué desentendernos de las bases doctrinarias a pretexto de establecer simpatías con credos tradicionales. Respetarlos, sí y siempre. Pero, sin agredir, llevar el Espiritismo como luz en la oscuridad de las incertidumbres y cansancios de una humanidad llena de engaños. ¡Esclarecer conciencias, explicar el por qué de la vida y del bien es cuestión, en el momento, hasta de utilidad pública! No deje el Espiritismo bajo la mesa de la acomodación. Divúlguelo completo; el mundo lo agradecerá.



 


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