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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 234 – 6 de Noviembre de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La avecita liberada

 

Cierta vez, una avecita, diferente de sus hermanas y hermanos, nació con dificultades de expresión. Su cabecita no conseguía pensar bien y, mientras los otros pajaritos cantaban lindamente, él solamente gritaba sonidos.

Pero no era solamente eso. Tinho – era su nombre – también tenía dificultad para caminar y volar como los otros pájaros, necesitando siempre del cariño y del apoyo de los hermanos que lo amaban y cuidaban de él con mucha dedicación.

El tiempo pasó y Tinho creció. Con todo, llegó un momento en que, incluso atentos, la madre y los hermanos no pudieron ayudarlo.

En cierta ocasión, en el jardín donde vivía, el jardinero pasó el rastrillo para hacer la limpieza

del terreno y, reuniendo toda la suciedad, hojas y ramas secas, encendió fuego en la basura.

La avecita, que iba de un lado para otro en la vegetación, buscando alimento, cansada de jugar y de volar, se aquietó y durmió. No notó que el jardinero hubo encendido fuego allí cerca. Cuando percibió el peligro, ya era tarde. ¡Fue alcanzado por el fuego!

Con las alitas chamuscadas y las garritas quemadas, Tinho intentó volar, pero no lo consiguió.

Sentía mucho dolor, pero no conseguía llamar a nadie, gritar socorro. Cuando la madre, que nunca se descuidaba de él y lo buscaba, lo encontró, él ya estaba herido.

Entonces, la madre se puso a piar pidiendo socorro. Los otros oyeron el grito de la madre y vinieron a ayudarla. Juntos, consiguieron retirarlo del fuego con extrema dificultad y llevarlo para un lugar seguro.

Como el papá pajarito ya había pasado para el otro lado de la vida, la tarea cupo a la madre y a los hermanos, que cuidaron de él con infinito cariño, ayudándolo en todo lo que podían.

Sin embargo, las heridas causadas por el fuego eran muy graves. Por eso, llegó el momento en que la avecita no podía continuar sufriendo más. Necesitaba liberarse de aquel sufrimiento que por meses le había mantenido preso al cuerpecito pequeño, frágil y con quemaduras.

De ese modo, Jesús, que es todo amor y misericordia, decidió liberar al pajarito de las amarras que lo prendían al cuerpo físico.

Entonces, finalmente, la avecita, liberada en espíritu, voló para el espacio al encuentro de todos aquellos que lo amaban, siendo recibido con mucho amor por su papá.  

El Ángel de la Guardia, que también vino a recibirlo, envolvió a la avecita liberada con ternura, diciéndole con cariño:

— Seas bienvenido al Reino del Amor. Tú hiciste por merecer por haber sabido enfrentar la existencia de dificultades que recibiste. Era necesario que así fuera para que aprendieras la lección del amor. Tus dificultades en esta última existencia eran manchas que trajiste del pasado y que marcaban tú espíritu, y que necesitaban ser eliminadas. Ahora, liberado de las amarras que te prendían al cuerpo físico, reposa hijo mío, pues tú bien lo mereces.

Después de rehacerse por algún tiempo, la avecita despertaría para una nueva vida llena de bendiciones y de alegrías, cierta de que su sufrimiento no fue en vano. Que ella necesitaba pasar por él para reajustarse ante las Leyes Divinas.  

Y así la avecita liberada, exhausta de la lucha que había enfrentado, pero feliz, sintiéndose ligera y renovada, finalmente adormeció en los brazos de su padre.       

Ahora, sin dolores y sin sufrimientos, Tinho podía volar por los jardines, sentir el viento tocar sus plumas, aspirar el perfume de las flores, hablar con las mariposas, con los otros pájaros, con los árboles, con las plantas.

Y quien lo viese así, preguntaría:
 

— ¿Quién es esa avecita luminosa que pasa por nuestro jardín?

Y un sabio pájaro de más edad respondería:

— ¡Esa es una ave que venció las dificultades de la vida y ahora vive en otro jardín, en el mundo espiritual, mayor y más bonito que el nuestro!      

 

                                                                  MEIMEI



(Mensaje recibido por Célia X. de Camargo el 25 de julio de 2011, por ocasión de la vuelta al mundo espiritual del querido Vicente Pallotti Pennacchi.)



                                                         
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita